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VIENE DE:
"La revolución radical en Antioquia 1880”. Jorge Isaacs.
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EL INGENUO CATASTRÓFICO
Por Gustavo Álvarez Gardeazábal ( 1 )
Medellín , septiembre 21, 2013
EL INGENUO CATASTRÓFICO
Por Gustavo Álvarez Gardeazábal
Palabras leídas debajo de un toldo en
la Calle Carabobo. Medellin , septiembre 21, 2013, 4:30 PM
Hace 118 años que murió Jorge Isaacs
y no dejamos de descubrir el tamaño de la veta literaria que paradójicamente
empequeñeció el éxito eterno de su única novela, la lloriquetas
MARIA. Poeta, y de los buenos, pero bien olvidado. Panfletario agresivo pero
demasiado contumaz. Periodista atrevido pero despistado. Conservador para
combatir a Mosquera. Liberal radical para enfrentar a Núñez. Descubridor del
primer pozo de petróleo en las llanuras del Sinú y de las increíbles
minas de carbón del Cerrejón, jamás consiguió la redención económica y si
no es porque el narrador costumbrista antioqueño Emiro Kastos le cubre
con su generosidad , se habría muerto de hambre muchos años antes de
aquel 17 de abril de 1895.
Feroz en sus odios, atacaba con saña
a quienes después buscaría para que le dieran un nombramiento en la
burocracia estatal. Romático irredento, defendió sus concepciones con la pluma
o con el fusil.
De ese mar de contradicciones, en las
que se nutrió con más estulticia que brillantez, fue dejando empero una huella
literaria de todos sus actos. Hay testimonios escritos donde se le
ve actuando como Secretario de Educación del estado soberano del Cauca, volviendo
realidad lo que predicaba en sus notas periodísticas defendiendo la educación de
indios y negros de su región. Hay una catedral de la antropología construida
por él, renglón tras renglón, demostrando cuan observador y científico era
al escribir la primera descripción detallada que se hizo de las
gentes y tribus aledañas a la Sierra Nevada de Santa Marta. Hay otro
documento inverosímil, redactado con gracia y elegancia contando a
la posteridad su quiebra en la hacienda de Guayabonegro que no pudo defender de
la voracidad de los feudales señores vallecaucanos.
.
Es una veta inagotable esculpiendo en
el mármol de la literatura sus amores o sus odios, sus equivocaciones o los
poquísimos aciertos que su ingenuidad catastrófica le permitieron. De
allí surge este libro sobre "La
revolución radical de Antioquia en 1880". Lo escribió sin tomar distancia y
desbocándose para poderlo editar solo unos pocos meses después de lo sucedido. Debió
haber sido un irrefrenable. En una época en que no existían todavía las
máquinas de escribir llenó cuartillas y cuartillas con pluma y tinta
trascribiendo sus discursos, los editoriales previos al momento que publicó en
LA NUEVA ERA y los documentos estrafalarios con los que cerró su breve
pero inolvidable periplo como golpista y como dictador del estado soberano de
Antioquia. Para la velocidad con que debió haberlo escrito, y la premura en
editarlo, resulta siendo más sorprendente su calidad literaria y la exquisitez
de su prosa.
Isaacs ya había sido
representante a la Cámara por los conservadores cuando se enfrentó al General
Mosquera y redactaba con Sergio Arboleda en 1868 el semanario LA REPUBLICA. En
una época en que cambiar de partido era más que un crimen y deshonraba a quien
lo hiciera, estaba empuñando en 1876 el fusil de los liberales radicales para
comandar el batallón Zapadores en la batalla de Los Chancos, la más sangrienta
de todas las batallas vividas dentro la innumerable lista de las
estúpidas guerras en que los colombianos nos hemos metido desde antes que
llegaran los españoles. Allí, en Los Chancos, enfrentaba a su antiguo compañero
de andanzas conservadoras don Sergio Arboleda. En 1879 era acogido otra vez
como congresista elegido representante por el estado soberano de Antioquia, donde
había vuelto a atracar su bamboleante buque al lado del General Rengifo
quien sustituía temporalmente al general Julián Trujillo que ejercía la
presidencia de la nación en aquellos miniperiodos de 2 años que había decretado
la Constitución de Rionegro. Llega a Medellín para asumir la dirección de LA
NUEVA ERA, el semanario de los liberales radicales antioqueños. Venía precedido
de la fama de haber hecho temblar al Congreso con sus peroratas contra la
naciente regeneración que Núñez ya predicaba y el general Trujillo le ayudaba a
construir. Había sido tan fiero en sus ataques y tan terco e insistente en
golpear con la fuerza de su verbo al gobernante que el general presidente se
vió obligado a clausurar el Congreso. No podía llegar entonces a un campo de
paz en una Antioquia en donde el conservatismo había perdido en el campo de
batalla el poder que por décadas había ejercido. Ni mucho menos que su
presencia fuera a pasar inadvertida por los liberales antioqueños que ya
estaban bastante agresivos con un presidente caucano. De nada le valía la
aureola de haber sido el autor de MARÍA y la gloria viviente de la literatura
nacional. Aquí en Medellin, como le pasaba a donde llegara en su vida, encontró
malquerientes sin haber desempacado las maletas en el semanario. Don Fidel
Cano, quien años después fundaría El Espectador, fue el más agresivo de sus
rivales. No compartía ni el estilo ni la vehemencia ni la concepción que Isaacs
tenía del agonizante radicalismo. Mucho menos que iba a permitir la presencia
de un foráneo, caucano y judío, dictándoles clases de política y periodismo en
una tierra tan regionalista como la antioqueña. Y como además llegó por las
elecciones indirectas que entonces regían a ejercer la diputación, en menos
tiempo del que gastó escribiendo este libro donde explica toda esa historia, Isaacs
se trenza en una pelea total con los liberales nuñistas y exige el
cumplimiento de las normas constitucionales del estado federal que según
él estaban siendo violadas . El regreso del general Rengifo para su
tierra natal y el nombramiento de Pedro Restrepo Uribe como sucesor temporal
del también temporal Rengifo, enciende la mecha. Isaacs creía que el
comerciante Restrepo Uribe no era de fiar y lo que buscaban eligiéndolo era
sacar a los caucanos para debilitar más el radicalismo.
El 28 de enero de 1880 da el
golpe de estado. Derroca a Restrepo Uribe y el primero de febrero se
proclama presidente provisional del Estado de Antioquia.
Que el novelista glorioso de
1868 llegara a esos extremos ni se ha entendido bien ni se ha estudiado
debidamente. La edición de este libro por parte de la Universidad Autónoma
Latinoamericana en ocasión de los 200 años de la independencia de Antioquia, permite
que los nuevos historiadores se acerquen a un momento singular de la vida de la
república. La presteza con que Isaacs consigue narrar todos los episodios
macros y micros de su accionar como golpista da la oportunidad para tener
argumentos con que calificarlo como un ingenuo redomado que no solo usa la
fuerza de la violencia para asumir el poder, sino que pacta la paz y se retira
del poder ejecutivo dejándose engañar del mismo Restrepo Uribe que al volver al
cargo presidencial de los antioqueños no cumple con lo pactado.
En mayo de ese año su fugaz accionar
se finiquita cuando la Cámara de Representantes lo expulsa de su seno por
haberse rebelado contra las instituciones. Perdido todo, igual a cuando se
quedó si un palmo de tierra en sus fincas del Valle, se refugia en la
literatura y escribe este libro que hoy nos congrega bajo este toldo
contestatario.
Su lectura hay que hacerla con
entusiasmo y sin los prejuicios y los desconocimientos que adornaron la vida de
Isaacs hasta hacer desaparecer su enjundioso trajinar por las páginas de la
historia colombiana. El extraordinario prólogo de Carlos Bueno se
convierte en lectura indispensable para quien llegue a la
narración de su golpe de estado sin conocimiento sobre la borrascosa vida
del poeta . Pero dentro de ese marco se plantean los tres puntos
fundamentales que incitan a su lectura:
Primero, cómo se puede describir un
golpe de estado?
Segundo, cómo se puede narrar una
equivocación política de tanta magnitud hasta lograr hacerla ver como un acto
idealista y no como una violación de las normas establecidas ?
Y tercero, como se puede esquivar a
través de la literatura la evidente ingenuidad del acto principal para hacerlo
aparecer como víctima de una traición ?
En esos tres puntos reside la fuerza
de este libro. No existe otro en la literatura colombiana donde el autor de un
golpe de estado se convierte en autor del texto que lo describe minuciosamente.
Es de por si una novedad y una joya literaria sin igual que hace pensar
que Jorge Isaacs estaba absolutamente consciente de su papel en la
historia y a falta de testigos imparciales o de periodistas que dijeran la
verdad, quería dejar establecidos los parámetros que lo llevaron a convertirse
en golpista y ejercer como presidente del Estado de Antioquia. Contrario a
lo que sucede por estos días, cuando si uno quiere que algún episodio histórico
se olvide no es sino meterlo dentro de un libro, en 1880 editar un libro de esa
magnitud era una afrenta al poder establecido.
Fue el canto del cisne porque
después de su publicación en la Imprenta de Gaitán, en octubre de 1880, el
autor de MARÍA abandona para siempre las toldas políticas y vive los 15 años
que le faltaban de vida alejado de las arenas en las cuales se llenó de tanta
ilusión como la que siempre tuvo de encontrar la veta minera que lo
sacara de pobre y le diera una vejez digna.
De la lectura de este libro, impecablemente
editado, no se puede deducir que tan legítimo es dar un golpe de estado para
satisfacer apetitos ideológicos. Pero si se detecta inmediatamente que es el
santanderismo que nos agobia a los colombianos, y en el cual se bañaba
pendejamente Isaacs, uno de los factores que llevan al autor de MARIA a
convertirse en golpista. Las leyes, los parágrafos y los incisos por encima de
la realidad. El leguleyismo que Santander sembró mayestáticamente en la
vida política nacional se escapa de los renglones de este libro. Isaacs
naufraga en él y parapeteado en la interpretación de la ley empuña el mazo para
dar el golpe de estado.
Él quiere demostrarle al lector
la veracidad de su teoría de que al retirarse el presidente encargado
quien le suceda si no es del liberalismo radical no está capacitado
legalmente para ejercer. Se queda uno con la duda de si es la defensa de
la norma escrita lo que genera su actitud extrema o si es una interpretación
acomodada de la ley la que le obliga al golpe. Si es lo primero, Isaac cae
víctima del peso de la tradición leguleya colombiana, si es lo segundo cabe la
hipótesis de que no existiendo otro liberal radical con las condiciones que él
posee, son sus ambiciones personales o políticas de ejercer la presidencia lo
que le precipitan en el espiral sin fondo de derrocar al señor Restrepo Uribe.
Un golpe de estado, en la Colombia de
1880 y en la de hoy es una clara violación del orden establecido. Como
tal, no tendría justificación legal. Pero como la narración no termina allí, en
ese primero de febrero cuando se autoproclama presidente provisional, sino que
continúa mostrando las dificultades del ejercicio del poder, y trata de ocultar
la pobreza y fragilidad de su ejército y concluye con la inclusión y análisis
de todos los documentos hasta el día en que firma el pacto de paz y
le devuelve el poder a Restrepo Uribe, el lector va entendiendo lentamente que
la narración es la de una equivocación monumental en donde la única salida es
la reversa. Pero describe con tanta enjundia cada uno de los detalles
problemáticos del ejercicio como gobernante que habilidosamente la
evidente equivocación termina siendo un acto idealista y no fruto del error que
indudablemente cometió. Allí prima el literato por encima del revisionista de
su propio trascurrir. Tal vez quería ser objetivo pero como no alcanza a
esconder en los alamares literarios la incapacidad que tiene de aceptar
la derrota, se aferra a demostrarnos que todo es consecuencia de su idealismo
liberal radical y no de la falta de apreciación acertada de la realidad. Es una
paradoja, el hijo del judío jugador que pierde su fortuna por arriesgarla en
una mesa de juego se le olvidó la norma elemental que obliga a saber perder.
Pero es mayor el logro de este libro,
escrito por un derrotado perenne, cuando
consigue que el lector acepte que Isaacs no es un ingenuo catastrófico sino la víctima de una traición. Con
lentitud de poeta decimonónico. Con finura de maestro del lenguaje y con
astucia de batallador permanente va armando el tinglado para mostrarnos que el
pendejo no fue él sino que el traidor fue don Pedro Restrepo Uribe, el
presidente que él derrocó.
En su momento Isaacs no debió haber
conseguido que los liberales radicales o los nuñistas leyeran el libro y
entendieran las sinrazones de su explosión volcánica. Más bien le tuvieron
conmiseración y como se pasó esperando siempre donde encontrar la veta minera
que le cuadrara su bolsillo o el puesto de embajador en la Argentina o de
cónsul en Chile que lo convirtiera en burócrata, los colombianos resolvieron
olvidar que Isaacs fue actor principal de un período de la historia tormentosa
nacional, lo cubrieron con la gloria de María
y dejaron de verlo como el descubridor del Cerrejón o como el antropólogo
excepcional de los arhuacos y aún como el poeta de ritmo cadencioso. Menos que
se acuerdan que tomó el fusil para disparar en más de una de las batallas de
nuestras guerras civiles o que enarboló la pluma como si fuera la daga de sus
antepasados judíos.
Hoy, gracias a Unaula, podemos
recordar un episodio de los muchos que vivió Isaacs debajo de un toldo
alquilado, al margen de la oficialidad de un certamen aprestigiado más por la
bulla de haberme desinvitado que por el espíritu abierto que debió haber
conservado como Fiesta del Libro. Se muy bien que la cultura de Medellín
terminó en las manos de un solo titiritero que da vistos buenos o veta, que
habla con los alcaldes y gobernadores y monta sus tinglados vanidosos, que
ejerce de manejador de hilos para recomendar quien publica en las editoriales y
quien no debe asomarse a los predios que él maneja. Reconozco su poder. Si no,
miren donde estamos, al lado del Jardin Botánico y no dentro de él.
Pero eso no importa si después de lo
que me han oído ustedes esta tarde se aventuran a leer lo que nos cuenta Isaacs
de cómo no se debe dar un golpe de estado, de cómo no se debe ser tan ingenuo, de
cómo no se debe ser tan catastrófico. Isaacs no tenía humor. En ningún renglón
de MARÍA se le ve una pizca de humor.
Los retratos que tenemos de él con su mostacho prominente lo muestran huraño, cascarrabias y distante. No debió haber gozado dando el golpe de estado. No debió haber gozado escribiendo este libro. Lo uno o lo otro lo hizo por necesidad y así no debe ser la vida. Se puede tener posiciones verticales. Se puede, se debe enfrentar a quienes se creen poseedores de la verdad y guían equivocadamente a la multitud como rebaños al despeñadero. Pero nunca lejos del gozo en el ejercicio, convencidos de la bondad y la alegría de cada acto.
Los retratos que tenemos de él con su mostacho prominente lo muestran huraño, cascarrabias y distante. No debió haber gozado dando el golpe de estado. No debió haber gozado escribiendo este libro. Lo uno o lo otro lo hizo por necesidad y así no debe ser la vida. Se puede tener posiciones verticales. Se puede, se debe enfrentar a quienes se creen poseedores de la verdad y guían equivocadamente a la multitud como rebaños al despeñadero. Pero nunca lejos del gozo en el ejercicio, convencidos de la bondad y la alegría de cada acto.
Para que no nos quedara duda de lo que pretendió publicando este libro. Para
que 133 años después nosotros nos reunamos aquí a festejar la aparición
de una nueva edición, Isaacs pidió que no lo
fueran a enterrar en su Valle nativo, cerca de quienes le
habían perseguido con saña, pidió que le enterraran aquí en Medellin, en donde
dio el golpe de estado y en donde por encima de la pluma feroz de Fidel Cano y
las picardías traicioneras de don Pedro Restrepo Uribe se sintió correspondido
y valorado por las gentes antioqueñas. Allí está su tumba en el Cementerio de
San Pedro para honra de la Antioquia libre. De esa Antioquia que permanece, respetuosa
de las leyes pero amparando el pensamiento contrario,
para que la democracia no sea un roca en el camino del progreso.
Probablemente porque soy tan
vallecaucano como Isaacs. Quizás porque por mis venas corre orgullosamente la
sangre antioqueña de las breñas de El Porce y mis raíces paternas se pierden en
las montañas de Carolina y Guadalupe. O tal vez porque también me equivoqué en
mi vida literaria como Isaacs creyendo que el poder de creación de los
novelistas es igual al que ejercen con estupidez los políticos, había aceptado
acudir a la Fiesta del Libro de allí al lado, a leer estas palabras que
ustedes, pese a las circunstancias, han tenido la amabilidad de oírme. Estoy
aquí, debajo de este toldo, porque la presentación a la que me había
comprometido pretendieron tirársela desinvitándome (como lo hacían en los
costureros de Tomás Carrasquilla) por medio de la minimización de mi presencia.
Obedecían muy seguramente las ordenes emanadas por el gran
titiritero de la cultura y el pensamiento antioqueño que me cobra, una vez más,
las sospechas que lo atormentan en su desmemoria del olvido de que
yo pude haber hecho el amor con su padre y no con él. Pues, siguiendo lo de
Isaacs, reconociéndole su absoluto poder y el derecho a alimentar esas sospechas
sexuales que tanto le atormentan, no me dejé amilanar y sin perder la sonrisa, como
trató de insinuarlo perversamente el escritor Juan Diego Mejía, estoy
aquí, en Medellín, en el FIESTO DEL LIBRO, gozándomela como nunca, mientras me
quedo mirando desde este pedestal de la libertad lo que pasa allí al frente … allí
en seguida, con la misma alegría que espero tener en mi rostro
hasta el día que me lleven a enterrar en el cementerio libre de Circasia.
Muchas gracias.
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* ( 1 ): http://literaturaenelvalle.blogspot.com/2011_05_14_archive.html
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ENLACES:
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....
DESARROLLOS DEL EVENTO (fotos y textos) :
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* ( 1 ): http://literaturaenelvalle.blogspot.com/2011_05_14_archive.html
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ENLACES:
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Sábado, 21 de Septiembre de 2013 05:29 Julio Betancur
Agradecemos a Orllando Ramírez Casas ORCASAS el envío de esta información:
DESARROLLOS DEL EVENTO (fotos y textos) :
MATRIZ
COLUMNA VIP de Julio Betancur http://www.juliobetancur.com/
Domingo,
22 de Septiembre de 2013 04:02 AM
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Más información y enlaces:
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" ...
Es bueno y saludable para la historia oculta
de Colombia desempolvar la obra de Jorge Isaacs “La revolución radical en
Antioquia 1.880” en el departamento donde se
desarrollaron los acontecimientos históricos.
Celebro que el escritor tulueño Gustavo
Álvarez Gardeazabal, autor de “Cóndores
no se entierran todos los días”, en la Fiesta del Libro y la
Cultura de Medellín (Sept. 21, 2013) comente y enaltezca la
percepción del trabajo enunciado. ( * http://ntc-documentos.blogspot.com/2013_09_21_archive.html )
... "
. "La revolución radical en Antioquia 1880”. Jorge Isaacs.
http://ntc-narrativa.blogspot.com/2013_09_21_archive.html
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