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SEMANA, PORTADA, Junio 27, 2015
La historia de cómo Mary Nella
Murillo y su bebé sobrevivieron a un accidente aéreo y a la selva chocoana.
Detrás hay una lucha por salir de la pobreza.
Sin importar el dolor que sentía en varias partes de su cuerpo o tener parte de la cara quemada, regresó hasta los despojos de la aeronave Cessna que había tomado hacía menos de media hora en Nuquí para escapar de una vez por todas de la miseria. Regresar le daba temor, pues al intentar salir de los restos, había palpado el cadáver del piloto Carlos Mario Ceballos, quien había accedido a llevarla a ella y a su bebé, en medio de 500 kilos de bagre y atún fresco, por 150.000 pesos hasta Quibdó.
Al ingresar de nuevo prefirió no mirar al piloto. De un momento a otro, logró divisar el cuerpo de Yudier, quien había quedado en la parte trasera del fuselaje, entre su equipaje y decenas de pescados. Lo tomó en sus brazos y pudo constatar que aún respiraba. Los dos, de forma increíble, estaban con vida pero en medio de la selva chocoana.
Ese sábado, 20 de junio, la avioneta de matrícula HK477, había salido de la enlodada pista de Nuquí un poco después de las diez de la mañana. Mary Nella, de 18 años de edad, había tenido mucha suerte al encontrar un cupo para volar, pues debido a las pésimas condiciones de la pista, las aerolíneas Satena y Aerolínea de Antioquia (ADA) habían suspendido sus operaciones. Solo quedaron prestando el servicio pequeñas avionetas de entre cinco y ocho pasajeros como la que abordó Mary Nella aquel día.
La intención de esta joven, que pudo estudiar solo hasta noveno de bachillerato, era viajar con las mínimas pertenencias hasta Quibdó, donde vive su hermana Ana Mary, para buscar nuevas oportunidades y sacar a su hijo adelante, sobre todo porque el padre, una vez ella quedó en embarazó, nunca volvió a aparecer. “No volvimos a saber de él. Por eso ella tomó la decisión de seguir luchando sola por el bienestar de su bebé”, dice Nataly, una de sus hermanas. Mary Nella estaba dispuesta a cualquier trabajo, por pesado que fuera, con tal de que su bebé tuviera comida.
“Yo le dije a ella que se viniera, que se buscara un trabajito y que yo le cuidaba al niño. Claro que aquí las cosas en Quibdó son duras, también”, dice Ana Mary, quien está embarazada y tiene una niña de 8 años.
Realmente Mary Nella vivía en Panguí, un corregimiento de pescadores a orillas del océano Pacífico, perteneciente a Nuquí *, y al que solo se llega en lancha tras 15 minutos de trayecto. Waldino Murillo Rentería, el padre de Mary Nella, tuvo ocho hijos, de los cuales solo uno terminó el bachillerato. Él es Sony, un moreno flaco y alto que hoy día trabaja como celador en Cali. Vivir en Panguí –y más aún estudiar– es casi como luchar contra la corriente. La primaria se estudia allá, pero parte del bachillerato en el casco urbano de Nuquí, donde solo pueden llegar quienes tienen familia o dinero para sostenerse. (* http://tarabitares-y-divaneos.blogspot.com/2012_08_07_archive.html )
“Cuando las niñas cumplen 15 años ya están pensando en irse para la ciudad a buscar trabajo en casas de familia, como empleadas, para poder ayudar a sus hermanos menores. Hay veces que si se desayuna no hay para el almuerzo, entonces en la tarde te comes un coco o una fruta para despistar el hambre, así se pasan los días allá”, dice Sony. El gran problema es que a veces hay pescado y a veces no.
Mary Nella era de las que, cuando no estaba don Waldino ni ninguno de sus hermanos, era capaz de tirar para el monte a buscar leña para prender el fogón. Y si tenía que coger un machete para rajar palos, lo hacía. Desde niña aprendió a usar lo que llaman ‘manilla’, con la que se descascara el arroz antes de pilarlo. “Ella sabe lo que es ir a conseguir el plátano y el coco para alimentarse. Incluso, sabe lo que es ir a pescar cuando los hombres no están”, relata Sony, su hermano mayor. Esa lucha por el día a día le terminaría ayudando para sobrevivir.
La avioneta, cargada de pescado, despegó sin contratiempos de Nuquí pasadas las diez de la mañana, pero en medio de su trayecto desapareció de los radares, así como las comunicaciones con el piloto Ceballos. Sobre el mediodía, la Aeronáutica Civil declaró oficialmente la desaparición del aparato. De inmediato se activaron los protocolos de emergencia, que fueron notificados, entre otros, al grupo de Búsqueda y Rescate Aeronáutico de Colombia (Brac), un cuerpo de voluntarios que a los pocos minutos ya estaban parados sobre la pista del aeropuerto Olaya Herrera de Medellín. También llegaron bomberos de la ciudad, pero las condiciones climáticas no ayudaron y la salida de los rescatistas tuvo que postergarse hasta el domingo a las seis de la mañana.
Mientras todo un operativo se estaba armando en el aeropuerto El Caraño, de Quibdó, don Waldino se enteró que su niña nunca había llegado a Quibdó. El accidente de su nieto y de una hija tan joven era la noticia más amarga que había probado este pescador en toda su vida. Sony tuvo que pedir permiso en su trabajo en Cali para reunir unos pesos y viajar a Quibdó. Las noticias que le llegaban a don Waldino eran ambiguas y llenas de hermetismo. Se temía lo peor.
El domingo, un helicóptero civil de la empresa Helifly, comandado por el piloto Wilson López Granada, un hombre con entrenamiento especial en rescate, fue el primero en sobrevolar la zona donde se suponía se había siniestrado la avioneta. La ubicación se logró a través de un sistema conocido como ELP, que funciona como un beeper que emite sonidos cuando se encuentra cerca del aparato. Volando muy cerca de las copas de los gigantescos árboles, López reportó el lugar exacto de la aeronave, en medio de la espesa selva de la serranía del Alto Baudó.
Las posibilidades de sobrevivir luego de un accidente de este tipo, pensó Sergio Mira, director operativo del Brac, eran mínimas. En sus palabras, se trata de una oportunidad en un millón. En más de diez años como médico rescatista, Mira nunca antes había hallado vida en condiciones parecidas.
En efecto, una vez los rescatistas pudieron descender a través de cuerdas, lograron ver el cadáver del piloto, apretujado en el costado izquierdo de la cabina. Acisclo Rentería, un voluntario de la Cruz Roja que se conoce como nadie las sinuosidades de la selva, no olvida el fuerte olor que emanaba el pescado que se había regado a lo largo y ancho de unos 150 metros a la redonda.
Dentro de lo que quedaba de la aeronave había un machete, un coco quebrado, una chancla y algunos juguetes. Más adelante, en el descenso de un riachuelo, comenzaron a aparecer huellas y algunos elementos que parecían haber sido puestos por alguien: maquillaje, pañitos, dos celulares con las baterías afuera, y un registro civil. Mary Nella, no cabía duda, había sobrevivido, aunque no se sabía dónde estaba.
Pero la tarde del domingo se encapotaba y el personal debía sacar el cadáver del capitán, que para ese momento yacía a expensas de los animales y los bichos de la manigua. Un helicóptero Black Hawk de las Fuerzas Militares llevó a cabo la operación.
Entre el lunes y el martes, es decir, cuatro días después del accidente, no hubo noticias ni de la madre ni del bebé. La Fuerza Aérea hizo sobrevuelos a ras de la selva, utilizando una especie de megáfono a través del cual le enviaban a Mary Nella mensajes de aliento. Los pobladores cercanos al río Tapartó, y otros oriundos del caserío Campo Bonito, también ayudaron con llamados. “Le decíamos que no se preocupara por los animales y que tratara de acercarse al lugar del accidente para poder rescatarla”, cuenta el coronel Rodrigo Zapata, jefe de operaciones especiales de la Fuerza Aérea. Por tierra también avanzaban rescatistas coordinados por Carlos Santiago Ramírez, presidente del Brac, con el apoyo de los bomberos de Medellín e Itagüí, y el decidido seguimiento del K-Sar (búsqueda y rescate con caninos), del cual hacen parte Keiko y Poli, dos perros expertos en búsqueda de humanos.
Pero fue el miércoles, a eso de las tres de la tarde, cuando bajo los altos árboles que componen la espesura del Alto Baudó, se hizo presente un milagro. Los gritos de Mary Nella se escucharon a unos 400 metros del lugar donde se había accidentado la avioneta. Tres campesinos que ayudaban en la búsqueda salieron al encuentro, en compañía de Acisclo, el rescatista de la Cruz Roja, y Daniel Vélez Molina, del Brac.
Mary Nella, con Yudier en brazos, parecía estar huida de sí misma, como enajenada. Llevaba puesto un vestidito veraniego y andaba descalza, deshidratada, con un esguince de tobillo y quemaduras de primer y segundo grado en su rostro y pierna derecha. Acisclo recuerda que tuvo que espantarle las moscas, en medio del sopor y la humedad propias de la jungla. El bebé, pese también a la deshidratación, estaba vivo e increíblemente sano.
Poco a poco, cuenta Sergio Mira, la joven fue volviendo en sí. “Estaba muy asustada. El personal en terreno se aseguró de que el niño estuviera bien. Le fueron dando agua, luego galletas y más adelante atuncito”, dice. Acisclo cargó a Yudier, lo puso sobre su pecho y no lo soltó sino hasta que el helicóptero hubo de aterrizar en Quibdó, ya con la madre e hijo a salvo.
Es difícil de entender cómo Mary Nella y Yudier lograron salir con vida luego de que la avioneta se precipitara a tierra. Las ramas de los árboles, cuyos troncos pueden alcanzar los 50 metros de largo, más los bultos de pescado, bien pudieron haber servido para amortiguar la caída a tierra. Mary alcanzó a decir, una vez rescatada, que adentro de la avioneta le había reclamado al piloto que iba incómoda en medio de las cajas. Esas que al final tal vez la salvaron.
A Yudier, perfectamente saludable y sin un solo rasguño, lo dejaron en Quibdó, al cuidado de sus tíos. Ni siquiera necesitó de recuperación. Sony dice que es un bebé tranquilo y juguetón, con buen apetito. Mary Nella, entre tanto, fue trasladada al Hospital San Vicente de Paúl, de Medellín, donde determinaron que tenía quemaduras en el 10 por ciento de su cuerpo. “Tiene pendiente un procedimiento quirúrgico por lesión de tobillo. Pero no se puede realizar aún porque tiene un edema importante a ese nivel”, dijo Diego José Duque, jefe de urgencias del hospital.
La historia de Mary Nella y la de su niño le dio la vuelta al mundo. Sus familiares dieron entrevistas y explicaron la pobreza y el olvido de Panguí, así como la fortaleza de acero que allí mismo forjó Mary. Cada una de las acciones que ejecutó durante cinco días de soledad, dice Sony, terminaron siendo determinantes para no desfallecer.
Poco a poco, mientras va reverdeciendo su salud, Mary le ha ido revelando a su familia qué hizo durante esos cinco días eternos. Minutos después de haberse estrellado la avioneta, le ha dicho Mary a sus familiares, abrió los ojos, se acercó al capitán Carlos Mario Ceballos y le gritó, “¡nos estamos quemando!”.
Al no percibir ninguna respuesta, salió y regresó por su bebé. Empezó a caminar en medio de la selva, por una pendiente hasta llevarlo a un riachuelo para refrescarlo. Pero terminó siendo muy hondo y Yudier casi se ahoga. Lo tuvo que poner boca abajo para sacarle el agua. Y decidió, una vez más, regresar a la avioneta de donde sacó un machete con el que partió un coco. Tomó y le dio de beber a Yudier. En medio del trance, sacó una pañalera, un tarro de leche, y tomó el celular del piloto, pues el suyo no tenía minutos. Trató de intercambiar las SIM y las baterías, pero se rindió al darse cuenta de que no había señal.
Entonces siguió caminando, con Yudier en brazos, amamantándolo, siempre en busca de la ribera, del agua, hasta que llegó a una peña a través de la cual no pudo avanzar más, porque era muy alta. Y la noche se precipitó sobre una selva que para Mary, por fortuna, no era ajena. De ahí, de esa maraña agreste, logró extraer pequeños sorbos de agua acumulados en las hojas de los árboles, así como cuando era más joven y le tocaba arañarle a la selva la comida que escaseaba en Panguí.
Y fue entonces cuando armó un cambuche, una improvisada enramada con palos para protegerse de la lluvia y el sol. Gritó a lo que le dieron sus pulmones pero nadie la escuchó. Sintió dolor en el pie y en el pecho, de tanto llamar a la nada. Con el discurrir de las horas y de los días Mary comenzó a escuchar cada vez más cerca el aleteo de las hélices de los helicópteros. Y más adelante el perifoneo y los mensajes que indicaban que no se habían olvidado de ella, que aún la buscaban. Esa esperanza, más lo que significaba sentir a Yudier fortalecido, se convirtieron en el alimento que hizo posible el milagro.
Esta joven trata de recuperarse en Medellín y reunirse lo antes posible con su hijo, para seguir adelante con esta asombrosa historia que se parece más a la de una película de Hollywood y no la que comenzó hace una semana cuando decidió dejar atrás su pueblo para escapar de la pobreza.
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---------- Mensaje enviado ----------
De: NTC ntcgra@gmail.com
Fecha: 26 de junio de 2015, 16:53
Asunto: Nuquí --> Quibdó (Chocó), el trayecto del milagro, en la selva ... El amor de madre mantuvo con vida a Marinella y a su bebé Julian, de 8 meses. Gracias, Acisclo
Para: Suscriptores y lectores
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De: NTC ntcgra@gmail.com
Fecha: 26 de junio de 2015, 16:53
Asunto: Nuquí --> Quibdó (Chocó), el trayecto del milagro, en la selva ... El amor de madre mantuvo con vida a Marinella y a su bebé Julian, de 8 meses. Gracias, Acisclo
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Nuquí --> Quibdó (Chocó),
el trayecto del milagro, en la selva ...
El amor ...
20 JUN 2015 - 7:48 PM
Avioneta con tres ocupantes se habría estrellado en Chocó
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El amor de madre mantuvo con vida a Marinella y a su bebé Julian, de 8 meses
Marinella Murillo estuvo perdida durante cinco días en las selvas chocoanas con su hijo tras sobrevivir a un accidente aéreo.
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Las labores de búsqueda en la zona continúan en el rescate de una mujer de 18 años y su hijo de 5 meses de edad. "No es fácil en una selva de estas rastrear el terreno rápidamente", confirmó Freddy Augusto Bonilla, secretario de Seguridad de Aérea de la Aerocivil, a Rcn Radio.
El accidente ocurrió en la Serrania de Baudó (Chocó), zona selvática sin vías de acceso. Además de las dificultades que genera el terreno, en el lugar hay presencia de grupos armados ilegales.
Autoridades realizaron un llamado a estos grupos para que eviten realizar confrontaciones que pongan en riesgo las tareas de rescate y el personal, añade la emisora.
Aerocivil Colombia reportó el accidente de la avioneta en la que iban, Carlos Mario Ceballos (piloto), María Nelly Murillo y un bebé de brazos identificado como Julian Murillo. La aeronave fue reportada como desaparecida a las 12:56 pm de este sábado 20 de Junio …
La aeronave tipo Cessna 303 con matrícula HK-4677G,fue avistada a 30 millas de la costa pacífica y a 37 millas de la capital chocoana.
avión, Cessna 303 con matrícula HK-4677G
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La odisea de una madre para salvar a su bebé luego de accidente aéreo
Rafael Caviedes, líder del rescate de la FAC, narró que la mujer sobrevivió por "el amor de madre".
Por: Cristian Ávila Jiménez |
9:57 a.m. | 25 de junio de 2015
¡Un milagro! Esa es la única razón que encuentra Rafael Caviedes, enlace Sar Aerocivil con la Fuerza Aérea Colombiana, por el rescate de María Nelly Murillo y su bebé de un año, después de cinco días del impacto de la aeronave en la que se desplazaban entre Nuquí y Quibdó, en el Chocó. (Vea las imágenes del rescate)
Como el mismo Caviedes explica, encontrar sobrevivientes luego de un choque de avioneta pasa una vez en un millón, y María Nelly, de 19 años, fue esa mínima posibilidad. Ella y su hijo se convirtieron en un milagro.
La tragedia comenzó el sábado en horas de la tarde, cuando la aeronave tipo Cessna 303 de matrícula HK-4677G se accidentó a unos 50 kilómetros de Quibdó, en una zona selvática de difícil acceso que colinda con el nacimiento de un riachuelo.
En la avioneta viajaba el piloto, acompañado por María Nelly y su bebé. Apenas supo del impacto, Caviedes lideró la misión de rescate y al llegar al sitio se conoció la segunda noticia grave: el piloto Carlos Mario Ceballos estaba muerto.
Sin embargo, el domingo comenzó la busqueda de la aeronave y los otros tripulantes, pero estos no pudieron ser encontrados por ningún lado. “Vimos cómo estaba el avión, había comida, unos cocos pelados como si los hubiesen utilizado para pelar el agua y alimentarse, no veíamos por ningún lado el cuerpo de ella, ni siquiera encontrábamos rastros de sangre”, relató Caviedes.
En ese momento, Caviedes tuvo la corazonada de que María Nelly estaba viva.
El lunes, dos días después de la tragedia, el personal de socorro de la Cruz Roja llegó. La primera pista fue una chancla de la mujer dejada adrede por ella para que la siguieran.
A María Nelly, la furia por salvar a su hijo la impulsó para tener la fuerza suficiente y abrir la puerta de la colisionada aeronave, esa misma fuerza la empujó a seguir dejando pistas por la selva del Alto Baudó, en Chocó.
La Cruz Roja y la FAC seguían una a una las pistas, la segunda también llegó el lunes, era el registro civil del menor que había dejado al lado de uno de los miles de árboles de la espesa selva.
Pese a los valiosos hallazgos, la búsqueda era infructuosa, “no sabíamos cómo estaba la mujer y el niño”, dijo Caviedes. El martes, más personas de rescate llegaron a la zona por vía marítima, además de un perifoneo, una aeronave con un parlante desde donde se alentaba a la mujer para que no desfalleciera en su lucha por sobrevivir en la selva.
Ese mismo día encontraron celulares y más rastros de cocos. Mientras tanto, expertos de la FAC observaban la caída de la avioneta y notaron que la cabina del piloto estaba destruida, pero la parte de la tripulación, a pesar de estar deteriorada por los golpes, se encontraba en buen estado, en esa parte había cocos y pescados inmensos que sirvieron para que la mujer amortiguara el estruendoso choque.
Ante la imposibilidad de encontrar a alguien que la ayudara, decidió hacer un cambuche con una cama artesanal para proteger a su hijo.
Mientras tanto, los organismos de socorro, inmersos en la selva, no perdían la esperanza de encontrar estable a la mujer, quien llegó hasta el riachuelo y en ese momento bajaba por la orilla del cuerpo de agua buscando socorro.
Fue ahí, a orillas del río, en el quinto día de su tragedia, que la mujer rompió en llanto al ver al voluntario Acisclo Rentería Palacios, de la Cruz Roja.
Caviedes no se cansa de decir que a María Nelly "la salvó el amor de madre", así como el conocer cómo es la tierra chocoana.
Esta mujer, que bien puede ser llamada heroína, sufrió quemaduras en sus brazos, piernas y rostro, pero logró su cometido: salvar a su bebé de la muerte. Actualmente, sus heridas son tratadas en un hospital de Quibdó.
Cristian Ávila Jiménez
NACIÓN
ALQUIMIA
Alambica la palmera
los zumos de la tierra y los del aire
y abrazada con el sol,
al canto del Diostedé,
el milagro de los cocos.
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