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* Se actualiza periódicamente. Julio 28, 2012
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Seguimientos
y complementaciones a:
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*** 14 de septiembre de 2012
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¿PARA QUÉ CULTURA EN TIEMPOS DE PENURIA?
Por PIEDAD BONNETT
Leído
en la Cátedra Pública de la Rectoría* de la Universidad de Antioquia el 12 de
julio de 2012.
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NTC ... Nota, Agosto 5, 2012: Este texto y el de William Ospina ** se publicaron en la versión impresa del Periódico ALMAMATER de la UdeA, No. 612, Agosto 2012, páginas 28 a 30. Y próximamente estará en la versión digital del periódico: http://almamater.udea.edu.co/periodico/index.htm y en http://almamater.udea.edu.co/periodico/sc-impresa611.htm .
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NTC ... Nota, Agosto 5, 2012: Este texto y el de William Ospina ** se publicaron en la versión impresa del Periódico ALMAMATER de la UdeA, No. 612, Agosto 2012, páginas 28 a 30. Y próximamente estará en la versión digital del periódico: http://almamater.udea.edu.co/periodico/index.htm y en http://almamater.udea.edu.co/periodico/sc-impresa611.htm .
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NTC … agradece a la autora la colaboración y
la autorización para publicarlo.
La reflexión a la que nos disponemos está
atizada por el célebre verso de Hölderlin, “¿para qué poetas en tiempos de
penuria?”, al que se le ha dado, sin embargo, un giro importante al sustituir
la palabra poetas por cultura. “Si no conoces la respuesta, discute la
pregunta”, dijo Cifford Geertz y eso es lo que haré en primer lugar, pero no tanto
por desconocimiento -aunque mis incertidumbres sobre el tema no son pocas- sino
porque las palabras del poeta alemán, así replanteadas, y en un tiempo
distinto, cobran nueva significación.
Lo primero que habría que hacer notar es que,
dentro del contexto de la pregunta, la palabra cultura pareciera inclinarnos a
aceptarla en su interpretación más tradicional y cerrada, o sea como sinónimo
de educación, conocimiento de las artes, la filosofía, la literatura, en fin, como
equivalente a refinamiento intelectual. Y
sí, tiene sentido preguntarnos por la necesidad, en tiempos de penuria, de este
tipo de cultura. Pero los infinitos cambios ocurridos en los últimos cien años, y sobre todo en los muy
vertiginosos de la globalización, nos obligan a manejar el término en un
sentido más amplio, cuidándonos, sin embargo, de no caer en la tendencia de
llamar cultura a cualquier cosa, haciéndole perder a la palabra toda eficacia
operativa. Tratando, pues, de no
naufragar en el maremagnum de las definiciones y de alejarme hasta cierto punto
de las interpretaciones problemáticas de sociólogos y antropólogos, yo llamaré
humildemente cultura a toda acción humana que, independizándose voluntariamente
de la necesidad material, se carga de
significación y potencia simbólica. Me apoyo para esto en Shakespeare, quien a
través del Rey Lear habla del hombre desnudo y el hombre vestido y reflexiona:
“…los más bajos mendigos tienen en lo más pobre algo superfluo.
No permitáis a la naturaleza más de lo que la naturaleza necesita
y la vida del hombre será tan insignificante como lo es la de las
bestias”.
Podemos considerar cultura, pues, tanto la pintura en las manos de las mujeres árabes
como un poema, un rito de iniciación o un baile tribal, una sonata o el cante jondo, la moda como
reflejo de los tiempos o la arquitectura del Bauhaus. En todas estas actividades
el hombre va más allá de sus necesidades y la conducta humana manifiesta su
capacidad de crear valores simbólicos. Es a través de la cultura que el hombre
interpreta su habitat y lo modifica, que busca las finalidades y la
significación de su vida, que se pregunta y se responde sobre los grandes
misterios de la existencia, y que interpreta los conflictos sociales. Cultura,
como dice Steiner, es sentido creado.
En cuanto a la segunda parte de la pregunta,
habría que decir que todos los tiempos, en mayor o menor medida, son tiempos de
penuria. La guerra, las pestes, las desigualdades, la pobreza, la falta de
libertad, son constantes en todas las épocas. Para llenar de significación la
expresión se hace pues necesario pensar en un aquí y un ahora, el de nuestro
país agobiado, que duda cabe, por sus particulares penurias, la fundamental, a
mi juicio, la de la crisis ética que
subyace a nuestros innumerables males.
Ante la visión desoladora de la corrupción y el saqueo
despiadado del dinero público, del cinismo político, de la penetración corruptora
del crimen, de la perpetuación de la guerra y la debilidad del Estado, es
natural que el individuo se sienta abrumado e impotente. Esa impotencia puede
hacerle creer que, como ciudadano, es
víctima de un determinismo histórico frente al cual no hay acción posible. Si,
además, se siente condenado a una existencia centrada en la mera supervivencia,
pobre en opciones, marcada por la rutina que un sistema le impone, es probable
que acepte su circunstancia a-críticamente como un hecho “natural” y renuncie a
toda acción. Es posible también que ese
mismo individuo, huérfano de mirada crítica o de recursos combativos, opte por escapar
de la realidad cotidiana sumergiéndose en los paraísos inanes que la sociedad
mercantilista está siempre dispuesta a ofrecer para distraer el descontento y
el tedio. Pero siempre habrá individuos a los cuales la penuria de su momento
los lleve a buscar dentro de sí y en su entorno los recursos espirituales que
les permitan enfrentar de manera creativa, libre y transformadora su realidad
individual y social. Es decir, personas que quieran producir y alimentarse de
cultura.
La sensibilidad, la imaginación, la curiosidad,
son elementos que se encuentran en potencia en el ser humano, pero necesitan
casi siempre de un contexto propicio para su despliegue. Es verdad que algunos
espíritus, especialmente dotados de esas cualidades, saben abrirle camino a sus
inquietudes y talentos en medio de las peores circunstancias y sin mayores
ayudas: pensemos en Camus, criado en medio de una pobreza total, o en Primo
Levi, que de su indignado dolor hace un testimonio estremecedor, o en Van Gogh que
a pesar de la locura es capaz de renovar el lenguaje de la pintura.
Pero muchos otros, asfixiados por una realidad adversa, seguramente podrían encontrarle
caminos de trascendencia a sus vidas si
estas fueran iluminadas tempranamente por una educación que les permitiera
identificar sus potencias, y descubrir lo que a menudo la dureza de su entorno
les impide ver: que es posible demarcarse de lo establecido y ejercer una
libertad creativa que nos lleve a rebasar la costumbre, el tabú, el prejuicio.
En su reciente libro, La civilización del espectáculo, Vargas Llosa, en medio de muy
atinadas apreciaciones sobre el daño que causa a nuestro tiempo la banalidad de
la cultura-mainstream, deja caer la gota amarga de su escepticismo cuando
afirma: “La ingenua idea de que, a
través de la educación, se puede transmitir la cultura a la totalidad de la
sociedad, está destruyendo la “alta cultura”, pues la única manera de conseguir
esa democratización universal de la cultura es empobreciéndola, volviéndola
cada día más superficial”. Creo que esa
afirmación suya merece ser discutida. Es
verdad que todo tiempo y lugar hay seres refractarios a la cultura, hombres que miran con desdén las actividades del
espíritu, y poderes que al percibir los peligros del pensamiento crítico que
ella encierra la aplastan o la manipulan de acuerdo a sus intereses; y es
cierto que en todo tiempo y lugar, por otra parte, la llamada alta cultura pareciera terminar
confinada en las manos de una elite intelectual, la misma que T.S Eliot
defiende como garante de su calidad y perpetuación. Pero esa realidad no debiera empeñar el sueño
utópico de una educación democrática que brinde a todo niño y todo joven la
oportunidad de acceder al universo del pensamiento simbólico y el hecho
estético. En tiempos de penuria, la Gran
Zancadilla a la inercia que perpetua el atraso tendría que
ponerla una revolución educativa que haga florecer la oportunidad y el
estímulo, que incorpore el debate crítico y propicie la actividad simbólica que
encierran la música, la pintura, la literatura, el teatro, tanto a nivel
experimental como reflexivo. En tiempos de penuria, la escuela y el maestro
están llamados a transformarse ellos mismos a través de la formación, la
reflexión, la experiencia razonada y la permanente autocrítica.
Leí en alguna parte que un conocido director
teatral decía que la cultura no se recibe, se hace. Sólo puedo comulgar parcialmente
con esa afirmación. Es verdad que a través de procesos de introspección o de
búsqueda colectiva se puede lograr que sentimientos e ideas propias produzcan
arte y cultura, pero también es verdad que sólo en diálogo con una tradición cultural
y un pasado se puede escapar de caer en lo meramente subjetivo, lo anacrónico,
lo ingenuo o lo pueril. Con su gran intuición lo señaló García Márquez en Cien años de soledad, cuando muestra
cómo no le basta al febril José Arcadio con su imaginación y su tenacidad para
evitar el fracaso. Su aislamiento del mundo, que es el mismo de su región, lo
lleva al patético descubrimiento de que “la tierra es redonda como una naranja”
con varios siglos de retraso.
Y ya que hablamos de tradición cultural anotemos
que la corrección política llevada a extremos absurdos no sólo nos ha llevado a
usar toda clase de tontos eufemismos, sino a creer que la educación escolar
debe centrarse en la reivindicación de lo
local, descuidando el acercamiento a la cultura de otras latitudes, presuponiendo
que esta no es vital en edades tempranas. Es verdad que, como afirma
Eliot, “es importante que un hombre se sienta no sólo ciudadano de una nación en
particular, sino ciudadano de un lugar específico de su país”, pero también que
sintamos con Darío, con Reyes y con Borges, que aún siendo latinoamericanos el
universo entero nos pertenece. El problema de la identidad, que tanto les
interesó a artistas y a escritores latinoamericanos a principios del XX, se
plantea hoy, en nuestras “sociedades porosas”, para hablar con términos de
García Canclini, de manera distinta. En nuestras sociedades, cada vez más
influenciadas por el cine, la televisión, Internet y las redes sociales, estamos
obligados a no caer en simplificaciones idílicas a la hora de definirnos como
cultura. El gran reto está en no incurrir en la pérdida de referentes
culturales y en la homogeneidad empobrecedora a la que pareciera condenarnos
la globalización, pero sabiendo
incorporar la riqueza de la multiculturalidad que entra por todas nuestras
ventanas ampliando nuestras opciones de representación simbólica. Así pues, como
sigo creyendo que la Utopía
es el verdadero resorte del cambio, yo sueño con niños y jóvenes colombianos
que oigan tanto piezas de Chopin como
alabaos del Pacífico, que gocen de
la pintura de Klee y de Kandinsky pero
que también conozcan a Widemann o
descubran el poder del graffiti y el arte callejero, y que lean tanto a
Poe como a García Márquez o la leyenda de Yuruparí.
Por supuesto la cultura respira en un ámbito mucho
más amplio que el aula. La vida cotidiana del ciudadano tendría que estar
rodeada de ella, y esa responsabilidad en buena medida le corresponde al Estado,
que debe tener lineamientos de política cultural claros y efectivos, sin caer
en paternalismos, encauzamientos, manipulaciones ideológicas o reduccionismos
que se devuelvan contra la cultura como un bumerang. En las manos del Estado
está potenciar la energía creadora de sus individuos y sus comunidades, y
preservar, rescatar y estimular las manifestaciones culturales. Y recordemos
que estas sólo logran plenamente su
objetivo de dinamizar la vida allí donde hay libertad, respeto por la
diferencia, y vida digna.
A nivel subjetivo, el arte (en su sentido más
amplio), es lugar de resistencia del espíritu, instrumento catártico, camino de
sublimación, posibilidad de
distanciamiento y sanación. A nivel social y político, el arte entraña resistencia, por su poder de preservar la
memoria, de resignificar la tradición, de subvertir el orden, de incomodar el
establecimiento, de hurgar en lo callado, y de poner en evidencia cualquier
tipo de tiranía. Por fortuna, como las cucarachas, el arte también tiene la
capacidad de sobrevivir y fortalecerse en lugares oscuros e insanos.
Finalmente, el arte permite también la
revaloración y crítica de la tradición en que se inscribe, porque,
comparte con la revolución cultural moderna, para plantearlo en palabras de Paz, la “impotencia para consagrar los principios en
que se funda”. El arte dialoga con él mismo y cada obra, tácitamente, equivale
a un acto crítico.
No debemos olvidar, sin
embargo, que, como toda actividad humana, también el arte y la cultura son
objeto de manipulaciones por parte del poder y de las ideologías, que penetran
las sociedades con sus discursos ocultos. Es tarea del intelectual develar esos discursos, esas manipulaciones,
entre las que se cuenta la más agresiva de todas, la del imperio desvergonzado
del mercantilismo, que intenta reducir la cultura a mero producto del mercado. Pero
también señalar otros peligros, menos evidentes, que también amenazan la
independencia de la creación artística, y la desvían de su verdadera razón de
ser en tiempos de penuria: interrogarnos, una y otra vez, sobre lo que
significa ser humanos.
PIEDAD BONNETT , http://piedadbonnett.com/
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* DE: NTC ... AGENDA
*** 12 de Julio, 2012, Medellín, 3:00 pm.
--- ¿Para qué la cultura en tiempos de penuria? * Diálogo con Piedad Bonnett y William Ospina. CÁTEDRA PÚBLICA, Rectoría Universidad de Antioquia. ** Lugar: Teatro Universitario Camilo Torres Restrepo, Universidad de Antioquia. Entrada libre, Previa inscripción en http://reune.udea.edu.co . En la séptima estrofa de su elegía"Pan y vino", Friedrich Holderlin (Alemania, 1770-1843) escribió: "¿Para qué poetas en tiempos aciagos? / Pero ellos son, dices tú, como los sacerdotes sagrados del dios del vino, / los que fueron de un país a otro en noche sagrada". En el programa Cátedra Pública de la Rectoría de la Universidad de Antioquia, los escritores Piedad Bonnett Vélez y William Ospina establecerán un diálogo en torno? la pregunta: ¿Para qué la cultura en tiempos de penuria? parafraseo del verso de Holderlin. ¿Puede ser la cultura un antídoto contra la violencia y puede mejorar los niveles de civilización de un país? ¿El arte, la literatura y la poesía pueden tener algún protagonismo en una sociedad aquejada por la desigualdad, el deterioro moral y la virulencia, a veces sin sentido? ¿Cuál es el papel de la universidad ante las penurias de la cultura que sufre la sociedad? * Detalles: http://www.udea.edu.co/portal/page/portal/portal/Actualidad/DetalleAgenda?codEvento=4028 . Imagen de la izq.: Periódico Almamater de la Udea, No. 611, Julio 2012, p. 11. ** Clic en Mayor información para acceder a las memorias de la Cátedra Pública. Mayor información
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ALMA MATER N° 611 JULIO 2012, http://issuu.com/periodicoalmamater/docs/am_611_julio_2012?mode=window&viewMode=doublePage
http://almamater.udea.edu.co/periodico/index.htm
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http://almamater.udea.edu.co/periodico/index.htm
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** En tiempos de peligro
Por: William Ospina
El Espectador, 15 Jul 2012 - 1:00 am http://ntc-documentos.blogspot.com/2012_07_18_archive.html
*(Leído en el aula máxima de la Universidad de Antioquia).
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Sobre el anterior video (Seguimiento a Sept. 17, 2012)
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, ntcgra@gmail.com . Cali, Colombia.
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Diálogo entre Mario Vargas Llosa y Gilles Lipovetsky para presentar el libro del escritor peruano 'La civilización del espectáculo'.
Madrid, Instituto Cervantes, 25 de abril de 2012 (71 Min)
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Sobre el anterior video (Seguimiento a Sept. 17, 2012)
ARCADIA, No. 84, Sept. 15,
2012. Impresa, Pág. 3
EDITORIAL
EDITORIAL
http://www.revistaarcadia.com/ultimas-ediciones
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Click derecho sobre la imagen para ampliarla en una nueva
ventana.
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Mario
Vargas Llosa, entrevista a propósito de su libro "Civilización del
espectáculo" . VIDEO.
Apartes de la entrevista al Premio Nobel de Literatura Mario
Vargas Llosa desde Madrid para el programa "OPPENHEIMER
PRESENTA", en CNN, a propósito de su último libro "Civilización
del espectáculo", transmitido en la edición del domingo 15 de
julio de 2012
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Publica y difunde: NTC …* Nos Topamos Con …
* Se actualiza periódicamente. Julio 28, 2012
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