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Gracias al generoso aporte y la autorización del autor,
publica y difunde: NTC … Nos Topamos Con …
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De: Fernando Cruz Kronfly
Date:
sáb, 2 dic 2023 a las 21:52 .
Subject:
Saludo y Poema.
To: NTC
…. ntcgra@gmail.com
Apreciados
amigos de NTC…
Hace
apenas unos días remití, para su difusión, un texto ensayo sobre la violencia
en la especie humana. Fue difundido con la más elevada generosidad y allí quedó
para la efímera posteridad, ahora que la gente no tiene siquiera un minuto para
leer los chats.
Pero,
algo me dice que escribir apenas un ensayo encaminado a entender el genocidio
en Palestina, no está a la altura de lo que está pasando. Todo indica que
Netanyahu no va solo en busca del control de la franja de Gaza, sino detrás de
un genocidio de limpieza y borrón étnico. El objetivo no es la franja, sino el
pueblo palestino. Y lo poco que quede con vida deberá ser asumido por los
países árabes o quién sabe por quién.
Ante
esto, he pensado que la teoría se queda corta porque intenta colocarse por
encima de los sentimientos, en busca de rigor y objetividad. Entonces, ante la
impotencia y el cinismo Occidental, y
delante de una ONU que ha rodado al vertedero y que anda por los arenales como
una niña perdida, y puesto que ya no
queda siquiera un madero para aferrarse a él en la noche de los naufragios, ha
brotado en mí la necesidad de escribir algo parecido a un poema.
Y se
lo estoy enviando …
Les
suplico decidir con absoluta libertad si difundir o no este texto y no sentirse
comprometidos.
De
antemano, todos mis agradecimientos posibles por la generosidad que han tenido
conmigo.
Ahí
les va.
BENJAMÍN, BENJAMÍN:
Dónde vas con tus ojos de bruces caídos en lo
demacrado,
Allí fundidos con lo siniestro, allí sumidos.
Qué hiciste de mí.
Le has partido el corazón a la humanidad otra vez,
Una vez más esta desolación enseguida del ya viejo
Auschwitz.
Cuántas veces el corazón de la humanidad
Podrá partirse más.
¿Dónde hallará la humanidad un corazón
que no sea de arcilla, de harina en polvo, de porcelana?
Una vez y otra vez más qué hiciste de las niñas
Y los niños, Señor,
De las mujeres y los hombres inocentes envueltos en
trapos,
Señor Benjamín.
El Auschwitz tuyo fue apenas análogo y aún la
humanidad tiene
El corazón roto en pedazos.
Acabaste con la confianza en la especie humana otra
vez.
La ONU rodó al vertedero
Y anda por el mundo como una niña perdida.
Y ya no queda nada parecido a un madero en la noche
Del aciago mar de los naufragios.
En Auschwitz quemaron muñecas
Abrazadas a las niñas que les pedían socorro
Durante la andanada de la noche del mundo
Sobre sus vidas.
Y oíamos aquellas mismas muñecas de los viejos tiempos
Gemir y cantar en el aire sagrado de Gaza,
Allá abajo entre caras polvorientas.
Sus brazos, su griterío, su corazón,
El beneficio de sus respiraciones ya no parecían ser cosas
de este mundo.
Aquel ahogado cantar se hundía en la franja profunda
Delante del mar como una luz azul
Que se negaba a comprender las tinieblas.
Ahora era el asunto de la limpieza étnica en aquella franja
Habilitada como cementerio
A la orilla del mar más lindo de este mundo.
Y vimos que Benjamín segaba a modo de un trigal
violeta
El horizonte con su hoz y su guadaña.
Venía en busca del cantar y el musitar
De las muñecas ya en migajas
Y vimos que el Señor de las profecías bullía mediante su
aparecer en el horizonte y se devolvía
De la mano de un perro pastor alemán de bigote ralo.
Y era como si el hocico del perro se expandiera
A través de la niebla del mundo
En busca de las dulces babas de Eva
Que tampoco eran ya cosas de este mundo.
Benjamín cantaba y soplaba el shofar
Arrancado de raíz a sangre fría y viva por él mismo
De la testuz de un macho cabrío debidamente purificado.
Y traía también Benjamín bajo el brazo el libro
sagrado
Y el Tanaf.
La ONU le había adjudicado el cementerio
A la altura de sus merecimientos,
Y de alegría él venía en el soplar de la cornamenta
del macho cabrío
Entre tumbas y túmulos aún tibios por el vivir y el
morir.
Avanzaba en su reino el Señor por la tierra prometida
falseada por él,
Ultrajada por él.
Tierra umbría y yacente en la devastación a sus pies.
Haz tuyo el camposanto, dijo Occidente,
Lo has merecido tanto,
Falta poco para que allí sea absoluto el sufrimiento.
Eres nuestro portaviones de tierra reseca y de arena.
Y entonces Benjamín respiró aquel aire espeso enrojecido
y danzó el Rikud,
Y el Haba Nagila de los tiempos viejos.
Venía el hombre tras la urgencia de cavar su nueva
morada
Y pasarse a vivir en el adentro más profundo
De aquella tierra que ya empezaba a oler
Del modo como huelen las vidas y las cosas que han
sido enmudecidas.
No había en el mundo otra tierra mejor y más propicia
Para la mitigación del hedor de sus más queridos sueños.
Y veíamos que Benjamín traía una pala
Amarrada al lomo del perro pastor alemán
Que lo pastoreaba como a una oveja más
Nacida del rebaño de la naturaleza amarga.
Y era de ver que ambos se apoyaban el uno en el otro
Y se sonreían por la esquina de sus ojos mutuos.
Y se decían al oído lo bien que lo habían hecho
Sin el estorbo de la piedad.
La vida los había llevado a merecerse.
Ambos parecían hablar la misma lengua de los hechos
cumplidos,
Acordada en presencia de la salchicha, la cerveza berlinesa
Y los dientes de ajo crudo y viviente entre los
desprendimientos
Y los gajos de pan.
Benjamín ladraba y el perro daba a conocer sus propias
profecías
Eugenésicas, de elevado racismo.
Cómo se comprendían,
Cómo se resumían el uno en la corcova del otro
Convertidos en la misma cosa esencial.
Y mientras el perro aullaba a la luna esparcida
En desprendimientos blancos sobre las ruinas,
Agitado Benjamín tocaba el címbalo de los jubileos.
Y veíamos cómo la pala iba con afán por delante en
busca de un lugar
Para hundirse y a solas quedarse a vivir.
Anhelaba trabajar en equipo con la nueva y arcaica bestialidad
Renacida en el Siglo XXI
En aquella tierra sagrada que ya empezaba a oler mal
de tanto sufrir.
Y esparcía sobre las ruinas el aliento de las cosas más
calladas del mundo
En la cara del griterío de los pájaros que ojeaban el
mar.
La novedosa morada de Benjamín
Debía abrirse en la tierra profunda caída en la
oscuridad
Transparente de las neblinas
Que venían y se iban así nada más sobre los vapores
del mar.
Como nadie en el mundo el Señor anhelaba quedarse a dormir
Abrazado al cantar y el gemir de las muñecas
Para él a su justa medida en pedazos.
El Señor deseaba ser consolado por el desespero de las
niñas
Y el jadeo de los infantes
Cuya luz él mismo había segado como a los trigos ocres,
Como se siegan las cebadas perplejas,
Todo ahora desposeído de los beneficios
De las respiraciones.
Y el jadear de las muñecas
Llamadas a consolar el sueño del airoso habitante
De las nuevas profundidades nunca antes conocidas,
Salvo en Auschwitz.
Traía Benjamín de regalo para las criaturas ya en
silencio
Una ofrenda de mariposas oscuras,
De insectos desgarrados de la telonera estrellada
Que sellaba el teatro de la noche del mundo.
En buena hora lombrices, larvas y gusanos
Para el jugar de las criaturas.
Que era lo menos que él podía ofrecer a los
desfallecidos
En uso y despliegue de su más elevada bondad y
sinceridad.
Y siempre a un costado del Señor
El perro pastor alemán de bigote ralo
Con su cojera
Dispuesto a husmear las alambradas de salida
A la plataforma de las locomotoras ya en musgos y
sombras.
Y veíamos la réplica de las rampas de bienvenida a los
trenes
Cargados de inocentes
Luego de la noche macabra de los cristales rotos.
Y oíamos el estallido de los hospitales y las escuelas
Y el gemir de los recién nacidos queriendo conocer
aquella luz del mundo Espigada un día de la masa informe de las tinieblas,
Luz diferente del fulgor de los alumbramientos
archiconocidos.
Y el asunto no era en contra los combatientes
Sino en contra de los inocentes,
Haciendo de ellos un largo y pormenorizado sufrir.
Por los jardines en redondo del nuevo Auschwitz renacido
Corrían las madres con sus crías al hombro
En busca de un poco de tierra a la mano
Para allí detenerse a desayunar polvo con ceniza y elevar
clamores
Sin ilusión.
Y echar a volar plegarias en procura de los milagros y
las resurrecciones.
Y había tulipanes de antiguos otoños para las tumbas
De cara al mar de luz azul
Que todavía se resistía a comprender las tinieblas.
Y veíamos a los pueblos judíos huir de sus jefes
Y gritar a Señor Benjamín que no hiciese lo suyo
Jamás en el nombre de sus limpios, antiguos y pulcros
nombres.
Y de esta manera vinieron los días en que el llanto
enloqueció
Y se puso a reír, según el poeta árabe;
Y fueron también los tiempos en que la risa enloqueció
Y se puso a llorar.
Y en medio de todo y lo demás que ya se venía encima
Oíamos la pala de Benjamín
Cavar su propia ropa de dormir en la tierra y de fango
Que lo vestían
En el centro corazón del cementerio de su autoría.
Y escuchábamos cómo en su alegría Benjamín soplaba sin
cesar
La flauta de sus alegrías
En la corcova misma de los túmulos ya habitados
Por recientes osamentas y costillares blandos
Aún embebidos en el hogar de sus placentas y
nacimientos.
Y veíamos los ojos desplegados y negros de las niñas
palestinas
En su deambular por los escombros
Desposeídos de su más lumbrosa luz.
Y era de oír allá en la tiniebla el ahondarse de la
pala al cavar
El aposento del visitante memorable al lado de los escombros
Que recibían en la noche el enjuague azul oscuro del
mar.
No habría en esta franja duchas propicias para el gas
zyklon B,
Tampoco hornos ni crotorar de cigüeñas de primavera
En lo alto cabizbajo de las chimeneas.
No habría ceniza de inocentes fertilizantes
Cosa de llevar en volquetes
Rumbo a los huertos de Berenjenas
Y canastas de hortalizas para el montaje de las
ensaladas
Como en las oficinas y las siembras
Alambradas de los tiempos de Auschwitz.
Las persianas de la nueva morada de Benjamín
Mirarían hacia los párpados todavía insinuantes de las
criaturas
En dirección a un patio sumido en las oscuridades que
venían del humo
Ablandado por los dolores.
Ante este despliegue de cantos y lamentos
Benjamín y el perro pastor alemán que lo pastoreaba
Pasarían a solas las noches más felices.
Y por encima de la lejanía de las casamatas y las construcciones
Ya por el suelo,
Podríamos ver cómo los espléndidos pueblos judíos
Huían de sus jefes soplando también el milenario shofar.
Y veíamos que esos mismos pueblos judíos
Comían dátiles de la mano de los pueblos moros
Y los pueblos cristianos
Como en los tiempos de la Al-Andalucía.
Y oíamos que los pueblos moros y los pueblos
cristianos
Partían pistachos que en sus valijas traían de
obsequio
Los errantes pueblos judíos lavados por la arena
Más tibia y linda de los desiertos,
Y por la polvareda más pulcra y tibia de este mundo
Sobre las ropas blancas.
Y oíamos que al caer las tardes
Cada pueblo se reunía a murmurar lo sagrado,
A leer en silencio y sin mirar a los ojos de nadie
La sabiduría y el consuelo habido en aquellas hojas arcaicas
Que todavía daban sentido milenario a sus vidas.
Y que de las bocas que oraban y producían clamores subía
al cielo
Una sinfonía en forma de cajas de colores
Como en los tiempos de las escuelas
Y los más profundos desasosiegos y cantos humanos
Que brotaron de los adentros de las bocas
Y las lenguas de esta tierra,
Nunca del todo suficientemente conocida.
Y oíamos aquella polifonía
De variopintas desesperaciones humanas.
Y era de ver que el pan palestino
Y los peces venidos de las grandes aguas galileas
Se multiplicaban de dolor ante el gentío reunido en torno
de lo necesario
Y de la fatiga y el hambre.
Y que morían ahogados de alegría y generosidad
En las cestas de mimbre.
Pero oíamos que, entre tanto,
Benjamín seguía recibiendo lecciones y cartillas
Del perro pastor alemán que lo pastoreaba,
Tuntunientos ambos y perdidos como niños podridos
En la noche del mundo
Que los engullía.
Cuánto había aprendido ya de él Benjamín:
Lo esencial, lo fundamental del sufrimiento
Sin apenas darse cuenta de su propia desgracia.
Y era sobrecogedora entre ambos aquella similitud
Esencial, tan natural.
Aquella identidad de espíritus,
Aquella maldad salida como gusanera de las entrañas,
Aquella banalidad.
Gracias al generoso aporte y la autorización del autor,
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