martes, 8 de septiembre de 2015

LUIS MIZAR MESTRE. UN PSALMO PARA EL PSALMISTA. En su memoria. Por Juan Manuel Roca

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LUIS MIZAR MESTRE
UN PSALMO PARA EL PSALMISTA

Hace una semana murió el poeta Luis Mizar Mestre en Bogotá pero con él no se fueron sus "Psalmos apócrifos". No se ha ido esa manera suya de andar sin prisa por  Valledupar, una ciudad que el recorría como un Barón Rampante en las copas de sus árboles, en su hondo y acompañante silencio al que bañaba el agua memoriosa del Guatapurí.

Podría decir que esa bella y solar ciudad en la que nació y en la que vivió momentos arduos y también de celebraciones, una de ellas alrededor de su propia palabra despojada, lo fue haciendo para mí parte del paisaje, sin duda, pero sobre todo un motivo de regreso. 

Volver a Valledupar era retornar al habla dulce de sus mujeres, a sus escandalosos atardeceres, al sonido lejano del fuelle con el que un legendario acordeonista venció las argucias del diablo. Pero antes que nada era volver a disponer el brazo al abrazo, de nuevo  oír sus espasmódicos versos y su sabiduría socarrona.

A lo mejor muchos distraídos habitantes de su región aún no se han dado cuenta de lo enraizado como estaba el poeta amigo en su paisaje, pero para nadie que lo conoció resultara olvidable.

No será lo mismo saborear un mango, cruzar el liceo, irse al río sin la posibilidad de tropezarse con su lenta y serena manera de escoger las palabras para nombrar su mundo.

En su memoria vuelvo al poema que alguna vez le dediqué en un libro de 2009 en recuerdo de sus "Psalmos apócrifos"



SALMO DEL VALLE DE UPAR

Si el agua
Baja preñada de presagios
Desde la Sierra Nevada
Hasta los pies de Nazaria.

Si caen mangos maduros
Rasgando el silencio
Sobre una piragua abandonada.

Si al llegar al valle
El algodón
Parece la nieve del trópico.

Si el tren
Iza su bandera de humo
Entre los blancos algodonales
Como un fantasma de hollín
En un cortejo.

Si el viento trae vagos acordes
Del cantor que venció al oscuro
En un claro del bosque
Y de la noche.

Si desciende en el torrente
Del invierno
Una flor robada por el río
A  la tumba de Lorenzo Morales

Si el agua
Se baña a sí misma
En los charcos de la luna.

Si llega
El  vuelo silbante del mochuelo
O de un pájaro maicero
Que aprendió con Alejo Durán
Sus notas pesarosas.

Si alguien lleva en su caballo
Noticias del viento
Desde Bosconia a Becerril.

Si donde nace la lejanía
Hay un rumor de pailas de cobre
Y un olor de contrabando.

Si el cronista del río
Cuenta historias de espantos
Que asedian
Las calles de Tamalameque.

Si la ceiba
Dibuja en la pizarra del río
El mapa de su fronda,
Es hora, compadre Luis Mizar,
De escribir un nuevo salmo.
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Falleció el poeta Luis Mizar
El Universal, REDACCIÓN CULTURAL
26 de Agosto de 2015 12:00 am
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El poeta Luis Mizar (Valledupar 1962 - Bogotá 2015), en un recital en Cartagena en 2001. // ÓSCAR DÍAZ- EL UNIVERSAL
Una enfermedad renal crónica, sumada a la diabetes acabó con la vida de Luis Enrique Mizar Maestre a la 1:10 de la tarde del martes (25 de Agosto), quien el Ministerio de Cultura considera como uno de los cinco poetas más reconocidos del país.
Luis Mizar Maestre nació en Valledupar en 1962, donde vivió su niñez. Entre 1990 y 1995 fue ganador del primer puesto en diversos festivales y concursos literarios de la región y en 1996 obtuvo primer lugar del Concurso Nacional de Poesía ‘Carlos Castro Saavedra, en Medellín. Jurado de concursos literarios en la región Caribe.
Mizar Maestre fue conferencista en múltiples eventos literarios a nivel nacional y docente por doce años de la Universidad Popular del Cesar, como catedrático de la Creación Literaria en la Facultad de Bellas Artes.
Su poemario Salmos apócrifos, ganador del Premio Nacional de Poesía Carlos Castro Saavedra, es uno de los mejores poemarios de la literatura del Caribe colombiano y del país. Una poesía llena de inusitadas paradojas sobre el amor, la muerte, la fatalidad, el diálogo con Dios y el contrapunto con las incertidumbres de la existencia. 
Mizar formó parte del Taller Candil de la Universidad de Cartagena, que dirigió el Maestro Santiago Colorado. Participó activamente en la vida cultural de la ciudad y contagió a diversas audiencias con la sabiduría y el encanto de su palabra, sencilla, profunda y bella.  Fueron inolvidables sus intervenciones junto al Maestro Héctor Rojas Herazo, Jorge García Usta, Germán Espinosa, Jaime Arturo Martínez, invitados al taller literario que se desarrollaba cada mañana de sábado en la U. de Cartagena. 

La noticia de su partida ha estremecido al sector cultural de Cartagena y la región Caribe, en donde Mizar era admirado por su grandeza humana y literaria. Con su muerte, pierde el Caribe a un extraordinario ser humano y a un excelente poeta, con una voz y un lenguaje personal, que perdurará en la memoria de sus lectores.
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LUIS MIZAR
Conozco a Luís Mizar desde cuando afrontó su experiencia en El Candil, el taller literario que funciona en la Universidad de Cartagena, y que dirige el inolvidable maestro Felipe Santiago Colorado. Lucho, como le dicen sus amigos, comenzó a publicar en la revista del grupo sus primeros poemas, y de inmediato empezó a destacarse por sus textos irónicos que intentaban descubrir el otro lado de las cosas.
Por José Luís Garcés González
Muchos años después Mizar ganó el concurso nacional de poesía Carlos Castro Saavedra, convocado en Medellín. Por primera vez obtiene el premio un costeño del Caribe colombiano. El libro ganador se llama Salmos apócrifos, un recurso bíblico para expresar verdades profundas, sus verdades. Y por esto y por toda su trayectoria, el IV Festival de Literatura de Córdoba, realizado en diciembre, decidió hacer un reconocimiento público a su obra, dentro de la concepción de valorar lo nuestro sin mezquindades ni subterfugios.
Luís Mizar, ya lo hemos dicho, es un poeta interior. Por fuera puede parecer un apacible vendedor de mostrador o un astuto jugador de dominó que, para cazar incautos, se las da de gil. Caminando despacito, rostro con barbas, una camiseta popular y mochila al hombro. Su indumentaria le cubre su personalidad esencial. Al contrario de otros, que lo que no llevan por dentro quieren demostrarlo por fuera. Mizar no carga el ajuar tradicional de poeta. Hay algunos poetas que se empecinan en usar un uniforme, un rostro, una pose. Acuden al truco o al artificio para que los consideres poetas. Este lleva lo básico por dentro.
 Y uno se pregunta: Qué clase de poeta es este que incluye en un poema un verso que habla del cordón de su zapato derecho? Quién, en el fondo es este poeta que habla del turpial como la melodía de un piano, que habla del almendro que Intenta rozar con sus ramas la misericordia y el aroma de Dios? Qué lleva a este poeta a escribir el Psalmo del reclamo, en el cual implora, invoca, exige: Señor, yo merezco (y por eso mismo reclamo!) una múcura de dolor más pesada y más grande? Cómo hace este poeta para poner a flotar una magia que le permite solicitar: Señor, en estos instantes apretados de sal dame valentía, dame serenidad para lidiar el toro barcino, de cornamenta brava que será el día de mañana? Mizar no delata su talento. Como practicante del azar, su talento es una carta escondida. Sólo lo demuestra en la escritura. Cuando escribe se descubre. Cuando escribe se describe. Y poetiza sus obsesiones, sus quimeras, sus endriagos. Y con ellos instala la burla, convoca el sarcasmo, azota con la ironía, desmantela la trascendencia y crea una poética de acentuadas particularidades.
 Estructurando un verso largo, casi conversacional, la poesía de Mizar, además de que constituye una penetración al rostro y a la esencia de los seres y las cosas, nos permite conocer sus más cercanas influencias. Sus poemas nos recuerdan sus lecturas y allí están, aparte de la Biblia, Whitman, Cardenal, Luís C. López, Nicanor Parra, César Vallejo y tal vez todo aquel que se muestre interesado en torcerle el cuello a la retórica tradicional.
 Este reconocimiento que se le hizo en Montería es también un homenaje a la sencillez, a la informalidad, al talento sin arandelas. Valoramos su capacidad para saber mirar el lado oculto de las cosas, para encontrar misterio o profundidad en los objetos o circunstancias de carácter banal o de estirpe al parecer superficial o baladí. En este caso, y como debe ser, el poeta está para hallar el lado desconocido de los hechos conocidos, y cumple a cabalidad su papel de taumaturgo. En otras palabras, nombrar la esencia en donde otros solo ven rutina y apariencia.
Este poeta valduparense que no tiene dificultades para coger su mochila y salir a un recital a cualquier ciudad o pueblo, en el cual sus Salmos apócrifos o su otra poesía levantarán con seguridad adeptos y lectores, merece nuestra atención por la independencia, calidad e imaginación de su verso y por constituir ya un aporte feliz a la cultura del Caribe colombiano. Un aporte real, no de habladurías.
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Luis Mizar Mestre / Dos psalmos apócrifos
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Publicado el Martes, 14 Julio 2015 | Escrito por Donaldo Mendoza
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