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"La diva de la JUCO". Testimonio de Amalia Lú Posso
Por Julia Londoño Bozzi.
http://www.elmalpensante.com/ (Próximamente allí)
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Una muestra de tres páginas.
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"Si yo dijera que mi militancia en la izquierda fue una locura de juventud,
sería una pobre mierda."
Amalia Lú Posso Figueroa ( 1 , 2 , ...)
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Páginas 32 y 37
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Página 47 (y última)
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… relación no se interrumpió. El día que firmamos el divor-
cio, la separación de bienes en la notaría, nos fuimos de
celebración. Él vive en Medellín pero viene a Bogotá con
relativa frecuencia y siempre está al pie del cañón. Nos
vemos un par de veces al mes, tomamos whisky, conver-
samos interminablemente y a veces se baja aquí. Es un
luchador inquebrantable por la paz de este país y siempre
ha seguido muy cerca mío y de nuestros hijos.
Ahora somos abuelos, Valentina vive en Nueva York
y nuestros nietos también, es editora de libros de arte.
Yohir vive en Miami, escribe columnas de opinión y
está preparando una novela. Mis hijos son mis mejores
amigos y cómplices. Mi mamá vino a vivir conmigo a sus
88 años, ahora tiene 90 y estoy feliz de tenerla cerca. Me
traje a mi casa todo su apartamento, hasta sus flores de
plástico para que no se sienta extraña.
Por cierto: con Jaime Caycedo, como es natural, estu-
ve distanciada un tiempo, pero volví a hablar con él des-
pués de un terrible atentado en que le dispararon nueve
tiros a quemarropa. Me gusta haberlo recuperado como
amigo. Fue él quien me convenció de integrar la lista del
Polo Democrático al Senado, cuando Carlos Gaviria era
el candidato de la izquierda. Jaime sigue tocando la guita-
rra y cantando maravillosamente bien esas canciones del
sur y de la Guerra Civil Española.
UN NUEVO PRINCIPIO
Una amiga, riéndose, me decía: "Tú te volviste es-
critora porque un tipo te dejó", yyo le contestaba: Jaj, si
yo me volví escritora porque un tipo me dejó solo podría
escribir: "La noche está oscura y mi alma se llena de con-
goja", no esas cosas tan eróticas que pongo en el papel.
A la mayoría de los que militaron conmigo los ma-
taron. Mataron a Leonardo Posada, a José Antequera, a
Bernardo Jaramillo, a Carlos Munévar, a Chucho Bejara-
no, que ni siquiera era militante comunista. A veces, en
manifestaciones, me encuentro a la gente que dice: "Com-
pañera, tenemos que hacer algo ... ", ¿pero hacer qué?
En mi caso, hacer algo fue ponerme a escribir. Al
principio, cuando lo de Bojayá, me quise ir como vo-
luntaria, pues necesitaban a una psicóloga para hacer la
reconstrucción de las historias de vida. No se pudo
porque ya había gente trabajando en eso. Entonces se me
ocurrió que podría revivir la abundante memoria oral de
mis primeros años en Quibdó, cuando yo era una pelaíta
consentida por sus nanas negras. Contar las historias de
la nana Valentina, del saqueo del oro, de las dragas en
los ríos, del intento de desmembración del Chocó en la
época de Rojas Pinilla. Y todo comenzó a salirme con
absoluta fluidez. Recordé historias que yo creía perdidas
y que estaban en mi memoria esperando ser convocadas.
Me acordé, por ejemplo, de que mi abuelo Marcial
Figueroa tenía un par de minas de oro en Lloró, llamadas
El Santísimo y El Santisimito. Los gringos, a través de la
Chocó Pacífico, quisieron trabajar en sus terrenos, pero
él les dijo: "A mis tierras no meten la draga". Entonces
todo el cascajo, o sea las piedras grandísimas que sacaba
del río ese aparato tan gigante, se lo tiraron en la entrada
de su finca para que él no pudiera entrar. Tardó muchí-
simo tiempo, imagínate, en lograr que esas piedras le
permitieran volver a entrar ... Y yo le decía a mi mamá:
"Después preguntas que por qué soy antiimperialista, si
eso viene de familia".
Muy pronto me di cuenta de que la escritura me
permitía recuperar no solamente la memoria oral de mi
infancia en el Chocó, sino el conjunto general de mi vida:
los años en la Nacional, mi militancia en laJuco, mis
historias de amor. Dicho de otro modo: al pasar de esa
memoria oral a la literatura advertí que podía reivindicar
las cosas que todavía me tocan.
Yo sigo creyendo en las causas válidas y nobles por las
que luché, aunque para muchos éstas se hayan defor-
mado. Creo en el respeto del hombre por el hombre.
Por eso esta guerra me parece absurda -ésta y cualquier
otra-. Rechazo el secuestro, las torturas, los asesinatos,
las desapariciones forzadas y todo el horror que vino con eso.
Si yo dijera que mi militancia en la izquierda fue una
locura de juventud, sería una pobre mierda.
Si a mí me hubieran dicho, en mis años de militancia,
que en vez de cambiar el mundo lo que iba a cambiar era
el mapa, yo habría creído que eso era una locura.
Reivindico, ahora desde la escritura, todo lo que fui.
Ahora que escribo y represento historias, en vez de
ignorar mi pasado y dármelas de mosquita muerta, sigo
creyendo, desde otra orilla, en que es posible un mundo
mejor y hay que luchar por conseguirlo. Los recuerdos
salen intactos y sin culpa.
Hay algo curioso. Cuando publiqué en Ediciones
Brevedad de Bogotá mi primer libro, Véan vé, mis nanas
negras, firmé como Amalia Lú Posso Figueroa. Y me
empecé a encontrar con gente que me preguntaba: "¿Por
qué ahora firmas los libros de ese modo, si siempre fuiste
Marilú?".
Pues lo que pasa es que yo recuperé mi nombre; eran
los negros en el Chocó los que me decían niña Amalia
Lú, porque yo me llamo Amalia Lucía, pero cuando
llegué a Bogotá me volví Marilú. Así que puedes ponerlo
muy claro: escribir me permitió recuperar mi verdadero
nombre.
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_JULIA LONDOÑO BOZZI (POPAYÁN, COLOMBIA,
1980). Estudió comunicación social en la Universidad
Javeriana y actualmente trabaja en relaciones públicas.
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