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Los niños policía de Algeciras
Jotamario Arbeláez
Insisto en que hay que estar por la paz porque Colombia
no tolera un entierro más, si es que aparece el cadáver.
Medio siglo largo de
una conflagración virulenta en que no se ha ganado nada y en cambio sí perdido
vidas y plata, partiendo de una hipotética redención para el pueblo que es el
que más ha sufrido,
exige un punto final
así sea doloroso por cuanto habrá que declinar el rigor del castigo en pos de
la recuperación del aliento de vida.
No se pudo con la guerrilla por más que nos ayudaran los
gringos y no pudo la guerrilla acceder al poder, entre otras cosas porque lo
adquirieron en plata con el narcotráfico y el secuestro,
esas actividades
correlacionadas con el alzamiento como se va a terminar aceptando.
Todo sea por la paz,
por el derecho de pacer sin zozobra en los campos y en las ciudades.
Quienes hemos
cuestionado al establecimiento con su ejército y paraejército sin más armas que
la pluma, también nos reservamos el derecho de repasar las barbaries e infamias
de la insurgencia.
Si hay algo más
horrible que la guerra es la guerra sucia, la que no se para en pelillos de
índole moral ni en consideraciones humanitarias.
Que quede muy en claro
que estar por la paz no es estar por las Farc.
Vale la pena hacer
memoria, para que los envalentonados comandantes de la mesa de La Habana sigan
pidiendo perdón. Si consideran que tiene perdón lo hecho. Y se abstengan de
pedir imposibles.
El lunes 12 de noviembre de 1990, a las 7 de la mañana,
31 jovencitos de escuela elemental vestidos de policías, pues conformaban la
Policía Cívica Juvenil de Algeciras, Huila,
salieron de sus casas
luego de recibir el desayuno, el beso y la bendición de mamá, a guardar el
orden durante una competencia ciclística entre El Hobo y Algeciras.
Al regreso de la
caravana, pasado el mediodía, en un sitio llamado Piedra Sucia, a un lado del
río Blanco, a 9 kilómetros de Algeciras, al llegar al puente “Las Juntas”,
los infantes fueron
sacudidos por la explosión de una potente carga de dinamita que hizo que la
camioneta Luv 1.600 de la Policía se saliera del camino.
Mientras los niños se
reponían y echaban a correr fueron recibidos por ráfagas de fusil desde la
montaña aledaña, donde estaban embocados por lo menos 60 hombres.
Cayeron acribillados
Carla Yesenia Tello Devia (10 años), Luz Adriana Vargas Quintero (11), Rocío
Molina Ovalle (12), Sandra Milena Pinto (14), Anderson Devia Rodríguez (9),
Wilquer Esnéider Garzón Losada (11). Sobrevivieron al atentado Sandra Paola
Espinosa (9), quien perdió el dedo pulgar izquierdo en la balacera, Harold
Esnebi Támara (10), Orlando León Toledo (13).
“Vi cuando mis compañeros caían y caían al suelo. Unos
corrían y gritaban auxilio, socorro. Mientras tanto tres hombres disparaban sus
ametralladoras y le metían candela a la camioneta. Nos mataban y se reían”.
Con esta última frase
de Orlando León Toledo (13 años) titulaba el periódico la noticia.
El ejército del pueblo
masacrando unos muchachitos por el delito simbólico de ir vestidos de policías,
¡la madre!
No satisfechos con
esta infamia, los redentores populares continuaron disparando contra las
ambulancias y los familiares de los infantes que llegaban en su auxilio.. Sólo
se retiraron cuando vieron que se acercaba la tropa.
Por esos días yo
también esperaba la llegada de mi hijo. Si alguna vez tuve alguna simpatía por
la lucha guerrillera, hasta allí llegó mi amor.
¿Habrá perdón para este acto que excede el crimen de lesa
humanidad para convertirse en crimen de lesa malparidez?
Seguramente que sí,
pero que paguen por lo menos el pulgar de Sandra Paola.
Sería interesante,
ahora que andamos en busca de la verdad, saber cuál fue el estratega que
concibió esta matanza.
Enero 6-16
Columna publicada en EL TIEMPO,
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/los-ninos-policia-de-algeciras-jotamario-arbelaez-columna-el-tiempo/16473854
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