martes, 29 de julio de 2008

Diálogos B-P-E- ... . Documento 3.

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Sociedades « organizadas » y sociedades « primitivas »
Diálogos B-P-E-...
Documento 3.
Julio 31, 2008, 18:49
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DE: Yves Moñino , < ymonino@orange.fr > París, 31-jul-2008 14:08

"RAZÓN TRIUNFAL"
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Acepto y asumo el reproche que me hace William Ospina de comportarme a ratos como si tuviera «la razón triunfal». Lo acepto: es cierto que la pasión de convencer me lleva a veces a lindar con el peligroso género de la polémica. Lo asumo, como francés incorregible que soy, corriendo alegre el riesgo de pasar por antipático, como ese mesero de restaurante parisino que se negó a servir una Coca-Cola al propio Mike Jagger, quien se la había pedido para acompañar un filet-mignon. Me deleito de los deliciosos filets-mignons que por lo general nos ofrece William Ospina, pero me atraganté con la coca-cola primitiva (uso aquí el nuevo sentido que se nos propone ahora) que venía con la sabrosa comida, cuando estaba en derecho de esperar una buena botella de vino. Por lo demás, me asocio plenamente al último comentario que hizo Carlos Vidales.
Yves Moñino
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De diálogos y polémicas
Por: Carlos Vidales . carlos@bredband.net
Estocolmo, julio 31 de 2008.

Escribo estas líneas motivado por el reciente intercambio de pareceres entre Yves Moñino y yo [ 1 ] [ 2 ] , que a su vez tuvo origen en el artículo de William Ospina "Nuestra extraña época" (El Espectador, julio 19 de 2008) [ 1 ]. Me motiva también otra nueva columna de Ospina ("Una grata polémica", El Espectador, julio 27 de 2008) [ 1 ].

Debo decir de partida que no escribo aquí para rebatir a nadie: me interesa aportar mis comentarios y puntos de vista sobre asuntos que han sido tocados en el curso de nuestro intercambio de opiniones.

El primero de estos asuntos es el empleo del término "polémica". He sostenido en diversas oportunidades que las polémicas no me interesan y creo que esta es una buena ocasión para explicar mis razones.

Me apoyaré en el buen Diccionario de la Real Academia para desarrollar mi comentario.

polémico, ca.
(Del gr. πολεμικός).
1. adj. Perteneciente o relativo a la polémica.
2. adj. Dicho de alguien o de algo, que provoca polémicas (‖ controversias).
3. f. Arte que enseña los ardides con que se debe ofender y defender cualquier plaza.
4. f. teología dogmática.
5. f. controversia.

Como se ve, la palabra "polémica" puede ser adjetivo con dos acepciones (relativo a las controversias o "polémicas", o algo que provoca controversias o "polémicas") y puede usarse como sustantivo con tres acepciones diferentes: a- Una acepción militar (arte de ardides a emplear para defender o atacar una plaza); b- Una acepción religiosa (teología dogmática, esto es, "La que trata de Dios y de sus atributos y perfecciones a la luz de los principios revelados); y c- Una acepción discursiva o retórica (controversia = Discusión de opiniones contrapuestas entre dos o más personas).

Obsérvese bien que el diccionario de la RAE reserva el quinto y último lugar para la única acepción del término que podría dejar algún resquicio para un diálogo constructivo. Pero el más elemental repaso a la historia de las controversias, al menos en nuestra lengua, muestra que los participantes llegan a ellas con sus opiniones contrapuestas muy bien solidificadas y salen de ellas como vencedores o como vencidos, nunca como convencedores o convencidos. Las polémicas no han sido inventadas para aprender o enseñar, para persuadir o ser persuadido. Las polémicas se hicieron para aplastar o ser aplastado.

Más grave aún es el hecho, científicamente comprobable, de que mis amados compatriotas entienden la "polémica" en sus acepciones tercera y cuarta: arte que enseña los ardides con que se debe ofender y defender a cualquier plaza, y teología dogmática.

Con algunas modificaciones, claro está: mis compatriotas usan en el arte de la polémica todos los ardides (el más honesto de los cuales es la injuria rabiosa), nunca para defender o atacar una plaza, sino para destrozar la integridad de una o varias personas, con sistemático olvido de los preceptos de la moral, las buenas costumbres y el Manual de Carreño. Y lo hacen con el talante de la teología dogmatica: no exponen argumentos sino verdades absolutas a la luz de principios revelados que son, por su propia naturaleza, indiscutibles. Véanse, sin ir más lejos, los mensajes "polémicos" de los lectores de cualquier periódico colombiano sobre cualquier asunto.

No creo que esa práctica discursiva pueda conducir "a ningún Pereira", como dicen los teóricos de la civilización greco-caldense. Yo creo más en el diálogo, esto es, en el intercambio razonable de argumentos y puntos de vista, en un proceso en el cual las partes mantienen su predisposición a persuadir o ser persuadidas.

Para ilustrar un poco mi punto de vista, y haciendo uso de la necesaria exageración pedagógica, diré que Sócrates era dialogante, en tanto que los jueces que le obligaron a beber cicuta eran polémicos.

Terminaré la exposición de mi punto de vista sobre este asunto, agregando que el método socrático me parece admirable, a condición de que se le agregue un poco de humor y alegría de vivir, no para burlarse del interlocutor, sino para invitarlo a compartir una buena sonrisa o una estrepitosa carcajada. Pues como dijo Rabelais, el reír es propio del ser humano y la risa es, por eso, un acto supremo de comunión entre seres humanos.

Queda, pues, explicado, por qué me resisto a entrar en polémicas.

Mi segundo comentario se refiere al empleo del adjetivo "primitivo" en las dos columnas citadas de William Ospina. Es verdaderamente una lástima que este asunto haya eclipsado el tema central del primer artículo de Ospina, hasta el extremo de que toda la discusión derivó hacia temas un poco alejados de la tragedia colombiana, la violencia cruel, las masacres, las orgías de odio, las exacciones, persecuciones, arbitrariedades y crímenes que marcan a sangre y fuego el drama de nuestra patria y que estaban en el centro de la atención de Ospina cuando escribió su columna.

No estaba de más, sin embargo, hacer el comentario que Yves Moñino y yo hicimos sobre este asunto secundario. Porque las palabras han de ser usadas de manera que todos, o al menos la mayoría, podamos estar de acuerdo sobre su significado. El adjetivo "primitivo" está definido así por nuestro amado y manoseado Diccionario de la RAE:

primitivo, va.
(Del lat. primitīvus).
1. adj. Primero en su línea, o que no tiene ni toma origen de otra cosa.
2. adj. Perteneciente o relativo a los orígenes o primeros tiempos de algo.
3. adj. Se dice de los pueblos aborígenes o de civilización poco desarrollada, así como de los individuos que los componen, de su misma civilización o de las manifestaciones de ella. Apl. a pers., u. t. c. s. m.
4. adj. Rudimentario, elemental, tosco.
5. adj. Esc. y Pint. Se dice del artista y de la obra artística pertenecientes a épocas anteriores a las que se consideran clásicas dentro de una civilización o ciclo, y en especial de los artistas y obras del Occidente europeo anteriores al Renacimiento o a su influjo. Apl. a pers., u. t. c. s. m.
6. adj. Gram. Dicho de una palabra: Que no se deriva de otra de la misma lengua.


A la luz de estas definiciones, me pareció que debía expresar mi desacuerdo con la siguiente frase de William Ospina, en su columna "Nuestra extraña época":

"En una sociedad primitiva, si la ley es un estorbo para alcanzar un fruto concreto, se viola la ley con arrogancia y con descaro. Ello permite logros inmediatos pero vulnera ampliamente el pacto social, deja a algunos protagonistas más fuertes pero a la comunidad inevitablemente más débil."

Ni siquiera aplicando la cuarta acepción del término (primitivo = rudimentario, elemental, tosco) llegamos "a ningún Pereira" con la frase de Ospina, porque es bien sabido que "rudimentario, elemental y tosco" no son sinónimos necesarios de "criminal, arrogante, descarado, ilegal o violador de la ley".

La segunda columna de William Ospina no mejora las cosas, porque dice que nuestra grata "polémica"... "es un verdadero privilegio frente a la avalancha de insultos que suelen padecer columnistas y periodistas por parte de unas pocas gentes cargadas de odio primitivo".

Vaya, pues, sea. Ospina utiliza el adjetivo "primitivo" como sinónimo de cosas malas y no me queda más remedio que aceptar esto y defender su derecho a ponerle a la palabra la carga de valor que mejor le parezca. Todos sabemos que las palabras de cualquier idioma tienen su valor semántico y, además, una cierta cantidad de otros valores (éticos, pasionales, políticos) que la cultura y la historia les han ido agregando. "Chévere" fue sinónimo de "bandido, criminal, rebelde, diablo" en la época colonial, y hoy vale por "bacano, hábil, bueno, bien plantado, etc". Igualmente, "Tupamaros" designaba a rebeldes, criminales, bandidos, enemigos de la sociedad, en la época colonial, pero significó "luchadores de la libertad" en la época de la independencia.

Pero, eso sí, para poder entendernos en nuestros diálogos, deberíamos todos aclarar cuál es exactamente la definición de los términos que usamos, cuando los usamos con nuestras propias cargas de valores. De otro modo, nuestros diálogos no nos llevarán "a ningún Pereira" y, peor aún, nos masacraremos los unos a los otros en interminables "polémicas" sin entender por qué nos estamos masacrando.

Carlos Vidales
Estocolmo, julio 31 de 2008.
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Actualizó: NTC … / gra , Julio 31, 2008 , 4:18 AM. ntcgra@gmail.com