miércoles, 11 de junio de 2014

Disk-jockey. Por: Jotamario Arbeláez EL TIEMPO 10 y 11 de junio de 2014.

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VIENE y NTC ... SEGUIMIENTOS de

2 de junio de 2014

Contratiempo
Disk-jockey 

Querido William Ospina, me tomo la confiancita de dirigirte una carta pública.

Por: Jotamario Arbeláez
 Jotamario Arbeláez
EL TIEMPO .com , 8:01 p.m. | 10 de junio de 2014  http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/disc-jockey/14102561 Impreso, Jun. 11


NTC ... Nota: Gracias al aporte y autorización del columnista, aquí publicamos la columna completa. 
Por cuestiones de espacio no se hizo en EL TIEMPO 

Dados el afecto, la admiración y la complicidad que te he profesado, querido William Ospina, me tomo la confiancita de dirigirte una carta pública a raíz de tu reciente pronunciamiento en favor del mal uribista por encima del mal santista, en vísperas de unas elecciones donde el país se juega la bolsa y la vida. Te ha caído encima un alud de previsibles comentarios, sobre todo de parte de tus amigos, fanáticos, lectores y seguidores, dándote en la cabeza por lo que consideran un ex abrupto cuando no una franca traición, dada tu actual y bien merecida posición de líder desde una intelectualidad trabajada con lealtad.

Una izquierda torcida o enderechada, tan cercana de Sun Tzú como del  gay saber, y creo que por allí te has pelado, apela a la antigua estrategia de  “agudizar las contradicciones” con el fin de lograr una situación límite - pase lo que pase y caiga el que caiga-, que genere un caos o acabose de la vaina, para ver si aparece una luz en medio del túnel. Pues qué va a aparecer al final, si el túnel ni siquiera se ha terminado de construir. Prefieren el peor de los dos males, disfrazado del mejor, para que le vaya peor al país, buscando que toque el fondo del fondo. Como si hubiera que esperarse la salida del túnel para ver la luz, cuando ya todos los túneles son electrificados, y al salir lo que se puede encontrar es la noche oscura llena de paras. Para ellos importa una ostra un prestigio.

A tus mejores amigos que nos son comunes, los has dejado patidifusos, pasmados, estupefactos, atónitos. No salen del pasmo de contemplarte haciéndote el harakiri, como Mishima, que por lo menos fue por restituir el honor del emperador amarillo. Tú sabes que en este ritual la víctima prácticamente se saca las tripas, luego de escribir un poema que en el caso de Yukio fue una proclama y en el tuyo el pronunciamiento descalificador de la paz, y que para evitar la larga agonía un auxiliar, familiar o amigo, le cercena la cabeza. En el caso Mishima lo hizo su íntimo Morita y en el tuyo algunos de tus devotos, por escrito o verbalmente, como Zuleta, que te retiró la sombra tutelar de su padre que has usado como sombrilla; Guillo, que te recordó las macabras investigaciones que publicaron en Número acerca del menos malo, por lo que estás cohonestando el delito; Kronfly quien te acusa de argumentador ligero y banal; Collazos, que te sacó en cara la ambigua defensa de un prófugo del uribismo *; para no mencionar los epítetos de quienes te han tenido entre ojos, ni a los que tan sólo han hablado, cariacontecidos, azorados y tartamudeantes, en reuniones luctuosas. Me quebró un huevo el tener que admitirle al poeta Roca que tenía razón en sus reticencias de las que siempre te defendí. Si te propusiste poner a pensar al país lo lograste, lo pusiste a pensar mal de ti. Y los que te han defendido desde la tolda contraria te han hecho quedar más mal. ¿Qué van a pensar ahora de ti en Venezuela, en Cuba, en Oslo y en Canal Capital, cuando te pones de parte de los enemigos del proceso de paz acusado de castrochavista, cuando en tu defensa de Petro alegabas que su destitución era un petardo contra la mesa?     

La defensa que te hace el editorial de El Espectador es inoficiosa e improcedente. Es claro que todo ciudadano y más un escritor público tiene todo el derecho de expresar sus opiniones y preferencias sin ser por ello satanizado. Pero en tu caso es otro caso. Tú te has forjado a través de 20 años una especie de liderazgo de tinte izquierdista independiente pero atrevido, que te ha llevado a jugártela por causas debatibles, como las de Chávez y Petro, pero que te han posicionado como un conductor de opinión  valiente y tozudo. Te la has jugado planteando las cosas claras desde La franja amarilla a Pa’que se acabe la vaina. Eres un poeta. Has incursionado fortunosamente en la novelística. Por la red circula una postulación para que seas presidente de la República. Y otra que me remitió ayer mi pariente Carlos Arbeláez donde se te propone para el premio Nobel. Por mucho menos en la Academia sueca se lo negaron a Borges.    

Llegué a elucubrar que tu escrito obedecía a que habías sido amenazado de muerte. O que habías recibido dos millones de dólares, pero no tenía pruebas para aportar a la fiscalía. O que, husmeando el triunfo de la marca del zorro, te posicionabas como un próximo cerebro gris del oscurantismo, o mejor aún, como un Gabito cuando frente a Fidel intercedía por poetas presos políticos, para defender a tus amigos “auxiliadores de la guerrilla” de las furias vindicativas de “los enemigos de la paz”. Como comunicador, puedo pensar lo que quiera, en tanto no atente contra mí mismo.   

No creas que por este lastimoso traspié vayamos a retirarte la amistad tus verdaderos aunque susceptibles amigos. En las próximas reuniones y fiestas vamos a eludir los temas políticos, para que puedas volver a  encargarte de ese oficio que dominas a la perfección, el de disk-jockey.

 Jotamario Arbeláez   jmarioster@gmail.com
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¿Se acaba el proceso de paz?
Son las tres de la tarde del miércoles 10 de diciembre en la Casa de Nariño y el presidente Zuluaga tiene un papel encima de su escritorio.
Por: Andrés Hoyos
Andrés Hoyos

El Espectador .com 10 JUN 2014 - 11:16 PM . Impreso Jun. 11
 http://www.elespectador.com/opinion/se-acaba-el-proceso-de-paz-columna-497610

Pese a la dispepsia de los últimos días, hace de tripas corazón y lo firma. Es la orden perentoria a su equipo negociador, que el mes pasado dejó de ir a La Habana, para que se levante de la mesa y dé por terminado el proceso de paz iniciado por su antecesor, Juan Manuel Santos.
De nada ha servido la súplica de un grupo de intelectuales —tachados de castrochavistas por el uribismo duro que ahora predomina en el país—, quienes han pedido públicamente salvar los diálogos. La Iglesia y el propio papa Francisco insistieron en igual sentido, sin efecto. Claro, hay que tomar en consideración el cruel acto perpetrado la semana pasada por la columna Teófilo Forero de las Farc, cuando el paisa ordenó dar un tiro de gracia a tres policías que cayeron en su poder. De hecho, no pasa día sin noticias preocupantes de orden público.
El escritor William Ospina no está en el país, pero consultado por un periodista, declara con algo de mal humor: “ya decía yo que esa paz era imposible”. Jorge Enrique Robledo, reunido en su oficina del Senado para planear la próxima movida en la disputa con Clara López, se alza de hombros. Él lo ha dicho y lo ha repetido, no existe ninguna diferencia entre fracciones del establecimiento. Santos, asegura, también hubiera puesto fin al proceso de paz. Álvaro Uribe, pese a estar muy enredado por la resaca judicial que dejó el sangriento triunfo electoral contra su archienemigo Santos, no tiene opinión al respecto. Un par de días atrás sí le dijo al presidente Zuluaga que un proceso de paz muerto era preferible a un proceso moribundo y que lo enterrara de una buena vez. A buen entendedor, pocas palabras.
La historia que lleva a este desenlace es sencilla. Después de ganar las elecciones del 15 de junio por estrecho margen, el recién posesionado presidente, tras dudarlo un poco, cambió en su totalidad al equipo negociador. Analizados los acuerdos parciales a los cuatro puntos de la agenda ya cerrados, Zuluaga decidió que ninguno era aceptable. El de tierras no, porque a su juicio atentaba contra la propiedad privada, pilar de su agenda de gobierno; el de la participación política tampoco, porque le pareció en exceso generoso con un grupo terrorista que ha cometido multitud de crímenes de lesa humanidad; el del narcotráfico menos porque, como lo repitió hasta la saciedad en la campaña, es imposible negociar ese tema con el mayor cartel narcotraficante del mundo; y en cuanto al punto de las víctimas, hizo cuentas y le salía muy oneroso al Estado. Además, Zuluaga a poco de posesionado conminó a las Farc a dejar de reclutar menores, a no hacer más atentados y, palabras más palabras menos, a entrar en un cese al fuego unilateral permanente. Los representantes de la guerrilla en La Habana respondieron a todo lo anterior con una andanada de groserías y quedaron a la espera.
Al reventar la noticia, una amplia mayoría del país reacciona con incredulidad, muchos con inmensa congoja. Sin embargo, ya no hay nada que hacer. Las órdenes de captura de los negociadores de las Farc han sido reactivadas y las Fuerzas Armadas se preparan para el inevitable coletazo.
Lo que antecede es ficción por ahora, pero bien podría convertirse en realidad el próximo domingo. Depende de usted.
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“Yo por mi parte, voy hacer mi voto para que termine la guerra.” Francisco de Roux
Reproducido en:  Conferencia Episcopal de Colombia, 12 Junio 2014 22:38. Caché:
Varias personas me han pedido opinión sobre la votación del domingo 15 de Junio. Siento la responsabilidad de compartirles mi sentir personal. Considero que el voto es una contribución en conciencia muy seria, que debe ser absolutamente libre y por eso es secreto, y que en las circunstancias actuales del país nadie debe abstenerse.
Considero que puede haber razones serias para que ustedes voten por un candidato o por el otro, pues los dos tiene cosas buenas y cosas menos buenas e incluso malas; y uno vota aceptando lo que no es bueno con la idea de ayudar a mejorarlo, y para promover lo que es mejor de su candidato si llega a ser Presidente.
Considero que cuando uno vota acepta como ciudadano lo que decida la mayoría aunque el que gane no sea el candidato de uno. Yo por mi parte, voy hacer mi voto para que termine la guerra. Porque he sufrido el dolor y el terror de la guerra en los lugares más duros del país y considero mi obligación moral el poner todos los medios, los que considero más eficaces, más prontos, más rápidos para que termine la guerra de todos los lados; no quiero que sigan estas cifras de secuestrados, de minas antipersonas, de millones de campesinos desplazados, de más de mil víctimas cada año de jóvenes soldados y policías (entre heridos y muertos), y de jóvenes colombianos guerrilleros muertos en combates absurdos; porque siento que la guerra lo ha dañado todo, incluida la política y la justicia e incluida el alma de los colombianos.
Por otra parte conozco de primera mano todo lo que se ha adelantado en La Habana, sé que es algo muy serio y cuidadoso (independientemente de las tonterías que a cada rato dicen tanto los de las FARC como los que están en contra del dialogo) y siento el deber de proteger las negociaciones de La Habana por el bien común y de proteger lo que hace varios meses se puso en marcha con el ELN para llegar al fin del conflicto armado.
Tengo confianza en que cada uno de ustedes votará en conciencia. Es lo único que pediría de ustedes, aunque su conciencia les mueva en una dirección distinta a la mía: vote cada uno independientemente, autónomamente, sin dejarse presionar ni por mí, ni por amigos, ni por grupos, ni por propagandas electorales que son venta de imágenes.
Háganlo solamente por el bien común de todos como ustedes lo sientan en su corazón, con la libertad que tienen ante Dios y después de analizar responsablemente las cosas. Y confiemos todos, los unos en los otros, para que lo que salga sea lo mejor, para que podamos vivir como seres humanos en esta Colombia adolorida y querida.

Un abrazo, Francisco de Roux.
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Hecatombe o Santos
La Plana, Julio Cesar Londoño
Julio Cesar Londoño
El País, Cali, Junio 12, 2014
Quizá un día alguien nos explique por qué un señor muy cuestionado moralmente puede ser idolatrado por gente buena y relativamente bien informada, y convertido en el líder más influyente del país. Y por qué muchos asocian la “seguridad” con su nombre, Álvaro Uribe, si en el periodo 2002-2010 el promedio anual de víctimas del conflicto alcanzó la escalofriante cifra de 450.000 (según la Unidad de Víctimas, entre 1985 y 2013 el promedio anual fue de 216.000). Y por qué le perdonan su mediocre ampliación de la cobertura en educación, sus gabelas a los empresarios en detrimento de los derechos de los obreros, la nefasta Ley Cien, la debacle del sistema de salud y su alcahuetería con los ingenios azucareros y las multinacionales farmacéuticas y otros pecadillos que omito aquí para evitarle náuseas al lector.
Por supuesto que Santos no es ninguna pera en dulce y profesa el mismo discutible credo económico de Uribe (omito el nombre de Zuluaga por razones obvias). Pero se equivocan los que piensan que la única razón para votar por él, estriba en su trabajo por el desmonte de las Farc. No. Santos encarna en este momento algo mucho más importante: un vasto proyecto de unidad nacional, de acercamiento de facciones tan disímiles como el Polo y las iglesias cristianas, La Marcha Patriótica y el Partido Conservador, Cambio Radical y los Progresistas, La UP y el Partido Verde, el Partido Liberal y la iglesia católica.
A Santos lo están apoyando líderes que nadie imaginó ver unidos jamás en torno a un proyecto de reconstrucción nacional, como Piedad Córdoba y el general Naranjo, César Gaviria y el general Mora, Iván Cepeda y Humberto de la Calle, Antonio Navarro y el cardenal Darío Castrillón, Amparo Sinisterra de Carvajal y Clara López, Gustavo Petro y Rodolfo Llinás, Claudia López y Fernando Botero, Carlos Gaviria y Fidel Cano, Aída Abello y Nicanor Restrepo.
¿Estarán equivocados tantos notables juntos? ¿Se equivoca el 95% de los analistas políticos? ¿Cómo fue posible semejante alineación de planetas? Tres grandes fuerzas hicieron posible el milagro: el talento político de Santos, la polarización causada por el “efecto Uribe” (lo único que tienen en común estas personas es el pánico que despierta el regreso de Uribe al poder) y, sobre todo, la voluntad de una nación que ha sufrido por decenios la pesadilla de la guerra y acaricia al fin la posibilidad de la paz, del fin de una lucha costosísima, estúpida y fratricida que solo favorece a los mercachifles de la guerra y a unos cuantos sicópatas que la consideran un juego excitante… o un camino irresistible para saciar su sed de sangre y venganza.
 PD. 1: Al Valle también le conviene un triunfo de Santos. Esta administración le ha girado tres billones de pesos en cuatro años (el doble de lo que giró la administración Uribe en ocho años) y nos ha dado una participación en la dirección de altos cargos nacionales que no tiene antecedentes en la historia del país.
 PD. 2: Hay quienes piensan que es necesaria la participación de Uribe en los diálogos de La Habana. Estoy de acuerdo. Su liderazgo y capacidad de ruido son altísimos. Si gana Santos el domingo, su primer acto de gobierno debe ser cursarle una invitación a Uribe para que haga parte del equipo negociador del gobierno. Es un riesgo que el presidente tiene que correr. La oposición es un elemento clave en una democracia y Uribe es su líder más destacado.
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De: Gerardo Rivas Moreno 

Fecha: 11 de junio de 2014, 9:49
Asunto: Fwd: No votar por Zurriaga
Para: CCO NTC … Nos Topamos Con  http://ntcblog.blogspot.com/ , ntcgra@gmail.com . Cali, Colombia
Esto si es hablar claro  
Humor y política
Video (1:11 min): 

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Mañana es el día

Por: Julio César Londoño
Julio César Londoño

Es difícil entender que el principal líder político de Colombia sea un señor que lideró una contrarrevolución social, el paramilitarismo, que multiplicó por mil nuestros ya enormes problemas sociales y retrasó en decenios nuestro desarrollo.
Y que ese mismo señor, Álvaro Uribe, puede lanzar hoy acusaciones graves contra el presidente y afirmar que tiene pruebas, y mañana decir que solo tiene informaciones o indicios o consejas, y su reputación no sufre menoscabo alguno entre su zombi grey.
¡Y decir que el infante Juan Manuel es comunista!
Cómo entender que en sus gobiernos el promedio de víctimas del conflicto (mutilados, secuestrados, desaparecidos, asesinados, desplazados, expropiados, violadas) pasó de 216.000 a 450.000 (v. Informe de la Unidad de Víctimas) y que sin embargo se lo recuerde hoy como el adalid de la seguridad. Es imposible entender por qué el mayor genocida de la historia del país sigue teniendo audiencia incluso en sectores más o menos bien informados. Ni por qué tiene arraigo popular después de que echó por tierra muchas conquistas salariales de los obreros, fue generoso en gabelas con los empresarios, los ingenios azucareros, los latifundistas y las multinacionales de la industria farmacéutica, provocó la debacle de la salud con la nefasta Ley Cien y empeoró la calidad de la educación con un aumento irresponsable de la cobertura.
Alguna vez, Álvaro Uribe dijo que no había enviado tropas a Venezuela porque no había tenido tiempo. Estoy seguro de que si recupera el poder mañana, cumplirá su sueño y el pusilánime sacamicas que lo representa le declarará la guerra a Venezuela, desafío que aceptará gustoso el emproblemado y armadísimo régimen que allá gobierna.
Estoy seguro de que Uribe volverá a burlarse del dolor de las familias de los “falsos positivos” (“¡No me digan que esos muchachos estaban cogiendo café!”), volverá a pisotear la Constitución y a ridiculizar en público a sus ministros en los inocuos consejos comunitarios.
Se equivocan los que piensan que el único logro de Juan Manuel Santos son los diálogos de La Habana. Frente al caudillismo mesiánico, sangriento y autoritario de Uribe, Santos representa, con todos sus errores, una opción ampliamente democrática. Ha logrado que un pueblo sin un proyecto nacional definido se aglutine en torno a una bandera blanca. Hoy están con él los cristianos, los católicos, los gays, los liberales, los verdes, los amarillos, los rojos, buena parte de los conservadores, Opción Ciudadana, Cambio Radical y la Unidad Nacional.
También respaldan su candidatura los intelectuales, los artistas, los académicos y hasta los empresarios. Hoy vemos bajo la misma tolda, y por primera vez en la historia, a Piedad Córdoba, Humberto de la Calle, el general Naranjo, el general Mora, el senador Iván Cepeda, el cardenal Darío Castrillón, los empresarios Ernesto de Lima, Nicanor Restrepo, Luis Carlos Sarmiento y Carlos Ardila Lülle, la gestora cultural Amparo Sinisterra de Carvajal, el alcalde Rodrigo Guerrero, el neurocientífico Rodolfo Llinás, el pintor Fernando Botero y el 90% de los analistas de opinión. Y el 99% de la opinión internacional. ¿Estarán equivocados tantos notables juntos? ¿Qué hizo posible este milagro de unidad nacional? La respuesta es simple: los unió el rechazo a la guerra, el miedo al regreso de Uribe, la firme voluntad de no volver a sufrir esa barbarie que vivimos bajo su guadaña y su verborrea.

Mañana es el día en que debemos decidir si aprovechamos esta minga inédita para iniciar un gran proyecto de reconstrucción nacional, o volvemos a la época más oscura de nuestra oscura historia.
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¡Me retracto, cuadro!
Por Esteban Carlos Mejía, Rabo de paja
Esteban Carlos Mejía
En la primera vuelta yo iba a votar por Clara López, del Polo, pero me disuadió su alianza con la Unión Patriótica.
EL ESPECTADOR, SÁBADO 14 DE JUNIO DE 2014
Sufro de buena memoria, y a mí no se me olvida que Iván Márquez, uno de los jefes de las Farc, fue representante a la Cámara por la UP. Por eso voté en blanco. Y hace quince días, en una columna en la que exalté a dos opositores paradigmáticos —Jaime Piedrahíta Cardona y Carlos Gaviria Díaz—, anuncié que votaría en blanco en la segunda vuelta. ¡Qué quince días más atroces! Todo un purgatorio entre el alarmismo de una nación en ascuas, polarizada y maniquea, indignada o asqueada, una Colombia fosilizada en los odios del siglo XX y anclada en ilusiones mesiánicas o caudillistas. Quince días en los que con toda mi alma anhelé tener un sensei (un maestro) o, al menos, una luz en el camino.
Por fortuna, las cosas se me dieron, como felizmente dicen los futbolistas. El domingo 8 de junio, la periodista Cecilia Orozco Tascón entrevistó en El Espectador al mentado Carlos Gaviria: con lucidez y honestidad precisó las diferencias de matices entre los dos candidatos. El prontuario político del mal capataz Uribe es pavoroso. Y aun así su mascota Oscariván (sic) ganó la primera vuelta. Santos no se queda atrás en neoliberalismo y servilismo ante las directrices del Consenso de Washington: pérfida receta para imponer la desregularización, el libre comercio y la globalización de las transnacionales. Son distintos en la forma. Santos, a ojos de Uribe, es un “oligarca comunistoide”, y Uribe, según Santos, es “un rufián de esquina”. Santos se comporta como un Chief Executive Officer, CEO, siempre calculador y displicente. Uribe, los gamines me perdonen, es un guache.
Pero Carlos Gaviria me hizo ver un punto crucial: “Convertir el Estado de derecho en Estado de opinión, degradar el Estado social a Estado comunitario amoldando el rótulo a los intereses del autócrata, herir de muerte la independencia de los jueces por no ceder a sus exigencias ilegítimas y vulnerar la intimidad de los opositores mediante la interceptación ilegal de las comunicaciones no me parecen asuntos de mera forma”. Y estos son apenas unos pocos ejemplos de la subversión uribista: el intento de “trastornar, revolver, destruir, especialmente en lo moral”, todo lo establecido por la Constitución del 91 y, en su lugar, imponer los tres huevitos podridos de 2002-2010, la seguridad pseudodemocrática, la desconfianza inversionista y la cohesión antisocial. Subversión que, por descontado, conlleva la infiltración de las Fuerzas Armadas para ponerlas al servicio del falso mesías de Salgar, Antioquia.

A la hora de la verdad, dirá alguien, son sutilezas. Las diferencias de forma, en determinados momentos históricos, se vuelven decisivas. ¿O acaso son lo mismo Iván Cepeda y Jorge Enrique Robledo? Si eso es válido en la izquierda, ¿por qué no en la derecha? “En un predicamento como éste, me parece irresponsable soslayar los matices”, dijo Carlos Gaviria. Eso me convenció. ¿Y entonces? Me retracto, cuadro. Mañana no voy a votar en blanco. Votaré contra el mal capataz Uribe y su mascota Oscariván (sic). Con mucho asco y la nariz tapada, votaré por Santos. ¡Dios me perdone el exabrupto!
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Contra la caverna
Por: Piedad Bonnett

EL ESPECTADOR .com 14 JUN 2014 - 9:00 PM. Impreso Junio 15 http://www.elespectador.com/opinion/contra-caverna-columna-498401

Uno de los argumentos que han usado los que no creen en el proceso de paz es que su logro nos conducirá al “castro-chavismo”.
Se refieren, creo, a que Santos entregaría el país a la izquierda recalcitrante y anacrónica que personifican las Farc, que terminarían por instaurar un gobierno autoritario de corte populista que arrasaría con las libertades individuales. El argumento da risa, conociendo como conocemos el miedo que siempre han tenido las clases dominantes a todo lo que suene a democratización verdadera, a reformas que nos lleven a ser una sociedad más igualitaria. Prueba de ello es la desmesura de la reacción del establecimiento frente a ciertas medidas de Petro. Tan poco “castro-chavistas” serán las consecuencias de las conversaciones de La Habana, que un poderoso grupo de empresarios acaba de firmar un documento que las apoya: ellos creen, con razón, y como bien lo señala el estudio del Cerac y el Pnud, que la paz nos beneficiará económicamente a todos, y no se les ocurre que esa paz vaya a tocar sus privilegios.
En cambio un gobierno manipulado por Uribe, como sería el de Zuluaga, sí tendría muchos de los rasgos de un gobierno populista autoritario y violento como el de Chávez. Es más, ya los tuvo. ¿O es que ya nos olvidamos de Uribe actuando como un gamonal de pueblo en los consejos comunitarios, señalando a sus enemigos o pidiéndole al militar o al político de turno que arregle los “asunticos” que se iban presentando? Arbitrariedad, autoritarismo y populismo de derecha estuvieron siempre juntos en sus ocho años de gobierno. Y es así, como caprichos de dictadorzuelo, que se explica que “a dedo” haya nombrado gestor de paz a Rodrigo Granda, liberado a Karina y a Olivo Saldaña y extraditado a los paramilitares que antes había llevado al Congreso, para que se fueran con sus secretos lejos de aquí, entre muchas otras decisiones.
Álvaro Uribe, el titiritero que está detrás de Zuluaga, tiene talante de caudillo y por eso William Ospina, un romántico, se decide por él. William confiesa —pero ya lo sabíamos— que es partidario de Chávez, de Correa, de Evo, de Rousseff, de Mujica. Lo que William pasa por alto es que mucho va de Mujica a Chávez y de Rousseff a Evo: los matices aquí son importantes. Y también que el caudillismo decimonónico de Uribe defiende a ultranza los intereses de los terratenientes, y que en este y en muchos otros sentidos, representa un país pre-moderno. Uribe, como Chávez, es camorrero, insidioso, y actúa llevado por la soberbia y el resentimiento. Sólo que mientras la revancha del venezolano era contra una clase social, la de Uribe es personal —contra los asesinos de su padre— y hoy se extiende, con tono furibundo, a todo aquel que considera su enemigo, comenzando por Santos.

Uribe y su rebaño, como el propio Zuluaga, representan la caverna: la beatería y el ultraconservadurismo, el irrespeto por las minorías y por el pensamiento diferente y el desdén por la legalidad. Pero también la politiquería, la corrupción, el cinismo, el lenguaje violento, la utilización de la mentira, la falta de escrúpulos. La objeción contra el Centro Democrático es, sobre todo, ética. Y por eso debemos votar por Santos, aunque no sea el líder que de verdad queremos.

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UN ANIMADO CUENTO
Un video con la recreación de un clásico, una animación realmente virtuosa y creativa: 
PinochOIZ 
Una producción de Mr. Valdemar:


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Colombia runoff: Can peace win?

In the upcoming presidential runoff, political power is at stake and so is Colombia's peace process.

Andrei Gomez-Suarez, Associate Researcher at the School of Global Studies, University of Sussex.


On June 1, William Ospina, one of the greatest leftist Colombian writers alive, wrote in his opinion article in El Espectador that between two evils - presidential candidate Juan Manuel Santos and Centro Democratico Party candidate Oscar Ivan Zuluaga - the latter was the lesser evil and therefore he would vote for him.

In response, Jose Zuleta, son of Estanislao Zuleta, one of the greatest thinkers in Colombia's history, wrote a letter to Ospina, saying: "Ospina's vanity does not let him see that [former President Alvaro] Uribe is the worst evil for Colombia and hence I would not read Ospina ever again."


… Sigue en el enlace
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Seis tesis para un voto razonado
Por: Héctor Abad Faciolince
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Qué el conflicto deje de producir víctimas sería una recompensa grande para esta sociedad: William Ospina
04 JUNIO 2014

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Junio 15, 2014, 6:00 PM 
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Verdades amargas
Es importante que alguien le recuerde a nuestra dirigencia que ha sido una élite irresponsable.
Por: William Ospina
William Ospina
EL ESPECTADOR .com 21 JUN 2014 - 9:00 PM. http://www.elespectador.com/opinion/verdades-amargas-columna-499783 . Impreso Jun. 22, 2014

Ahora, en la embriaguez de su victoria, es importante decirle que el doloroso y catastrófico país que tenemos es fruto de su arrogancia, su espíritu de exclusión y su tradicional menosprecio por el país y por su gente.
Somos un país donde los partidos de fútbol producen más muertos que en el vecindario las revoluciones, porque el pueblo ha sido condenado a la miseria, la marginalidad, la ignorancia y el resentimiento.
Ante este proceso de paz con las guerrillas, es necesario recordarle a esa dirigencia que las guerrillas, el narcotráfico, el paramilitarismo y la delincuencia común son fruto de su vieja costumbre de cerrarle las puertas a todo lo que no quepa en el orden de los privilegios; que la dirigencia colombiana no sólo tiene que hacer un proceso de paz con las guerrillas sino con todo el país.
Recordarle que fue ella la que permitió que un puñado de campesinos perseguidos que reclamaban unos gestos de incorporación al orden institucional, se convirtieran con las décadas en un ejército feroz de miles de militantes. Y que para combatir a esas fuerzas nacidas de su indolencia, ella les exigió a las familias pobres de Colombia durante años que le dieran sus hijos para ir a librar la guerra.
Recordarle que el Ejército Nacional no ha estado defendiendo las fronteras, como en todas partes, sino defendiendo a los colombianos de los colombianos. Como las guerrillas, primero perseguidas, después hundidas en el horror y hoy llamadas al diálogo, también los soldados del Ejército Nacional merecen respeto, merecen gestos de paz, y no es un gesto de paz que quienes llamaron siempre a la guerra, quienes dirigieron la guerra, quienes mandaron a los pobres a los campos minados, les digan ahora a todos esos muchachos que perdieron sus brazos y sus piernas defendiendo a los que en Colombia tienen algo que defender, que la guerra fue una estupidez, que las madres se equivocaron entregando sus hijos a la guerra.
Si vamos a reconocer culpas, reconozcámoslas todas, si vamos a hacer la paz, hagámosla con toda la sociedad, no creemos más odios para salir rápido del problema. No señalemos en una sola dirección para buscar al culpable, porque si para hacer una guerra se necesitan muchos, para hacer la paz verdadera se necesitan más.
Siempre he sido partidario de la solución negociada del conflicto, pero siempre he sido partidario de que la dirigencia colombiana reconozca su responsabilidad en esa guerra de cincuenta años. Si los guerrilleros deben reconocer sus culpas, los hechos terribles a los que los condujo la lógica atroz de la guerra, es necesario que todos los ejércitos admitan su parte en esa carnicería, para que podamos pasar la página con un ejercicio verdaderamente noble y humano de reconciliación.
Es un error que la guerrilla niegue su parte, es otro error que Uribe niegue o minimice la atrocidad de los paramilitares, es un error que el Estado niegue o minimice la parte que le toca en esta historia tremenda.
Todos deben reconocer que el que tiene que perdonar aquí no es el Estado, ni los paramilitares, ni la guerrilla, sino el pueblo, y en primer lugar las víctimas. Pero, en mayor o menor grado, ¿quién no ha sido víctima en esta historia dolorosa y larguísima? Yo mismo cuento con desaparecidos en mi familia, y su dolorosa desaparición, que es parte del conflicto, ha marcado poderosamente mi vida y la de mis seres queridos.
Más de la mitad del electorado ha votado indiscutiblemente por la paz de Santos. Y me parece importante seguirla llamando la paz de Santos, porque todavía no he visto que se convierta en la paz de todos los colombianos. Todavía es de tal manera la paz de un sector de la sociedad, que en la campaña pudimos ver el fenómeno extraño de que uno de los candidatos era acusado de querer enterarse por vías ilegales de lo que se estaba negociando en La Habana. Como si no fuera un deber de la democracia que todos los que han sido aceptados como alternativas para llegar al gobierno supieran con qué proceso se iban a encontrar.
Pero no puedo negar que la paz de Santos puede convertirse en la paz de todos los colombianos. Basta que se convierta en una paz con justicia social. Nunca entendí a los gobiernos cuando dicen que hay que modernizar el campo, resolver el problema de la tierra, dinamizar la economía, combatir la exclusión, dar educación y salud al pueblo, pero siguen esperando que sean las guerrillas las que les impongan la agenda, cuando tienen todo en sus manos para emprender desde ya esos cambios *. Sólo haciendo la paz con la sociedad se salvarán de ser rehenes de sus interlocutores.
Se acusa a Álvaro Uribe de ser el único responsable del paramilitarismo: yo creo que muchos prohombres de esta patria se beneficiaron de ese horror, y hoy quieren descargar en uno solo el fardo espantoso de la guerra, de la persecución contra la izquierda, de las masacres, de la intolerancia.
Y Uribe ayuda a fortalecer esa percepción con su tono de permanente confrontación, de acusaciones y de guerrerismo. Eso hace que la gente olvide lo que muchos saben, que él fue el único de los que promovieron el paramilitarismo que hizo algo por desmontarlo; que hasta los más pacifistas aceptan que fue su estrategia de seguridad la que permitió llegar a la mesa de diálogos; que Santos no estaría dirigiendo con legitimidad ese proceso si no fuera por Uribe.
Verdades difíciles de tragar en un país ebrio de odios, pero que son el purgante necesario de una reconciliación verdadera.
Presidente Santos, le deseo que tenga la grandeza, la humildad y la generosidad que requiere este momento histórico. Tal vez el más decisivo de nuestra historia.
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* Las negrillas son de NTC ... ( ¿ ... cuando han tenido y tienen todo en sus manos para haber emprendido o emprender desde ya esos cambios ...?)

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