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Intermedio
Gonzalo Arango y
el existencialismo
http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/jotamario-arbelaez/retrato-del-artista-cachorro
(Allí, en El País (Cali), se publicará, el 27 de Septiembre, la columna. NTC ... agradece al autor.)
Hace 35 años que liquidó su existencia Gonzalo Arango en un accidente de carros. Como todos los años, sus amigos soplamos sobre los 45 cirios de su velorio. Este año andaría de 80 y todavía lo llamarían “el profeta”. Ya no “el de la nueva oscuridad”, como se autoproclamara en principio, sino “el de la nueva luz en las tinieblas”, como lo rediseñaron los maestros sapientes.
Cuando lo conocimos, lo primero que nos llamó la atención fue su palidez cadavérica, su larga melena grasienta, sus uñas de luto, su gabardina gris con un ascua de mugre bordeando su cuello, el fulgor demoníaco de su mirada y la expresión de su pensamiento que rajaba las mesas. Su cuerpo, sin embargo, mantenía impregnado en Vetívert.
Acababa de fundar el nadaísmo, la última esperanza de sobrevivirse, ya que había pasado por las verdes y las maduras en este mundo desvirolado. Estuvo a punto incluso de ser linchado por las turbas enardecidas del 10 de mayo, por hacer parte de la tercera fuerza del general derrocado. Él muy ladino, queriendo tomarse el poder para empezar, escribía las consignas y manifiestos del terrateniente general. Pero para algo se hicieron en los recintos públicos los retretes para señoras. En uno de ellos, en medio del efluvio de tanta nalga perfumada de secretaria, pudo preservar la verticalidad de su calavera. y escapó al Chocó con “El ser y la nada” a salvo, y “La náusea” por añadidura. Allí, a la orilla del río Atrato, se compenetró en tal forma con el filósofo dinamitero de
Si Gonzalo fue nuestro profeta, Sartre fue nuestro Alá. y el primer nadaísmo se nutrió con “Las moscas” y con “Las manos sucias”. La mayoría no teníamos aún veinte años y, como decía Paul Nizan citado por Sartre, “no permitiré que se diga que esa es la edad más hermosa de la vida”. Íbamos contra el mundo para enterrarlo, para declararlo difunto y colocar un ramo de ortigas sobre su féretro. Había la amenaza nuclear, los vestigios de la violencia que en realidad nunca se extinguió en Colombia, y sin embargo cierta literatura peor que rosa se empeñaba en mostrarnos este mierdero como el mejor de los mundos vivibles.
Qué dicha para nosotros asumirnos de redentores con las llamas de los apóstoles anarquistas, emporcar las costumbres de una sociedad falsamente limpia, hacer galimatías de las oraciones, restaurar la literatura transfusionándole los virus más podridos y tonificantes, hacer del amor el acto más libre y a la vez el más misterioso. Y con el existencialismo como respaldo por cuanto ya Uriel Ospina y la sabiduría popular pronto nos etiquetaron como “existencialistas criollos” para demostrar una vez más la incapacidad colombiana de pensar por nuestra cuenta, pusimos las cartas marcadas sobre la mesa y ganamos el juego a nuestros tramposos antecesores.
El país, que no había sido salvado por el Sagrado Corazón de Jesús, se salvó por el nadaísmo. Así fueron entrando la minifalda, las larguísimas cabelleras, los cantos de protesta, la literatura fantástica de compromiso, los curas guerrilleros, los transformistas, la marihuana en los hogares, toneladas de cocaína en el mismo barco que el “profeta” había bautizado frente al “poeta de la acción” presidencial, las ganancias ocasionales, y un gran sentido del humor en los épicos atentados contra el sistema.
Una vez cumplido ese paso, no fue que echáramos pie atrás cuando recorriendo los paisajes alucinógenos que nos fueron otorgados como premio por nuestra virulencia contra la prosa del comercio, del trabajo avasallador y del consumo masivo, “la realidad encantada” fue en nosotros y así tuvimos la vislumbre divina sin darnos pena, los contactos extraterrestres sin que pueda acusársenos de complicidad con el enemigo, las experiencias mediúmnicas con habitantes de otros planos, la copulación de los ángeles y un espléndido sentido publicitario que nos ha permitido hacer de nuestra gaseosa ideología algo tan fabuloso y tan enigmático como la fórmula de la cocacola helada.
¿Qué se dirán Sartre y Gonzalo al encontrarse en el imperio vasto de la “nada” concreta? ¿Qué se dirán este par de “muertos sin sepultura” ya que si yacen en alguna no puede ser en otra que en “la tumba sin sosiego” pregonada por Connolly? Imagino a Gonzalo abriendo “la puerta cerrada” para que pase su maestro y mostrándole a Sartre su cautivo. el demonio amarrado a su trono, vendado de espaldas al fuego perpetuo. “Lo tengo secuestrado –dirá Gonzalo– hasta que este tirano cancele sus compromisos incumplidos con la humanidad, y a mí me permita cinco minutos de vida a cambio de esta eternidad tan gélida para volver a la tierra el polvo que era”.
El existencialista francés torcerá la mirada, tal vez esboce una sonrisa, haga tsh tsh con la lengua contra los dientes, mueva la cabeza a diestra y a siniestra, y repita la frase que lo hizo famoso en el cielo y la tierra cuando pensaba: “el infierno son los demás”.
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Jotamario Arbeláez y Gonzalo Arango en 1969.
Fuente: http://www.otraparte.org/corporacion/boletin/20060930-bol-48.html
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De der. a izq., María Mercedes Carranza, Gonzalo Arango, Miguel Méndez Camacho, su esposa Rosaema ("con su segunda hija, Rossana, adentro, quien nació 15 días después de esta fotografía") , Raquel Jorodowsky y David Bonells. Cúcuta, 9 de agosto de 1969.
La presencia de los poetas se dió con motivo de los Premios de Cuento y Poesía Eduardo Cote Lamus y Jorge Gaitán Durán, concurso fundado por Méndez Camacho. En ese momento, Rosaema dirigía el Instituto de Cultura y Bellas Artes de Norte de Santander.
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*** Gonzalo Arango ( Andes, Antioquia, 18 de Enero, 1931 - 25 de septiembre de 1976)
“Se cumplen, el 25 de septiembre, 2011, 35 años desde que el profeta Gonzalo Arango perdiera la vida en un accidente de tránsito en camino a Villa de Leiva, a la altura de Gachancipá, cuando dormitaba, cadera contra cadera, con su amada Angelita, la cabeza apoyada en la ventanilla. …” ( 1 ). Excelentes páginas sobre GA: http://www.gonzaloarango.
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Entrevista virtual a propósito de los 35 años de la muerte de gonzaloarango.
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YO, GONZALO ARANGO
Por Óscar Domínguez G.
Hace 35 años (septiembre 25) el fundador del nadaísmo, Gonzalo Arango, murió en Tocancipá, Cundinamarca, en un prosaico accidente de tránsito. En compañía de su amada, Angelita, quien lo rescató para Jesús de Nazareth, iba rumbo a Villa de Leyva.
Inicialmente fue enterrado en el cementerio de Medellín. Sus restos serían llevados en procesión a su pueblo, Andes, Antioquia, en compañía de la pandilla nadaísta. Esta es una entrevista virtual:
¿Se acuerda del día de su nacimiento?
- En una época de mi vida habría dicho con César Vallejo que “yo nací un día que Dios estuvo enfermo”. Tuve tiempo de retractarme de esa herejía y le agradecí al Espíritu Santo la vida recibida. No vine a durar, como decía Mejía Vallejo, cuando se nos iba la mano en ron en algún bar del viejo Guayaquil, en Medellín. Vine a vivir. Lo demás es acabar ropa. Ya que no me lo pregunta, le recuerdo que “nací a temprana edad” en Andes, municipio del suroeste antioqueño (1931-1976). Aunque Ripley sí lo crea, mi mejor recuerdo fue haber nacido. Y mi peor recuerdo cuando supe que algún día iba a morir. A los 20 años soñaba ser aviador, hacer el amor. La vez que me preguntaron con quien me gustaría encontrarme en el cielo respondí: Con Gonzalo Arango. Por aquí nos hemos visto. Morir es atravesar el espejo para encontrarse con nosotros mismos, y perdón por esta metáfora de media petaca. Parece de Cobo Borda. O del terrible Harold Alvarado que no le perdona a Jotamario los 100 mil petrodólares que le dieron en Venezuela por ser un as para hacer versos. También quise conocer a Dios. Aquí lo tengo, a mi diestra. Eso sí: daría todo por volver a vivir.
- De los antioqueños, sus paisanos, dice una canción del río que “no son gente: son unos paisas”…
- Desde que salí del terruño paisa he oído aquello de que antioqueño ni grande ni pequeño. Calumnias de la oposición. Me siento verdaderamente orgulloso de pertenecer a un pueblo como Antioquia que se desprecia y se admira a la vez, porque si es verdad que tienen un alma de fenicios comerciantes, la tienen también de griegos amantes de la belleza y el arte.
- ¿Fue un hombre feliz?
- La felicidad me dejaba siempre solo. Con mi amigo-pupilo el Monje Loco pediría que la felicidad me la den en plata. Siempre que me sonaba la flauta con un nuevo amor sentía algo parecido a la felicidad. Al último amor - que siempre es el primero-, solía susurrarle en la nuca: “Te quiero tanto que cuando estoy contigo, te recuerdo”. O: “Estando los dos, estamos todos”. Son tan bellas las metáforas que parecen mías.
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- ¿Hizo buenas migas con el horóscopo o prefería leer el horóscopo del vecino para curarse en salud?
- La línea de mi vida fue una línea curva, difícil y conduce a la gloria. Tal vez si hubiese leído el horóscopo el día que me recogió el silencio y me atropelló el carro, otro gallo estaría cantando en la literatura colombiana. Fallé en el intento de que se inventara la inmortalidad antes de morirme… Cada quién es la pequeña porción de destino con que nace. Ese destino hay que llevarlo hasta la muerte como una gran cruz. Lo demás es soberbia.
- Poco poético morir en un accidente de tránsito…
- El hombre propone y Dios dispone. Apagué mi propia luz en Gachancipá un 25 de septiembre. Me acompañaba Angelita quien me sobrevivió para perpetuar mi legado filosófico-literario. Como diría después Elmo Valencia en uno de sus hermosos libros que vende a domicilio, a partir de entonces no más espaguetis en El Cisne “donde las chicas de la farándula y las musas de la noche nos abrazaban dejándonos el alma pintada de rouge y en el cuerpo un olor a perfume seductor”. Este Monje siempre tan célebre nunca cumplió su promesa de enviarme a esta eternidad una cajita de condones autografiada “por todas las mujeres que te amaron”.
- ¿Alguna vez convirtió el amor en epístola de San Pablo?
- Casarse es el destino fatal o maravilloso de las mujeres. Con Marx (Groucho, no el barbuchas del Karl) siento que el matrimonio es la principal causa del divorcio. Sólo por las mujeres valió la pena vivir. Y escribir. Después de que se cayó del caballo camino de Damasco, dijo Pablo, de Tarso, uno de mis poetas preferidos con Breton y Rimbaud: “Sin amor, nada vale”. A Dios se le salio el poeta que lo habita cuando dedujo a Eva de una costilla de Adán. En mi caso, cuando Dios no viene manda el muchachito: me dio dos grandes consejeras: Doña Magdalena Arias, mi mamá, y Angelita, para no alargarme a la hora de los créditos. Nunca me casé. Los santos no lo hacemos. Matrimonio: unión pegada con estampillas y dependencias de papel sellado.
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- ¿Cuándo se le abrió del parche a Dios?
- Nunca me retiré de Él. Dios desertó de mí. Es otra de las licencias que de pronto se toma para notificar que tiene la sartén del mundo por el mango. Pero “Dios me perdonó, es su oficio”, diría con H. Heine. Alguna vez me preguntaron por qué rezaba si era ateo y respondí con una frase piratiada a Borges: Porque se lo prometí a mi mamá. Pongámonos serios. Siento que el hombre ha olvidado a Dios, que es el amor y el mundo. Rueda locamente al abismo. A mí me ha tocado vivir esa época de terror. Lo que diga como escritor es una respuesta a las imágenes brutales que ha mostrado el mundo.
- A propósito de mamás. Uno lo veía a usted tan decidido a dinamitar el establecimiento que no se lo imagina escribiéndole tiernísimas cartas de amor a doña Magdalena a quien llama “adorada, amada y muy inolvidable”. Resuma, por favor, una de esas cartas.
- No debería hacer resúmenes. ¿Para qué editó el libro la Oveja Negra? Cómprenlo antes de que me agote. Pero me agarró de buen genio y sintetizo:
- A) Si descontamos los “tragos” del 24 de diciembre, hace cuatro meses que no tomo una gota de licor… Actualmente, no siento ninguna necesidad de apelar a esos estados artificiosos con que uno enajena su organismo y que muchas veces se buscan por una evasión del mundo real hacia mundos de fantasía… Tengo la certidumbre de que esta intensa actividad creadora que ahora vivo, se debe en parte a que mi organismo no está intoxicado por esos venenos. (Claro, no le hablo a mi mamá de la maracachafa y yerbas afines que consumía porque le podía dar un patatús. Las abuelas paisas utilizan la marihuana para combatir la artritis).
- B) En lo que respecta a mi vida sexual, te diré que estoy muy casto, sin que esto lo haga por una vocación de virtud, sino porque he llegado a la conclusión de que llevar una vida de prostitución es algo denigrante y que eso envilece mi vida moral, enajena mi vida anímica y crea una cierta perturbación en mis sentidos, muy deprimente, que me trae remordimientos, no de tipo religioso, sino porque eso es una traición a la naturaleza y un irrespeto a la dignidad humana.
- C) Estudio y escribo casi hasta el amanecer. No me distraigo en nada que no tenga relación con mis actividades literarias… La soledad en que vivo me pone inexorablemente en el camino de la actividad artística, por lo que tengo que defender esta soledad de todos los peligros que la amenazan: la mundanidad y todas sus cretinas seducciones.
- D) Todo lo mejor en el arte es lo que uno puede hacer con esfuerzo, con devoción y con amor por su oficio, y esta certidumbre es lo que me tiene escribiendo con gran vocación y con una seguridad muy aceptable… Tú debes comprender que para mí, escribir es vivir, que la literatura se confunde con mi vida. Lo que me separe de este criterio sobre mi existencia, significaría traicionarme. (En lo que no tuve rivales, modestia aparte, fue en el arte de la crónica y la entrevista. No es sino que lean los archivos de Cromos donde escribía con el alias de Aliosha. Ahí les dejo el cuero).
- E) Te pido, como un favor muy encarecido, que no destruyas mis cartas.
- Perdone su persona, ¿el mundo no podría vivir sin escritores?
- El escritor es como un médico que abre las vísceras y ve la enfermedad para después sanarla. El bisturí de uno es la pluma que trata de aliviar, de detener la agonía. Yo no puedo predicar que el mundo sufre si no conozco ese sufrimiento. Para escribir hoy no se puede mirar al cielo. El cielo sigue siendo limpio y azul. Hay que mirar a los hombres, mirar hacia abajo. No se puede engañar a la humanidad escribiendo lo que no se ha visto. La honestidad es la vida del escritor. Ya no escribo, revelo. Escucho la voz del silencio comunicante y la transmito.
- ¿Qué esperaba del nadaismo?
- Con Baudelaire diría que en la declaración de los derechos del hombre ha debido consagrarse el derecho a la contradicción. Vivir es contradecirse. “No se puede pensar lo mismo en todas las estaciones”, decía bellamente Antonioni. A mis pupilos les dije desde un principio, antes de dejarlos en la soledad de ellos en compañía: “En el nadaismo nadie es jefe, ni siquiera Gonzalo Arango. Cada uno de ustedes es el jefe del nadaismo y nadie lo es. No esperen nada de mi, no se hagan ilusiones, el nadaismo no los va a redimir. Pierdan la fe. El nadaísmo lo único que promete es la locura. El nadaismo es un honor que mata, no les propone soluciones, sino dudas; no les ofrece la felicidad, sino la desesperación. ¿Hasta dónde llegaremos? Eso no importa desde el punto de vista de la vida, porque no llegar es también el cumplimiento de un destino”.
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- ¿Cómo hizo para publicar libros después de muerto?
- Se refiere usted a Adangelios. Allí me gradué de Cid Campeador de la imaginación. Seguí ganando batallas literarias después de muerto, cuando ya estaba curado de vanidades. Mi amada Angelita, mi propia Yoko Ono, solía decir que Adangelios es el Nuevo Testamento. Coqueta forma de graduarme de evangelista. Un título que le hace sombra al de profeta que adopte cuando ejercía de lúcido panfletario. Inmodestia aparte es un libro fulgurante y demoledor. Angelita, quien aportó los dibujos para el libro, comentó en su oportunidad, a propósito de ese legado, que “el espíritu de Gonzalo es el espíritu de amar, de ayudar; espíritu que para siempre vivirá”. No seré yo quien la rectifique.
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- ¿Recuérdenos algunas definiciones y greguerías que incluyó…
- Cassius Clay: “ganzúa de Alá”. Mao Tse Tung: “Té para todos”. Le hice un mínimo homenaje a mi gurú, Fernando González, el verdadero fundador del nadaísmo: “Su obra fue la realización de su vida, no en busca de la inmortalidad sino de trascendencia humana”.(… estuve en Medellín en el entierro del Maestro, tenía 69 años, pero no tenía edad. Estaba siempre en la edad del amor al mundo, a los hombres, a la creación y, sobre todo, su gran pasión era Dios. En enero, la víspera de irme, me dijo que este año se iba a morir porque ya había encontrado las fuerzas del silencio que lo llevarían hasta donde Dios estaba). También dejé dicho en Adangelios que “la paz no hay que negociarla: hay que hacerla. Como el amor”; “si cada hombre pusiera en su epitafio cómo vivió, sabríamos por qué habría muerto”.
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- La gente conoce la correspondencia que le publicó el poeta Eduardo Escobar, el hijo de don Germán en doña Elisa. Otros libros suyos pueden considerarse de texto para entenderlos a usted y a la cofradía. Pero la gente apenas conoce el más bello de sus libros ( Oleajes de la sangre) que editaron Andrés Nanclares y su esposa María Clara Echeverri, con las cartas íntimas que le dirigió a su familia. Ahí le estaba usted poniendo conejo al movimiento, profeta.
- Mejor le suelto los trastos de responder al poeta Jotamarío el hijo de don Chucho, nuestro cómplice sastre caleño. En el prólogo de ese libro editado por “La PiscaTabaca”, Jotamario, quien también atendió el llamado del otro Jesús, el hijo del carpintero, pone los puntos sobre las jotas así: “Las cartas que contiene este libro, preciosas en todo sentido, nos esclarecen las motivaciones, las estrategias de lucha, los logros y los fracasos de Gonzalo, al relatar a sus padres y a sus hermanos, con autenticidad y sinceridad increíbles, los avatares de su vida y de su obra. Mientras insuflaba a sus discípulos que había que acabar con la familia, él reportaba a los suyos el avance avasallante de sus ideas, con múltiples abrazos para sus sobrinos… Y mientras se proclamaba profeta de la nueva oscuridad, dejaba sentado su amor por Jesucristo y su respeto por su doctrina de justicia y condescendencia. Consciente, desde los albores de su alboroto, de que allí estaba dejando sentada la huella de su paso por el desierto, le pedía a su madre que no destruyera sus cartas”. Más claro no canta el gallo de la Pasión. Después de una temporada en el cementerio de Medellín, mi pandilla llevaría de regreso estos huesos a mi Andes natal en un acto en el que Jotamario pidió mi “canonización”. Pero primero hay que salir del padre Marianito. En Colombia hay que hacer cola hasta para ser santos.
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- ¿Y ya p’irnos, un epifatio a manera de despedida?
- “Creo haber cumplido la vibración para la cual fui destinado en una determinada instancia de mi vida, mi destino, personal mi generación. Bien o mal, he cumplido”. No le quite más tiempo a mi eternidad.
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