domingo, 9 de agosto de 2009

HISTORIA, MEMORIA, ESTATUAS y PALOMAS. Capítulo 5.

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HISTORIA, MEMORIA, ESTATUAS y PALOMAS*.
Capítulo 5. Agosto 9, 2009

Páginas 64 a 76 del libro*
* EL LIBRO COMPLETO EN:
Historia, Memoria, Estatuas y Palomas. Compilación
http://www.scribd.com/doc/18236483/Historia-Memoria-Estatuas-y-Palomas-Compilacion
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Incluímos aquí el ensayo "Recordatorios" del Poeta Rodrigo Escobar Holguín .
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François Rabelais (Chinon c. 1494 - Maudon, 1553). http://es.wikipedia.org/wiki/Fran%C3%A7ois_Rabelais

CAPÍTULO QUINTO
Agosto 9, 2009
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Carta a Pantxo - Carlos Vidales‏
De: Carlos Vidales carlos@bredband.net
Enviado: Estocolmo, sábado, 08 de agosto de 2009. 07:52:29 p.m.
Para: NTC … , ntcgra@gmail.com

Querido Pantxo:

Te he visto muy activo en las páginas de NTC … , discutiendo a lo burro (o sea, sabia y prudentemente) con mis estimados amigos Yves y Leonor ( Ver libro) . No está mal. Pero debo pedirte que seas más discreto cuando comentas los encargos que te hago, porque en este mundo hay mucha gente que no entiende bien e interpreta las cosas a la medida de sus prejuicios.


Me refiero a esta frase que pones en uno de tus escritos: “Y ya basta, porque este sermón está muy largo y don Carlos Vidales me llama desde sus aposentos para que le alcance el “Elogio de la Bragueta” del hermano Rabelais…”

Como bien sabes, porque eso lo hemos discutido, yo considero ese texto como uno de los pasajes más sublimes del humanismo: Rabelais sostiene en él que la bragueta es la prenda más importante del soldado cuando va a la guerra, más que sus armas, sus espuelas, su casco y sus botas. Y dice que la bragueta está hecha para proteger a la especie, no solamente al individuo, del mismo modo que las vainas, las cáscaras, los envoltorios, los caparazones y las cubiertas están hechas en el mundo vegetal para proteger las semillas, que son la parte de la planta que garantiza la perpetuación de su especie. El texto es de una espléndida riqueza idiomática y el contenido es un elogio a la vida, sabiamente metido de contrabando en un diálogo sobre el nefasto oficio de la muerte, que es la guerra.

Sin embargo, mencionar a Rabelais tiene sus riesgos. Muchas gentes asocian su nombre a la “vulgaridad”, al “desenfreno”, a la “glotonería”, a la “desmesura”, al “exhibicionismo de las pasiones carnales” y a la “prosa desvergonzada y rufianesca”. No ven lo que hay detrás de toda esa copiosa picaresca, sencillamente porque nadie les ha enseñado a descubrir los mensajes ocultos bajo ese inmenso manto de chistes y de burlas. Rabelais fue compañero de estudios de Nostradamus y muy buen amigo del erudito Etienne Dôle, quien fue quemado en la hoguera por orden de la Sorbona, por el terrible delito de sostener que probablemente Aristóteles no había definido bien la lógica. Los dos amigos sobrevivientes, Nostradamus y Rabelais, comprendieron muy bien que era necesario disfrazar las opiniones. Ambos vieron los horrores de la gran masacre de San Bartolomé. Nostradamus era judío y consideró que las circunstancias le exigían ser extremadamente prudente: disfrazó sus denuncias (que son terribles) bajo la máscara de “profecías” vagas y ambiguas, cuando en realidad estaba describiendo las infamias y los crímenes de su época. Rabelais hizo propaganda de la sociedad justa que él deseaba: tolerante, sin dogmas, fraternal, amistosa, pacífica, sin discriminaciones, sin odios, con amor por la vida y no por la guerra. Pero a todo eso le puso la máscara de los festines y las borracheras. Recurso genial, porque ya desde antiguo se sabía que “in vino veritas”: lo borrachos siempre dicen la verdad.

Te digo todo esto, querido Pantxo, porque cuando tú dices que yo te he pedido que me alcances el “Elogio de la Bragueta” de Rabelais, seguramente tus lectores pensarán: “Este tal Carlos Vidales solamente lee porquerías inmorales y degeneradas”. A mí papá le hizo lo mismo una presunta “historiadora” colombiana cuando denunció, muy suelta de cuerpo, que Luis Vidales era defensor de “las ideas maquiavélicas”. Porque para los tontos, querido Pantxo, Maquiavelo es a la “moral” lo que Rabelais es a la “decencia”.

Te ruego, pues, que proclames que yo leo la Biblia. No mentirás, porque es verdad. Pero no cuentes a nadie que también leo a Rabelais, a Maquiavelo, a Darwin, a Marx, a Malatesta, a Bakunin, a Giordano Bruno y a todos los herejes que en el mundo han sido. Guárdame el secreto, te lo suplico.

Dicho esto, voy a mis comentarios sobre el asunto de los conquistadores. Me ha gustado lo que has escrito, aunque hubiera deseado que opinaras sobre el discurso de William Ospina al recibir el premio “Rómulo Gallegos”. Te diré que a mí me pareció un excelente discurso, si bien no comparto todo lo que afirma, y eso que lo afirma muy bien. El principal reparo que le hago es que está fundamentado sobre la base invisible, o subconsciente, de la dicotomía “ellos y nosotros”. Ellos, los conquistadores. Nosotros, los conquistados. Es curioso, porque a pesar de que dice que “todos somos mestizos”, habla de los conquistadores como se habla de gente ajena, lejana, exterior a nuestra intimidad existencial. Entiendo que la convicción profunda de que esos señores son nuestros abuelos carnales puede producir traumas sicológicos a más de uno. Pero no podemos seguir aplicando la política del avestruz que esconde la cabeza en la arena para no ver la realidad cuando la realidad es desagradable (esto de la avestruz es un mito, pero como metáfora me sirve por el momento. Que me perdone la hermana avestruz).

Lástima también que William Ospina diga una cosa más bien boba cuando dice: “A nosotros nos ha tocado el curioso destino de deplorar la conquista de América en la lengua que nos dejó esa conquista”. ¿No se ha dado cuenta de que los conquistadores y sus descendientes americanos, lo mismo que sus primos ibéricos, hablaban y hablamos en la “lengua que nos dejó la conquista” de Hispania por los romanos? Porque lo que hablamos es una variante viva del latín, como lo hacen los italianos, los gallegos, los rumanos, los franceses, los catalanes, los portugueses, etc. Es verdad que las variantes vivientes del latín han transformado la lengua “original” porque le han inventado los artículos y otras partículas de la oración, además de cambiar el orden de los elementos y su posición en la frase. Es verdad también que cada una de esas variantes vivas del latín ha creado su propia gramática y se ha enriquecido a su manera con los aportes de su historia social. Pero la verdad más esencial es que los imperios, cuando son verdaderamente imperios de la cultura, no solamente dejan un rastro de destrucción, opresión, saqueo y tragedias, sino también imponen su idioma de manera tan determinante que hoy, después de haber desaparecido de la tierra los crueles romanos, seguimos hablando la lengua que nos impusieron hace 1.800 años en Hispania.

Lo verdaderamente importante para nosotros, latinoamericanos, es que nuestros padres conquistadores eliminaron de la historia familiar a nuestras madres indígenas, prohibieron sus idiomas o los declararon “indeseables” incluso en la intimidad de la familia y, al hacerlo, declararon a nuestras madres indígenas “no-personas” y nos convencieron de que fuéramos a las notarías, audiencias y juzgados a exigir certificados de que éramos “blancos por los cuatro costados” para poder reclamar “legítimamente” una porción suculenta del botín de la conquista. Durante tres siglos hemos jugado ese juego infame. Hemos borrado de nuestra memoria y de nuestra sensibilidad a nuestras madres indígenas. Somos conquistadores de nuestra propia historia, de nuestra propia identidad. No hablemos, por eso, de los horrores de la conquista si no estamos dispuestos a renunciar a TODOS los valores y a TODAS las prerrogativas de superioridad que nos dio la conquista. Después de esa catarsis, poco importará qué idioma hablemos: hablaremos el idioma que surja de ese proceso de renacimiento, así como los pueblos de lengua latina hablan los idiomas que han ido construyendo sobre las ruinas del imperio romano. Que no son solamente ruinas, sino también parte de los cimientos de nuestra cultura.

En suma: no hagamos retórica de la historia. Los métodos de la historia son diferentes de los métodos literarios y la caja de herramientas del historiador exige instrumentos distintos a los que podemos encontrar en el arsenal del novelista o del poeta. El análisis histórico no puede ser remplazado con figuras literarias. Y cuando estudiamos la propia historia, no debemos olvidar que estamos trabajando en la construcción incesante, permanente, de nuestra identidad, trabajo que no acaba nunca y que no debe acabar nunca. Oigamos la voz de nuestros traumas existenciales, el clamor de nuestros más profundos complejos y rencores atávicos, aprendamos a mirarlos de frente, a comprenderlos y a resolverlos.

Tú has escrito, querido Pantxo, buenas páginas de historia con este espíritu y en esta dirección. Jamás has inclinado tus orejas ante las exigencias de la “historia oficial”, que es una vieja meretriz, celestina y alcahueta. Eso te honra, no solamente ante los ojos de los burros, honestos trabajadores proletarios, sino también ante los ojos de algunos seres humanos que respetan la dignidad y se cagan en los dignatarios.

Dijo Maquiavelo: “Ningún bien es más precioso, ninguna riqueza es más grande que la independencia y la libertad”. Dijo Marx: “Todo, absolutamente todo, debe ser sometido a crítica”. Y cuando Rabelais fundó su imaginaria utopía, la dulce y armoniosa Thélème, puso en su puerta una larga inscripción de la que quiero recordar estos fragmentos:

Aquí jamás entréis, los hipócritas, necios,
viejos fariseos, fingidos míseros, farsantes, papanatas más que los godos
y ostrogodos, precursores de los magotos,
petates, santurrones, camanduleros con pantuflas,
indigentes arropados con pieles,
frailes licenciosos y gorrones,
befados, engreídos, camorristas;
idos a otra parte a vender vuestros abusos.

[…]

Aquí no entréis, escribanos zampatortas de heno,
clérigos, pasantes, falsos amantes del pueblo,
provisores, escribas y fariseos,
jueces antiguos que a los buenos clientes
atáis como si fueran perros;
vuestro salario está en el patíbulo.

Y eso resume, querido amigo Pantxo, lo que es el objeto, el fin y el significado de nuestro oficio como historiadores: defender la independencia y la libertad frente a todos los poderes, ser incansable y honradamente críticos de todo lo habido y por haber, y ayudar a encontrar el camino hacia una sociedad justa, tolerante, pacífica y trabajadora.

Y claro, de vez en cuando, beber mucho vino porque “in vino veritas”.

Tu amigo y colega,

Carlos Vidales
Estocolmo, 2009-08-09

Carlos Vidales
http://hem.bredband.net/rivvid/
http://luisvidales.blogspot.com/
http://losimportunos.wordpress.com/
.....
Pantxo responde a don Carlos Vidales
Fecha: 10 de agosto de 2009, 08:40 . VER MÁS ADELANTE.
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El secuestro, historias y apuntes
De johnjairo palomino. Revista Memoria Cultural , revistamemoriacultural@yahoo.com
Para NTC ntcgra@gmail.com
Fecha Miami, USA, 8 de agosto de 2009 13:43
Asunto agradecimiento
Amigos de NTC …
Gracias por la invitación al diálogo sobre Belalcázar, ese nefasto personaje español. A propósito el año pasado el periódico Calicultural me publico un articulo donde casualmente hablo del precusor de la industria del secuestro en tierras americanas ya que este fue el que le recomendó a Pizarro secuestrar al Inca y cuestiono en mi artículo la ignorancia histórica de los caleños que aun le llevan la ofrenda floral cada 25 de julio al la estatua. Me encantaría que me dieran la oportunidad de compartir el artículo en mención con sus importantes lectores.
! Un abrazo! Atentamente
JJPalomino
….

El secuestro, historias y apuntes
Publicación e Ilustración: Revista Memoria Cultural. Número 7, 19 de julio de 2008
De John Jairo Palomino revistamemoriacultural@yahoo.com
Para ntc ntcgra@gmail.com
Fecha 9 de agosto de 2009, 13:14
Asunto: Colaboración
http://jjpalomino.blogspot.com/2008/07/el-secuestro-historias-y-apuntes.html


"Es preferible morir que perder la libertad".
Alvaro Gómez Hurtado,
Político colombiano

El secuestro data de tiempos inmemoriales. Hay leyendas, obras literarias y testimonios que ilustran esta abominable práctica criminal a lo largo de la historia.

La leyenda del Rapto de las Sabinas, por ejemplo, cuenta que Rómulo, uno de los fundadores de Roma y primer rey logró, mediante engaños, secuestrar a las mujeres de la vecina ciudad de los sabinos para aparearlas con los patricios (primeros padres de la patria romana). Este secuestro es uno de los pocos que tuvieron final feliz, pues mediante él se logró la fusión de esos dos míticos pueblos.

En La Biblia se relata el caso de José, hijo del patriarca Jacob, secuestrado por sus hermanos y vendido por ellos como esclavo a los egipcios, a causa de su resentimiento al ver que José era el preferido de su padre y su futuro sucesor.

En la literatura, La Ilíada relata el secuestro de Helena por Paris, príncipe troyano. En venganza Menelao, su esposo, apoyado por un ejército griego que encabezaron sus más importantes guerreros, sitió por doce años a la inexpugnable Troya y rescata a Helena, destruyendo de paso la esplendorosa ciudad fortaleza.

La historia documenta los secuestros extorsivos realizados por los conquistadores españoles en tierras americanas. El de Hernán Cortés a Cuauhtemoc, último emperador Azteca, en México, y el de Gonzalo Jiménez de Quesada al Zaque, soberano de los Chibchas, para despojarlo de los tesoros de El Dorado, en Colombia.

Sin embargo, el más sonado de todos ellos es el del Inca Atahualpa, quien pese a haber pagado su rescate (una habitación llena de oro) fue asesinado junto con sus seguidores en la ciudad de Cajamarca (Perú). Incomprensiblemente sus secuestradores y asesinos, los conquistadores Francisco Pizarro y Sebastián de Belalcázar tienen monumentos de héroes en Perú y Colombia respectivamente.

Uno de los casos más desconcertantes de ignorancia histórica sucede en Cali, la ciudad que registra el primer secuestro extorsivo en Colombia (1) y una de las más azotadas por este flagelo, pues se recordará que en uno de sus barrios fueron secuestrados más de un centenar de feligreses cuando salían de la iglesia La María, al sur de la ciudad, y que recientemente fueron asesinados 11 diputados vallecaucanos que la guerrilla de las FARC tenía secuestrados desde hacía algunos años.

El conquistador español Sebastián de Belalcázar (precursor del secuestro en tierras americanas y quien fuera juzgado por las autoridades españolas de la época y encontrado culpable de maltratar y masacrar a indígenas), es objeto de un extraño culto que se remonta a más de 70 años: Su monumental estatua, emblema turístico de la ciudad de Cali, recibe una ofrenda floral cada 25 de julio por parte de las autoridades locales.
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(1) En 1933, Elisa Eder, niña de 3 años, hija del industrial Harold Eder, fue víctima del primer secuestro extorsivo de que se tenga noticia en Colombia. Su padre pagó 50 mil pesos por su libertad. El propio Harold Eder, 32 años después, fue asesinado en un intento por plagiarlo.
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Publicación e Ilustración: Revista Memoria Cultural. Número 7, 19 de julio de 2008
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EL INSIGNE SEBASTIAN MOYANO
Por Jaime Lozano Rivera, Abogado de la Universidad Santiago de Cali.
Periódico Cali Cultural Agosto 2009. No. 140. 14 años Pág. 5 (Más adelante imágenes de la página)


Por el año 1490 (aunque otros lo sitúan 10 años antes), en Belalcázar o Benalcázar, una aldea de Extremadura España, de parto triple, junto con Anastasia y Fabián, nació Sebastián Moyano. Su infancia y adolescencia transcurrieron cuidando cabras y marranos. Se cuenta que un día de lluvia guiaba un burro cargado de leña, de pronto el mulo se atascó y vanos fueron los esfuerzos de Sebastián para sacarlo del atolladero. Después de aliviarlo de carga, emplear sogas, tirarlo de la cola sin éxito, le asestó tal golpe en la cabeza que mató al jumento. Temiendo la recriminación, huyó de villa en villa, oyendo que lejos se habían descubierto nuevas y ricas tierras y que hacia allá se dirigían todos: mercaderes, soldados, licenciados, aventureros, por lo que decidió viajar a Sevilla donde se organizaban las expediciones. En 1507 le fue otorgado el pasaporte para viajar a las Indias occidentales.
A partir de ese momento dejó de ser Sebastián Moyano y se llamó Sebastián de Belalcázar, como la aldea que lo vio nacer. Se embarcó en la nao de Juan de la Cosa y después de 40 días de travesía, llegó a La Española (Haití). Allí hizo su escuela de guerrero y presenció el proceso de transculturización que se operaba. El idioma español se enriquecía e incorporaba palabras como: canoa, caney, mangle, hicotea, etc. En 1513 pudo enterarse de que Ponce de León conquistó la isla de Borinquén (San Juan de Puerto Rico) y que Vasco Núñez de Balboa descubría el océano Pacífico. Hace migas con Diego de Almagro y Francisco Pizarra, hasta tal punto que al nacerle a aquél un hijo mestizo, éste y Belalcázar fueron los padrinos de bautismo.
La página 5 de Cali Cultural . (Click sobre las imágenes para ampliarlas y hacerlas legibles. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)
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En esa piñata de expediciones, se disputaban el oro, la encomienda de indios, el honor de conquistar y el señorío de posesión del paso entre dos mares. Estuvo al lado de Pizarro cuando éste ajustició a Atahualpa, a pesar de que cumplió la promesa de llenar con oro y piedras preciosas un aposento hasta donde alcanzara su brazo levantado. Tras una cruenta batalla en que los españoles masacraron a cientos de aborígenes, el 6 de diciembre de 1534 fundó a San Francisco de Quito (Ecuador) en honor a los misioneros franciscanos. Teniendo como centro a Quito, expandió la acción conquistadora. Miles de indianos murieron ante caballos, espadas, arcabuces, mosquetones y ballestas.
Entretanto, Belalcázar escuchó a un indio que se refería sobre la existencia de una tierra rica en oro y esmeraldas donde su rey desnudo, embadurnado en oro molido entraba a hacer oblaciones en un lago. Le llamaron El Dorado, nombre que en la imaginación de los conquistadores se hizo fábula de riquezas que bien podía ser el país de las esmeraldas o la tierra de la canela. Sobre esta última, los españoles intentaban buscar inmensas extensiones de canela, que en aquella época era utilizada como aromatizante, para mantener en buen estado las carnes, acompañante de bebidas calientes y alcohólicas, ingrediente de diversos platos y hasta como afrodisíaco. Belalcázar vio allí un destino, por lo que se aprovisionó de gentes, caballos y pertrechos, gastando toda su empresa.
A comienzos de 1536, don Sebastián de Belalcázar, procedente del norte de Quito se encontró frente a un extenso y fértil valle. Era el Valle del Cauca densamente poblado por tribus guerreras dedicadas al cultivo de maíz, la caza y la pesca. Los habitantes de las tierras planas ribereñas eran súbditos de dos importantes caciques, Calambás y Jamundí, mientras que quienes ocupaban las montañas obedecían al cacique Petecui. Los tres caciques defendieron con garra y valor los dominios de la turba invasora dirigida por Pedro de Añasco y Juan de Ampudia. En la batalla contra el cacique Petecuy, la mesnada de Belalcázar hizo correr ríos de sangre indígena, lanzas traspasaron ijares, espadas cercenaron cabezas, centenares murieron, sin que hubiera baja alguna entre los hispanos. Sin amenazas de tribus guerreras, el capitán Belalcázar se dedicó a explorar los alrededores de Villa Ampudia en busca de su anhelado objetivo. El 25 de julio de 1536 fundó a Santiago de Cali, inicialmente establecida al norte de la posición actual, cerca de Vijes y Riofrío. Bajo órdenes de Belalcázar, el capitán Miguel Muñoz reubicó la ciudad al lugar actual, donde el capellán Fray Santos de Añasco ofició, una misa en el lugar hoy ocupado por la Iglesia de La Merced. La ciudad tiene un nombre compuesto a la usanza de casi todas las fundaciones españolas en América. Santiago, uno de los nombres más difundidos en el continente, gracias a las. devociones de Santiago de Compostela en España, hace honor al apóstol Santiago. El nombre de Cali, en cambio, tiene varias lecturas: puede provenir del idioma paez caly (tejido sin agujas), o posiblemente hace alusión a uno de los pueblos rndoamericanos o al nombre que daba a la región y a un río al sur de la ciudad, Lili (en paez húmedo). También se ha pensado que fueron indígenas mejicanos al servicio de los conquistadores quienes dieron el nombre a Cali, del azteca Calli (casa), o posiblemente sea una palabra de origen quechua introducida por los indios yanaconas que fueron traídos por el fundador Sebastián de Belalcázar desde Ecuador, interpretación respaldada por la existencia de una población indígena de nombre Cali Cali en las proximidades de Quito. Santiago de Cali es una de las ciudades más antiguas en Colombia y en el continente americano. Su fundación data a solo 3 años de la fundación de Cartagena de Indias (1533), 2 años antes de la fundación de Santafé de Bogotá (1538) yY a 26 años de la fundación de la primera población hispánica en el continente: Santa María la Antigua del Darién (1510), desaparecida.
Seguidamente, Belalcázar se dirige a la ondulada extensión de los Pubenses, hecho del que puede derivarse el nombre de la Asunción de Popayán, cuya fundación fue el 13 de enero de 1537. En una humilde capilla pajiza, que se levantó, se celebró tiempo después misa solemne el 15 de agosto, fiesta de la asunción, de donde pudo surgir la tradición de que la fundación de Popayán sólo vino a protocolizarse en ese día. A continuación, cruzó el valle del río Magdalena junto a Gonzalo Jiménez de Quezada y el alemán Nicolás de Federmann atravesando las alturas centrales de Colombia y entrando en Santafé de Bogotá. En 1546 ordenó la ejecución de Jorge Robledo - un gobernador providencial vecino - en una disputa territorial, algo muy habitual en los primeros años de la conquista. Fue enjuiciado in absentia, hallado culpable y condenado a muerte por este crimen, por los malos tratos contra los indígenas y por participar en luchas contra los conquistadores. Víctima de su propia ambición, murió antes de emprender el viaje de vuelta a España, para apelar la decisión del Tribunal. Belalcázar el arriero, aventurero, capitán, encomendero, adelantado, mariscal, gobernador, alguacil y fundador cometió los excesos y desafueros del conquistador español, bañó de sangre y saqueó el territorio americano. Junto con Hernán Cortés, Francisco Pizarro y Gonzalo Jiménez de Quesada constituyen el grupo más sanguinario y desalmado de los conquistadores de América- Hispana. La causa de su deceso es un misterio por falta de documentación adecuada que permita dar claridad a este episodio. Cansado y fatigado, la parca lo sorprendió en Cartagena de Indias el 30 de abril de 1551.
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Recordatorios
Por Rodrigo Escobar Holguín
Cali, 4 de junio de 2009. (Agradecemos al autor, Poeta y ensayista, su autorización para publicar el texto. Con una cita - en negrilla aquí - de éste iniciamos el libro y fue motivo fundamental para "investigar" y publicarlo. En la parte inicial del libro lo incluiremos)

Nombrar es un primer paso para recordar. Se nombra asignando una palabra a algo que se quiere distinguir del resto de percepciones en el espacio y en el tiempo, y mantener en la mente. El nombre es un instrumento de la memoria.

Del breve monumento verbal que es el nombre se puede pasar a un monumento físico. Se liga un nombre con un lugar, y se lo propone para que otros lo adopten. Cuando el lugar escogido tiene de por sí una entidad que lo distingue, basta con eso. Hay en cierto valle de Escocia un cerro imponente que se llama Buachaille Etive Mor – el Gran Pastor del Etive. Es al tiempo celebración de lugar y de oficio.

En todas las lenguas hay palabras para nombrar sitios que ayudan a recordar. Suelen relacionarse con el pensamiento y la memoria. Mnemeio en griego, denkmal en alemán, pomnik en polaco, pamiatnik en ruso. Entre los romanos recordar se decía monere. El sufijo –mentum se aplicaba a objetos útiles para ejercer un acto, en este caso, el de recordar. Monumentum era entonces un objeto para ayudar al recuerdo: el vínculo era indudable. Para nosotros ese vínculo ya se ha perdido, y la palabra que hoy usamos suena monumental, como un gran sepulcro vacío, incapaz de suscitar una remembranza que conmueva.

Qué es lo que merece recordarse? Personas, lugares, actos y eventos, incluso abstracciones significativas para una sociedad. Cuando se trata de una persona, pueden surgir ambivalencias. ¿Qué es lo que se celebra de alguien que pudo haber hecho algo digno de conmemoración en un momento o una época de su vida, pero en otro hizo algo que no merece ser celebrado? Si se erige un monumento a Sebastián de Belalcázar en Cali, se trata de celebrar el acto de fundación de la ciudad, y quien lo ordenó.

Ese mismo hombre había sido uno de los españoles que masacraron a cerca de siete mil indígenas en la plaza de Cajamarca, Perú. ¿Es imaginable un monumento a Belalcázar en Cajamarca? Para quien conozca esa historia completa, ¿es posible contemplar el monumento caleño sin sentir el aleteo de la injusticia?

Cuando se trata de una acción colectiva, ¿es justo considerar sólo a los líderes? Como preguntaba el obrero de Brecht:

Una victoria en cada página.
¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?
Un gran hombre cada diez años.
¿Quién pagaba sus gastos?

Entonces, ¿es un buen o mal cambio pasar de celebrar un acto colectivo a celebrar una persona, como pasó con la plaza caleña de la Constitución, renombrada para recordar a un prócer?

Calles y plazas se pueblan de recuerdos superpuestos. Los acontecimientos pueden abundar más que los lugares. Entonces, un monumento debiera poder celebrar más de un suceso, más de una persona. La plaza de Caicedo en Cali podría ser también, como antes, la plaza de la Constitución, e incluso, la de las Ciudades Confederadas.

¿Quién nombra, quién recuerda, quién celebra? De la respuesta depende el alcance social del monumento. Cuando el poeta dice

y ante ese mármol he aguardado en vano

se trata de un recordatorio íntimo, que concierne sólo al enamorado y a su amada. En otra escala podría hablarse de ciertos nombres de países escogidos por una persona y acogidos colectivamente para conmemorar algo o alguien: Venezuela, Colombia. Incluso el nombre de un continente puede convertirlo en monumento: América.

Los lugares pueden ser muy diversos. Están los naturales: un monte, un río, un golfo. En el norte de África, algunos atlas muestran, al norte del Níger, el Árbol del Teneré, una acacia solitaria en medio del desierto. Aunque subsistió por mucho tiempo, ya hoy es apenas poco más que un nombre: en su lugar han levantado un triste árbol de hierro. En las llanuras del Orinoco, los terrenos delimitados por un río y dos afluentes consecutivos del mismo lado se llaman rincones. Cierta noche, Bolívar fue objeto de un atentado en el Rincón de los Toros. La memoria de ese acto ha convertido el lugar en monumento, y más duradero que el bronce, como dice el poeta.

Pero los lugares más cercanos y frecuentes son creados por arte. Un territorio político, una ciudad, calles, plazas, edificios puede recibir un nombre conmemorativo.

No siempre basta con asignar un nombre a un lugar. Sobretodo en los lugares creados, puede darse una materialización del nombre y a veces una representación física. Hay placas que indican las denominaciones y narran los hechos; hay esculturas que evocan lo celebrado. Los recordatorios colectivos pueden llegar a tomar forma visible en el espacio público, se vuelven a veces mármol y bronce.

Los nombres de lugares son de naturaleza tan diversa que han dado lugar a una especie de ciencia, la toponimia. Con ella uno aprende que hay nombres descriptivos como Río Negro, El Palmar; inspirados en los parecidos de un hecho natural con alguna otra cosa, como el Cerro de la Horqueta o el Pico de Loro; nombres generados por las emociones, como Pueblo Bonito, Montebello, Bahía Triste; nombres de otros lugares recordados o soñados por viajeros y migrantes, como los colombianos de Segovia, Jericó, Cartagena; nombres incluso originados en antiguas lenguas y cuyo significado se perdió, o hace parte de un saber arqueológico que hay que rescatar de oscuros libros o de labios de remotos ancianos, como Cauca, Mapiripán, Andes.

Ni el acto de nombrar ni el de materializar lo nombrado aseguran que el recuerdo se fije. Se puede establecer un calendario de celebraciones, de ritos que ayuden a reforzar el sentido de los lugares consagrados. Cuando esto no se hace, es posible que se vaya perdiendo la memoria de lo que se ha querido recordar. Incluso ni aún las ceremonias aseguran a veces el recuerdo, como lo advierte Kavafis con respecto a los Posidoniatas:

Y al término de la fiesta tenían por costumbre
narrar sus antiguas tradiciones
y repetir palabras griegas
que apenas ya pocos comprendían.

Las invasiones, las guerras, las injusticias y las revoluciones borran fácilmente los objetos donde se anclan los recuerdos, no importa qué tan importantes sean. El primer paso es ignorar los nombres del vencido y establecer otros nuevos. Una pacífica aldea polaca de nombre Oswięcim pasa a llamarse Auschwitz, y con esa nueva denominación se volverá un recordatorio de genocidio.

A veces, aunque los nombres locales logren permanencia, ya nadie sabe qué quieren decir: han desaparecido la cultura y el pueblo que les daba sentido. En un país que nunca haya sufrido invasiones, todos los nombres tendrán sentido, y lo conservarán desde los tiempos en que fueron puestos.

El invasor puede poner nombres de desprecio a lugares venerados por los vencidos. Una gran piedra ceremonial con canales, estanques, figuras de ranas, serpientes y lagartos tallados por los aborígenes en un lugar de la actual Colombia fue degradada a comienzos del siglo XX con la denominación de Lavapatas, que los nacionales – para vergüenza nuestra - seguimos usando todavía.

A veces no basta eso, y se acude a la destrucción física. En 1910, un artista levantó en Cracovia un monumento a la victoria polaca - quinientos años antes - sobre los caballeros teutónicos. En 1939, los nazis lo destruyeron, pero fue vuelto a levantar después de su derrota.

Como éste, hay recuerdos inmóviles que tienen la necesaria fuerza y el arraigo espiritual para poder lograr su reconstrucción tiempo después de haber sido demolidos. El teatro El Globo en Londres, ligado a la memoria de Shakespeare; el Pabellón Alemán de la exposición Universal de Barcelona en 1929, obra arquitectónica pionera del siglo XX por Mies van der Rohe; la Ciudad Vieja de Varsovia; el templo de Cristo Salvador en Moscú son algunos de ellos.

Estos lugares con capacidad de resurgir de sus cenizas, incluso mucho después de haber sido destruidos, pueden dar una indicación sobre su naturaleza. Son lugares sagrados. Allí una vez se manifestó algo que concierne a muchos, a través de las generaciones, y que por ello pasan a ser imprescindibles: si por alguna causa fueran destruidos, hay que volverlos a crear.

¿Cómo entonces tener recordatorios urbanos que permanezcan?

Hoy las invasiones ya no son tan de temer. Pero la erosión del recuerdo puede ocurrir por causas internas. Cuando las sociedades no ponen al alcance de su pueblo la riqueza y el conocimiento que producen, la ignorancia y la miseria llegan a dificultar que se conserven estos instrumentos de la memoria. Muchos no saben qué significan esos bronces. Para algunos de ellos constituyen apenas un montón de materia prima con valor económico, y pueden venderlos para obtener dinero o ser usados de otras maneras. Lo que Roma vivió con las invasiones godas lo puede revivir en su seno una sociedad incapaz de compartir sentido y oportunidad entre sus ciudadanos.
Se requiere, pues, alguna equidad, tanto en el conocimiento como en los recursos materiales. Si no, los desvalidos convertirán los monumentos en medios de supervivencia. Y también se necesita conciencia histórica compartida. Y a su vez eso se relaciona con las maneras de narrar y difundir la historia, es decir, de la cobertura de la educación y de la calidad de la enseñanza. No es posible pretender una urbe digna del recuerdo en una sociedad injusta.
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Pantxo responde a don Carlos Vidales
De: Carlos Vidales carlos@bredband.net
Fecha: 10 de agosto de 2009 08:40
Asunto: Pantxo responde a don Carlos VidalesPara:
Don Carlos:
Mucho agradezco el honor que me hace sumercé escribiéndome cosas tan bonitas y recomendaciones tan discretas. Tendré en cuenta las unas y las otras y nunca más diré que sumercé lee a todos esos herejes que nombra, además del insaciable don Arcipreste de Hita, el travieso don Arturito Rimbaud, el desenfadado don Francisco de Quevedo y el malandrín don François Villon, para nombrar solamente algunos de los autores de su copiosa biblioteca.

Pasaré por alto su interesante comentario sobre el buen hermano Rabelais, porque estoy de acuerdo con todo lo que dice sumercé. Quiero más bien concentrar mi asnal atención en lo que me dice sobre el discurso de don William Ospina y otros detallitos sobre don Sebastián de Belalcázar, o Benalcázar.

Comparto su opinión sobre el discurso de don William. Pero me inclino a ser paciente con estas cosas que sumercé critica, porque mi experiencia de burro me dice que vuestras mercedes, los seres humanos, suelen demorarse miles de años, más o menos, para entender ciertas cositas sencillas. Así que dejaré las cosas de ese tamaño. Sí diré, en cambio, que el discurso me pareció bastante bueno, aunque me produjo una leve sonrisa de burro eso de que “A mí me basta visitar una comunidad nativa para entender que no soy indígena, pero me basta ir a Europa para descubrir que no soy europeo. Y sé que si yo no lo descubro, ellos se encargarán enseguida de recordármelo”. Porque a mí me basta colocarme en cualquier lugar de la galaxia o del cosmos infinito para saber que soy burro, hermano de todos los burros que han existido y existirán por los siglos de los siglos. Y es que los burros no tenemos clases sociales, somos todos trabajadores proletarios, explotados y sufridos, hermanos en el trabajo, en el sufrimiento y en la reflexión filosófica. Vuestras mercedes, en cambio, son ricos o pobres, negos o blancos o amarillos o indios, superiores o inferiores, nobles o plebeyos, europeos o miserables cabezas negras, y siempre piensan en esas cosas de la jerarquía, la importancia social, el lugar que les corresponde o no les corresponde en la escalera del “orden social”, etcétera. Yo veo todos los días algunos ejemplares de vuestras mercedes, muy latinoamericanos, que en su país han sido racistas y despreciado a los indios y a los negros, ponerse muy furiosos porque los blancos racistas de Europa los tratan mal, precisamente como ellos, en Latinoamérica, han tratado a sus compatriotas de otro color. Este es un hecho conocido, sabido, rumiado y masticado. Pero vuestras mercedes han construido su inmenso y complejo edificio social poniendo esas estupideces en los cimientos y tratar de erradicarlas equivale a destruir el edificio social. ¿No es entonces más sensato dedicarse a la tarea de la demolición revolucionaria o, cuando menos, a la crítica revolucionaria de su espantosa sociedad?

Pasemos a otra cosa. Lo que sí me ha sorprendido del texto de don William Ospina sobre el secuestro de don Atahualpa, o Atabálipa, es la debilidad de la investigación histórica. No es que a mí me importe mucho, porque yo, como burro, soy más filósofo que historiador y en mi caja de herramientas, como sumercé dice con tanta gracia, solamente cabe la sensatez y el sentido común. Eso de andar revolviendo archivos y descubriendo documentos y “pruebas” le corresponde a sumercé, don Carlos, y a su fiel secretario el ratón Heráclito. Pero la sola sensatez y el sentido común exigen que uno aplique, como dice nuestro camarada Carlos Marx, un insobornable método crítico. Hay que dudar de todo.

¿Por qué presentar a don Atahualpa y sus gentes como “los buenos” frente a los españoles “malos”? Si don Atahualpa hubiera hecho cosas horribles –que las hizo–, ¿se justificaría el crimen que los conquistadores cometieron contra él y su pueblo? ¿Es que tienen razón acaso don Maniqueo, el babilónico don Hamurabi y el petrolero don Jorge Bush cuando dicen que todo se reduce a la lucha de “los buenos” contra “los malos”? Yo no lo creo. Doce años antes de la masacre de Cajamarca, las tropas del rey don Carlos Quinto, tratando de sofocar la enorme rebelión comunera de las ciudades y villas castellanas, incendiaron Medina del Campo y masacraron de esta manera horrible a cuatro mil seres humanos, la mayoría mujeres y niños. Y no cuento a los burros, los caballos y las gallinas, porque a vuestras mercedes eso no les importa. Las masacres de represalia cometidas por orden de don Carlos Quinto contra las poblaciones comuneras fueron horrendas. Una década más tarde llegaron a tierras de América, en calidad de conquistadores, muchos de los soldados que se habían ejercitado en esas matanzas y algunos de los antiguos rebeldes comuneros que se habían ganado el indulto a condición de participar en la conquista. ¿En qué quedamos entonces? La historia de las sociedades de vuestras mercedes es la historia de las luchas de clases. Y las luchas de clases conducen a sangrientas y pavorosas luchas por el poder.

Observe sumercé que no estoy tratando de justificar el horrendo asesinato en masa de Cajamarca, que los conquistadores llamaron a posteriori “batalla”, sino que solamente estoy tratando de argumentar razonablemente para que vuestras humanas mercedes entiendan que, si persisten en conservar y defender su sociedad de clases, que han construido con tan fenomenal codicia y torpeza, será su destino ineluctable continuar sufriendo y cometiendo esas monstruosidades.

El texto de don William Ospina me parece un buen alegato contra la crueldad y la injusticia, contra la felonía y la traición. Pero, francamente, es débil como texto histórico. Nada nos dice de los antecedentes de los secuestradores ni del secuestrado. Tampoco somete a crítica sus fuentes: la cifra de siete mil indios “desarmados” es inverosímil, sobre todo porque los incas se hallaban en plena guerra civil (y en ella cometían masacres con decenas de miles de víctimas) y porque don Atahualpa venía de tomar sus baños de primavera, protegido por sus tropas de corte. Pero también es inverosímil, porque está probado y documentado que en la plaza de Cajamarca no cabían entonces siete mil personas. Precisamente, Francisco Pizarro apostó a sus hombres en torno a la plaza y citó a don Atahualpa allí, como lo relata don Nelson González apoyado en documentos históricos:

Pizarro reunió a los frailes, al tesorero y a los principales capitanes en consejo. Y expuso su plan: cuando haya llegado al centro de la gran plaza triangular, atacarlo sorpresivamente en medio de sus indios (que no podían entrar todos en la plaza para defenderlo, por la estrechez de la única entrada) y hacerlo prisionero.

Y como don William no ha hecho crítica de sus fuentes, no nos dice que existen por lo menos siete versiones diferentes del crimen, si contamos solamente las que han llegado hasta nuestros días. El examen riguroso de esas versiones permite comprender los diferentes intereses y conflictos en juego, tanto dentro del campo de los incas como dentro de la hueste conquistadora, además de ayudarnos a definir exactamente la enormidad del crimen. Varias de esas versiones podrían aportar pruebas –previa investigación seria y concienzuda– para establecer verdaderas responsabilidades históricas: por ejemplo, si a la luz de los hechos fue violada la ley española, como lo afirma rotundamente el padre don Francisco de Vitoria o como se desprende de la carta enviada por don Francisco de Chaves al rey Carlos Quinto, en 1533, o como se deduce de la versión de don Blas Valera. No entro en las citas y referencias precisas de archivo, cosa que corresponde como, ya dije, a sumercé y al ratón Heráclito. Digo tan solo que los documentos existen, que han sido estudiados e investigados concienzudamente por la historiadora italiana doña Laura Laurencich-Minelli, de la Universidad de Bologna, y que cuando uno quiere describir hechos históricos debe emplear la metodología de los historiadores.

Un estudio concienzudo, por ejemplo, podría explicar cómo fue posible que 168 soldados (la cifra varía según las versiones) hayan podido masacrar al cortejo de un soberano inca que se hallaba en plena guerra civil. ¿Es que se realizó verdaderamente la cena, el convite, y en su transcurso fueron envenenados todos los altos dignatarios incas, como lo afirman Blas Valera y Francisco de Chaves? Si así fuera, el acto constituiría felonía en la legislación española de la época (no estoy hablando de actitudes y mentalidades, estoy hablando de leyes) y en tal caso sería un crimen punible. La versión de los Pizarro, en su correspondencia con el rey, incluye la acusación de que el inca preparaba una emboscada. ¿Podrá ser esto verdad, y en tal caso, cómo se explica que 168 soldados pudieran masacrar a miles de soldados en preparativos de emboscada? ¿No parece esto más bien un intento de “blanquear” el crimen? La versión de Juan de Betanzos contiene un detalle a considerar: según Betanzos, don Atahualpa venía completamente borracho de sus festividades en los baños termales. Esto es muy verosímil, porque concuerda con la tradición de beber chicha copiosamente en tales ocasiones. ¿Explicaría esto la falta de vigilancia del inca y de su cortejo? ¿Fundamentaría esto la acusación de felonía, siempre según la ley vigente, contra Pizarro?

En fin, estos son algunos de los ejemplos que yo tengo para sostener que la investigación histórica hecha por don William es débil. Pero lo más sorprendente, a mi juicio de burro, es la falta de sensatez que pone de manifiesto cuando repite la boba monserga de los caballos de los conquistadores, diciendo que los pobres indios estaban estupefactos y paralizados frente a esas “bestias bicéfalas desconocidas vestidas de hierro y capaces de hablar”. Vamos, don William, ningún indio es tan bruto que crea que jinete y caballo son un solo animal, esos son inventos de gentes ocupadas en presentar a los indios como imbéciles. Pongámonos serios, hágame el favor.

También me parece falta de sensatez citar al ilustre don David Edwin Duncan cuando dice que don Atahualpa acudió a la cita con la totalidad de su aparato de poder (al mismo tiempo que se afirma que todos estaban desarmados):

«la élite del gobierno de Atahualpa, sus nobles, sus gobernadores, sus generales, sus sacerdotes y sus adivinos, los mayores responsables del funcionamiento del gobierno imperial, cuya súbita muerte en masa significaba un golpe devastador…”

Estaban en su séquito los nobles de su corte, los jefes militares de su guardia personal, los sacerdotes de la corte y los funcionarios más importantes del poder central. No estaban allí los gobernadores de las provincias, ni los altos generales del ejército, que estaban combatiendo en la guerra civil contra Huáscar, y que siguieron combatiendo incluso después del secuestro de don Atahualpa. El Tawantinsuyo no se desmoronó de la noche a la mañana, como quieren hacernos creer los propagandistas de la inferioridad indígena. No. Se necesitaron décadas de horror, de masacres y de graves errores políticos y militares de ambos bandos, para consumar la más horrible tragedia que jamás hayan sufrido los pueblos del Perú.

Que lo diga don Sebastián de Belalcázar, o Benalcázar, que siendo mozo de quince años asesinó a un burro en su pueblo natal (sí, asesinó a mi primo Manolito Cascos, de manera vil e infame) y para eludir el castigo se enroló como conquistador porque oyó decir que en América sí se podía asesinar impunemente. Participó en la criminal felonía contra don Atahualpa (uso el término legal que configuraba este delito). Hasta donde yo sé, no formó parte del jurado que condenó a muerte a don Atahualpa y quiero aquí decir, de paso, que un poco menos de la mitad de ese jurado votó por la absolución del inca, para que vuestras mercedes entiendan que en la hueste conquistadora había criterios distintos e intereses diferentes. Se fue el tal Sebastián, sin permiso de su jefe, a buscar más oro al norte del Perú y fue dejando un reguero de muertos y cometiendo masacres espantosas. Aniquiló a toda lo población de El Quinche, hombres, mujeres, ancianos y niños, porque no tenían todo el oro que él les exigía. Fundó la ciudad de Quito (diciembre 6, 1534) y ordenó la destrucción de todas las viviendas de los indígenas del lugar para asegurar el asentamiento de los soldados y colonos españoles, anticipándose en casi cinco siglos a los métodos de los sionistas en Palestina. Entretanto, el general inca Rumiñahui, el más alto jefe militar de don Atahualpa, que seguía combatiendo después de la muerte de su soberano, también cometía horrendas masacres de gente indígena indefensa, a la que acusaba de colaborar con los conquistadores: en el valle de Pomasqui, por ejemplo, asesinó a más de 4.000 seres humanos.

Y el resto ya lo saben vuestras mercedes: entró a tierras de la Nueva Granada, continuó cometiendo atrocidades, fundó la ciudad de Cali y hoy tiene una estatua de héroe y se le rinde culto y veneración, vaya uno a saber por qué maldito motivo.

Habrá que recordar, finalmente, que después de la felonía cometida contra don Atahualpa, los criminales comenzaron a arrepentirse. El cronista Oviedo, que estuvo al servicio de los felones y aplaudió en su hora el crimen, escribía:

“La experiencia ha mostrado cuán mal acordado y peor hecho fue todo lo que contra Atahualpa se hizo… en de quitar la vida; con lo cual, además de deservirse de Dios, quitaron a nuestro Señor Emperador y a los mismos españoles innumerables tesoros que aquel príncipe les diera; y ninguno de sus vasallos se moviera ni alterara, como se movieron y alteraron en faltando su persona. Notorio es que el Gobernador [Pizarro] le aseguró la vida… Todo aquello fue rodeado por malos y por la inadvertencia y mal consejo del Gobernador; y comenzaron a le hacer proceso mal compuesto y peor escrito, siendo uno de los adalides un inquieto, desasosegado y descompuesto clérigo, y un escribano falto de conciencia y de mala habilidad.”

Todo esto era otra felonía. Pizarro, el fraile Valverde y el tesorero real, Riquelme, habían comenzado a echarse la culpa de la felonía los unos a los otros, concientes de la enormidad de su crimen, y Oviedo escribía por encargo de Pizarro.

Esto es, don Carlos, lo que yo no había querido manifestar porque considero que sumercé y el ratón Heráclito son los encargados de citar papeles y roer archivos. Pero ya que está sumercé tan entusiasmado con aquello de “in vino veritas”, lo he tenido que hacer yo mientras sumercé se divierte con la botella.

Reciba sumercé mi rebuzno más distinguido.
Pantxo el Orejón
Estocolmo, 2009-08-10
Carlos Vidales
http://hem.bredband.net/rivvid/
http://luisvidales.blogspot.com/
http://losimportunos.wordpress.com/
++++
Actualizó: NTC … / gra . Agosto 9, 2009, 10:59 PM. Agosto 10, 2009. 9:22 AM







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