BAILA, NEGRO, BAILA
Crónica de un salsero
Nuevo libro de RAFAEL ARAÚJO GÁMEZ
PRESENTACIÓN Y LANZAMIENTO
Club de Ejecutivos, Mayo 10 de 2.007
Editorial: Universidad Libre, Seccional Cali. Departamento de Publicaciones y Comunicaiones.
Primera edición Marzo de 2.007
Foto carátula: Concurso de bailarines solistas de Salsa, 47 Feria de Cali.
Más adelante, a la derecha se presenta la imagen de la solapa del libro
(clic sobre ella para ampliarla y hacerla legible).
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DISCURSO DE RAFAEL ARAÚJO GÁMEZ
Buenas noches amigas y amigos:
Les agradezco de todo corazón su presencia aquí. Nunca, en un lugar tan acogedor, había visto reunido a tan grandes y buenos amigos.
Entre otras cosas se dice que uno es la suma de sus amigos vivos y muertos. Me alegro de tener tantos no solo aquí si no también allá.
El iluminado Jorge Luís Borges escribió lo siguiente: “De los diversos instrumentos del hombre el más asombroso es, sin dudas, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio y el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de su voz, luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es la extensión de la memoria y de la imaginación.”
Traigo a colación estas palabras del escritor argentino para explicar el por qué de este libro y el por qué de este acto.
Hace mucho tiempo, recién llegado a Cali, me tocó en suerte asistir a una explosión musical llamada Salsa y, como es natural, esta llevó a la conformación de grupos de baile con base en esa música en los que la pericia y la calidad de los danzantes asombraban a propios y extraños.
De allí surgió un bailarín excepcional llamado artísticamente Watusi y posteriormente el periodista español Vicente Gallego Blanco organizó el dúo de baile llamado por él Watusi y María. Esta unión sirvió para consagrar al negro Watusi ya que gracias a ese don y a esas cualidades asombrosas obtuvo un éxito sorprendente aquí y en el exterior.
La irrupción de dicho bailarín en ese mundo repleto de música en ebullición, anécdotas, personajes, mitos y leyendas citadinas, causó en mi un extraño impacto interno del que no me di cuenta si no mucho tiempo después, cuando sentí que algo se cocinaba en la fragua de la imaginación.
De un momento a otro sin saber cómo ni por qué, me fue creciendo esta historia, que hizo que en mí naciera el deseo de plasmarla en un relato en el que se mostrara una especie de bitácora existencial de un personaje popular con ayuda de la ficción.
Por ello esta no es una novela sobre la Salsa. Lejos de mí tocar un tema en el cual Cali tiene grandes especialistas como Humberto Valverde, Miguel Yuste, Luís Guillermo Restrepo, Alejandro Ulloa, Rafael Quintero y algunos más. No. De lo que aquí se trata es el de bucear, de pronto con aciertos o no, dentro de una vida imaginaria pero con visos de realidad y presentarla ante los lectores como un fresco en el que por el actuar del personaje, la pintura viva y penetrante al principio, se torna gris y nebulosa después. Ojala que el propósito que me animó a escribirla hubiera tenido feliz culminación. Los lectores, si algunos los tuviera, darán después su veredicto.
Entre paréntesis, esta metáfora puede servir para hacer ciertas consideraciones acerca de algunos seres, que incluso se mueven alrededor
nuestro, con un poder tal de hacer cosas estupendas, de realizarse positivamente, de ejecutar su propia obra, de potencializar un gran periplo vital pero no se sabe por qué hados malquerientes se tornan remisos y hasta torpes para cruzar el Rubicón y se estrellan contra su propio designio.
Cambiando de pronto el tercio quiero manifestar lo siguiente: Cuando estaba de Rector de la Universidad del Valle mi amigo Jaime Galarza Sanclemente y me llamó para que lo asesorara en la programación de la Emisora de la Universidad, que en ese momento se instalaba, le manifesté que esta podía ser una gran ventana, fueron mis exactas palabras, para que el Alma Mater se asomara a Cali. Porque, a mi modo de ver, la mayoría de las universidades colombianas no mantienen vasos comunicantes con las ciudades en donde residen por lo que sus habitantes no construyen un puente de cariño y de acercamiento hacia ella.
Pareciera que la ciudad no se diera cuenta de lo que internamente se gesta y desarrolla en esa institución desde el punto de vista investigativo y esta, en la mayoría de las veces, le da la espalda a la otra.
Por eso quiero resaltar hoy la labor que está realizando la Universidad Libre de Cali. Este acto nos dice que ella quiere lanzar sus amarras para anclarse en el corazón de esta ciudad, para que sus gentes la vean como una aliada más, como un soporte capital en su desarrollo y en su cultura. Esta Cali que hoy, más que nunca, lo necesita. Porque Cali lo merece. Porque Cali lo pide a gritos, porque amamos a esta ciudad y porque Cali para mi, y creo que también para ustedes, es una herida de amor que nunca termina de sanar.
Por ello, felicito a la doctora Esperanza Pinillos Saavedra, Delegada Personal del Presidente de la Universidad Libre en la Seccional de Cali, a su Rector doctor Jaime Gutiérrez Grisales, humanista integral quien a su profundo conocimiento del Derecho agrega un alto grado de sensibilidad hacia las Artes y la Filosofía.
Cambiando de pronto el tercio quiero manifestar lo siguiente: Cuando estaba de Rector de la Universidad del Valle mi amigo Jaime Galarza Sanclemente y me llamó para que lo asesorara en la programación de la Emisora de la Universidad, que en ese momento se instalaba, le manifesté que esta podía ser una gran ventana, fueron mis exactas palabras, para que el Alma Mater se asomara a Cali. Porque, a mi modo de ver, la mayoría de las universidades colombianas no mantienen vasos comunicantes con las ciudades en donde residen por lo que sus habitantes no construyen un puente de cariño y de acercamiento hacia ella.
Pareciera que la ciudad no se diera cuenta de lo que internamente se gesta y desarrolla en esa institución desde el punto de vista investigativo y esta, en la mayoría de las veces, le da la espalda a la otra.
Por eso quiero resaltar hoy la labor que está realizando la Universidad Libre de Cali. Este acto nos dice que ella quiere lanzar sus amarras para anclarse en el corazón de esta ciudad, para que sus gentes la vean como una aliada más, como un soporte capital en su desarrollo y en su cultura. Esta Cali que hoy, más que nunca, lo necesita. Porque Cali lo merece. Porque Cali lo pide a gritos, porque amamos a esta ciudad y porque Cali para mi, y creo que también para ustedes, es una herida de amor que nunca termina de sanar.
Por ello, felicito a la doctora Esperanza Pinillos Saavedra, Delegada Personal del Presidente de la Universidad Libre en la Seccional de Cali, a su Rector doctor Jaime Gutiérrez Grisales, humanista integral quien a su profundo conocimiento del Derecho agrega un alto grado de sensibilidad hacia las Artes y la Filosofía.
Al doctor Floro Hermes Gómez Pineda, Secretario Seccional, por sus palabras tan doctas y emotivas que me hacen continuar esta febril ensoñación con la Literatura y con la vida.
A la doctora María Fernanda Jaramillo, Directora del departamento de Comunicaciones y Publicaciones por su incansable y tesonera labor para llevar a feliz término este proyecto y los muchos más que estoy seguro vendrán.
A todos ellos mi profunda gratitud y mi permanente agradecimiento.
Ahora bien, considero que el mapa humano requiere letras y arte para impedir que el mundo siga erosionándose, por eso la literatura, en cualquiera de sus formas, abre espacios que pueden amortiguar los excesos de nuestra especie y las mil y una sinrazones de la barbarie.
Por lo que coincidimos con la escritora norteamericana Susan Sontag cuando dice: “Hoy más que nunca, especialmente en una época en la que los valores de la lectura y la introspección son retados tan enérgicamente, la literatura es libertad”.
Una libertad, agrego, que debe estar, tiene que estar, inextricablemente metida en el pensamiento y en los profundos sentimientos del hombre actual quien, como un caballero medieval, debe defender esa libertad de los embates bravíos de algunas voces que tratan de socavar su imperio y su soberanía en un mundo donde el feroz desatino ha obtenido carta de ciudadanía en nuestro excesivo pragmatismo del día a día y en el inquietante rito de la realidad cotidiana.
Y es por eso por lo que siempre abogo: en que para poder sobrellevar esta vida terrena y estos tiempos procelosos hay que poner en práctica las palabras del padre de Madame Bovary, Gustavo Flaubert, cuando hablaba de “l’orgie perpetuel” y sobre ese tema enfatizó toda su vida y nos dejó una balsa de náufrago al decir que “la única forma de soportar la existencia es aturdiéndose en la literatura como en una orgía perpetua”.
Afortunadamente he tratado de seguir esa regla del maestro francés a rajatabla, con una actitud espartana frente a efímeras distracciones diarias y es por ello que sentado en el salón principal de mi torre de marfil exprimo hasta el máximo las horas en que la lectura y la escritura me abren las puertas de su mundo mágico y con garras de halcón defiendo y defenderé, con todos los medios que estén a mi alcance, el que nada ni nadie rompa el hechizo encantado de esos lúdicos momentos.
Sin embargo, quiero afirmar también aquí y decir que aunque leer y escribir no me han salvado la vida, sin embargo han producido en mí el mismo efecto de siempre: hacer de mi vida un lugar más luminoso, más agradable, más espiritual y más tranquilo.
Porque, por un lado, no hay dicha mayor que encontrar el adjetivo preciso que nos enriquezca el nacimiento de una frase y, por el otro, con un hedonismo exultante pasar la mano por el lomo de un libro que tan solo es comparable con acariciar tiernamente la espalda de una mujer.
Y agregar así mismo, que lo que decididamente procuro con intensidad de minero que socava la tierra es hacer mía una frase de Hamlet cuando exclama: “Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y considerarme soberano del espacio infinito”.
Abusando de su paciencia, permítanme hacer un reconocimiento aquí, en esta reunión de amigos, a la primera persona que puso un libro en mis manos: mi padre Rafael Araújo Meza, quien prácticamente mi sitió colocándome libros en todos los rincones de la casa para que por donde yo me moviera estuviera un libro esperándome y fue de esa forma como fue germinando esa semilla que se convirtió luego en una libromanía que me ha arropado toda la vida. Por cosas del destino se le llenó el corazón de tanto amor hacia los demás que partió dejando muchas flores sembradas de recuerdos.
Por ello quise hacerle un soneto que no sé si cumplió su objetivo, pero puedo decirles que volqué en él todo mi amor y toda mi gratitud. El soneto dice así:
A la doctora María Fernanda Jaramillo, Directora del departamento de Comunicaciones y Publicaciones por su incansable y tesonera labor para llevar a feliz término este proyecto y los muchos más que estoy seguro vendrán.
A todos ellos mi profunda gratitud y mi permanente agradecimiento.
Ahora bien, considero que el mapa humano requiere letras y arte para impedir que el mundo siga erosionándose, por eso la literatura, en cualquiera de sus formas, abre espacios que pueden amortiguar los excesos de nuestra especie y las mil y una sinrazones de la barbarie.
Por lo que coincidimos con la escritora norteamericana Susan Sontag cuando dice: “Hoy más que nunca, especialmente en una época en la que los valores de la lectura y la introspección son retados tan enérgicamente, la literatura es libertad”.
Una libertad, agrego, que debe estar, tiene que estar, inextricablemente metida en el pensamiento y en los profundos sentimientos del hombre actual quien, como un caballero medieval, debe defender esa libertad de los embates bravíos de algunas voces que tratan de socavar su imperio y su soberanía en un mundo donde el feroz desatino ha obtenido carta de ciudadanía en nuestro excesivo pragmatismo del día a día y en el inquietante rito de la realidad cotidiana.
Y es por eso por lo que siempre abogo: en que para poder sobrellevar esta vida terrena y estos tiempos procelosos hay que poner en práctica las palabras del padre de Madame Bovary, Gustavo Flaubert, cuando hablaba de “l’orgie perpetuel” y sobre ese tema enfatizó toda su vida y nos dejó una balsa de náufrago al decir que “la única forma de soportar la existencia es aturdiéndose en la literatura como en una orgía perpetua”.
Afortunadamente he tratado de seguir esa regla del maestro francés a rajatabla, con una actitud espartana frente a efímeras distracciones diarias y es por ello que sentado en el salón principal de mi torre de marfil exprimo hasta el máximo las horas en que la lectura y la escritura me abren las puertas de su mundo mágico y con garras de halcón defiendo y defenderé, con todos los medios que estén a mi alcance, el que nada ni nadie rompa el hechizo encantado de esos lúdicos momentos.
Sin embargo, quiero afirmar también aquí y decir que aunque leer y escribir no me han salvado la vida, sin embargo han producido en mí el mismo efecto de siempre: hacer de mi vida un lugar más luminoso, más agradable, más espiritual y más tranquilo.
Porque, por un lado, no hay dicha mayor que encontrar el adjetivo preciso que nos enriquezca el nacimiento de una frase y, por el otro, con un hedonismo exultante pasar la mano por el lomo de un libro que tan solo es comparable con acariciar tiernamente la espalda de una mujer.
Y agregar así mismo, que lo que decididamente procuro con intensidad de minero que socava la tierra es hacer mía una frase de Hamlet cuando exclama: “Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y considerarme soberano del espacio infinito”.
Abusando de su paciencia, permítanme hacer un reconocimiento aquí, en esta reunión de amigos, a la primera persona que puso un libro en mis manos: mi padre Rafael Araújo Meza, quien prácticamente mi sitió colocándome libros en todos los rincones de la casa para que por donde yo me moviera estuviera un libro esperándome y fue de esa forma como fue germinando esa semilla que se convirtió luego en una libromanía que me ha arropado toda la vida. Por cosas del destino se le llenó el corazón de tanto amor hacia los demás que partió dejando muchas flores sembradas de recuerdos.
Por ello quise hacerle un soneto que no sé si cumplió su objetivo, pero puedo decirles que volqué en él todo mi amor y toda mi gratitud. El soneto dice así:
El fino ademán y su apostura
labraron en favor de su talante
el honrado vivir, su donosura
el gesto amable, su sentir galante.
A todos trataba como hermano
con cara alegre y la sonrisa fresca
y su venia saludando con la mano
tenía reminiscencia versallesca.
¿Y por qué se durmió tan de mañana?
¿Por qué sus ojos se cerraron prestos
sin hacer una amorosa despedida?
Quizá este mundo le robó las ganas
de ver todas las flores en su puesto
y tal vez por eso, le quitó la vida.
En fin, creo que me he puesto un poco trascendental y espero me excusen los pensamientos anteriores que solo pretendían ser disquisiciones personales impulsadas tal vez por algún diablillo literario del cual no pude escapar pero, en últimas, como diría nuestro premio Nóbel “probablemente a lo largo de mi vida no haya hecho otra cosa que lo que estoy tratando de hacer ahora mismo: que me quieran mis amigos. Y tener cada vez más. Que es la única acumulación que merece la pena en la vida y por la que no se pagan impuestos”.
Muchas gracias.
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FOTOGRAFIAS DEL EVENTO
entre ellos la Dra. Gloria María Medina de la U. Libre.
Rafael Araújo Gámez firma libros
Lo acompaña el Dr. Floro H. Gómez de la U. Libre
Fotografía: MIC de NTC …
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Presentación de libro
En el Club de Ejecutivos tuvo lugar el acto de presentación del libro ‘Baila, negro, baila’, de Rafael Araújo Gámez. María Fernanda Jaramillo, Floro H. Gómez y el autor de la obra, en la foto.
EL PAIS, Mayo 15, 2007 http://www.elpais.com.co/historico/may152007/SOC/soc7.html
Presentación de libro
En el Club de Ejecutivos tuvo lugar el acto de presentación del libro ‘Baila, negro, baila’, de Rafael Araújo Gámez. María Fernanda Jaramillo, Floro H. Gómez y el autor de la obra, en la foto.
EL PAIS, Mayo 15, 2007 http://www.elpais.com.co/historico/may152007/SOC/soc7.html
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