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VIENE y COMPLEMENTOS A:
“Los libros son el saldo que
seremos”: Oscar Collazos
Por Darío Henao
Domingo, Mayo 24, 2015 Especial para GACETA (El País, Cali), impresa y virtual
http://www.elpais.com.co/elpais/cultura/noticias/libros-son-saldo-seremos-oscar-collazos
Escritor
crítico y agudo columnista, Oscar Collazos le confesó al docente Darío Henao
que se sentía más vallecaucano que chocoano. Lo hizo en una conversación, la
última que tuvieron, hace quince días, en la que cerró el ciclo de una amistad
de 30 años. “Deseo que mis libros
lleguen a los más jóvenes”, dijo. Historia de una despedida. Especial para Gaceta.
Sus
orígenes.
Óscar
Collazos adoraba la música antillana de la vieja guardia, la que
escuchó en la Buenaventura de su infancia y juventud: la Sonora Matancera,
Cortijo y su Combo, Pérez Prado, los Matamoros y cantantes como Rolando la
Serie, Daniel Santos, Benny Moré y Celia Cruz. Esos aires musicales los
alternaba con el currulao y las primeras grabaciones de Peregoyo y su combo
Vacaná. Fue justamente con los negros del Puerto que aprendió a tirar paso y a
cocinar con la mágica sazón de las gentes del Pacífico.
Hizo el bachillerato en el
Pascual de Andagoya y en su biblioteca cultivó la pasión por la literatura.
Había nacido en Bahía Solano (1942), de padre caleño y madre chocoana, y
desde muy niño lo llevaron a vivir al puerto de Petronio Álvarez. Fueron años
duros, de llevadera pobreza, recreados en sus primeros cuentos, en su
primera novela, ‘Los días de la paciencia’, y en los relatos de ‘Biografía del
desarraigo’.
“Nuestra casa (en un
azoroso barrio de estibadores y pequeños empleados públicos, rodeada de construcciones
de paja, robándole tierra al mar, resaca, un profundo olor a porquerías
arrastradas por la última marejada) nuestra casa daba al matadero municipal”,
se lee en unos de sus relatos, en donde el testimonio, la poesía y la
imaginación se unen para decir la nostalgia del escritor que porfía en adquirir
el lenguaje de su pueblo.
Justamente ese era el
Collazos que más me llegaba. “Eran los tiempos de los negros en
cumbiambas. / Luz de velas prendidas en las noches. Un horizonte de naufragios
/ la esperanza en todas partes. “Si pudiéramos irnos, buscar más horizontes” /
Si la vida nos fuera menos inclemente” (…) tantas cosas junto al mar / Sueños
imaginarios/ viajes al fondo del océano/ (…) Nosotros hijos adoptivos de la
miseria/ nietos de la esclavitud / sobrinos de la ignorancia/ acudimos a todas
las citas propuestas por una alegría / que siempre resultó un poco corta / tal
vez apenas alegría”.
Y es que de ese Pacífico
recóndito salió Óscar a poetizar, con la dignidad y entereza aprendida en esos
duros años que forjaron su ser.
De
Buenaventura para el mundo.
Cuando los amigos parten de
este mundo, nos quedan muchas formas de comunicación con sus vidas en los
meandros de la memoria y en los recovecos del espíritu.
Regresan por misteriosos
motivos imágenes, palabras y vivencias que siempre nos mantendrán en contacto.
Eso me sucede con Óscar Collazos y nuestra amistad de muchos años y mi trato
como lector juvenil de sus primeros libros en la década de 1970. Cómo
no recordar ‘El verano también moja las espaldas’ (1966) y ‘Son de máquina’
(1967), dos colecciones de cuentos escritos durante su periplo caleño y su
relación con el TEC y el maestro Enrique Buenaventura, con quien trabajó
como asesor de dramaturgia, y quien se convirtió en una clave para su formación
de escritor.
En la última visita que
le hicimos con Jaime Galarza y Roberto Burgos Cantor se confesó más valluno que
chocoano. Es que a Cali venía a pasar vacaciones donde unas tías en el
barrio San Antonio para luego instalarse acá una vez terminado su
bachillerato. Fueron años definitivos para su vocación y la publicación de sus
primeros libros. Luego vendrían Medellín, Bogotá, París, La Habana, Barcelona y
Cartagena ciudades en las cuales vivió y escribió la mayor parte de su
obra. En todas estas estableció diálogo con sus gentes, con
intelectuales, artistas y escritores que le aportaron a la dimensión universal
de su obra.
Sus
años en Cartagena.
A finales de los años 90 e
inicios del 2000 tuve la fortuna de hospedarme en su apartamento del
barrio Crespo, en Cartagena de Indias. Allí conocí sus rutinas sagradas:
sentarse a escribir día tras día desde muy temprano hasta la 1 de la tarde
cuando se levantaba para almorzar.
De tarde leía o iba a
encontrarse con amigos en la ciudad amurallada, en especial en la librería
Ábaco, donde conoció a Jimena Rojas por ese entonces su administradora. Se
enamoró de esa linda joven bogotana y con ella vivió la última década de su
vida. Ya era un escritor reconocido y vivía de sus libros y
de sus columnas de opinión.
Tuvimos, cómo olvidarlo,
memorables conversaciones, sobretodo en dos momentos del día: durante las
caminatas en la playa de Crespo hasta Marbella y mientras asistíamos a la
puesta del sol desde el pequeño balcón de su apartamento. Difícilmente
encuentra uno una persona tan enterada del caótico mundo que habita. Él era una
de ellas. Hablaba con propiedad y conocimiento profundo de literatura
contemporánea, actualidad internacional y nacional, cine, arte,
música. Además, claro, de su vocación de novelista para enterarse
de la vida de la gente.
Sus reportajes a niños de
familias desplazadas en el barrio Nelson Mandela, ‘Los desplazados del futuro’
(2003), son una muestra de su sensibilidad y preocupación por las realidades
sociales del país. Una de esas historias fue, de hecho, el origen de
‘Rencor’ (2006), un libro estremecedor sobre el fenómeno del desplazamiento
forzado a las ciudades. La historia de Keyla Baloyes Rio, de Turbo,
Antioquia, la niña a la quien entrevistara 3 años atrás, vuelve a ser recreada
cuando la reencuentra con 15 años y ha iniciado el camino de la prostitución en
las calles del centro histórico de Cartagena. Ese lado cruel y miserable de la
ciudades colombianas, en medio de la corrupción, la violencia y el desgobierno
que tanto criticó como columnista de opinión, lo fueron llevando a los temas de
sus últimos libros: ‘Señor sombra’ (2009) sobre el fenómeno del
paramilitarismo; ‘En la laguna más profunda’ (2011) sobre el alzheimer; y
‘Tierra quemada’ (2013), una estremecedora alegoría del conflicto armado en
Colombia.
La
última conversación.
Hace 15 días lo visité en el
Hospital Cardio-Infantil de Bogotá. Estaba recluido por una enfermedad
incurable: la esclerosis lateral amiotrófica, conocida como ELA, que afecta progresivamente
las células del sistema nervioso que controlan la actividad motora.
Con un programa de voz
instalado en su iPad hablamos dos horas, no con poca dificultad por los fuertes
accesos de tos que iban y venían. Tanto él como Jaime, Roberto y yo, sabíamos
que esta sería nuestra última conversación. Al indagarlo sobre
sus memorias, que alguna vez me había dicho empezaría a escribir,
respondió que había desistido. “Tenía que ser sincero y hay gente viva a la que
haría daño. Si no son sinceras, no hay memorias. Por eso no me sentí capaz”,
respondió. De allí se desprendió una charla sobre las biografías. Alabó ‘Señas
particulares’, de Roberto Burgos. Y sobre ‘Vivir para contarla’, de García
Márquez, opinó que las había comenzado a escribir muy tarde. “La edad
ideal para escribirlas es entre los 50 y los 60”.
Terminamos hablando del destino
de los libros. Hizo un comentario jocoso sobre las librerías de viejo: “los
libros son el saldo que seremos”, dijo. Entonces habló del destino de su
biblioteca. “Hoy los hijos no quieren las bibliotecas de sus padres. Ya no quieren
tener tantos libros. Sobre mi biblioteca quiero que vaya a lugares públicos.
Aunque a Jimena y a mi hija Laia les gusta la lectura, ellas decidirán qué
hacer con todos mis libros. A mí me gustaría que mis libros y los de mi
biblioteca los pudieran leer los jóvenes”, anunció con nostalgia.
Llega la hora de despedirnos.
Dice que le hemos calentado el día. Es un momento de emoción contenida.
Jaime toma la iniciativa de la despedida, a lo caleño viejo: “Bueno
querido Óscar, como decimos en Cali, nos vemos mompita”.
GACETA (El País, Cali), impresa . Domingo, Mayo 24, 2015 No. 1194
Jaime Galarza, Roberto Burgos Cantor, Darío Henao y Óscar Collazos
Fotografías: MIC de NTC ...
Fotografías: MIC de NTC ...
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GACETA (El País, Cali), impresa . Domingo, Mayo 24, 2015 No. 1194
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FUE GRANDE Y SENCILLO
Por Osuna
El Espectador, Mayo 24, 2025. Pág. 57
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FUE GRANDE Y SENCILLO
Por Osuna
El Espectador, Mayo 24, 2025. Pág. 57
ESTAS PUBLICACIONES SE INCLUYERON (enetecearon) EN:
http://ntc-documentos.blogspot.com/2015_05_17_archive.html
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Por Álvaro Suescún T.
Latitud, El Heraldo, Mayo 24, 2015. Barranquilla.
Hace 30 años, en los días finales de febrero de 1985, Óscar Collazos llegó a Barranquilla, procedente de Barcelona. Le dio la bienvenida una sofocante ráfaga de calor que poca mella pudo hacerle, acostumbrado como estuvo a otros recibimientos similares en La Habana o en Buenaventura, ciudades que también habitó y de cuyos recuerdos hacía ostentación.
La Cámara de Comercio le había invitado para dictar una conferencia sobre La modernidad de la Literatura Hispanoamericana. Hay que decir que tenía 15 años de residencia en la ciudad condal, y que ya era un escritor de vasto reconocimiento, narrador de ficciones y analista de la realidad política, hecho a base de talento y de pasión. La audiencia resultó en mucho superior al espacio, y los asistentes debieron esforzarse por escuchar el derroche de su ilustración. Se desplazaba por fechas, cifras, y anécdotas que habían sido llevadas al salón de la fama de su memoria emotiva. Habló a placer de la obra de José Martí, Rubén Darío, Amado Nervo, Vicente Huidobro, José Asunción Silva, Cesar Vallejo, Nicolás Guillén, Jorge Luis Borges, entre otros escritores cuyas obras consideraba la respuesta al romanticismo tardío que se conoció con el nombre de modernismo.
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