sábado, 28 de julio de 2012

¿PARA QUÉ CULTURA EN TIEMPOS DE PENURIA? Por PIEDAD BONNETT. Leído en la Cátedra Publica de la Rectoría de la UdeA. Julio 12, 2012.

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* Se actualiza periódicamente. Julio 28,  2012
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Seguimientos y complementaciones a:

¿PARA QUÉ CULTURA EN TIEMPOS DE PENURIA?
Leído en la Cátedra Pública de la Rectoría* de la Universidad de Antioquia el 12 de julio de 2012.
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NTC ... Nota, Agosto 5, 2012: Este texto y el de William Ospina ** se publicaron en la versión impresa del Periódico ALMAMATER de la UdeA, No. 612, Agosto 2012, páginas 28 a 30. Y próximamente estará en la versión digital del periódico: http://almamater.udea.edu.co/periodico/index.htm y en http://almamater.udea.edu.co/periodico/sc-impresa611.htm . 
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 NTC … agradece a la autora la colaboración y la autorización para publicarlo.
La reflexión a la que nos disponemos está atizada por el célebre verso de Hölderlin, “¿para qué poetas en tiempos de penuria?”, al que se le ha dado, sin embargo, un giro importante al sustituir la palabra poetas por cultura. “Si no conoces la respuesta, discute la pregunta”, dijo Cifford Geertz y eso es lo que haré en primer lugar, pero no tanto por desconocimiento -aunque mis incertidumbres sobre el tema no son pocas- sino porque las palabras del poeta alemán, así replanteadas, y en un tiempo distinto, cobran nueva significación.
Lo primero que habría que hacer notar es que, dentro del contexto de la pregunta, la palabra cultura pareciera inclinarnos a aceptarla en su interpretación más tradicional y cerrada, o sea como sinónimo de educación, conocimiento de las artes, la filosofía, la literatura, en fin, como equivalente a refinamiento intelectual.  Y sí, tiene sentido preguntarnos por la necesidad, en tiempos de penuria, de este tipo de cultura. Pero los infinitos cambios ocurridos en  los últimos cien años, y sobre todo en los muy vertiginosos de la globalización, nos obligan a manejar el término en un sentido más amplio, cuidándonos, sin embargo, de no caer en la tendencia de llamar cultura a cualquier cosa, haciéndole perder a la palabra toda eficacia operativa. Tratando, pues,  de no naufragar en el maremagnum de las definiciones y de alejarme hasta cierto punto de las interpretaciones problemáticas de sociólogos y antropólogos, yo llamaré humildemente cultura a toda acción humana que, independizándose voluntariamente de la necesidad  material, se carga de significación y potencia simbólica. Me apoyo para esto en Shakespeare, quien a través del Rey Lear habla del hombre desnudo y el hombre vestido y reflexiona:

“…los más bajos mendigos tienen en lo más pobre algo superfluo.
No permitáis a la naturaleza más de lo que la naturaleza necesita
y la vida del hombre será tan insignificante como lo es la de las bestias”.

Podemos considerar cultura, pues, tanto  la pintura en las manos de las mujeres árabes como un  poema, un rito de iniciación o  un baile tribal,  una sonata o el cante jondo, la moda como reflejo de los tiempos o la arquitectura del Bauhaus. En todas estas actividades el hombre va más allá de sus necesidades y la conducta humana manifiesta su capacidad de crear valores simbólicos. Es a través de la cultura que el hombre interpreta su habitat y lo modifica, que busca las finalidades y la significación de su vida, que se pregunta y se responde sobre los grandes misterios de la existencia, y que interpreta los conflictos sociales. Cultura, como dice Steiner, es sentido creado.
En cuanto a la segunda parte de la pregunta, habría que decir que todos los tiempos, en mayor o menor medida, son tiempos de penuria. La guerra, las pestes, las desigualdades, la pobreza, la falta de libertad, son constantes en todas las épocas. Para llenar de significación la expresión se hace pues necesario pensar en un aquí y un ahora, el de nuestro país agobiado, que duda cabe, por sus particulares penurias, la fundamental, a mi juicio,  la de la crisis ética que subyace a nuestros innumerables males.
Ante la visión desoladora de la corrupción y el saqueo despiadado del dinero público, del cinismo político, de la penetración corruptora del crimen, de la perpetuación de la guerra y la debilidad del Estado, es natural que el individuo se sienta abrumado e impotente. Esa impotencia puede hacerle creer que, como ciudadano,  es víctima de un determinismo histórico frente al cual no hay acción posible. Si, además, se siente condenado a una existencia centrada en la mera supervivencia, pobre en opciones, marcada por la rutina que un sistema le impone, es probable que acepte su circunstancia a-críticamente como un hecho “natural” y renuncie a toda acción.  Es posible también que ese mismo individuo, huérfano de mirada crítica o de recursos combativos, opte por escapar de la realidad cotidiana sumergiéndose en los paraísos inanes que la sociedad mercantilista está siempre dispuesta a ofrecer para distraer el descontento y el tedio. Pero siempre habrá individuos a los cuales la penuria de su momento los lleve a buscar dentro de sí y en su entorno los recursos espirituales que les permitan enfrentar de manera creativa, libre y transformadora su realidad individual y social. Es decir, personas que quieran producir y alimentarse de cultura.
La sensibilidad, la imaginación, la curiosidad, son elementos que se encuentran en potencia en el ser humano, pero necesitan casi siempre de un contexto propicio para su despliegue. Es verdad que algunos espíritus, especialmente dotados de esas cualidades, saben abrirle camino a sus inquietudes y talentos en medio de las peores circunstancias y sin mayores ayudas: pensemos en Camus, criado en medio de una pobreza total, o en Primo Levi, que de su indignado dolor hace un testimonio estremecedor, o en Van Gogh que a pesar  de la locura  es capaz de renovar el lenguaje de la pintura. Pero muchos otros, asfixiados por una realidad adversa, seguramente podrían encontrarle caminos  de trascendencia a sus vidas si estas fueran iluminadas tempranamente por una educación que les permitiera identificar sus potencias, y descubrir lo que a menudo la dureza de su entorno les impide ver: que es posible demarcarse de lo establecido y ejercer una libertad creativa que nos lleve a rebasar la costumbre, el tabú, el prejuicio.
En su reciente libro, La civilización del espectáculo, Vargas Llosa, en medio de muy atinadas apreciaciones sobre el daño que causa a nuestro tiempo la banalidad de la cultura-mainstream, deja caer la gota amarga de su escepticismo cuando afirma: “La ingenua  idea de que, a través de la educación, se puede transmitir la cultura a la totalidad de la sociedad, está destruyendo la “alta cultura”, pues la única manera de conseguir esa democratización universal de la cultura es empobreciéndola, volviéndola cada día más superficial”.  Creo que esa afirmación suya merece ser discutida.  Es verdad que todo tiempo y lugar hay seres refractarios a la cultura, hombres  que miran con desdén las actividades del espíritu, y poderes que al percibir los peligros del pensamiento crítico que ella encierra la aplastan o la manipulan de acuerdo a sus intereses; y es cierto que en todo tiempo y lugar, por otra parte, la  llamada alta cultura pareciera terminar confinada en las manos de una elite intelectual, la misma que T.S Eliot defiende como garante de su calidad y perpetuación.  Pero esa realidad no debiera empeñar el sueño utópico de una educación democrática que brinde a todo niño y todo joven la oportunidad de acceder al universo del pensamiento simbólico y el hecho estético. En tiempos de penuria, la Gran Zancadilla a la inercia que perpetua el atraso tendría que ponerla una revolución educativa que haga florecer la oportunidad y el estímulo, que incorpore el debate crítico y propicie la actividad simbólica que encierran la música, la pintura, la literatura, el teatro, tanto a nivel experimental como reflexivo. En tiempos de penuria, la escuela y el maestro están llamados a transformarse ellos mismos a través de la formación, la reflexión, la experiencia razonada y la permanente autocrítica.
Leí en alguna parte que un conocido director teatral decía que la cultura no se recibe, se hace. Sólo puedo comulgar parcialmente con esa afirmación. Es verdad que a través de procesos de introspección o de búsqueda colectiva se puede lograr que sentimientos e ideas propias produzcan arte y cultura, pero también es verdad que sólo en diálogo con una tradición cultural y un pasado se puede escapar de caer en lo meramente subjetivo, lo anacrónico, lo ingenuo o lo pueril. Con su gran intuición lo señaló García Márquez en Cien años de soledad, cuando muestra cómo no le basta al febril José Arcadio con su imaginación y su tenacidad para evitar el fracaso. Su aislamiento del mundo, que es el mismo de su región, lo lleva al patético descubrimiento de que “la tierra es redonda como una naranja” con varios siglos de retraso.
Y ya que hablamos de tradición cultural anotemos que la corrección política llevada a extremos absurdos no sólo nos ha llevado a usar toda clase de tontos eufemismos, sino a creer que la educación escolar debe centrarse en la  reivindicación de lo local, descuidando el acercamiento a la cultura de otras latitudes, presuponiendo que esta no es vital en edades tempranas. Es verdad que, como afirma Eliot,  “es importante que un hombre  se sienta no sólo ciudadano de una nación en particular, sino ciudadano de un lugar específico de su país”, pero también que sintamos con Darío, con Reyes y con Borges, que aún siendo latinoamericanos el universo entero nos pertenece. El problema de la identidad, que tanto les interesó a artistas y a escritores latinoamericanos a principios del XX, se plantea hoy, en nuestras “sociedades porosas”, para hablar con términos de García Canclini, de manera distinta. En nuestras sociedades, cada vez más influenciadas por el cine, la televisión, Internet y las redes sociales, estamos obligados a no caer en simplificaciones idílicas a la hora de definirnos como cultura. El gran reto está en no incurrir en la pérdida de referentes culturales y  en la homogeneidad  empobrecedora a la que pareciera condenarnos la globalización,  pero sabiendo incorporar la riqueza de la multiculturalidad que entra por todas nuestras ventanas ampliando nuestras opciones de representación simbólica. Así pues, como sigo creyendo que la Utopía es el verdadero resorte del cambio, yo sueño con niños y jóvenes colombianos que oigan tanto  piezas de Chopin como alabaos del Pacífico,  que gocen de la  pintura de Klee y de Kandinsky pero que también conozcan a  Widemann  o  descubran el poder del graffiti y el arte callejero, y que lean tanto a Poe como a García Márquez o la leyenda de Yuruparí. 
Por supuesto la cultura respira en un ámbito mucho más amplio que el aula. La vida cotidiana del ciudadano tendría que estar rodeada de ella, y esa responsabilidad en buena medida le corresponde al Estado, que debe tener lineamientos de política cultural claros y efectivos, sin caer en paternalismos, encauzamientos, manipulaciones ideológicas o reduccionismos que se devuelvan contra la cultura como un bumerang. En las manos del Estado está potenciar la energía creadora de sus individuos y sus comunidades, y preservar, rescatar y estimular las manifestaciones culturales. Y recordemos que estas  sólo logran plenamente su objetivo de dinamizar la vida allí donde hay libertad, respeto por la diferencia, y vida digna.
A nivel subjetivo, el arte (en su sentido más amplio), es lugar de resistencia del espíritu, instrumento catártico, camino de sublimación, posibilidad  de distanciamiento y sanación. A nivel social y político, el arte entraña  resistencia, por su poder de preservar la memoria, de resignificar la tradición, de subvertir el orden, de incomodar el establecimiento, de hurgar en lo callado, y de poner en evidencia cualquier tipo de tiranía. Por fortuna, como las cucarachas, el arte también tiene la capacidad de sobrevivir y fortalecerse en lugares oscuros e insanos. Finalmente, el arte permite también la  revaloración y crítica de la tradición en que se inscribe, porque, comparte con la revolución cultural moderna,  para plantearlo en palabras de Paz, la  “impotencia para consagrar los principios en que se funda”. El arte dialoga con él mismo y cada obra, tácitamente, equivale a un acto crítico.
No debemos olvidar, sin embargo, que, como toda actividad humana, también el arte y la cultura son objeto de manipulaciones por parte del poder y de las ideologías, que penetran las sociedades con sus discursos ocultos. Es tarea del  intelectual  develar esos discursos, esas manipulaciones, entre las que se cuenta la más agresiva de todas, la del imperio desvergonzado del mercantilismo, que intenta reducir la cultura a mero producto del mercado. Pero también señalar otros peligros, menos evidentes, que también amenazan la independencia de la creación artística, y la desvían de su verdadera razón de ser en tiempos de penuria: interrogarnos, una y otra vez, sobre lo que significa ser humanos.
PIEDAD BONNETT , http://piedadbonnett.com/
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* DE: NTC ... AGENDA  

 *** 12 de Julio, 2012, Medellín,  3:00 pm.
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--- ¿Para qué la cultura en tiempos de penuria? *  Diálogo con Piedad Bonnett y William Ospina. CÁTEDRA PÚBLICA, Rectoría Universidad de Antioquia.  ** Lugar: Teatro Universitario Camilo Torres Restrepo, Universidad de Antioquia. Entrada libre, Previa inscripción en http://reune.udea.edu.co . En la séptima estrofa de su elegía"Pan y vino"Friedrich Holderlin (Alemania, 1770-1843) escribió: "¿Para qué poetas en tiempos aciagos? / Pero ellos son, dices tú, como los sacerdotes sagrados del dios del vino, / los que fueron de un país a otro en noche sagrada"En el programa Cátedra Pública de la Rectoría de la Universidad de Antioquia, los escritores Piedad Bonnett Vélez y William Ospina establecerán un diálogo en torno? la pregunta: ¿Para qué la cultura en tiempos de penuria? parafraseo del verso de Holderlin. ¿Puede ser la cultura un antídoto contra la violencia y puede mejorar los niveles de civilización de un país? ¿El arte, la literatura y la poesía pueden tener algún protagonismo en una sociedad aquejada por la desigualdad, el deterioro moral y la virulencia, a veces sin sentido? ¿Cuál es el papel de la universidad ante las penurias de la cultura que sufre la sociedad? * Detalles:  http://www.udea.edu.co/portal/page/portal/portal/Actualidad/DetalleAgenda?codEvento=4028 . Imagen de la izq.: Periódico Almamater de la Udea, No. 611, Julio 2012, p. 11.  ** Clic en Mayor información para acceder a las memorias de la Cátedra Pública. Mayor información
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** En tiempos de peligro

Por: William Ospina

William Ospina

El Espectador, 15 Jul 2012 - 1:00 am http://ntc-documentos.blogspot.com/2012_07_18_archive.html



*(Leído en el aula máxima de la Universidad de Antioquia).
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Diálogo entre Mario Vargas Llosa y Gilles Lipovetsky para presentar el libro del escritor peruano 'La civilización del espectáculo'
Madrid, Instituto Cervantes, 25 de abril de 2012 (71 Min) 


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Sobre el anterior video (Seguimiento a Sept. 17, 2012) 


ARCADIA, No. 84,  Sept. 15, 2012. Impresa, Pág. 3
EDITORIAL 
http://www.revistaarcadia.com/ultimas-ediciones
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Click derecho sobre la imagen para ampliarla en una nueva ventana. 


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Mario Vargas Llosa, entrevista a propósito de su libro "Civilización del espectáculo" . VIDEO.


Apartes de la entrevista al Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa desde Madrid para el programa "OPPENHEIMER PRESENTA", en CNN, a propósito de su último libro "Civilización del espectáculo", transmitido en la edición del domingo 15 de julio de 2012

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ntcgra@gmail.com . Cali, Colombia.
* Se actualiza periódicamente. Julio 28,  2012