martes, 28 de julio de 2009

"DE CÓMO FUE SECUESTRADO EL INCA ATAHUALPA ...". Por William Ospina (1998)

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HISTORIA, MEMORIA, ESTATUAS y PALOMAS*
EL LIBRO COMPLETO hasta Capitulo Seis:
Historia, Memoria, Estatuas y Palomas. Compilación
(Allí se puede leer en pantalla completa - fullscreen- y en texto ampliado)
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Capítulo 5. Agosto 9, 2009 Páginas 64 a 76 del libro.
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DE CÓMO FUE SECUESTRADO EL INCA ATAHUALPA POR LA BANDA DE FRANCISCO PIZARRO, CON LA RELACIÓN DE ALGUNAS CIRCUNSTANCIAS DE SU CAUTIVERIO, EL PAGO DEL INMENSO RESCATE Y LA EJECUCIÓN FINAL DE LA VÍCTIMA
Por William Ospina

Arriba: Atahualpa y sus acompañantes entrando a la Plaza de Cajamarca. Abajo: Francisco Pizarro y Sebastián de Belalcazar, dos de los de la banda.

DE CÓMO FUE SECUESTRADO EL INCA ATAHUALPA POR LA BANDA DE FRANCISCO PIZARRO, CON LA RELACIÓN DE ALGUNAS CIRCUNSTANCIAS DE SU CAUTIVERIO, EL PAGO DEL INMENSO RESCATE Y LA EJECUCIÓN FINAL DE LA VÍCTIMA
Por William Ospina
Revista Número # 20, 1998. http://www.revistanumero.com/20inca.htm (Allí sólo parte inicial del texto. Páginas 29 a 32 –fragmento - del libro*)
*Publicado también en: William Ospina, La herida en la piel de la diosa , Aguilar, Bogotá, 2003. (Carátula más adelante). Pags 27 a 45. De allí lo escaneó NTC … (Julio 27, 2009)

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El 16 de noviembre de 1532 tuvo lugar el primer caso documentado de secuestro en el territorio suramericano. Un grupo de españoles dirigido por Francisco Pizarro se apoderó por la fuerza del inca Atahualpa, quien había aceptado una a cenar y había llegado al campamento en el alto valle de Cajamarca, en las montañas del Perú, con un lujoso cortejo ceremonial de incas desarmados.

Las tropas de los aventureros españoles se habían atrincherado en los edificios vecinos, esperando la orden de su jefe para abrir fuego contra los visitantes, pero antes de ello un sacerdote católico, el padre dominico Vicente de Valverde, salió al encuentro de la víctima (Imagen más adelante), le habló del misterio de la Santísima Trinidad, le habló de la creación del mundo y del pecado original, y finalmente le informó que el papa de Roma había entregado esas tierras al emperador Carlos V y que Pizarro venía a tomar posesión de ellas. Al oír la traducción que le hacía el intérprete, el inca sorprendido le respondió que el reino del Perú le correspondía por herencia de su padre Huayna Cápac, y que ambos descendían del Sol, del dios de los incas. Entonces el sacerdote le mostró un objeto hecho de numerosos planos superpuestos exornados de inscripciones, y poniéndolo en manos de Atahualpa le dijo que allí estaba toda la sabiduría. El inca examinó aquel objeto, tratando de escuchar todo el saber que había en él, pero al no oír nada se sintió engañado y lo arrojó por tierra con indignación; era la señal que se requería. El dominico corrió hacia donde se encontraba Pizarro, le dijo que aquel perro arrogante había arrojado por tierra la sagrada escritura, y le dio la absolución previa por todo lo que quisiera hacer contra él y contra sus gentes.

La "batalla" de Cajamarca (Perú) en 1532. Autor: Theodor de Bry. Fecha:1580 . http://www.bridgemanartondemand.com/art/114332/The_Battle_of_Cajamarca_1532 para ampliarla

Los conquistadores, que disponían de cañones y de mosquetes para espantar y también para aniquilar a las tropas de flecheros del imperio incaico, abrieron fuego en todas direcciones, cayeron además con sus espadas sobre los acompañantes inermes de Atahualpa, que no acertaban a huir abandonando a su rey, y dieron muerte en una tarde a más de siete mil personas. El hecho era trágico de una manera extrema: Atahualpa asistió a la cena con toda su corte, como prueba de confianza en los visitantes. Nada más alejado de las expectativas de su cultura y de los códigos de honor seculares de su pueblo que la posibilidad de que un ejército abriera fuego contra ellos sin haber declarado previamente la guerra. Ante la superioridad técnica de los atacantes, ante ese fuego inesperado y traicionero, ante esa ferocidad de los guerreros españoles del Renacimiento que le ha hecho decir a Jacob Burckhardt que en ellos parecía haberse desencadenado el lado diabólico de la naturaleza humana, fue tal el desconcierto de los incas que ninguno reaccionó, y la irrupción de los caballos acorazados de los españoles, bestias bicéfalas desconocidas vestidas de hierro y capaces de hablar, acabó de paralizar al cortejo. Ni siquiera las tropas que acampaban en el valle vecino se atrevieron a asomarse al lugar donde resonaban los truenos. Quienes allí caían aniquilados eran, nos dice David Ewing Duncan,

«la élite del gobierno de Atahualpa, sus nobles, sus gobernadores, sus generales, sus sacerdotes y sus adivinos, los mayores responsables del funcionamiento del gobierno imperial, cuya súbita muerte en masa significaba un golpe devastador para un imperio que había perdido a millares de miembros de su clase dirigente en la reciente guerra civil».


Pero aquella fiesta de sangre no fue más que el comienzo. Con la mano ensangrentada, el propio Francisco Pizarro tomó por los cabellos a Atahualpa y lo llevó a rastras, entre el caos y la masacre, hasta la habitación donde después lo tuvieron cautivo durante nueve meses.

La captura de Atahualpa. http://www.scielo.cl/fbpe/img/rci/v20n1/23-1.jpg http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0716-10182003000100003&script=sci_arttext

Los móviles de aquel secuestro están claros: desde su llegada a América, a los 40 años de su edad, Francisco Pizarro se había hecho el propósito de obtener poder y fortuna, y andaba buscando la región de los incas, siguiendo la leyenda de su riqueza extrema. Pascual de Andagoya, viajando desde Panamá, había oído a unos indios que navegaban en piraguas por las costas del Pacífico hablar de una tierra llamada Pirú, donde un poderoso rey era dueño de tesoros fabulosos. Desde entonces Pizarro se había obsesionado con esa aventura, había conseguido cómplices que lo secundaran, y estaba tan seguro de las riquezas que iba a obtener que hasta celebró un contrato con sus aliados, distribuyéndose de antemano el oro y las tierras que pensaban apropiarse. Eran tenaces, y antes de llegar al Perú afrontaron grandes penalidades, como los meses de delirio en la isla Gorgona, donde chapotearon en el fango entre el asedio de los mosquitos, alimentándose de lagartos y de huevos de tortuga, enfundados en sus armaduras bajo el sol del Pacífico por temor a las bestias venenosas. Pero aún no estaba claro para ellos que lo que se proponían era un secuestro; éste se les fue apareciendo como el camino más eficaz para cumplir su cometido, y sólo cuando Pizarro ya tenía a Atahualpa cautivo en su edificio de Cajamarca, concibió con claridad el monto del rescate que pediría por él. (Hasta aquí en: http://www.revistanumero.com/20inca.htm )

La prisión del inca era una habitación de siete metros de largo por cinco de ancho. Pizarra exigió a Atahualpa que ordenara a sus súbditos llenar de oro esa habitación hasta una altura de dos metros, y trazó una raya en la pared para indicar con claridad el nivel al que debían llegar los tributos. Ello equivalía a setenta metros cúbicos de oro, que en última instancia y en los niveles extremos podría completarse con plata en caso de que el oro aportado para la liberación del secuestrado no fuera suficiente. Empezaron entonces los súbditos de Atahualpa a acarrear por la red de caminos del imperio inca, que eran mejores que los caminos europeos de aquel tiempo, literas cargadas con objetos de oro, intentando llenar la habitación en los dos meses que los secuestradores habían concedido como plazo. En realidad tardaron más de siete en llenarla, y mientras tanto los captores establecieron cierta relación de familiaridad con el prisionero, hasta el punto de que uno de ellos, acaso Hernando de Soto, distraía los meses de su cautiverio enseñándole a jugar ajedrez.


En julio de 1533 se terminó de pagar el inmenso rescate, que ascendió entonces a la cifra de 1.326.539 pesos de oro más 51.610 marcos de plata. Al precio de 1995, el oro recogido ascendía a 88, 5 millones de dólares y la plata a 2,5 millones de dólares, de modo que el precio total del rescate pagado sería al precio de 2003 de 254.800 millones de pesos colombianos. Dejo en manos de los juristas, de los investigadores y de la fiscalía, la indagación de cómo fue distribuido ese caudal entre los partícipes del secuestro, que eran un jefe mayor, Francisco Pizarro, dos socios por contrato, Diego de Almagro y Hernando de Luque, tres colaboradores especiales, los hermanos de Pizarro, Hernando, Gonzalo y Juan, dos jefes destacados en la campaña, Hernando de Soto, futuro conquistador de Florida, y Sebastián de Belalcázar*, cuya estatua ejemplar preside el cerro de los Cristales en Cali (Imágen más adelante), en la extrema frontera norte del imperio de Atahualpa, y 168 guerreros eficientes que asesinaron a cañón, a mosquete y a golpes de espada la tarde del secuestro a un promedio de cuarenta hombres desarmados cada uno. (* http://es.wikipedia.org/wiki/Sebasti%C3%A1n_de_Belalc%C3%A1zar )
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Finalmente pueden calcular también la parte que le correspondió a una suerte de cómplice ciego, o gancho ciego como se decía aquí en las cárceles, el emperador Carlos V, quien había encomendado a Pizarro la misión de apoderarse del Perú --en caso de que el Perú existiera- y quien para tener en paz su conciencia ante el dios que le dio tan ancho imperio había nombrado a estos hombres protectores universales de los indios, pero no rechazó su parte de la recompensa por el hecho deleznable de que unos cuantos peruanos, entre ellos siete mil en un solo día, hubieran perdido la vida.
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<-- Atahualpa y sus acompañantes van hacia a Cajamarca. "Fotografía", Nov. 15, 1532)
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Podría decirse que el emperador, que tenía por entonces la misma edad de Hernando de Soto y de Atahualpa, unos 34 años, ignoraba el modo como se habían dado Ios hechos, y podía seguir siendo el jefe del mayor imperio católico del mundo sin muchos remordimientos, pues sin duda sus súbditos, los secuestradores de esta historia, le ocultarían algunos detalles menudos del hecho.
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Pero la verdad es que en el año de 1534, justo cuando el piadoso emperador recibió a Hernando Pizarra, quien llegaba a entregarle su parte del botín, de eso que en el virtuoso lenguaje de hoy se llamaría el dinero sucio, se publicó en Sevilla el relato detallado de aquel episodio, aunque no se lo llamó Noticia de un secuestro porque en esos tiempos no se solía llamar a las cosas por su nombre, sino "La Conquista del Perú llamado la Nueva Castilla. La cual tierra fue conquistada por el capitán Francisco Pizarro y su hermano Fernando Pizarro",
384 [386], http://www.kb.dk/permalink/2006/poma/386/en/text/?open=id2975196
ATAGVALPA INGA ESTÁ EN LA CIVDAD DE CAXAMARCA EN SV TRONO, VSNO 1
/ Almagro / Pizarro / Fray Uisente / Felipe, yndio lengua / usno, aciento del Ynga / ciudad de Caxamarca / Se acienta Ataguálpa Ynga en su trono. / Guaman Poma, Nueva corónica y buen gobierno (1615). (Click sobre las imágenes para ampliarlas. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)
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que había sido escrito por uno de los miembros de la expedición y publicado de manera anónima, aunque ahora ya sabemos que se trata del soldado Cristóbal de Mena , partícipe del hecho, atento observador y finalmente mal pagado. Pero la verdad es que Pizarro, ávido de poder y de reconocimiento, destinó para el emperador la mayor parte de ese tesoro, no los quintos reales que eran entonces la obligación de los aventureros, y como Carlos V debía a los banqueros alemanes el dinero con el cual compró la corona de Alemania, y sólo podía pagarla con el oro de América, Pizarro no sólo obtuvo el título de marqués y la gobernación de las montañas del inca, sino también una leyenda de paladín y de patriota que dura hasta hoy, y que se enardece en efigies de bronce y resuena en ditirambos en los volúmenes de la historia oficial de nuestros continentes.
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(<-- Estatua de Sebastián de Belalcázar en Cali)
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Cualquiera diría que con tan descomunal rescate los secuestradores habrán despedido a su víctima con abrazos y besos, e incluso con lágrimas en los ojos, como lo hacen a veces sus discípulos contemporáneos, pero la verdad es que Pizarro y sus socios estaban inventando un género y lo inventaron plenamente. Como ocurre a menudo en los secuestros modernos, después de recibido el rescate, en lugar de liberar a la víctima empezaron a pensar qué más podían sacarle, y finalmente decidieron matar al inca Atahualpa, de quien se habían hecho tan buenos amigos, a quien le enseñaban a jugar ajedrez y a quien le conversaban de la civilización europea durante las veladas de nueve meses en la mesa de Cajamarca.
Claro que antes de matado decidieron darle un matiz de legitimidad al hecho cruel y atroz, y montaron un juicio amañado y cínico en el cual un indio llamado Felipillo, que servía de intérprete, que al parecer estaba enamorado de la favorita del inca, y al que le habrán dado también al estilo de nuestra época algún estímulo jurídico e incluso económico, testificó en su contra. Los testimonios de este súbdito resultaron harto convincentes para el jurado, y vinieron adicionalmente acusaciones de poligamia e idolatría: Atahualpa había ofrecido sacrificios a dioses falsos. Allí debió ser utilísimo el testimonio del padre dominico Vicente de Valverde, a quien ya conocemos, y quien se escandalizó de que no besara con veneración la Biblia alguien que nunca había visto un libro; de modo que en vez de dejar en libertad al secuestrado, un improvisado tribunal pulió unos argumentos para asesinado fríamente, dejándonos un ejemplo completo de lo que vendría a ser con el tiempo una de las prácticas más crueles y abominables en nuestras sociedades.

(<-- Retrato de Sebastián de Belácazar que preside el hemiciclo del Concejo de Cali. Fuente, click : aquí )
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Como conclusión de su secuestro, el emperador de los incas, jefe del segundo imperio más grande del mundo después del Imperio otomano, fue condenado en agosto de 1533 a ser quemado vivo. Todavía podían hacerle una última violencia, y se la hicieron: le prometieron cambiarle la pena atroz del fuego por otra si aceptaba la religión de sus asesinos. Aceptó entonces bautizarse y por ello obtuvo el favor de morir estrangulado. El 29 de agosto de 1533, ya con el nombre cristiano de Juan de Atahualpa, en homenaje a Juan el Bautista, a quien también alguien le había cortado la cabeza, fue amarrado a un poste y ahorcado en el clásico estilo español: mediante un torniquete que se va apretando lentamente y que tiene el nombre de garrote vil.
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Hay quien dice que los españoles que lo secuestraron estaban obligados a ello, porque se habían internado de un modo temerario en una tierra donde Atahualpa contaba con un ejército de 80 mil hombres, de modo que si no obraban de esa manera brutal, no habrían podido escapar de aquel encierro.

(<--- Sebastián de Belalcázar en Cajamarca -en Los Baños - habla co Atahulapa un día antes del secuestro http://www.kb.dk/permalink/2006/poma/384/en/text/?open=id2975196 . Guaman Poma, Nueva corónica y buen gobierno (1615)) (Click sobre las imágenes para ampliarlas. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)
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Ello supone una curiosa legitimación: vale más la vida de 168 cristianos que se han adentrado violentamente en un país ajeno, que la vida de los siete mil hombres a los que masacraron en una sola tarde, para hablar solamente de esas víctimas. Por supuesto que todo esto es historia, y en esa medida no vale mucho la pena exaltarse, apasionarse, ni intentar insensatamente modificar el pasado. Pero la verdad es que no estamos hablando del pasado. Me he propuesto contar esta historia interpretando el cautiverio de Atahualpa como lo que fue, como un secuestro abusivo y criminal, porque esa historia tremenda nos ha sido contada casi siempre como una hazaña heroica, donde los bandidos están cubiertos por una aureola luminosa de grandes estadistas, de paladines y de portaestandartes de la civilización. Además es preciso señalar que el hecho no resulta criminal sólo desde la perspectiva de los incas vencidos. Casi siempre, en la historia de las guerras, los crímenes terminan siendo justificados y juzgados a la luz de la moral de los triunfadores. Pero los hechos de Cajamarca resultan criminales a la luz de los principios de la propia civilización cristiana en cuyo nombre fueron cometidos, y causaron alarma en las conciencias civilizadas de la península, y honra a España la certeza de que sus humanistas de entonces reaccionaron con horror ante la noticia de estas acciones. El padre Francisco de Vitoria, en carta dirigida al P. Miguel de Arcos, escribió estas palabras históricas, justo al enterarse de los hechos que acababan de ocurrir en Cajamarca:

"Se me hiela la sangre en el cuerpo. No disputo si el emperador puede conquistar las Indias: presupongo que lo puede hacer estrictísimameme. Pero a lo que yo he entendido de los mismos que estuvieron en la batalla de Atahualpa, nunca ni Atahualpa ni los suyos habían hecho ningún agravio a los cristianos, ni cosa por donde debiese hacérseles la guerra ... Responden los defensores de los peruleros que los soldados no eran obligados a examinar eso, sino a seguir lo que mandaban los capitanes. Accipio responsum para los que no sabían que no había ninguna causa más de guerra, mas ¿para robarlos, que eran todos o los más? Y creo que más ruines han sido las otras conquistas después ... Pero no quiero parar aquí. Yo doy todas las batallas y conquistas por buenas y santas. Pero háse de considerar que esta guerra ex confessione de los peruleros, no es contra extraños, sino contra verdaderos vasallos del Emperador, como si fuesen naturales de Sevilla ..."
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(<-- EL INCA, "el segundo imperio más grande del mundo después del Imperio otomano ...")(Click sobre las imágenes para ampliarlas. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)
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Sorprende que se haya mirado como un hecho civilizador algo que repugnaba a la condición humana desde el propio bando de los ejecutores, y sorprende más aún que casi cinco siglos después todavía se siga jugando a la justificación de esos hechos atroces.

Antes de la llegada del euro, España conmemoró el V centenario del Descubrimiento con un billete de mil pesetas en el que se representaba a los dos «paladines»: Hernán Cortés y Francisco Pizarro. (Imágen más adelante)

Una de las razones por las cuales en nuestro país, e incluso en el continente, no logramos salir del abismo del desorden y de la confusión de una historia llena de injusticias y de abusos, es porque no llamamos a las cosas por su nombre. Cualquier secuestrador puede terminar creyendo que si tiene éxito ya está legitimado ante la historia, no importa cuáles atrocidades cometa. Francisco Pizarro preside, acorazado de pies a cabeza, y sobre un caballo de aspecto infernal tan acorazado como él, la plaza central de la ciudad de Trujillo, en España. (Imágenes más adelante). Es un paladín que les llevó considerables riquezas a su rey y a su patria. Como figura legendaria es un ejemplo para las generaciones. Pero su principal hazaña fue un secuestro, y la destrucción de uno de los más admirables imperios de la historia.

En el libro de Jean Descola, Los conquistadores del imperio español que junto con el libro Hernando de Soto: A Savage Quest in the Americas, me han guiado en la narración de este episodio, aparece un texto que vale la pena citar aquí como comentario de lo contado. Es un extracto del testamento del padre Mancio Sierra Lejesema, otorgado el 15 de septiembre de 1589 ante Jerónimo Sánchez de Quesada, escribano público, en la ciudad de Cuzco, y dice lo siguiente:


"Primeramente antes de empezar dicho mi testamento, declaro que ha muchos años que yo he deseado tener orden de advertir a la Católica Majestad del Rey don Felipe, nuestro Señor, viendo cuán católico y cristianísimo es, y cuan celoso del servicio de Dios nuestro Señor, por lo que toca al descargo de mi ánima, a causa de haber sido yo mucha parte en el descubrimiento, conquista y población de estos reinos, cuando los quitamos a los que eran Señores Incas, y los poseían y regían como suyos propios, y los pusimos debajo de la real corona, que entienda Su Majestad Católica que los dichos Incas los tenían gobernados de tal manera que en todos ellos no había un ladrón, ni hombre vicioso, ni hombre holgazán, ni una mujer adúltera ni mala ... , y que los montes y minas, pastos, caza y madera, y todo género de aprovechamientos estaba gobernado y repartido de suerte que cada uno conocía y tenía hacienda sin que otro ninguno se la ocupase o tomase ... , y que las cosas de guerra, aunque eran muchas, no impedían a las del comercio ... , y que en todo, desde lo mayor hasta lo más menudo, tenía su orden y concierto con mucho acierto ... , y que entienda Su Majestad que el intento que me mueve a hacer esta relación es por descargo de mi conciencia ... , pues habemos destruido con nuestro mal ejemplo gente de tanto gobierno como eran estos naturales ..."

(--> http://historiaperuana.blogspot.com/2009/03/dibujo-llevando-el-rescate-de-atahualpa.html Incas llevando piezas de oro para el rescate de Atahualpa. Théodore de Bry )(Click sobre las imágenes para ampliarlas. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)
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Esto nos ayuda a percibir mejor la complejidad de eso que llamamos la Conquista de América, una época que persiste en el fondo de nuestras pesadillas y de nuestros delirios. He advertido que a los americanos recordar estas cosas nos duele, a pesar de que hayan pasado los siglos, y aunque sabemos bien que no estaríamos aquí ni hablaríamos esta lengua que amamos si no se hubiera dado ese proceso desmesurado y brutal. Ser hijos de la fusión de las razas no nos autoriza a arrojar una bendición indiscriminada sobre todo lo que ocurrió entonces. Nos exige mirado con detenimiento, con serenidad, con inmensa curiosidad, y nos exige también que seamos capaces de exaltarnos con su belleza y de estremecemos con su crueldad. Nos exige todavía arrebatar aquellas cosas a su abismo de silencio y de olvido, al orbe de lo inexpresado, y darles vuelo en el lenguaje, en la interpretación, pues tal vez Freud tenía razón cuando dijo que «lo que así permanece sin explicación retorna siempre, una y otra vez, como un alma en pena, hasta encontrar explicación y redención».

(--> La pieza que se llenó de oro para el rescate)
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Por supuesto que Europa no sólo trajo a América destrucción y barbarie, que también hubo una voluntad de aportar a nuestro continente elementos de cultura y de civilización. Aun en el seno de la Iglesia católica, que estaba obligada por sus propios dogmas a rechazar y combatir los cultos y las mitologías de los pueblos nativos, numerosos prelados se esforzaron por comprender el mundo al que llegaban, se esforzaron por proteger a los pueblos nativos de los excesos de la codicia y del salvajismo de los guerreros. Pero los hechos inhumanos fueron muchos, y lo que principalmente podemos advertir en el episodio del secuestro del inca, es el poder destructivo que subyace en la idea de la superioridad de una cultura sobre otra, de una raza sobre otra, de una religión sobre otra. Esa idea de superioridad no murió con la Conquista, y ni siquiera murió con la Independencia. Colombia ha vivido más arduamente que otros países esos cuadros de intolerancia nacida de la idea de que hay unos sectores de la sociedad más dignos que otros de los bienes del mundo, monstruosos esquemas de clasismo y de desprecio por los humildes con los cuales es imposible ac­ceder a una democracia verdadera. "Antes de la llegada del euro, España conmemoró el V centenario del Descubrimiento con un billete de mil pesetas en el que se representaba a los dos «paladines»: Hernán Cortés y Francisco Pizarro."

Abundan en la historia las batallas que produjeron miles de muertos. Lo que no abunda es el ejemplo de matanzas de tal magnitud por fuera de las batallas, el asesinato de seres inermes, y cuando se las encuentra es casi siempre fruto del sectarismo de las religiones y de las razas. En el ejemplo de Cajamarca lo más duro es pensar que aquellos siete mil incas desarmados fueron asesinados en una tarde por sólo 168 guerreros. Ello habla muy elocuentemente de la extraña contextura moral de los conquistadores, hombres recios y resistentes hasta el límite de lo increíble, hombres invulnerables a la piedad y a la compasión. Pero jamás habrían podido los soldados cometer una matanza como aquélla, si no se hubieran sentido estimulados por la idea de la superioridad de su propia cultura, autorizados por los enviados de su religión, y tácitamente sostenidos por el emperador que de tal manera se benefició con los resultados del hecho.

(<-- "Francisco Pizarro preside, acorazado de pies a cabeza, y sobre un caballo de aspecto infernal tan acorazado como él, la plaza central de la ciudad de Trujillo, en España." ) (Click sobre las imágenes para ampliarlas. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)

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Los tiempos cambian. El Vaticano ya no bendice ejércitos, como lo hizo a lo largo de toda la Edad Media y del Renacimiento, y creo que en ninguna parte se ven ya sacerdotes católicos bendiciendo armas o tanques de guerra. Pero es muy sorprendente leer que antes del episodio en que fue capturado Atahualpa y aniquilada su gente, todos los miembros de la expedición se confesaron y recibieron la comunión, para que la jornada fuera exitosa.

Una vez más nos decimos que son cosas del pasado. Pero ¿es esto totalmente cierto? ¿No se oye cada vez con mayor frecuencia hablar entre nosotros de la piedad de los bandidos, de la devoción de los asesinos? No hace mucho nuestro escritor Fernando Vallejo publicó una novela de nombre aparentemente blasfemo: La Virgen de los Sicarios. Mediante un relato de ficción él aludía allí a un hecho real, la devoción de los sicarios adolescentes por las potestades del santoral cristiano, el modo como piden en sus oraciones que el cielo les ayude para el cumplimiento de las violentas tareas que acometen.

(<-- "Francisco Pizarro preside, acorazado de pies a cabeza, y sobre un caballo de aspecto infernal tan acorazado como él, la plaza central de la ciudad de Trujillo, en España.") (Click sobre las imágenes para ampliarlas. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)

¿Qué les hace pensar que la crueldad de sus acciones es compatible con la piedad, con la devoción y casi con la plegaria? ¿Qué les hace sentir a esas gentes humildes que aceptan a menudo la tarea de guardianes de personas secuestradas, que lo que están haciendo no destruye su bondad y su propia humanidad? A mí me asombra descubrir en un hecho de hace casi cinco siglos perfectamente delineada una práctica que entre nosotros se ha ido fortaleciendo con el paso del tiempo, y que sobre todo en los últimos 15 años se ha desencadenado como una verdadera fiebre.

No sé qué secreto vínculo une aquellos hechos antiguos con los de hoy, y sé en cambio que las analogías mecánicas son toscas, siendo muy distintas nuestras circunstancias de las que caracterizaban a esta tierra en tiempos de la Conquista. Sería incluso una arbitrariedad pretender establecer una simple ley de consecuencia entre el episodio que he narrado y lo que ocurre hoy entre nosotros. Pero me gustaría que este ejemplo no fuera desdeñado simplemente por su distancia en el tiempo, que fuera entendido siquiera como eso, como un ejemplo, como un precedente significativo en la medida en que, además de sus elementos políticos y pecuniarios, reúne de un modo casi prototípico algunas de las conductas propias del secuestro moderno: la toma violenta de una víctima inerme, el largo cautiverio, el rescate desmesurado, el pago de dicho rescate y el posterior sacrificio de la víctima.

Habrá además quien sostenga que no es posible llamar secuestro a ese hecho, ya que hay que considerar allí los altos asuntos políticos propios del choque de las culturas y del proceso de civilización y evangelización que España se proponía, aunque a veces degenerara en hechos de barbarie. Pero hay que recordar que no fue sólo en América, también en Europa la conducta de este tipo de soldados era observada con perplejidad, y éstas por ejemplo son las palabras que Jacob Burckhardt escribió a propósito de los soldados de Carlos V:

"A quien conozca sus atrocidades en Prato, Roma, etc., le costará trabajo después interesarse, en un alto sentido, por Fernando el Católico y Carlos V. Ellos conocían a sus hordas y las dejaron, no obstante, obrar libremente. La profusión de documentos de sus Gabinetes, que va saliendo poco a poco a la luz, podrá resultar una fuente de datos importantísimos ... pero nadie buscará ya en los escritos de tales príncipes el estímulo de un pensamiento político fecundo."

Hay épocas, como el siglo XVI español, tan embelesadas con la guerra, que ésta pierde su carácter de hecho excepcional y termina convertida en la manera natural de vivir. Yo a veces me pregunto si no está ocurriendo eso en la sociedad colombiana, donde la guerra civil fue la constante del siglo XIX, donde hemos vivido en el siglo XX: no una paz rota por guerras frecuentes sino una larga guerra a veces asordinada por asomos de paz. Y no es que no nos demos cuenta de que esa guerra existe: es que de tal manera vemos el mundo como una guerra perpetua que cada quien trata de acomodarse de la mejor manera a esa inercia fatídica, y como bien lo dice un personaje de García Márquez, «cada quien se tiende a morirse por donde le duela menos». Esa pasividad, esa resignación, se prueban en el hecho de que nadie ignora la guerra, todo el mundo se queja, todo el mundo está alarmado, pero casi nadie concibe cómo podría ser nuestro país en paz, con seguridad, con prosperidad. La consigna de la paz no está llena de proyectos concretos, de reclamos nítidos, de claras tareas ciudadanas, se va convirtiendo por ello en una suerte de fórmula abstracta en la que no alcanzamos a percibir promesas verdaderas, y muchos terminan pensándola como una entelequia.

Ni siquiera podemos, como el inca Atahualpa, sentir la perplejidad de que unos hechos brutales vienen a romper el equilibrio de una vida ordenada y armoniosa: no hemos visto jamás el rostro verdadero de la libertad que tantos pregonan, no hemos visto jamás la plenitud del ejercicio de los derechos humanos, no hemos visto jamás el rostro de una paz duradera, próspera y fraterna, sino sólo el eternizarse y el ahondarse de una situación de precariedad y de zozobra.

Pero sí hay algo en lo que estamos próximos a él: sentimos gravitar a nuestro alrededor un tipo de inhumanidad no desconocida pero sí creciente. Un tipo de relación con los misterios de la vida y de la muerte que no se funda en valores sino exclusivamente en intereses, en cálculos de beneficio. La riqueza, el poder, la ventaja, parecen autorizar toda suerte de horrores, y hasta las más altas potestades, los reyes y los dioses de aquel tiempo, los poderosos y los virtuosos del nuestro, parecen aliados secretos de esos bandos implacables, y no hacen nada por impedir que se sientan autorizados a sacrificarlo todo, incluso a sí mismos, en los altares de una fiesta atroz. Sólo porque permitimos que nuestra sociedad repose sobre los supuestos del odio y de la exclusión, porque nuestro orden injusto es una escuela de resentimiento, porque olvidamos construir el puente, el lenguaje y el espejo que nos permitan ver a los que no se nos parecen como complementos provechosos de nuestro ser, como miembros de una misma, frágil y trágica especie, de una misma humanidad.
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VIDEOS RELACIONADOS: Pizarro Y Los Incas, discovery channel
http://www.youtube.com/watch?v=cbwGOs1t3Jg 1
http://www.youtube.com/watch?v=9TcxWFA3sEk 2
http://www.youtube.com/watch?v=EFJfaN0s4fA 3
http://www.youtube.com/watch?v=vCZmKuFQttI 4
http://www.youtube.com/watch?v=voj0DAgs5bM 5
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La conquista del Perú - Bloque 1
http://www.youtube.com/watch?v=uBCSso_FXYw
http://www.youtube.com/watch?v=fuAgkDyCLaA 2 no menciona a sb
http://www.youtube.com/watch?v=FECSPh9a4Ws 3
http://www.youtube.com/watch?v=FdzE7Rr3els 4

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SOBRE Sebastián de Belalcázar y Cali (Julio 25, 1532-2009) y “Monumentos, reconocimientos e Historia.”

Por Carlos Vidales, carlos@bredband.net
Estocolmo, 27 de julio de 2009.

Por ahora solamente digo que la conquista de América fue un crimen monstruoso, pero también digo que muchos de nosotros somos descendientes directos de los criminales y de las víctimas, en diversos grados. Es un gravísimo error discutir esas monstruosidades como si hubieran sido cometidas por “otros”, por “los otros”, por “ellos”. No. Todos estamos metidos hasta más arriba de las orejas en ese fango.

En mis “Memorias de un Burro” (http://hem.bredband.net/rivvid/pantxo/PANTXO2.HTM ) conté yo, hace unos quince años, lo del secuestro de Atahualpa. O mejor dicho, lo contó el burro Pantxo. Es más: el burro sugirió la exacta correspondencia entre los conquistadores de antes y los de ahora. Porque los secuestradores y torturadores de hoy, llámense como se llamen y sean de “derecha” o de “izquierda”, hacen exactamente lo mismo que los conquistadores (nuestros abuelos), su plan es de conquista y de despojo de tierras y riquezas (y por eso es de desplazamiento). No es que “parezcan” conquistadores. SON conquistadores. Y lo que hoy ocurre en Colombia ES UNA CONQUISTA y una guerra cruel ENTRE CONQUISTADORES.

Por eso es natural, normal, comprensible, que se le hagan enormes homenajes a los conquistadores de hace 500 años. El poder, el verdadero poder, sigue en manos de sus compinches, es decir, de la parte de nuestra familia que sigue cometiendo crímenes horrendos. Sería absurdo que no rindieran homenajes a sus abuelos, mentores y maestros.

Lo que es verdaderamente monstruoso, es que ahora aparezca tanta gente “inocente” que condena a los genocidas de ayer y al mismo tiempo participa en los ceremoniales celebratorios de cualquier índole organizados por los genocidas de hoy. Y es que siempre hemos dicho que “podemos estar juntos pero no revueltos”, aunque, por nuestra natural inconsecuencia acabamos estando siempre más revueltos que juntos. Todo queda en familia.

Finalmente: la única diferencia importante entre los conquistadores de ayer (Pizarro, Cortés, Quesada, Belalcázar) y los conquistadores de hoy (don Berna, don Álvaro, don Jojoy, don Pablo), consiste en que hace quinientos años se consideraba legítimo, permitido, autorizado, matar, masacrar y despojar, si se hacía por la fe de Cristo, por la Corona y por la civilización; y en cambio, hoy, se considera ilegal, criminal, punible, prohibido, hacer todas esas cosas, independientemente de los móviles, motivos y fines. Ese pequeño detalle hay que tenerlo en cuenta a la hora de juzgar a los criminales de hace medio milenio, y a los de hoy.

Carlos Vidales. Estocolmo, 27 de julio de 2009.

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Al respecto, la autora, nos envió (julio 30, 2009) el siguiente texto, que agradecemos.

El Rencor histórico

No se puede cambiar el curso de la historia a base de cambiar retratos colgados en la pared.
Jwaharlal Nehru

Leonor Fernández Riva *
6 de Julio de 2009

Probablemente la sangre que corrió en América antes y después de su descubrimiento y conquista, ha sido ya superada con creces por la tinta empleada para relatar, documentar… y denunciar tan formidable gesta. Ese rencor histórico que domina la memoria de algunos historiadores ha puesto de moda en la actualidad un nuevo y lenitivo ingrediente: derrocar estatuas. Como si derribando estatuas pudiese ser borrada o cambiada la historia.

Qué terquedad tan paralizante la de querer aferrarse a los errores del pasado para justificar un estéril presente. No se trata, claro está, de olvidar el pasado, pero hay que comprenderlo y analizarlo a la luz de la evolución histórica. De ninguna manera se pueden juzgar los acontecimientos del siglo XV bajo el baremo humanista y moderno del siglo XXI.

Hay hechos en la historia que son inevitables. El descubrimiento y la conquista de América en el siglo XV fueron dos de ellos. Navegantes de varios países de Europa pujaban en ese instante de la historia por encontrar el atajo que les permitiera llegar exitosamente hasta la India y su fructífero comercio de condimentos y sabores. Era solo cuestión de tiempo que alguno lograra su objetivo. El genovés Cristóbal Colón, con audacia, cálculo, inteligencia, valor… y una buena dosis de buena suerte, les ganó de mano a todos los demás. Y si bien no encontró la ruta hacia la India descubrió para el mundo un nuevo y prodigioso continente.

Para juzgar esta hazaña hay que colocarse en el instante histórico en que sucedieron los acontecimientos. ¡Hace más de 500 años! Las guerras, las invasiones, las conquistas siempre han sido crueles, pero en aquella época eran salvajes, sin piedad, sin cuartel. Se arrasaba a los pueblos conquistados y los vencidos -hombres, mujeres, ancianos y niños- eran pasados por las armas o sometidos a la más abyecta sumisión. En el siglo XV ese era el espíritu de los ejércitos de todas las naciones. Y ese fue también el espíritu de los aventureros que conquistaron América. Con un agravante nefasto: en su mayoría se trataba de mercenarios acostumbrados solo a guerrear y que al concluir España su larga lucha contra los moros debieron escoger entre retornar a una vida labriega y monacal en sus pequeñas aldeas o vivir nuevas y emocionantes aventuras en las Indias con la promesa añadida de incrementar sustancialmente su ducado y sus ducados.

Ciertamente, los conquistadores españoles no fueron ni mucho menos seres llenos de bondad, almas de Dios. Nada de eso. Pero nadie puede negar que fueron valientes y sobre todo, seres de su tiempo. A pesar de todos sus crímenes, muchos historiadores concuerdan en que el exterminio y atropello de los aborígenes suramericanos hubiera sido mucho más sangriento y radical si los hombres llegados allende los mares hubieran tenido otra nacionalidad.

Y entretanto, ¿qué pasaba en América antes de la llegada de los españoles? No nos llamemos a engaño. La vida de los pueblos indígenas de América, antes de la llegada de los conquistadores no era ni mucho menos medianamente idílica. Los Incas, por ejemplo, no eran lo que se puede decir peras en dulce. Eran conquistadores y ¡ay de quien se les opusiera! Como una pequeña muestra de su violento proceder transcribo al final de estas reflexiones el relato de la sangrienta venganza llevada a cabo por el inca Huayna-Cápac en la laguna de Yaguarcocha en Ecuador, donde según la leyenda murieron más de veinte mil caranquis pasados a cuchillo.

Este hecho ocurrido en el año 1487- más de cincuenta años antes de la llegada de los españoles a estas latitudes- y otros similares, les granjearon a los conquistadores incas innúmeros enemigos entre los pueblos indígenas sometidos, a tal punto que muchos de ellos prefirieron colaborar con los conquistares peninsulares. Hay algo muy sospechoso en los indígenas que sobrevivieron a la conquista, porque está demostrado que la dominación española no hubiera podido darse sin la colaboración de muchos nativos. Solo Dios sabe si sobre muchos de sus ancestros pesa la ignominia sin nombre de la traición a su raza.

Es difícil comprenderlo y mucho más aceptarlo, pero está demostrado que la rueda de la historia se mueve con sangre. La guerra, la conquista, la dominación se albergan en el espíritu mismo del hombre. Así ha sido y así lamentablemente seguirá aconteciendo. Conocidos los perfiles guerreros de los actores del conflicto en América es difícil imaginar entre ellos un encuentro y una convivencia pacíficas. La fatalidad había dispuesto que a partir del siglo XV Europa y América tuviesen ese encuentro con su destino. Y no había alternativa: o eras español o eras indio.

Pero lo que no podemos olvidar cegados por el rencor histórico es que de ese choque de culturas y de pueblos nació una nueva raza. Porque al final, como sucede en todas las guerras, fueron más los nacimientos que las muertes. No somos ni indios ni españoles; somos americanos. Las dos sangres circulan vívida y atropelladamente por nuestras venas. Nuestros ancestros españoles e indígenas están presentes en la esencia misma de nuestro ser. La audacia, el valor, la alegría, la pasión, el afán de conquista y de guerra del español corren por nuestras venas, pero también el estoicismo, el valor para enfrentar el destino, esa paciencia infinita de la raza indígena para aguardar mejores días. Y ¿por qué no? También su fiereza y su odio ancestrales. Colombia se distingue como tal vez ningún otro pueblo americano por esa confluencia de características anímicas que han contribuido a su desarrollo, a su progreso, a su crecimiento imparable, pero también al choque constante entre hermanos y al odio salvaje que ha alimentado las luchas intestinas que nos han dividido y desangrado desde el principio mismo de nuestra historia.

¿Vamos a cambiar el pasado destruyendo una estatua? ¿Una estatua que ya es el referente de una ciudad? ¿Y cuál pondríamos para reemplazarla? ¿Otro personaje pintoresco? ¿Sembraríamos un árbol? ¿ Nativo?

Aprendamos de España, que sufrió en carne propia durante más de ocho siglos la dominación de los moros y que al expulsarlos no destruyó la Giralda, ni la Alhambra, ni muchas otras mezquitas construidas durante su dominación porque entendió que esos preciosos monumentos eran el testimonio mudo de su historia. Porque ese episodio forjó a su pueblo y le dio características únicas. Porque como la epopeya del mundo, la suya fue también una gesta de lucha, de conquista, de dolor, de dominación… y de victoria.

Miremos el pasado como un referente de la gran gesta que nos precedió; del sufrimiento inmenso del que somos originarios; de lo que somos capaces de resistir y sobre todo, de lo que somos capaces de hacer para descubrir y conquistar mejores días para nuestro pueblo. Porque al final después de tanto dolor, de tanta injusticia, no fue la fuerza de la espada la que forjó nuestra historia sino la fuerza del amor, la unión de dos razas. Por nuestras venas circulan unidas la fiereza, la sabiduría, la audacia, el valor… y la alegría de quienes nos antecedieron. Esa mezcla nos hace diferentes, soberbios, únicos.

Indios y mestizos tenemos hoy el deber y la oportunidad única de crecer y luchar unidos para hacer grande a nuestro país, para contribuir al bienestar de toda la comunidad. Parquearnos en el rencor histórico de acontecimientos pasados mantiene abierta la herida de acontecimientos que no pueden dar marcha atrás, que nos impiden ver con claridad las posibilidades del presente. Pero por sobre todo, añadimos otro motivo de odio y de resentimiento entre hermanos y un pretexto más para multiplicar los conflictos que desangran a nuestra martirizada patria.
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Laguna de Yaguarcocha

“Por 1487, esta región -habitada entonces por los Caranquis- fue dominada por el Inca Huayna-Cápac. Para evitar enfrentamientos, los Caranquis fingieron someterse, pero una noche, mientras el Inca y sus orejones descansaban plácidamente entregados al ocio y al festín, fueron asaltados impetuosamente por los Caranquis quienes ocasionaron una terrible mortandad, poniendo en peligro inclusive la vida del mismo Inca.

“La reacción de Huayna-Cápac fue terrible, iniciándose entonces terrible y sangrienta batalla que culminó con el triunfo de inca conquistador.
“Una vez declarada la victoria en su favor, Huayna-Cápac no puso término a su venganza, e hizo pasar a cuchillo a todos los varones capaces de tomar las armas... El lago apareció entonces a la vista de los indios como un mar de sangre, y aterrados le apellidaron Yaguar-Cocha, nombre con el cual se conoce hasta ahora» (F. González Suárez.- Historia General de la República del Ecuador, tomo I, p. 76).
Yaguarcocha, el nombre indígena de esta laguna, que se ha conservado hasta la actualidad significa «Lago de Sangre»- se deriva de las raíces quichuas Yaguar=sangre y Cocha=lago.

Y aquí otro pequeño apunte en referencia a las “idílicas” tribus de indígenas que poblaron el Valle del Cauca:

“…La tribu o tribus más numerosas de la parte occidental de la llanura eran las que tenían de jefe principal a pete o petecuy, que habitaba en terreno elevado y tenía en su vivienda más de cuatrocientos cueros de indios colgados, llenos de ceniza, cuya carne había sido manjar en la corte del cacique. En otras casas ostentaban tales trofeos en menor número ; eran de los enemigos vecinos y tenía mayor mérito el indio que más gente hubiera matado. Las mujeres participaban de esas luchas y de esos festines, y si eran de los vencidos, su carne servía de manjar…”
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http://leonorfr.blogspot.com/2008/01/blog-post.html
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Estatuas de valientes asesinos : ¿Rencor histórico?

Por Yves Moñino ( 1 )

Paris, 2 de agosto de 2009 . Especial para NTC … Nos Topamos Con … http://ntcblog.blogspot.com/, por lo publicado en (2 y 3). Este texto del Profesor Moñino, que agradecemos, se publica en 2 y se enlaza en 3 .

La estatua de Sebastián de Belalcazar, el bárbaro godo paralizado en el bronce desde 1937 hasta el final de los tiempos, o al menos hasta la corrupción del noble metal, me encanta. Lo dice todo. Victorio Macho, su escultor, era también godo pero republicano y se exilió un tiempo después de la victoria de Franco, otro godo bárbaro que dejó España llena de muertos y de estatuas a su propia gloria, en pie y a caballo. No aguantó Victorio el exilio, volvió a su país echándose arrepentido a los pies del dictador. Había pedido que al morir lo enterraran a los pies de una atroz estatua de Cristo, que parece representar al profeta cuando dijo « ¿Pensáis que soy venido a poner paz en la tierra? Os digo que no, sino división » (Lucas 12:51) o « No vine a meter paz, sino espada ». (Mateo 10:34) La « férrea espada » de Belalcazar, – según la expresión infeliz de la página web de la alcaldía de Cali, pues la de la estatua es de bronce y no de hierro –, su elegante coraza, su pesado guante que te mata a siete indios de una sola cachetada, su expresión de pensador mirando con arrogancia el mundo que acaba de poner a sus pies a la punta de Tizona, que así se llama su espada, ahí está toda el alma de Sebastián el Tizón, esa plaga que no deja ni una papa, como ocurría con la hierba después de pasar Atila. Por eso me encanta la estatua. Y no importa que Belalcazar fuera analfabeta, que Macho le trasladara algo de sus estatuas de Pérez Galdós y Unamuno, pobres, no las necesitaban. Sólo necesitan estatuas los tiranos, los asesinos y los generales. Para que queden claros los valores que en el fondo rigen nuestro mundo actual, sugiero que en vez de fingir demonizarlos, se les irga dos estatuas a Jorge 40 y al Mono Jojoy en la plaza Bolívar de Bogotá. Nadie puede negar que son dos valientes, dos seres de su tiempo, como dice Leonor Fernández Riva hablando de los conquistadores de antaño (2 y 3).

Apreciada Leonor, no soy partidario de derrocar estatuas. A favor del furor del pueblo en una revolución, lo acepto : los franceses que rompieron estatuas en 1789, o los españoles en 1936, tienen toda mi simpatía porque se desahogaban con un júbilo feroz de siglos de opresión. Y sí cambiaron la historia. Pero derrocar estatuas por decreto, en ningún caso lo avalo : sería una hipocresía y sería inútil, pues como dice usted, no cambiaría la historia. Prefiero la solución que adoptaron los alemanes después de la guerra : no derribaron la muchas estatuas y monumentos nazis que quedaban en su país, sino que les agregaron letreros explicativos, muchos de los cuales dicen : « esto fue elevado por criminales ». Así se integra el pasado, porque permite superarlo sin seguir eternamente enlodado en él. Eso sugiero, esta vez seriamente, para la estatua del bandido que domina la bella Cali : que le pongan una placa « fundador de Cali con el oro que robó a los indios, trás asesinar a miles de ellos ». Y no me venga con el argumento de que los indios también eran crueles. El burro Pantxo de Don Carlos Vidales (3), cuya divina prosa le aconsejo leer, ya lo ha dicho todo al respecto. Sólo agregaré que no hay en Colombia estatuas del asesino Huayna-Cápac, y que no lo lamento.

Y tampoco me venga con el cuento de que juzgamos a nuestros antepasados de hace 500 años con criterios de ahora. Los juzgamos con criterios humanos de siempre. Con la violencia para acaparar y la injusticia resultante nacieron los anhelos de paz y de justicia. Hace 500 años, hace 1000 años, hace 10 000 años (antes no, porque no había guerras entre los cazadores-recolectores), hubo mucha gente que denunció los horrores de la guerra y los asesinos, tiranos y generales que viven « valientemente » de ella, porque les daba el mismo asco e indignación que a nosotros. Sólo le mencionaré tres famosos « seres de su tiempo », valientes de verdad porque no temían el furor de los violentos y poderosos en su contra : los humanistas Las Casas, Rabelais y Montaigne, contemporáneos del bárbaro Sebastián de Belalcazar, el Tizón de la Tizona.

Yves Moñino, franchute colombianizado.
De Yves MONINO , ymonino@orange.fr
para NTC <ntcgra@gmail.com>
fecha Paris , 2 de agosto de 2009 17:58
asunto re: Cali, 473 años! y Sebastián de Belalcazar
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Responde Pantxo * a Estatuas de valientes asesinos : ¿Rencor histórico? Por Yves Moñino .
Estocolmo Agosto 3, 2009
· * http://hem.bredband.net/rivvid/pantxo/BURRO01.HTM Y **

Híjole, se emberriondó mi excelente amigo franchute don Yves Moñino! Ojalá tuviéramos más franchutes como él en Colombia, no solamente porque escribe muy bien sino porque es buen ejemplo para vuestras colombianas mercedes: él dice francamente su opinión sin insultar a nadie y eso da mucho gusto.

Me ha emocionado enormemente que el Señor Hermano Yves diga que yo, humilde burro, tengo una “divina prosa”. Se lo agradezco de corazón y le prometo que trataré de merecer tan alto elogio cuando la inspiración y el caletre me estimulen a escribir alguna de mis reflexiones. No será fácil, porque don Carlos Vidales me tiene ahora muy ocupado con una cantidad de menesteres tan abrumadora, que he llegado a sentir nostalgia de aquellos días terribles de la conquista, cuando el tunante de Benalcázar (o Belalcázar, alias “El Fierroso”) me obligaba a cargar baúles repletos de biblias e instrumentos de tortura. “Estamos civilizando”, decía ese bandido, y yo pensaba: “Su merced no está civilizando, está desplazando y masacrando, y me está obligando a cargarle su arsenal de ignominias”. Pero solamente lo pensaba y no lo decía, porque cuando un burro rebuzna todos se hacen los que no entienden.

Sea como fuere, diré que me siento muy agradablemente sorprendido al constatar que el Señor Hermano Yves sí se acuerda de mi excelentísimo amigo el hermano Fray Bartolomé de las Casas. Estoy segurísimo de que también se acuerda del hermano Montesinos, porque su terrible sermón “Ego vox clamantis in deserto”, apostrofando en sus cochinas y peludas caras a los conquistadores, en Santo Domingo, el primer día de Adviento de 1511, fue reproducido por el hermano las Casas y lo contó de este modo:

Llegado el domingo y la hora de predicar, subió al púlpito el susodicho padre fray Antón Montesino, y tomó por tema y fundamento de su sermón, que ya llevaba escrito y firmado por los demás: Ego vox clamantis in deserto. Hecha su introducción y dicho algo de lo que tocaba a la materia del tiempo del Adviento, comenzó a encarecer la esterilidad del desierto de las conciencias de los españoles de esta isla y la ceguera en que vivían; con cuánto peligro andaban de su condenación, no advirtiendo los pecados gravísimos en que con tanta insensibilidad estaban continuamente zambullidos y en ellos morían. Luego torna sobre su tema, diciendo así: "Para dároslos a conocer me he subido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto de esta isla, y por tanto, conviene que con atención, no cualquiera, sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual voz os será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás pensasteis oír".

Esta voz encareció por buen rato con palabras muy punitivas y terribles, que les hacía estremecer las carnes y que les parecía que ya estaban en el divino juicio. La voz, pues, en gran manera, en universal encarecida, les declaró cuál era o qué contenía en sí aquella voz:

"Esta voz, dijo él, que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y creador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto, que en el estado [en] que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo".

Finalmente de tal manera se explicó la voz que antes tanto había encarecido, que los dejó atónitos, a muchos como fuera de sentido, a otros más empedernidos y algunos algo compungidos, pero a ninguno, por lo que yo después entendí, convertido. Concluido su sermón, bájase del púlpito con la cabeza no muy baja, porque no era hombre que quisiese mostrar temor, así como no lo tenía, si se daba mucho por desagradar los oyentes, haciendo y diciendo lo que, según Dios, le parecía convenir; con su compañero se va a su casa pajiza, donde, por ventura, no tenían qué comer, sino caldo de berzas sin aceite, como algunas veces les acaecía. Salido él, queda la iglesia llena de murmullo, que, según yo creo, apenas dejaron acabar la misa.

Yo recuerdo muy bien ese sermón, porque en aquel tiempo estaba al servicio de un conquistador de cuarta categoría, que me daba palo por el lomo y palo por el culo (dicho sea con respeto de las señoras y señoritas) y aquel día me había parqueado frente al atrio de la iglesia. El clamor justiciero, valiente, heroico, del hermano Montesinos, resonaba en el aire caluroso y húmedo, se abría camino por entre los olores y los hedores de la canalla conquistadora, llenaba como una lluvia de truenos al ámbito de la plaza y me entraba por las orejotas y erizándome la pelambrera. Sentí una emoción incontenible y no me avergüenza confesar que ese día lloré lágrimas de burro pensando en mis hermanos oprimidos del Nuevo Mundo.

Otras veces he sentido emociones parecidas: cuando tuve mi primer encuentro con el hermanito Francisco de Asís, hace ya más de ocho siglos; cuando don José Martí me dio el encargo de llevar unos papeles de su Partido Revolucionario para una asociación obrera y me explicó su contenido, haciéndome entender la importancia humanista y universal de la misión que me encomendaba; y para no ir más lejos, cuando el hermano rabietas Agustín de Hipona (al que vuestras mercedes llaman “San Agustín”) me leyó uno de sus sermones en el que decía: “la propiedad privada es un robo y un crimen contra la naturaleza”. Y esto fue un domingo de hace mil seiscientos años, a eso de las ocho de la mañana.

Por eso, cuando se dice que a la gente hay que juzgarla según los parámetros de su tiempo, a mí se me arrugan un poquito las orejas y pienso que todo, absolutamente todo es relativo, como decía el hermano Einstein. En la física, el tiempo-espacio y el espacio-tiempo son relativos entre sí y recíprocamente. Vuestras mercedes entienden, y si no entienden dicen de todas maneras que entienden por aquello del qué dirán. Del mismo modo ocurre con los valores morales y las funciones de la inteligencia: ¿Juzgaré a los rufianes del tiempo del hermano Francisco con los valores del tiempo de los rufianes, o con los del tiempo del hermanito de Asís? ¿Trataré a los señores hermanos burros con amor, según los valores de mi amigo el carpintero José de Nazaret, o los trataré según los valores de Caifás? ¿Cuáles son los valores de “su tiempo”? ¿No están el tiempo y sus valores divididos en clases, según el teorema del hermano Marx, de modo que en todo tiempo hay valores de explotadores y valores de explotados, de opresores y de oprimidos, de desplazadores y de desplazados, de conquistadores y de personas decentes?

No lo sé, explíquenmelo vuestras mercedes que todo lo saben. Yo me quedo con el argumento de mi excelente amigo el Señor Hermano Yves. Siempre que han aparecido infamias en la historia, han aparecido consecuentemente los luchadores contra las infamias. Y eso que estamos hablando solamente de seres humanos, que si yo les contara la cantidad de individuos maravillosos, generosos, justos y ecuánimes que en el mundo han sido en el resto de los seres vivientes, se caerían vuestras mercedes de culo, siempre con respeto de las señoras y señoritas.

Y ya basta, porque este sermón está muy largo y don Carlos Vidales me llama desde sus aposentos para que le alcance el “Elogio de la Bragueta” del hermano Rabelais, y me va a tomar media hora encontrarlo en el caos de su biblioteca.

Sean vuestras mercedes buenas gentes, amen a sus prójimos y alimenten a las palomas para que se caguen en las estatuas.

Estocolmo, 2009-08-03.
Pantxo el Orejón
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** De Carlos Vidales carlos@bredband.net
Para NTC
Fecha 3 de agosto de 2009 00:50
asunto RE: Estatuas de valientes asesinos : ¿Rencor histórico? Por Yves Moñino - Responde Pantxo
Carlos Vidales
http://hem.bredband.net/rivvid/
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De Carlos Vidales
para gaboruizar@hotmail.com
cc Yves Monino ,
NTC
Fecha 3 de agosto de 2009 09:35
asunto Historias de valientes ladrones - el caso del Odyssey
Tres mil millones de euros vale el tesoro robado de América que se hundió con el barquito “Nuestra Señora de las Mercedes”. Ahora se pelean por ese tesoro los valientes españoles que se lo habían robado, y los valientes piratas gringos que lo sacaron del fondo del mar. Y los argumentos de España:

Noticia La epopeya del 'Odyssey'
En algunos casos, el dinero es lo de menos. Frente a la audacia, el arrojo, la honra y eso para tantos anecdótico pero que es ni más ni menos que la historia; el oro, la plata, el vil metal, es lo de menos. Aunque hablemos del mayor tesoro hundido y cuantificable del mundo, aunque se trate de más de 3.000 millones de euros de hoy perdidos hace dos siglos frente a las costas...
ver contenido en ELPAÍS.com
http://www.elpais.com/articulo/revista/agosto/epopeya/Odyssey/elpepirdv/20090803elpepirdv_1/Tes

Saludos, Carlos Vidales
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Actualizó: NTC … / gra . Julio 28, 2009. 12:33 PM,/ Julio 30, 2009, 9:43 AM. / Agosto 2, 2009. 10:45 PM / Agosto 3, 2009. 2:18 PM.






























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