lunes, 4 de diciembre de 2023

BENJAMÍN, BENJAMÍN: ... Por Fernando Cruz Kronfly . Diciembre 2 de2023

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Gracias al generoso aporte y la autorización del autor,

publica y difunde: NTC …  Nos Topamos Con … 

http://ntcblog.blogspot.com * ntcgra@gmail.com . Cali, Colombia


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De: Fernando Cruz Kronfly


Date: sáb, 2 dic 2023 a las 21:52 .

Subject: Saludo y Poema.

To: NTC ….  ntcgra@gmail.com

 

Apreciados amigos de NTC…

 

Hace apenas unos días remití, para su difusión, un texto ensayo sobre la violencia en la especie humana. Fue difundido con la más elevada generosidad y allí quedó para la efímera posteridad, ahora que la gente no tiene siquiera un minuto para leer los chats.

 

Pero, algo me dice que escribir apenas un ensayo encaminado a entender el genocidio en Palestina, no está a la altura de lo que está pasando. Todo indica que Netanyahu no va solo en busca del control de la franja de Gaza, sino detrás de un genocidio de limpieza y borrón étnico. El objetivo no es la franja, sino el pueblo palestino. Y lo poco que quede con vida deberá ser asumido por los países árabes o quién sabe por quién.

 

Ante esto, he pensado que la teoría se queda corta porque intenta colocarse por encima de los sentimientos, en busca de rigor y objetividad. Entonces, ante la impotencia y el cinismo Occidental,  y delante de una ONU que ha rodado al vertedero y que anda por los arenales como una niña perdida, y  puesto que ya no queda siquiera un madero para aferrarse a él en la noche de los naufragios, ha brotado en mí la necesidad de escribir algo parecido a un poema.

 

Y se lo estoy enviando …

 

Les suplico decidir con absoluta libertad si difundir o no este texto y no sentirse comprometidos.

 

De antemano, todos mis agradecimientos posibles por la generosidad que han tenido conmigo.

 

Ahí les va.   





BENJAMÍN, BENJAMÍN:


Dónde vas con tus ojos de bruces caídos en lo demacrado,

Allí fundidos con lo siniestro, allí sumidos.

Qué hiciste de mí.

Le has partido el corazón a la humanidad otra vez,

Una vez más esta desolación enseguida del ya viejo Auschwitz.

Cuántas veces el corazón de la humanidad

Podrá partirse más.

¿Dónde hallará la humanidad un corazón

que no sea de arcilla, de harina en polvo, de porcelana?

Una vez y otra vez más qué hiciste de las niñas

Y los niños, Señor,

De las mujeres y los hombres inocentes envueltos en trapos,

Señor Benjamín.

El Auschwitz tuyo fue apenas análogo y aún la humanidad tiene

El corazón roto en pedazos.

Acabaste con la confianza en la especie humana otra vez.

La ONU rodó al vertedero

Y anda por el mundo como una niña perdida.

Y ya no queda nada parecido a un madero en la noche

Del aciago mar de los naufragios.

 

 

En Auschwitz quemaron muñecas

Abrazadas a las niñas que les pedían socorro

Durante la andanada de la noche del mundo

Sobre sus vidas.

 

 

Y oíamos aquellas mismas muñecas de los viejos tiempos

Gemir y cantar en el aire sagrado de Gaza,

Allá abajo entre caras polvorientas.

Sus brazos, su griterío, su corazón,

El beneficio de sus respiraciones ya no parecían ser cosas de este mundo.

Aquel ahogado cantar se hundía en la franja profunda

Delante del mar como una luz azul

Que se negaba a comprender las tinieblas.

Ahora era el asunto de la limpieza étnica en aquella franja

Habilitada como cementerio

A la orilla del mar más lindo de este mundo.

 

 

Y vimos que Benjamín segaba a modo de un trigal violeta

El horizonte con su hoz y su guadaña.

Venía en busca del cantar y el musitar

De las muñecas ya en migajas

Y vimos que el Señor de las profecías bullía mediante su aparecer en el horizonte y se devolvía

De la mano de un perro pastor alemán de bigote ralo.

Y era como si el hocico del perro se expandiera

A través de la niebla del mundo

En busca de las dulces babas de Eva

Que tampoco eran ya cosas de este mundo.

 

 

Benjamín cantaba y soplaba el shofar

Arrancado de raíz a sangre fría y viva por él mismo

De la testuz de un macho cabrío debidamente purificado.

Y traía también Benjamín bajo el brazo el libro sagrado

Y el Tanaf.

 

 

La ONU le había adjudicado el cementerio

A la altura de sus merecimientos,

Y de alegría él venía en el soplar de la cornamenta del macho cabrío

Entre tumbas y túmulos aún tibios por el vivir y el morir.

Avanzaba en su reino el Señor por la tierra prometida falseada por él,

Ultrajada por él.

Tierra umbría y yacente en la devastación a sus pies.

 

 

Haz tuyo el camposanto, dijo Occidente,

Lo has merecido tanto,

Falta poco para que allí sea absoluto el sufrimiento.

Eres nuestro portaviones de tierra reseca y de arena.

Y entonces Benjamín respiró aquel aire espeso enrojecido

y danzó el Rikud,

Y el Haba Nagila de los tiempos viejos.

 

 

Venía el hombre tras la urgencia de cavar su nueva morada

Y pasarse a vivir en el adentro más profundo

De aquella tierra que ya empezaba a oler

Del modo como huelen las vidas y las cosas que han sido enmudecidas.

No había en el mundo otra tierra mejor y más propicia

Para la mitigación del hedor de sus más queridos sueños.

 

 

Y veíamos que Benjamín traía una pala

Amarrada al lomo del perro pastor alemán

Que lo pastoreaba como a una oveja más

Nacida del rebaño de la naturaleza amarga.

Y era de ver que ambos se apoyaban el uno en el otro

Y se sonreían por la esquina de sus ojos mutuos.

Y se decían al oído lo bien que lo habían hecho

Sin el estorbo de la piedad.

La vida los había llevado a merecerse.

Ambos parecían hablar la misma lengua de los hechos cumplidos,

Acordada en presencia de la salchicha, la cerveza berlinesa

Y los dientes de ajo crudo y viviente entre los desprendimientos

Y los gajos de pan.

 

 

Benjamín ladraba y el perro daba a conocer sus propias profecías

Eugenésicas, de elevado racismo.

Cómo se comprendían,

Cómo se resumían el uno en la corcova del otro

Convertidos en la misma cosa esencial.

Y mientras el perro aullaba a la luna esparcida

En desprendimientos blancos sobre las ruinas,

Agitado Benjamín tocaba el címbalo de los jubileos.

Y veíamos cómo la pala iba con afán por delante en busca de un lugar

Para hundirse y a solas quedarse a vivir.

Anhelaba trabajar en equipo con la nueva y arcaica bestialidad

Renacida en el Siglo XXI

En aquella tierra sagrada que ya empezaba a oler mal de tanto sufrir.

Y esparcía sobre las ruinas el aliento de las cosas más calladas del mundo

En la cara del griterío de los pájaros que ojeaban el mar.

 

 

La novedosa morada de Benjamín

Debía abrirse en la tierra profunda caída en la oscuridad

Transparente de las neblinas

Que venían y se iban así nada más sobre los vapores del mar.

Como nadie en el mundo el Señor anhelaba quedarse a dormir

Abrazado al cantar y el gemir de las muñecas 

Para él a su justa medida en pedazos.

El Señor deseaba ser consolado por el desespero de las niñas

Y el jadeo de los infantes

Cuya luz él mismo había segado como a los trigos ocres,

Como se siegan las cebadas perplejas,

 

 

Todo ahora desposeído de los beneficios

De las respiraciones.

Y el jadear de las muñecas

Llamadas a consolar el sueño del airoso habitante

De las nuevas profundidades nunca antes conocidas,

Salvo en Auschwitz.

 

 

Traía Benjamín de regalo para las criaturas ya en silencio

Una ofrenda de mariposas oscuras,

De insectos desgarrados de la telonera estrellada

Que sellaba el teatro de la noche del mundo.

En buena hora lombrices, larvas y gusanos

Para el jugar de las criaturas.

Que era lo menos que él podía ofrecer a los desfallecidos

En uso y despliegue de su más elevada bondad y sinceridad.

 

 

Y siempre a un costado del Señor

El perro pastor alemán de bigote ralo

Con su cojera

Dispuesto a husmear las alambradas de salida

A la plataforma de las locomotoras ya en musgos y sombras.

Y veíamos la réplica de las rampas de bienvenida a los trenes

Cargados de inocentes

Luego de la noche macabra de los cristales rotos.

Y oíamos el estallido de los hospitales y las escuelas

Y el gemir de los recién nacidos queriendo conocer aquella luz del mundo Espigada un día de la masa informe de las tinieblas,

Luz diferente del fulgor de los alumbramientos archiconocidos.

Y el asunto no era en contra los combatientes

Sino en contra de los inocentes,

Haciendo de ellos un largo y pormenorizado sufrir.

 

 

Por los jardines en redondo del nuevo Auschwitz renacido

Corrían las madres con sus crías al hombro

En busca de un poco de tierra a la mano

Para allí detenerse a desayunar polvo con ceniza y elevar clamores

Sin ilusión.

Y echar a volar plegarias en procura de los milagros y las resurrecciones.

Y había tulipanes de antiguos otoños para las tumbas

De cara al mar de luz azul

Que todavía se resistía a comprender las tinieblas.

 

 

Y veíamos a los pueblos judíos huir de sus jefes

Y gritar a Señor Benjamín que no hiciese lo suyo

Jamás en el nombre de sus limpios, antiguos y pulcros nombres.

Y de esta manera vinieron los días en que el llanto enloqueció

Y se puso a reír, según el poeta árabe;

Y fueron también los tiempos en que la risa enloqueció

Y se puso a llorar.

Y en medio de todo y lo demás que ya se venía encima

Oíamos la pala de Benjamín

Cavar su propia ropa de dormir en la tierra y de fango

Que lo vestían

En el centro corazón del cementerio de su autoría.

Y escuchábamos cómo en su alegría Benjamín soplaba sin cesar

La flauta de sus alegrías

En la corcova misma de los túmulos ya habitados

Por recientes osamentas y costillares blandos

Aún embebidos en el hogar de sus placentas y nacimientos.

Y veíamos los ojos desplegados y negros de las niñas palestinas

En su deambular por los escombros

Desposeídos de su más lumbrosa luz.

 

 

Y era de oír allá en la tiniebla el ahondarse de la pala al cavar

El aposento del visitante memorable al lado de los escombros  

Que recibían en la noche el enjuague azul oscuro del mar.

No habría en esta franja duchas propicias para el gas zyklon B,

Tampoco hornos ni crotorar de cigüeñas de primavera

En lo alto cabizbajo de las chimeneas.

No habría ceniza de inocentes fertilizantes

Cosa de llevar en volquetes

Rumbo a los huertos de Berenjenas

Y canastas de hortalizas para el montaje de las ensaladas

Como en las oficinas y las siembras

Alambradas de los tiempos de Auschwitz.

 

 

Las persianas de la nueva morada de Benjamín

Mirarían hacia los párpados todavía insinuantes de las criaturas

En dirección a un patio sumido en las oscuridades que venían del humo

Ablandado por los dolores.

Ante este despliegue de cantos y lamentos

Benjamín y el perro pastor alemán que lo pastoreaba

Pasarían a solas las noches más felices.

Y por encima de la lejanía de las casamatas y las construcciones

Ya por el suelo,

Podríamos ver cómo los espléndidos pueblos judíos

Huían de sus jefes soplando también el milenario shofar.

Y veíamos que esos mismos pueblos judíos

Comían dátiles de la mano de los pueblos moros

Y los pueblos cristianos

Como en los tiempos de la Al-Andalucía.

Y oíamos que los pueblos moros y los pueblos cristianos

Partían pistachos que en sus valijas traían de obsequio

Los errantes pueblos judíos lavados por la arena

Más tibia y linda de los desiertos,

Y por la polvareda más pulcra y tibia de este mundo

Sobre las ropas blancas.

Y oíamos que al caer las tardes

Cada pueblo se reunía a murmurar lo sagrado,

A leer en silencio y sin mirar a los ojos de nadie

La sabiduría y el consuelo habido en aquellas hojas arcaicas

Que todavía daban sentido milenario a sus vidas.

Y que de las bocas que oraban y producían clamores subía al cielo

Una sinfonía en forma de cajas de colores

Como en los tiempos de las escuelas

Y los más profundos desasosiegos y cantos humanos

Que brotaron de los adentros de las bocas

Y las lenguas de esta tierra,

Nunca del todo suficientemente conocida.

Y oíamos aquella polifonía

De variopintas desesperaciones humanas.

 

 

Y era de ver que el pan palestino

Y los peces venidos de las grandes aguas galileas

Se multiplicaban de dolor ante el gentío reunido en torno de lo necesario

Y de la fatiga y el hambre.

Y que morían ahogados de alegría y generosidad

En las cestas de mimbre.

 

 

 

Pero oíamos que, entre tanto,

Benjamín seguía recibiendo lecciones y cartillas

Del perro pastor alemán que lo pastoreaba,

Tuntunientos ambos y perdidos como niños podridos

En la noche del mundo

Que los engullía.

Cuánto había aprendido ya de él Benjamín:

Lo esencial, lo fundamental del sufrimiento

Sin apenas darse cuenta de su propia desgracia.

Y era sobrecogedora entre ambos aquella similitud

Esencial, tan natural.

Aquella identidad de espíritus,

Aquella maldad salida como gusanera de las entrañas,

Aquella banalidad.   


Gracias al generoso aporte y la autorización del autor,

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