Gracias al aporte y autorización del autor,
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CRISIS
DE UN MODELO CRUEL
Monte de los Capuchinos, 29 nov. 2019. 10:49
Más allá de la crisis de un gobierno, propongo que estamos
ante la crisis de un modelo político y económico socialmente cruel que el actual
presidente, su equipo y los gremios económicos intentan profundizar, en la
misma dirección de lo que gobiernos anteriores ya lograron. Dicho modelo es el
neoliberalismo. Sin embargo:
Latinoamérica y otras áreas del mundo ya empezaron
hace rato o comienzan apenas ahora a sentir la crueldad y a resistir los efectos
del modelo. Resistencia que ocurre en medio de un contexto que no dudo al
juzgar sombrío y confuso. Asistimos desde hace décadas al derrumbe de las
utopías políticas revolucionarias decimonónicas y al consecuencial advenimiento
histórico de este sujeto hipermoderno contemporáneo, atrapado en el ideal consumista,
hedonista, anclado en un presente eterno, narciso, desideologizado, líquido y
apolítico. Ya de esta caracterización del hombre de nuestros días se han
ocupado ensayistas de la más elevada solvencia analítica.
Más adecuado sujeto humano no pudo haber producido el
modelo. Ideal para el logro de sus fines. No es exagerado decir entonces que el
modelo neoliberal no se reduce sólo a lo económico y político, sino que opera además
como una aplastante e intencional máquina encaminada a producir subjetividad a
su medida. Dichosa en el intenso goce de la vida, absorta en la contemplación del
cuerpo convertido en templo de todos los cultos imaginables y, por lo tanto, maniatado
para confrontar de manera radical el modelo que lo des-regula moralmente, lo
libera, le proporciona sensaciones al límite y lo hace sentir tan feliz.
Lo que entonces en términos generales puede esperarse
de este nuevo sujeto hipermoderno es que se indigne ante la exclusión, el sufrimiento
o el maltrato que el modelo le causa y, por ende, que resista y se manifieste inconforme
y deseoso de ser mejor tratado y llamado a manteles. En consecuencia, lo que
está en crisis no es el sistema mismo sino la forma, profundidad y manera como
éste excluye y margina a “la gente”.
Desde este punto de vista, el capitalismo neoliberal
contemporáneo y el sujeto hipermoderno son
almas gemelas que se confunden en una tensa masa de forcejeos y
contradicciones menores, en un campo cultural de deseos abiertos y desregulados,
goce intenso de la vida, tiempo convertido en momentos y sensaciones fuertes y consumo
constante que facilita la dicha y el goce.
Es evidente que el actual gobierno, a través de su
denominado “paquetazo in péctore”, es decir oculto entre la manga de otros abrigos
y los párpados de otros rostros, ventila públicamente la necesidad de ir hasta
el fondo en la implantación del modelo neoliberal. Y lo hace por boca de los
gremios económicos como quien quiere y no quiere mostrar las verdaderas cartas.
Todo esto en la dirección de fortalecer los fondos privados de pensiones,
convirtiendo incluso a Colpensiones en fondo privado, como ya algunos lo están
diciendo; en la dirección de una “necesaria y conveniente” reforma laboral, legitimada
mediante el argumento de crear empleo así sea precario; en la dirección de la privatización
de la educación superior y, finalmente, en la dirección de una reforma
tributaria con “iva” flotando hasta en la cebolla que arropa el arroz de los
miserables. Mientras, por otro lado, consagra beneficios tributarios al sector
empresarial calculados en nueve billones de pesos, dizque para incentivar la
creación de empleo. La profundización del modelo neoliberal necesita máscaras
de legitimidad.
El derrumbe de las utopías sociales y políticas
decimonónicas, basadas en miradas de futuro de relativo largo plazo y fundadas
en espesas paciencias populares retenidas, aplazamiento del sufrimiento y
esperas propias de las ilusiones fincadas en la esperanza de un “luminoso” porvenir,
se ha cumplido. Este derrumbe, digo, se ha cumplido.
Muy poco o casi nada de aquellas utopías,
configurantes de un sujeto histórico colectivo, habita hoy el imaginario
popular. Como bien sugiere Chul Han, en el enjambre social digital de las redes
tenemos hoy multitudes y no masas. Todo lo cual deriva en el actual ser humano
instalado en lo que George Steiner denominó “frenesí del instante”, anclado en
un presente eterno que le pide o exige a los gobiernos, con todo derecho, mejores
condiciones para un digno y más feliz vivir. Esto termina haciendo masa
legítima con el reclamo ecológico ambientalista y la transparencia ética. Sobre
todo esta última, para que los dineros públicos no se dispersen en saqueos y apropiaciones
privadas criminales que terminen afectando los presupuestos que deben destinarse
a lograr una mejor forma de vida común.
En nuestro país se ha producido, en este orden de
ideas, un levantamiento popular que no se propone la derrota del “sistema” sino
impedir que se profundice la crueldad del modelo neoliberal que este gobierno,
su equipo y los gremios privados pretenden llevar al límite. Modelo tantas
veces asociado no sólo a la descarada corrupción en el festín de los contratos
de obras públicas y privadas, sino a la inhumana crueldad inherente a él. Y que,
para ser justos, viene entre nosotros caminando desde años atrás y que se
apoderó de casi todas las economías del planeta, atrapadas en las lógicas
voraces de los organismos mundiales de financiación.
Este conjunto de cosas ha llevado a que tengamos hoy
un mundo sin aire respirable, sin agua potable, con formas de neo-esclavitud en
el trabajo en los países que se muestran más “competitivos” en los mercados sin
fronteras. Un mundo de océanos convertidos en basureros, en el que los seres
humanos se auto-exprimen en el trabajo, atrapados hasta los huesos en discursos
de autoayuda que conducen al cumplimiento de metas e indicadores inalcanzables.
Un mundo de seres humanos manipulados como nunca antes, en el cual media
humanidad come basura “en el nombre del desarrollo” y la prosperidad económica
que se aplaude a sí misma en “en el
nombre” de los indicadores positivos de crecimiento.
En el modelo neoliberal y en los países “en vías de
desarrollo”, el crecimiento económico no se refleja en inclusión social ni en
mejoramiento de las condiciones materiales y espirituales de vida. En los
modelos social demócratas realmente existentes, en cambio, el crecimiento
económico se ha reflejado en bienestar e inclusión social. El tema de los modelos
introduce un debate que se podría revivir.
Al escuchar la naturaleza y el alcance de los reclamos
expresados por los manifestantes colombianos “inconformes” a lo largo de
calles, parques y avenidas, así como al presenciar en imágenes las expresiones
de resentimiento y rabia destructiva vertidas en la oscuridad subyacente de la
pulsión inconsciente de muerte y destructividad, concluyo que es plausible
interpretar el momento que vivimos alrededor de las anteriores hipótesis. La
copa de la indignación social se ha derramado, pero quienes la arrastran por las
calles entre gritos, canciones, danzas, ya no tienen utopías políticas ni sociales que
guíen sus pasos para imaginar el futuro, porque el futuro es hoy una dimensión
del tiempo que se desacreditó. La vida es para vivirla ya y ahora mismo. Y se
vive la vida si se goza. Pero la copa de la paciencia se rebosó y hay indignación
y mucha rabia. Hemos quedado des-utopizados, es cierto, al menos en el sentido de los viejos relatos y utopías
convencionales. Muy pocas de las promesas modernas fueron cumplidas. Hay en el
ambiente un inmenso déficit y una deuda social impagable. Por esto mismo, a
pesar de la caída de las utopías hoy nos mueven dolores comunes, derechos y
deseos no resueltos, sufrimientos e intereses no menos importantes que las
viejas utopías aunque incapaces de guiar la acción humana en contra del “sistema”
con el fin de destruirlo y fundar un “mundo nuevo en poder de un hombre nuevo”.
Esto se acabó.
Se trata ahora de morigerar el modelo, de impedir que
se profundice en su crueldad, de resistir. Por lo tanto, ha llegado la hora del
pulso y la negociación entre las fuerzas sociales, por una parte, y por la otra
el gobierno, su equipo y los gremios económicos, comprometidos con llevar hasta
el fondo el modelo neoliberal en que están encandilados, si es que acaso dicho modelo
tiene fondo. Y lo digo así, por cuanto la inhumanidad y la crueldad en la
historia parecen no haber tenido fondo.
Es claro que el modelo neoliberal se retuerce aquí y
allá, y que contra sus abusos y miserias se levantan fuerzas sociales que
resisten. Esto es lo que vemos en calles y avenidas. Y es en esto que por ahora
consiste su crisis.
En el caso colombiano (Argentina, Chile y México son
asunto diferente según ciertas especificidades) ocurre algo muy particular: el
modelo neoliberal tiene enfrente una Constitución Política garantista acordada
en 1991, derivada de una negociación social. Este es un punto esencial para el
análisis de la crisis que vivimos, pues mientras por un lado el gobierno, su
equipo y los gremios económicos pretenden profundizar el modelo, de todo lo
cual “se escuchan ruidos” en los naipes que se juegan por debajo de la mesas, los
variopintos sufrientes del modelo montan protesta de resistencia preventiva.
Lo que debemos preguntarnos, entonces, finalmente, es
hasta dónde el gobierno, su equipo y los gremios económicos, están dispuestos a
echar pie atrás en la profundización del modelo neoliberal. Se trata de un
pulso social, de una negociación encaminada a detener, hasta donde se pueda, la
crueldad del modelo.
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* http://ntc-documentos.blogspot.com/2013_12_21_archive.html
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Crisis
de un modelo cruel
Por
Fernando Cruz Kronfly
LA/BARRACA , Internacional, 4 Dic, 2019. Buenos Aires,
Argentina
Revista del pensamiento crítico. Análisis, investigación,
cultura.
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