domingo, 11 de agosto de 2013

DECLARACIÓN DE ARTISTAS E INTELECTUALES PARA ENCENDER Y VIGILAR LA ANTORCHA DE LA DEMOCRACIA. Bogotá, Julio de 2013

DECLARACIÓN DE ARTISTAS E INTELECTUALES PARA ENCENDER Y VIGILAR LA ANTORCHA DE LA DEMOCRACIA

Hace veintitrés años el movimiento insurgente M19 abandonó las armas, confió en la democracia colombiana y se reintegró a la vida civil. Desde entonces sus militantes han participado con lealtad en el debate democrático, y han servido al país en distintos cargos de elección popular.
Hace año y medio, después de una brillante labor como congresista, Gustavo Petro fue elegido para el segundo cargo más importante del país, la Alcaldía Mayor de Bogotá, con la promesa de luchar contra la corrupción y de esforzarse por hacer una ciudad más humana, más sensible a las necesidades de la gente.
Un buen indicio de que el alcalde Petro está intentando gobernar de verdad y cambiar las costumbres de una metrópoli que había caído en manos de la corrupción y de los grandes negociados, es la feroz campaña de desprestigio que se ha emprendido contra él: los esfuerzos por impedir primero su posesión y después su gobierno.
Ahora el mayor adversario de la oposición democrática en Colombia, el Procurador Alejandro Ordóñez, que de un modo arbitrario se ha tomado la atribución de anular las decisiones de la ciudadanía, ha iniciado un proceso para destituir e inhabilitar a Petro, como antes lo hizo con otros importantes líderes populares.
La administración de Petro, en sólo año y medio, ya arroja resultados importantes en la lucha por superar los males de la ciudad: la pobreza y la miseria han descendido en Bogotá; los índices de homicidios se han reducido de manera notable; el presupuesto para la educación aumentó considerablemente; la alcaldía ha garantizado un mínimo de agua potable gratuita para los más humildes, y está asumiendo un manejo humano de la vieja pesadilla de la marginalidad y la drogadicción en nuestras calles.
Era de esperar que el compromiso del alcalde de no gobernar para los poderes tradicionales, de emprender tareas nuevas, enfrentándose a las mafias de la contratación y a los pulpos que viven del presupuesto, despertara una gran resistencia y diera pie a muchas campañas de desprestigio.
Los poderes que manipularon siempre la ciudad no parecen dispuestos a perdonarle nada: nunca se ha visto un nivel más sesgado de vigilancia y de exigencia desde algunos sectores políticos y mediáticos. Como toda administración, la de Petro puede tener errores, pero estos críticos no ven ninguno de sus aciertos y magnifican con perfidia dificultades administrativas que nadie puede considerar delitos.
Ello no tendría por qué ser negativo: un alcalde como Petro, con su arriesgada decisión de cambiar las cosas, tendrá que acostumbrarse a sentir siempre en el flanco el aguijón de la crítica y del rumor. Pero la arbitrariedad de no permitir que gobierne, cuando ni siquiera ha llegado a la mitad de su mandato, e impedir así que la comunidad pueda juzgar su gestión, es una decisión desesperada a favor de los poderes tradicionales, que podría tener efectos gravísimos no sólo para la ciudad sino para el país entero.
Porque, además de borrar de un plumazo la voluntad de los ciudadanos, otra de las consecuencias de la injusta destitución de Petro podría ser la ruptura de los diálogos de Paz de La Habana entre el gobierno de Colombia y las FARC. No parece posible que la guerrilla crea de verdad en las posibilidades de la democracia viendo de qué manera arbitraria se destituye a un alcalde que se reintegró a la vida civil, que fue elegido por la comunidad, y que está gobernando para la gente.
El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948, la evidencia de un fraude en las elecciones de 1970, y el asesinato en las calles de todo un partido político y de varios candidatos a la presidencia en los años 80, frustraron la fe en la democracia de varias generaciones de colombianos.
Ahora los enemigos de la paz están decididos a jugarse la carta definitiva. La destitución de Gustavo Petro sería el instrumento perfecto para impedir las transformaciones que puede obrar sobre la ciudad un gobierno que no es sospechoso de corrupción, para torpedear el proceso de paz, para hacer que un conflicto de cincuenta años se eternice sobre nuestra tierra, y para producir un estallido de indignación de consecuencias imprevisibles. Seguramente hay quienes aspiran a pescar en esas aguas revueltas.
Qué triste que la arbitrariedad de unos cuantos pueda pesar más que el sueño de felicidad de todo un pueblo. Los firmantes de esta declaración llamamos a encender la Antorcha de la Democracia, y a velar día y noche junto a ella, para impedir que un manotazo del oscurantismo y de la inquisición destruya las esperanzas de una nueva generación que sueña con la paz de Colombia y con la dignidad y la prosperidad de su pueblo.
Bogotá, Julio de 2013
Firman



1. León Valencia
2. Jotamario Arbeláez
3. Luis Ángel Parra
4. Víctor Gaviria
5. Carlos Jacanamijoy
6. Simón Vélez
7. Sergio Cabrera
8. Lisandro Duque
9. Flora Martínez
10. Patricia Ariza
11. William Ospina
12. Baltazar Garzón
13. Gilma Suárez 
14. Carlos Satizabal
15. Yuldor Gutierrez
16. Fernando Solórzano
17. Margarita Pacheco
18. Nicolás Uribe Pachón
19. Constanza Vieira
20. Manuel Guzmán Hennesey
21. Raúl García
22. Fernando Duque
23. Constanza Cameló
24. Hernando Martínez
25. Luis Fernando Alviar
26. Flor María Bernal
27. Daniel Jaime
28. Diana Cortés
29. Harold López
30. Gricerio Perdomo
31. Claudia Jaramillo
32. Andrei García F.
33. Luz Miryam Toro
34. Rafael Colmenares
35. Elsa Matilde Escobar
36. Antonio Morales
37. Mario Muñoz (Dr. Krápula)
38. Rafael Vergara
39. Vera Grabe
40. César López
41. Elmo Valencia
(Siguen más firmas)











Contratiempo

Disparos al aire

Jotamario Arbeláez

(Columna publicada en El Tiempo el 20 Agosto-13)


¿Ha hecho usted alguna vez disparos al aire? ¿Está seguro de no haber herido  a nadie? ¿Ha sido acusado de partidario del terrorismo por exigir la paz ante todo, o enemigo de la paz porque piensa que por ella no hay que pagar ningún precio? ¿En alguna época de su vida pasada fue acusado por los comunistas de agente de la CIA, para evitar que lo invitaran a sus peñas o ágapes, o tuviera algún ascendiente entre la juventud siempre anhelante de ejemplos insólitos? ¿Acusa ahora usted de paramilitares a familias en ascenso económico vinculadas a la cultura, mientras la suya está en bancarrota? ¿No le teme usted a ser temerario? ¿Se ha ido usted por la nueva Derecha revolucionaria o prefiere insistir en la tradicional izquierda paralizante? ¿Ha peleado o por lo menos se ha distanciado de un amigo del alma porque no participa de su mismo bando, que ya ni siquiera partido? ¿Se indigna porque el Procurador quiera destituir de un plumazo al guerrillero del M-19 reintegrado a la vida civil y civilizada -hoy alcalde Petro- y mandarlo al asfalto, donde podrá descubrir lo rajado que lo tiene? ¿Justifica que el burgomaestre haya desatendido tamaña minucia por estar entregado a la inmaculada concepción de megaproyectos? ¿Cree que ante la declaración de la directora del IDU de que el arreglo de la malla vial vale diez y medio billones de pesos y sólo hay disponibles 782 millones, tenga algún futuro la movilidad en la capital? ¿Si en Bogotá no cabe un carro más, qué taxis podrán manejar los reinsertados, si es que los aceptan los usuarios, en el momento empanicados con los paseos millonarios? ¿Estará contemplado que esos exmilicianos ingresen en las filas del ejército o la policía, respetando sus rangos tan difícilmente adquiridos, y dada su experiencia eln labores de campo, sean encargados de vigilar por ejemplo los oleoductos de los posibles ataques de otros antisociales? ¿Está usted de acuerdo con que el Alcalde continúe su período pero también con que hay que pellizcarlo para que actúe en lo fundamental postergado? ¿Firmará usted el manifiesto que encabezan artistas e intelectuales defendiendo a capa y espada la elección popular del mandatario en atención a que destituirlo e inhabilitarlo podría dar al traste con los tratados de La Habana, pues mal antecedente sería para una subversión en trance de reincorporarse, el que se mande a la basura la voluntad popular? ¿Cree que la defensa del puesto de Petro la firmará el poeta Elmo Valencia, de 87 años, autor de una de las obras fundacionales del M-19, El Libro Rojo de Rojas, que en 1970 denunció con pruebas el fraude electoral, y quien solicitó uno de los 20 cargos temporales que propicia la Secretaría de Cultura del Distrito, y la Fundación Alzate Avendaño, que maneja sus dineros, en los términos más cordiales lo mandó prácticamente a freír espárragos? ¿No preferirá que estos dos personajes converjan en el asfalto para retomar los temas antepasados y convenir en que definitivamente el General, que comenzó haciendo milagros en el cementerio, terminó por traernos la mala suerte a todos? ¿Está usted de acuerdo con que es imposible que el M-19 regrese al monte, ya sin armas y sin alientos, y después de haberse jugado por la paz sus últimas cartas? ¿Con lo peligrosos que están ahora los campos con la presencia de tanto bandido sin ideales? ¿No cree finalmente que por la paz hay que darlo todo? ¿Qué la paz, como el amor, no se hace sola? ¡Ponga su parte! Yo estoy poniendo la mía. Estampando mi firma en defensa de una gestión ininterrumpida de Petro. Haga usted lo propio si le parece. No colabore a tumbarlo. Colabore para que Bogotá salga bien parada. Y para que la paz nos cobije. Para celebrar no haga disparos ni al aire. En el aire andan los poetas. Podría alcanzar alguno.                  

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