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.Contratiempo
Festival de Poesía
y
Cumbre por la Paz, en Medellín
Para empezar, el reconocimiento a la poesía
une a De la Calle y las Farc.
Jotamario Arbeláez
Son 25
años de celebraciones contra viento y marea, que no faltan, pero a la vez con
buen viento y buena mar, que para eso hay buen espíritu y permanente respaldo.
El Festival Internacional de Poesía de Medellín -el más grande, prestigioso y
comprometido con la vida y la paz de los pueblos-, acaba de cerrar una de sus
más emocionantes versiones, con 90 voces de 40 países. En 2006 había alcanzado
el Premio Nobel Alternativo de Paz “por demostrar cómo la creatividad, la
belleza, la libre expresión y la comunidad pueden florecer y superar el miedo
incluso ante la violencia más profundamente arraigada”. Recordar que gracias a
sus acciones poéticas reiteradas, desde su creación en medio de bombas y
ráfagas, Medellín pasó del estigma de ser la capital mundial del crimen y el
narcotráfico a la sede planetaria de la poesía.
Poetas: Juan Manuel Roca, Fernando Rendón, Jotamario
Arbeláez y Gabriel Jaime Franco
en la apertura de la Cumbre. (Fotógrafo infiltrado)
en la apertura de la Cumbre. (Fotógrafo infiltrado)
Dentro de él se celebró la II Cumbre Mundial de la
Poesía por la Paz, con un inició sin antecedentes, evidentemente esperanzador.
Asistieron escritores nacionales y provenientes de naciones que han vivido
serios conflictos antes de alcanzar la paz. Fue saludado a través de
video-conferencias individuales, por Humberto de la Calle, negociador del
proceso de reconciliación en La Habana, a quien se había cursado invitación
personal, y por Jesús Santrich, uno de los delegados de la guerrilla, contra
quien no pesa ningún reclamo judicial.
Tomadas del video: https://youtu.be/ZaTubH9ZBRI
Ambos hablaron en un tono tranquilo y pausado, en
contraste con la algarabía bélica de los políticos por los medios. De la Calle
refirió que en política había cumplido un papel de monaguillo del nadaísmo, que
fundara Gonzalo Arango, “cuando estábamos frente a una sociedad amarrada a un
costumbrismo autista”. Y citó una canción de Arango donde pide al soldadito que
cargue su fusil de viento y dispare contra el cielo para que caiga la lluvia.
“Son palabras actuales, absolutamente pertinentes y vivificantes, que nos
ayudan mucho en estos momentos de negociaciones en La Habana”. Terminó haciendo
un llamado “a la capacidad de encontrarnos como seres humanos respetando la
diferencia, respetando al otro”. Santrich, en nombre de las Farc, y acompañado
por el dummy de Pablo Cataumbo, realzó y saludó “la realización de estas
magníficas iniciativas que se han convertido en la institución de la cultura y
de la paz” y expresó el deseo de que “esta Cumbre, como concentración de buena
voluntad, redundara en la paz de Colombia”. A la apertura de la Cumbre no se
invitaron fotógrafos.
Al final del evento los poetas dieron a conocer una
“Declaración” de 3 puntos, antecedida por el epígrafe: “Quien no puede vencer
con las palabras, no debería vencer de ningún otro modo”. Me permito la
transcripción del documento completo:
Declaración Final
de la
II Cumbre Mundial de la Poesía por la Paz
y
la Reconciliación de Colombia
1. Antecedentes del
conflicto
Este conflicto que ha desgarrado al país
por décadas es síntoma de viejas enfermedades: la injusticia y el
despojo.
Así como
la industria de la guerra ha minado la selva, los campos y las calles, ha hecho
del lenguaje un fuerte y de la incultura guerrerista una lógica del mundo.
Por
décadas se nos ha querido convencer que somos hijos de la violencia y del odio
y que tal desmesura constituye nuestra identidad y destino. La incultura del
odio ha creado una concepción de que la guerra resulta inevitable. El proceso
de paz no es una dádiva sino una conquista propiciada por varias décadas desde
el activismo de los movimientos sociales, campesinos, indígenas, afros, mujeres
y estudiantes, en concierto con una gran mayoría de la población colombiana.
La restitución
de tierras debería suceder al unísono con la restitución de la paz, que también
nos ha sido enajenada por tanto tiempo, y casi no la recordamos como un momento
de nuestra historia. Quisiéramos que hubiera un desminado del lenguaje,
propiciado por los medios de comunicación, y convertirlos en generadores de
nuevos imaginarios de reconciliación, ajenos al belicismo verbal al que nos
hemos ido acostumbrando.
2. Desafíos de un
presente: la poesía como imposible realizable
-La sostenida
propaganda bélica no ha podido extinguir nuestra memoria y es posible volver a
los orígenes de un nosotros oculto: el lugar donde resisten las
espiritualidades que nos hermanan a unos y otros y a
todos con la Madre Tierra, afirmando valores comunitarios.
A pesar del
pesimismo mediático generado, no hay en Colombia un hombre ni una mujer que no
alberguen el sueño de la reconciliación nacional, que no imaginen el reino de
la justicia y que no añoren otro combate distinto al de las ideas. La paz tiene
sus posibilidades reales en este acontecimiento que significa, en medio de un
orden de muerte una cotidiana esperanza.
La poesía y el
arte pueden transformar el dolor y la tragedia, vividas en memoria y fuerza para
afirmar la vida y derrotar las argucias de la muerte. Disponernos a
trasformar las hondas heridas que han producido en Colombia la injusticia y su
despliegue bélico, nos compromete a todos a una reflexión sobre este
malestar, pero también a reconocer lo que fuimos antes de contraerlo y de
lo que, ya superado, podemos llegar a ser. Si afirmamos sin titubeos que la
poesía es un imposible realizado, la paz debería ser un imposible realizable.
Ese imposible realizable volverá a poner en nuestros ojos el país que no han
dejado ser.
3. Para hoy el porvenir
El presente es
un futuro ya cumplido y por lo tanto no podemos dejarle la paz al porvenir. El
porvenir es hoy.
Es preciso
promover y materializar un cese multilateral del fuego hacia
el silenciamiento definitivo de las armas de todos los actores del conflicto en
nuestro país, para abrir anchas vías a acuerdos plenos que eliminen las causas
y consecuencias de las guerras.
El país
necesita una nueva institucionalidad, un nuevo acuerdo social que garantice la
justicia, un Estado de Derecho real. Proponemos desde esa nueva
institucionalidad la creación de un Ministerio de la Paz. A manera
de ejemplo señalamos algunos posibles puntos que le den base al mencionado
Ministerio:
1- Garantizar
y cuidar la memoria de este largo proceso y el devenir de una existencia como
pueblos identificados con el diálogo y la convivencia.
2- Repensar
las políticas como procedimientos indispensables para una verdad y una
identidad común.
3- Hacer
viable la justicia social para eliminar definitivamente las causas más
evidentes del conflicto.
4- Proponer
desde las diversas culturas que nos componen encuentros donde se valore la
diferencia y la poética del diálogo.
5- Superar
la condición de víctimas y victimarios impuesta por la lógica bélica y elaborar
junto a las comunidades nuevas maneras de entendernos y afirmarnos como
pueblos.
6- Garantizar
el libre acceso de las comunidades a los medios de comunicación.
7- Visibilizar
y potenciar la función histórica de la poesía y las artes, para construir una
paz profunda y verdadera.
Medellín, Julio 17 de 2015.
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Poetas
colombianos, de izquierda a derecha: Gabriel Jaime Franco, Jairo Guzmán, Juan
Diego Tamayo,
Jotamario Arbeláez, Fernando Rendón, Juan Manuel Roca, Fernando
Linero y Javier Naranjo.
NTC ... Nota: Parte de este texto se publicó en la columna del autor en EL TIEMPO, Julio 21(.com) y 22 (impreso), 2015
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