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LAS GUERRAS DE PASTO
Edgar Bastidas Urresty
Samaniego, Nariño, Colombia, 1944.
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Fundador, Director y Editor:
Sogamoso, Boyacá, el 25 de septiembre de 1940
Bogotá, 23 de enero, 2018
Bogotá, 23 de enero, 2018
Páginas 190. Diciembre 2010
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Contenido
Prólogo * 11
A Manera De Preámbulo 17
Motivos Para La Actitud De
Pasto 23
Primera Invasión De Quito A
Pasto 31
Ocupación De Pasto Por Los
Quiteños 49
La Expedición De Cayzedo Y
Cuero A Pasto 59
La Cuarta Invasión A Pasto 71
La Batalla De Genoy 85
Quinta Invasión – Bomboná 93
Rebelión De Boves 103
Agualongo Toma A Pasto Dos
Veces 111
Campañas De Agualongo Sobre
Barbacoas,
Su Derrota Y Fusilamiento 121
Últimos Intentos Reaccionarios
129
Pasto Ocupada Por El Ecuador
137
La Revolución De LoS Conventos
145
La Batalla De Tulcan 157
Batalla De Cuaspud 167
Bibliografia 179
Comentarios Sobre Las Guerras
De Pasto 183
* PRÓLOGO
Por Margarita González*
Historia / La rebeldía del sur
Prólogo
de
la historiadora al libro de Édgar
Bastidas Urresty Las guerras de Pasto, que publicó la
Fundación FICA en su colección del bicentenario de la Independencia.
Por Margarita González*
EL TIEMPO, Por: REDACCION
EL TIEMPO
24 de febrero 2011 ,
12:00 a.m.
La historia de la insurrección
americana de comienzos del siglo XIX encuentra su punto de partida en los
acontecimientos europeos que provocaron en España una crisis de la
monarquía y el temor en las colonias de un probable predominio francés,
fomentado por la invasión napoleónica a la península ibérica. Antes que abrigar
proyectos de independencia absoluta en relación con la metrópoli, y en medio de
una confusión inicial, algunas capitales de las provincias coloniales
procedieron a crear juntas locales de gobierno por medio de las cuales
afirmaron su lealtad a Fernando VII. De este tipo fue la junta de Quito,
establecida el 10 de agosto de 1809.
En su libro Las
guerras de Pasto Edgar Bastidas abre la historia de la reacción de
aquella región con la reconstrucción de la batalla de Funes, del 16 de octubre
de 1809, en la que se frustraron las pretensiones de la provincia de Quito de
abarcarla en su jurisdicción. Vendrían luego todas aquellas acciones bélicas,
minuciosamente descritas por el autor, en las que la población de Pasto se
opondría al movimiento patriota, proviniera este del Sur o del Norte.
La primera fase de las luchas
independentistas revelaría los motivos que tenía la provincia de Pasto para no
adherir a la causa patriota: por una parte contaba con una sociedad fundada en
fuertes lazos de servidumbre y, por otra, profesaba una estrecha alianza con la
institución de la Iglesia, el más alto símbolo de la monarquía, lo que le
otorgaba a todos los grupos del conglomerado social un punto de identificación.
Entre los "pastusos" se contaban los habitantes de la capital
provincial y todos aquellos pobladores de su jurisdicción; del lado de los
señores estaban los grandes hacendados, terratenientes y mineros y del lado de
los siervos, los indios de resguardo y los campesinos. Los pobladores del Valle
del Patía o "patianos" conformaron parte muy importante de la
comunidad que se designa en esta historia con el nombre general de
"pastusos", y llegaron a ser un componente particular de las
guerrillas realistas que terminarían por propinarle a Nariño y a su ejército el
estruendoso descalabro de 1814 con el cual se cerraría el primer ciclo de la
oposición de Pasto a la independencia.
Afirma Indalecio Liévano
Aguirre que a la hora de entregarse el Precursor a las autoridades locales y al
presentarse como un desconocido que tenía noticia del paradero del jefe
patriota pidió que se la dejara salir a un balcón desde donde aseveró
públicamente que "el General Nariño debía sentirse muy honrado de haber
sido vencido por un pueblo heroico como el pastuso y que la derrota a manos de
un noble enemigo no deshonraba al vencido".
El autor arriba señalado ha
puesto de presente la similitud existente entre la comunidad de los
"patianos" del Sur y la de los "llaneros" de Venezuela. De
la primera indica que se trataba de una población compuesta por la unión de
esclavos fugitivos del Valle del Cauca con indios nativos del Valle del Patía,
cuyos miembros eran mitad bandidos, mitad labriegos. Lo extremadamente
inhóspito del lugar que habitaban les proporcionaba a los patianos un refugio
seguro, inalcanzable para quienes pretendieran ir en persecución, y el profundo
conocimiento que tenían de la topografía de la región les otorgaba una ventaja
incalculable sobre cualquier tipo de contendor. El aislamiento geográfico en
que vivían les hizo desarrollar un sentimiento de posesión del
territorio, sentimiento reforzado por la connivencia de las autoridades
coloniales. De este modo la alianza entre los individuos y una naturaleza
completamente hostil estaría en el origen del sistema de la guerra de
guerrillas que proliferó en América Latina desde comienzos del siglo XIX en
muchos lugares y con diversas finalidades.
Por lo que se refiera a las
hordas llaneras estas surgieron en la región de Venezuela, también durante el
período colonial, al establecerse en vastas y lejanas zonas del llano un grupo
humano conformado, fundamentalmente, por pardos libres quienes eran expertos
jinetes, dedicados a una vida seminómade, a la recolección de ganado salvaje y
al comercio de pieles y de otros productos animales. Al igual que los patianos,
los llaneros buscaban mantenerse al margen del establecimiento
colonial.
El panorama social que se
presentaba a fines del siglo XVIII en las extensiones territoriales del llano
era el de un avance de la aristocracia criolla de Venezuela con el propósito de
hacer fundación de haciendas, creándose así una tensión entre los nuevos
propietarios y las masas de la región. Este fue el conflicto que explotaron los
jefes de las guerrillas realistas del llano, en especial José Tomás Boves, y
que, como en Pasto, terminaron por derrotar a las fuerzas patriotas.
Del escenario descrito arriba
surgiría el decreto de "Guerra a Muerte" de Bolívar (dado en la
ciudad de Trujillo el 13 de junio de 1813 ) con cuyos términos esperaba su
autor contrarrestar las acciones casi invencibles de los llaneros contra los
criollos. En el período comprendido entre 1813 y 1814 tanto Bolívar, en el
Norte, como Nariño, en el Sur, lograron, en empresas simultáneas, sacar los
enfrentamientos entre patriotas y realistas de la búsqueda de intereses
puramente localistas para conducir la lucha al plano de una guerra de
dimensiones continentales contra un enemigo común: España. Esto era lo que
efectivamente se proponía el mencionado decreto de Bolívar. Aunque estaba
dirigido a los venezolanos no dejaba de tener un halo de universalidad. En su
parte final rezaba: "Españoles y Canarios, contad con la muerte, aún
siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de
Venezuela. Americanos, contad con la vida, aún cuando seáis culpables".
(Si a alguien podían cobijar los términos del decreto era justamente a los
pastusos por su doble condición de americanos y realistas). Que Venezuela era
una nación en contienda lo afirmaba aquel otro pasaje del decreto que pretendía
"... mostrar a las Naciones del Universo, que no se ofende impunemente a
los hijos de América".
Por ser Pasto el bastión
realista más fuerte de la región granadina, Nariño proyectó su campaña al Sur
como manera de derribar el escollo que representaba aquella provincia para la
consecución de la independencia absoluta de España, meta que la oligarquía criolla
había perdido de vista. El fracaso de esta empresa hizo que durante el
desarrollo de la segunda fase de las luchas independentistas Bolívar concibiera
una nueva campaña al Sur, tomando a Pasto como punto de partida para rendir a
Quito y al Perú y consolidar así la emancipación tanto de Venezuela como de
Nueva Granada.
En la década de 1820 Pasto
respondería con redoblada reacción a los intentos de los patriotas de dominar
la provincia. De este período data la acción de la guerrilla realista, liderada
por el guerrillero pastuso Agustín Agualongo y responsable de la derrota del
Mariscal Sucre (en la Batalla de Guachi del 12 de septiembre de 1821)
antecedida por la victoria realista en la localidad de Genoy (el 2 de febrero
de 1821). Anota el autor que la aniquilación de los patriotas en esta última
contienda habría sido de grandísimas proporciones si no se hubiera producido el
armisticio pactado entre Bolívar y Morillo el 25 de noviembre de 1820, cuyos
términos ponían fin a la "Guerra a Muerte" que, como ya hemos visto,
suponía el exterminio del enemigo. El armisticio disponía la regularización de
la guerra y dentro de esta, la preservación de la vida de los prisioneros. Por
esta vía se reconocía la existencia de la República de Colombia, creada en Angostura
en 1819.
La guerrilla realista de Pasto
volvería a emprender nuevas acciones en la segunda parte de 1822 como respuesta
a las victorias de Bolívar y Sucre que condujeron a la capitulación de Quito y
Pasto. En esta ocasión aquella entraría a una fase muy singular. Sus líderes
Agustín Agualongo y Benito Boves procederían (luego de la capitulación de
Pasto en junio de 1822) a fugarse de la prisión y a tomar la ciudad, empresa en
la que no contaron con el apoyo ni del clero ni de los notables aún cuando esta
se llevara a cabo en nombre de la causa del rey. El fragor de la guerra duraría
en Pasto hasta finales de 1822 al poner Sucre en fuga a las guerrillas y ocupar
la capital provincial. A esto sucedería la siniestra "Nochebuena
pastusa" en la que el ejército patriota cometió tosa clase de desafueros,
tan bárbaros como los de las guerrillas de Boves y Agualongo. De esta manera
las fuerzas colombianas se presentaban ante el mundo como salvajes hordas
destructivas, entregadas a la violencia con desesperación.
Por lo demás, muestra el autor
que la acción de la guerrilla realista durante este período de las luchas de
independencia perdía cada vez más las perspectivas de obtener el apoyo militar
de España, pues la aislada región de Pasto se hallaba rodeada por todas partes
de los triunfantes ejércitos patriotas. Esto fue lo que se puso de manifiesto
en el período más álgido de las luchas de Boves y Agualongo (1823-1824). En las
acciones bélicas de esta coyuntura se registra un hecho sorprendente: si bien
el decreto de "Guerra a Muerte" había cesado formalmente, parte de
sus actores volvieron a tener un gran protagonismo en el Sur. Para hacerle
frente a la insurrección promovida por la guerrilla realista en Pasto se
reunieron en Quito aquellos mismos zambos y mulatos que una vez habían
conformado las huestes de J.T. Boves y Morales "que lo mismo combatían del
lado de los españoles o en contra suya". Eran aquellos que la "Guerra
a Muerte" había logrado reclutar entre 1813 y 1814 para conformar las
fuerzas patriotas y que ahora, en la década de 1820, llegarían a constituir
"las mejores brigadas de choque contra españoles y pastusos".
Es sobrecogedor el panorama de
destrucción y de violencia que muestra Édgar Bastidas a propósito de la
actuación de los patriotas en la provincia de Pasto durante la segunda fase de
las luchas de independencia. Para la ilustración de este aspecto se apoya en la
obra del historiador José Rafael Sañudo, quien dio a la tarea de poner al
descubierto aquel tipo de atrocidades que justamente impedían que el pueblo de
Pasto estuviera de parte de los patriotas. Se asombra el autor por el hecho,
tan significativo, de que varios de los autores que han estudiado la región en
cuestión no se hayan referido a los dolorosos aspectos de la actuación de jefes
y ejércitos de la República de Colombia.
Concluye el autor que la
iniciativa que surgiera del seno del gobierno central, en 1828, en el sentido
de considerar el restablecimiento de la monarquía, con el objeto de mitigar el
antagonismo caudillista que hacía peligrar la estabilidad política del país, le
confirió a las guerras de Pasto un alto grado de sinrazón.
Culmina este estudio con el
recuento de las luchas en que se vio envuelta la provincia del Sur luego de la
disolución de la Gran Colombia, debidas a los reiterados intentos de la
República del Ecuador por anexar la región a su territorio y a los
enfrentamientos partidistas que conducirían a cruentas guerras civiles. A
partir de la creación de la República de los Estados Unidos de Colombia, a
mediados a 1863, y por la acción de las armas de Tomás Cipriano de Mosquera,
Pasto quedaría vinculada a la Unión, concluyendo así su larga historia de
conflictos bélicos aunque no la de su posición preponderantemente conservadora.
* Historiadora, autora
entre otros libros de, El resguardo en el Nuevo Reino de Granada, Ensayos de
historia colonial colombiana, Bolívar y la Independencia de Cuba, y del
ensayo Las rentas del Estado, del libro Manual de historia de Colombia.
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NTC ... EDICIÓN DIGITAL-VIRTUAL
DEL LIBRO COMPLETO
NTC ... la publica como Memoria y Homenaje a
Y solo con propósitos culturales y pedagógicos
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