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ATISBOS ANALÍTICOS No 245
Universidad del Valle, julio de 2016,
IEP-Programa de Estudios políticos,
profesor investigador y presidente de
Ecopaís
UN NUEVO ESTADO PARA UNA NUEVA COLOMBIA.
Carta-ORACIÓN
A los dioses de los colombianos
sobre sus creyentes Y LA PAZ del país
Presentada y leída por el autor con motivo de un homenaje
a él en la Universidad del Valle, el 8 de julio 2016
Ver al final *
“ORACIÓN-CARTA ABIERTA”, LAICA Y
PLURALISTA, POR LA PAZ A LOS DIOSES
DE LOS COLOMBIANOS INCLUIDO EL
DIOS REPRIMIDO DE ALGUNOS ATEOS
Y, SOBRE TODO, EL ÚNICO DIOS QUE
SE ENTRISTECE Y LLORA AL ESENCIAR
LA SOBERANA INDIFERENCIA DE SUS
SEGUIDORES CON EL “OTRO HUMA-
NO” QUE A SU LADO HABITA, Y QUE
COMO ELLOS, EN TOTAL Y CONSEN-
TIDA SOLEDAD, VIVE Y PRODUCE, Y
PIENSA Y SIENTE, Y LUCHA Y DISTRI-
BUYE, Y CANTA Y LLORA, Y REZA Y
MALDICE LAS 24 HORAS DE CADA
DÍA.
MUY DIGNOS Y RESPETADOS DIOSES DE LOS COLOMBIANOS :
En realidad de verdad, ésta, más que una oración a los Dioses, quienes en su esencia íntima no la necesitan, es una oportunidad de conversar con Ustedes sobre asuntos que, en su omnisabiduría anticipada, ya conocen, pero que son vitales para el presente y futuro de sus creyentes, inscritos en diferentes versiones del amor al prójimo como forma histórica situada de solidaridad humana. En general, los seres humanos no necesitamos de los Dioses para explicarnos la estructura y las leyes de funcionamiento de nuestras sociedades, pues es bien sabido que, entre nosotros habitan sus artífices concretos, sea bondadoso o perverso el carácter de cada una de ellas. Sin embargo, tan prolongada e intensa ha sido la presencia de Ustedes y de sus representantes e instituciones en todos los presentes pasados y actuales de la sociedad colombiana; tan robusta es la presunción de que en Colombia ha habido una fuerte incidencia teológica en las costumbres y prácticas sociales del conjunto de la ciudadanía, que equivocado sería no recordarlos ahora, en esta coyuntura del 2016, cuando al país se le ha abierto un horizonte dicotómico para el manejo de uno de sus problemas centrales, el del cincuentenario en el tiempo pero muy longevo en sus consecuencias conflicto interno armado.
Como para recordarnos entre todos, muy Respetados Dioses, que el cronológico 23 de junio del 2016, como proceso, se inició en Colombia un largo y complejo día de seis meses que, por histórico, no será lineal sino muy curvado, al final de los cuales se espera que en Bogotá y no en la Habana se firmen los Acuerdos construidos en la Isla de Martí una vez las Farc, y ojalá el Eln, hayan hecho la dejación de las armas y definido una Estrategia que les permita reincoporarse a la vida ciudadana bajo formas de presencia y de trabajo y de actitud y de prácticas inéditas por lo desconocidas en anteriores procesos de negociación. Pero, como para recordarnos también, muy Dignos Dioses, que una alta proporción de sus seguidores[1], alegando pretextos poco cristianos, no han estado de acuerdo con esta forma específica de construcción de perdón y reconciliación.
Pero, para poder encausar y encontrarle el sentido a este conversatorio, conviene precisar algunos de sus contextos. El más importante de ellos, y casi olvidado por los estudiosos, precisa que entre el dejar de matarnos como resultado de una negociación -Santos- y el dejar de matarnos porque ya nos hemos matado-Uribe Vélez- la diferencia es cualitativa. Es decir, que el tipo de desenlace que tenga el conflicto interno armado en sí no es gratuito ni inocente de cara a la Colombia del futuro. Al final-final, a un social colombiano, incluyente-cooperativo-integrativo y solidario, será nada lo que le podrá aportar una pacificación obtenida por la vía militarista, pues por este camino sólo le estará abriendo paso a la maduración perversa de lo que hasta ahora se ha construido: Una Sociedad colombiana que, no obstante lo mucho bueno y bondadoso que todavía sobrevive en ella, en esencia ha llegado a ser perversa, excluyente, individualista, corporativa e insolidaria.
Muy dignos Dioses, esbozado este primer contexto y apelando ahora al Enfoque metodológico de lo Político- a aquel que se pregunta por las maneras como en cada sociedad concreta en cada uno de su presentes pasados se ha ido instituyendo lo social- dos hipótesis, formuladas desde tiempo atrás en nuestros Atisbos, una general y otra específica, nos pueden permitir una mejor inteligencia de las posturas de sus seguidores frente al problema de la paz.
En el Atisbos Analíticos No 111 de marzo del 2010 trajimos a colación una entrevista concedida a El Tiempo, a fínales del 2009, por Francoise Zimeray, Embajador de Francia en la que planteó que Colombia tenía su cuerpo social muy enfermo:
“Hay, dijo, una dimensión que me impacta: cuando vemos cómo se atacan los derechos humanos en Colombia, y veo muchos ataques en el nivel mundial –estuve en Asia, en Palestina, en Africa, en Chechenia- lo que me impacta de la situación colombiana no es solamente la violencia y la pobreza, o los desplazamientos masivos, ES LA CRUELDAD….En Palestina no se descuartiza a la gente”. Pero, de cara a ésta también le impactó el que “nadie se indignara y protestara…”Después de los falsos positivos, continuó, no estoy seguro de que haya una indignación de la opinión pública lo bastante fuerte, para tener una traducción política. Es como si existiese la idea de que, de todas maneras, no sirve para nada lo que podamos hacer”. Formuló, entonces, el Embajador Francés esta hipótesis explicativa: “También me pregunto acerca de la sociedad colombiana misma, me pregunto si lo que se hace tiene fundamento en el cuerpo social”. [2]
Fue como si nos hubiese dicho que desde mucho tiempo atrás el cuerpo social colombiano debería haber sido hospitalizado. Por ahora limitémonos a destacar, como hipótesis general, que tanta crueldad es una las expresiones de una sociedad en la que ha habido fallas notorias y notables en la historia de institución de lo social. Como para decir que de tanto convivir con esta sociedad con su cuerpo social enfermo, sus habitantes se han apropiado de su “esencia” casi perversa.
Desde otra mirada, la del olímpico desprecio por la vida humana a que ha llegado nuestra sociedad, uno de los representantes de los Dioses, el Arzobispo de Cali, Monsenor Darío Jesús Monsalve, ha avalado una hipótesis similar al hablarles a los creyentes de,
“la relativización del homicidio ya al homicidio de una vez para siempre” ya al homicidio dosificado. “Hemos llegado al extremo, escribió, de afirmar que en esta guerra hay muertos buenos; como diría el Quijote son aquellos que ‘vosotros mataís’. Esto es maniqueo…Relativizar el homicidio ha sido el cáncer de nuestra cultura incoherente frente a la vida humana”.[3]
Y ya desde febrero del 2006 se reunieron en las Islas de San Andrés 110 representantes de las 8.000 Iglesias Cristianas Evangélicas existentes en Colombia pronunciándose
“por el abandono del uso de las armas por parte de las personas o grupos armados para buscar metas de paz, justicia y dignidad”; al referirse al desplazamiento forzado lo caracterizaron no sólo como una de las grandes tragedias que vive el país, sino como “un pecado de seres humanos contra su prójimo”. [4]
Pero vayamos a una hipótesis más concreta que postula que, examinado el carácter de los nexos sociales en que se fue enhebrando y tomando forma la sociedad colombiana- más individualistas, egotistas, corporativos e insolidarios que colectivos, integrativos, cohesionadores y solidarios- las religiones en Colombia han sido poco lo que han contribuido a la institución de un social inspirado en esta segunda dirección. Para darle algunos soportes empíricos a esta hipótesis recojamos solo un muy pequeño retazo de la historia de las crueldades que ha habido en Colombia,
En la época de la violencia entre partidos, se llegó a una dimensión de su ejercicio, que podemos medio dibujar así,
“…centenares de asesinatos con hileras de decapitados en los caminos, degollados con el famoso corte de franela o de corbata – así llamado, ilustramos nosotros, porque al cortarles el cuello les sacaban la lengua simulando una corbata- , incluso llegando a despellejar a sus víctimas y extender su piel como piel de ganado, mujeres embarazadas con el estómago llenos de piedras mientras los fetos colgaban de los árboles, y así durante una década con el listado diario de muertos, fincas incendiadas, ganado robado, asaltos de caminos y caseríos incendiados…” [5]
Rememoremos también la época del simbólico machete, la de un machete de doble filo, ‘por un lado conservador y por el otro liberal, pero un solo y único cortador de cabezas’… Puestos en línea, con los cuellos sin cabeza tocando los cuellos sin cabeza del vecino, esa apocalíptica mortandad colectiva habría cubierto la ruta entre dos ciudades ubicadas a 450 kilómetros de distancia. Entonces, LA SOCIEDAD SE QUEDÓ CALLADA. ‘Para qué son rojos”, dijeron en 1950 unos, ‘para qué son azules”, replicaron los contrarios.” Y en la época del 90 los genocidios fueron pan de cada día. En Colombia todos los actores armados han masacrado civiles, pero para esas calendas los guerreristas los volvieron una práctica sistemática con lo que convirtieron a más de cien municipios del país en campos de terror, de perversidad y de sevicia y no durante unas horas o minutos sino durante días enteros. Aparecieron, entonces, prácticas desconocidas en nuestro medio como la desmembración de personas con motosierras. Según Camilo Echandía entre 1999 y el 2001 en Colombia hubo 3.750 masacres. [6] Notorio, innovador en sus formas de crueldad y sanguinolento y fiestero fue, por ejemplo, el genocidio cometido en el Salado donde durante dos días a sol y luna, el 26 y 27 de febrero del 2000, cuando de modo selectivo y dosificado y progresivamente cruel, asesinaron a 60 personas, una por una, al son de tamboras, altisonante música pública, botellas de aguardiente y orgías sexuales
Paremos aquí este retazo de la vida nacional para recordar que casi todos los artífices de esos crímenes monstruosos se echaban la bendición antes de asumirlos o besaban el escapulario de la Virgen del Carmen colgada a sus pechos.
Muy dignos y respetados Dioses, no han sido Ustedes los que han fracasado, pero son muchas las indicaciones empíricas que evidencian que en esta sociedad colombiana la ley del amor al prójimo como cristalización cotidiana de la solidaridad humana no ha logrado romper y esenciar y mojar el sabroso y cálido y raizal ritual de las prácticas religiosas de sus creyentes como se autodefinen casi todos los colombianos. Por eso en esta coyuntura histórica decisiva, un alto porcentaje de los católicos colombianos como que no han alcanzado escuchar la franciscana y muy refrescante voz del Papa Francisco en la Misa que celebró en La Plaza de la Revolución en La Habana en septiembre del 2015,
"Me siento en el deber de dirigir mi pensamiento a la querida tierra de Colombia. Consciente de la importancia del momento presente, en el que con esfuerzo renovado, y movido por la esperanza, sus hijos están buscando construir una sociedad en paz. Que la sangre vertida por miles de inocentes, durante tantas décadas de conflicto armado, unida a aquella del señor Jesucristo en la cruz, sostenga todos los esfuerzos que se están haciendo, incluso aquí en esta bella isla, para una definitiva reconciliación. Y así a esa larga noche de dolor y violencia, con la voluntad de todos los colombianos, se pueda transformar en un día sin ocaso, de concordia, justicia, fraternidad y amor en el respeto de la institucionalidad, del derecho nacional e internacional, para que la paz sea duradera. Por favor, no tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación. Gracias a usted señor Presidente (Raúl Castro) por todo lo que hace en este trabajo de reconciliación".[7]
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[1] . Ver, la última Encuesta de Gallup, junio-julio 2016.
[2] . Atisbos Analíticos 211, Entrevista de El Tiempo a Francoise, marzo de 2010.
[3] .Idem
[4] . PRIMERA CUMBRE NACIONAL DE LA IGLESIA CRISTIANA EVANGÉLICA POR LA PAZ DE Colombia”, cedecol.net\PRIMERA-CUMBRE-NACIONAl, febrero de 2006.
[5] . Pataquiva García, Germán Nicolás, “LAS FARC, SU ORIEGEN Y EVOLUCIÓN”, Unisci, Discussion Papes, No 19 (Enero/Janauary 2009)
[7] . EL HERALDO, Barranquilla, 15 septiembre 2015.
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* Presentada y leída por el autor con motivo de un homenaje
a él en la Universidad del Valle, el 8 de julio 2016
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De: Orlando Ramírez
Casas orcasas1945@gmail.com
Fecha: 10 de julio de 2016, 8:42
Asunto: Como si fuera
obligación odiarnos *
Para: NTC … ET AL
Hola, jóvenes:
Comparto
con ustedes el artículo de Elbacé, muy a propósito de estos tiempos en que
hablar de paz se volvió un asunto de guerra.
A
propósito, el evangelio de hoy trata de la parábola del buen samaritano. Trata
de amar a Dios sobre todas las cosas, lo que significa creer en Él. Trata de
"amar al prójimo como a ti mismo", y explicaba el cura en su
sermón que prójimo es el que está más próximo a uno. Decía él que "amar
uno a su mejor amigo, o a su hermano, es fácil. Lo difícil es amar a un desconocido,
o a un conocido que lo ofendió, porque si uno no es capaz de "perdonar
nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden",
¿Cómo puede uno esperar el perdón de Dios?".
Interesante
sermón el de hoy, interesante el artículo de Elbacé *.
ORLANDO
RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
* COMO
SI FUERA OBLIGACIÓN ODIARNOS
COLUMNISTA
ELBACÉ RESTREPO
El Colombiano, Medellín , Julio
10, 2016
El día que escribo este
artículo, alguien que conozco está cumpliendo sus primeros noventa añitos. Se
llama Ex César... (Bueno, no... En realidad se llama César Alberto, pero lo
bauticé Ex César cuando me confesó que todo el mundo, menos yo, lo llama por su
segundo nombre).
Es el rector emérito de una
academia de caligrafía. Y es dueño de una memoria portentosa y de una prosa
impecable con la que cada semana enriquece el último artículo publicado, que no
necesariamente aplaude pero que sí me deja siempre una enseñanza.
Son personas como Ex César las
que me devuelven la esperanza que me quitan otras, en especial cuando se trata
de la dichosa paz que nos tiene divididos en dos bandos enfrentados a muerte,
como si fuera obligación odiarnos.
Pero así como la paz no es la
única generadora de violencia, para ser violento tampoco hay que clavarle un
puñal a nadie. Oír decir a alguien: “Me alegra que aumenten los homicidios en
Medellín, para que le vaya mal a Fico”, me dejó herida de muerte y aún no me
repongo.
Y como “un dolor duele mucho,
pero arde más un ardor”, que otro alguien después de leer un artículo con el
que no estuvo de acuerdo me preguntara cuánto me pagaron por escribirlo, me dio
más miedo que rabia: ¿De qué estamos hechos? ¿De dónde les salen tantas ganas
de hacer daño a los seres humanos, incluso a los que se dicen pacifistas y se
ufanan de ello en todas partes hasta con megáfono?
Ya no me alcanzan los dedos
para contar los líderes políticos, naturales y de opinión que, a mis ojos, han
perdido credibilidad porque en el empeño de defender su verdad y sus posiciones
ideológicas se sienten superiores y con derecho a ridiculizar a sus opositores.
¡Qué digo ridiculizar, si hasta puré les da ganas de hacer con ellos!
No olvido que el nuestro ha
sido un país de miedo, muerte, tragedias, masacres, impunidad, silencios,
verdades ocultas y verdades a medias. Nos dan miedo las llamadas extrañas,
porque hasta marcar un número equivocado puede ser sospechoso. Nos da miedo
caminar la ciudad, al punto que pasamos mil veces frente al mismo edificio y no
sabemos de qué color está pintada su puerta principal, porque las guerras
urbanas de narcotráfico, extorsión y raponeo nos han puesto una venda en los
ojos y también nos da miedo despojarnos de ella. Nos da miedo sostenernos la mirada
y la palabra.
Colombia está cansada de
muertos, de huérfanos y viudas, de secuestrados, de guerras, de injusticias, de
desigualdades, de carencias y de corrupción. Nuestro país necesita almas
grandes, porque mezquinas ya ha tenido más que suficientes. Y Tampoco se merece
que sus dirigentes fomenten más la discordia. ¿Acaso no se puede hacer
oposición sin ofender?
A sus noventa años Ex César demuestra que es posible
discrepar sin destruir y que las convicciones se defienden con fuerza, pero que
fuerza no es sinónimo de insulto. La verdad no puede revestirse de odio ni los
colombianos merecemos seguir viviendo bajo el imperio de los miedos. Ya basta
de tanta infamia en nombre de la guerra. Y de la paz.
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