Estatua del escritor José Saramago en su aldea natal de Azinhaga, Portugal, Junio 18, 2010. FOTO: EFE http://www.lostiempos.com/multimedia-galeria-detalle.php?id_galeria=233&base=2010#2
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Y a los relacionados en: http://ntcblog.blogspot.com/2009_10_11_archive.html
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Saramago y Monsiváis
Óscar Collazos
eltiempo.com / opinión / columnistas Junio 24, 2010-06-24
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/oscarcollazos/saramago-y-monsivais_7769885-1
En una foto de marzo de 1998, tomada en San Cristóbal de las Casas y reproducida la semana pasada en La Jornada de México, aparecen José Saramago y Carlos Monsiváis. En otra de las fotos de esos días, aparece Saramago sentado al lado de dos miembros del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, con rostros cubiertos por pasamontañas.
No los unía solamente el hecho de ser escritores, sino el gesto de recordarnos que el 22 de diciembre de 1997, en Acteal, estado de Chiapas, fuerzas paramilitares habían masacrado a 45 indígenas tzotziles. Saramago conoció con este hecho espantoso el tamaño de la tragedia: 16 niños y adolescentes; 20 mujeres y 9 hombres adultos; 7 de ellas, embarazadas. Ese era el saldo dejado por la que parecía ser una muestra de terrorismo de Estado, presentada por la propaganda oficialista como consecuencia criminal de un supuesto conflicto étnico.
Acteal fue desde entonces, en palabras de José Saramago, "el lugar de la memoria que no puede, de ninguna manera, desaparecer; sabemos lo que ocurrió y no lo queremos olvidar". Y no debió pensar otra cosa Monsiváis, el mexicano de la foto de 1998. Pertenecía a una generación de escritores e intelectuales que había vivido entre la cólera y la impotencia la matanza de la plaza de Las Tres Culturas, el 2 de octubre de 1968, magistralmente recreada en 1971 por su amiga Elena Poniatowska, la mujer que en las fotos de estos días aparece acompañando el féretro de Monsiváis.
Evoco esta circunstancia por un hecho azaroso: Saramago y Carlos Monsiváis murieron con una diferencia de dos días. El uno, en Ciudad de México, el otro, en su casa de Lanzarote (Islas Canarias). No los unía la literatura que escribieron. Monsiváis nunca escribió una novela. Los unía la manera como uno y otro vivían la dimensión ética y política del intelectual, una invención de finales del siglo XIX que no ha hecho naufragar todavía el cinismo neoconservador del siglo XXI.
Saramago hizo la proeza grande de llevar sus ideas a ficciones construidas como alegorías, pero sus ideas nunca fueron un estorbo en el momento de describir complejas conductas humanas. Es un Borges que pasea por la colonia penitenciaria de Kafka. Por eso sus libros nunca terminan al leer las últimas páginas. Continúan con las preguntas y dudas que suscitan en los lectores, y con el desconcierto que sentimos ante sus situaciones insólitas.
Un Jesucristo perturbadoramente humano; la Península Ibérica que se escinde de Europa y navega sin destino convertida en una inmensa balsa de piedra; la inexplicable epidemia de ceguera blanca y la ferocidad con que el poder la reduce a peligro colectivo; las trampas de la democracia y el terrorismo policial que se disfraza de recurso democrático, en fin...
Cada una de las novelas del portugués devuelve la literatura a la gran función clásica de interrogar al mundo y ofrecernos las más incómodas respuestas. Cada uno de los gestos públicos y causas sociales de este escritor de tardía celebridad tuvieron mucho que ver con el significado de esa fotografía, tomada al lado de uno de los escritores mexicanos más agudos, implacables, inclasificables y divertidos de nuestro idioma.
Monsiváis fue el gran cronista del México contemporáneo. Vivió deslumbrado con las culturas populares, que muchos "intelectuales" desdeñaban. Hizo del periodismo un género superior de la literatura, sin prescindir nunca del humor ni de una erudición que acumulaba en la "alta" y "baja" cultura. Desde la década de los 60, 'Monsi' tuvo la mirada del aguafiestas en medio de los fastos del poder. Y este fue otro de los rasgos simbólicos que hizo posible la foto de San Cristóbal de las Casas.
salypicante@gmail.com
Nota de eltiempo.com: Los comentarios han sido deshabilitados de esta columna por solicitud del autor. Óscar Collazos
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Morirse vivo
Juan Esteban Constaín
eltiempo.com / opinión / columnistas Junio 24, 2010-06-24
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/juanestebanconstan/morirse-vivo_7769891-1
Vi a José Saramago sólo una vez en mi vida. En un aeropuerto, por casualidad. Ambos íbamos perdidos (me dio la impresión, por lo menos en mi caso) y nos cruzamos al frente de un baño. Yo le grité maestro, y habla muy bien de él que no se volteara a responderme ni a mirarme; como si de veras creyera que ese nombre no era suyo, ¡el autor de La historia del cerco de Lisboa! Entonces le grité maestro Saramago, y ahí sí me vio con su cara de pescador y me alzó la mano, muy dulce, muy frágil. Es una de esas situaciones en que uno se queda con un sabor amargo, pensando que habría podido decir o hacer muchas más cosas. Darle un beso al viejo, abrazarlo, qué sé yo.
Bueno, sí lo sé: yo seguí de largo paladeando mi nostalgia y mi arrepentimiento y mis estúpidos pudores, hasta que me devolví. Me importó un bledo lo que nadie (literalmente) pensara de mí en ese sitio, y fui corriendo adonde el maestro porque la cosa no se podía quedar así. Le pregunté si usted es Saramago, ¿no?, y él apenas sonrió: sus manos de pescador no eran sólo frágiles, eran también cálidas. Entonces no se me ocurrió nada mejor que pedirle un autógrafo, maestro, pero en el libro que yo llevaba conmigo porque suyos no tenía y si me iba por uno lo iba a perder para siempre. Volvió a sonreír, y me advirtió: si es de un autor que me guste, se lo firmo; si no, búsquelo usted.
Tengo ese libro aquí al lado mío, y ya no es sólo un libro: ahora es también un tesoro; dos tesoros. La primera edición (Renacimiento, Madrid, 1913) de Camino de perfección, una de las mejores novelas de Pío Baroja. Las tapas de cuero y el papel amarillo. Y en la portada, casi sobre el pie de imprenta y el grabado de un monarca en su trono, hay una firma y una leyenda: "José Saramago, gracias don Pío". Las escribió el maestro con sus manos pequeñas, y antes de irse se volteó para decirme, aún sonriente: "No sé por qué a los herejes nos ponen siempre nombres de santos o de bobos".
Ahora he vuelto a ver a Saramago en los periódicos, durmiendo en su ataúd, rodeado por sus libros. Como lo dijo 'Fercho' Quiroz aquí mismo hace unos días, según el poema inolvidable de Borges: en el paraíso que debe ser una biblioteca; aunque el infierno también, digo yo: el primero una biblioteca llena de libros hermosos e inquietantes -Las flores del mal, El otoño de la Edad Media- y el segundo una poblada por la edición sintética, en 234 tomos, de las obras completas de Lenin y las memorias de Carlos Lleras Restrepo, un poco menos sintéticas.
Así que volví a ver a Saramago, y me conmovió su imagen en el paraíso. Y por eso recuerdo el episodio ese del libro mío de don Pío Baroja, porque también recuerdo que antes de firmármelo, el maestro lo olió, con gratitud. Como quien se encuentra con un viejo amigo. Y con su muerte he vuelto a pensar lo que siempre pienso en casos así, en muertes así: que con él está desapareciendo no sólo un individuo, sino toda una civilización. Una civilización tejida durante siglos, para la que el conocimiento y la cultura eran sobre todo un antídoto (aun después de la muerte) contra la soledad y la tristeza, contra la estupidez que persigue al hombre y siempre lo atrapa. Una civilización en que la gente tenía alma, no plan de datos y un celular.
Acaba de decir la Iglesia católica, mi iglesia, no sé qué sandez: que Saramago era comunista, y ateo, e insolente. Sí: como suele serlo la gente decente. Pero también era un hombre bueno, que es el mejor signo de Dios sobre la tierra. Y si uno la sabe leer, su obra magistral no es un manifiesto sino un grito, contra la deshumanización del hombre. Contra la indolencia y la ceguera. Contra lo que de verdad debería ofender a Cristo. Saramago no era marxista: sólo estaba enamorado de su esposa.
Gracias, don José. Y cuando se encuentre con Baroja en el cielo, dele también un abrazo de mi parte.
catuloelperro@hotmail.com
Nota de eltiempo.com: Los comentarios han sido deshabilitados de esta columna por solicitud del autor. Juan Esteban Constaín
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La lucidez de Saramago
Jorge Orlando Melo
eltiempo.com / opinión / columnistas
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/jorgeorlandomelo/la-lucidez-de-saramago_7769898-1
En el 2004, el novelista José Saramago vino a Bogotá y discutió ante una audiencia entusiasta la novela que acababa de publicar: Ensayo sobre la lucidez. Esta obra es una parábola política, que describe un país dominado por un aparato más o menos omnipotente, en la que los medios de comunicación, los políticos y los grandes poderes económicos logran manipular a la población para que vote y mantenga vivas las apariencias de una democracia que no puede expresar los intereses reales de la gente. De pronto, sin planeación previa, sin que nadie lo proponga, sin partidos ni movimientos políticos que organicen un gesto de rebelión, sin organización, sin ponerse de acuerdo, el 83 por ciento de los electores vota en blanco.
Este voto desencadena la acción de la novela: el temor del establecimiento, que se siente desconcertado y amenazado y comienza a mover todas sus fuerzas para recuperar el control de la situación, las aventuras de una mujer a la que intentan culpar por la repentina irresponsabilidad popular, la toma de conciencia de un comisario de la policía que comienza haciendo la guerra sucia a los que parecen culpables del voto en blanco y termina sumándose a los que quieren cambiarlo todo.
La novela es bastante simple en su estructura, y por eso es sorprendente que pueda leerse con tanto gusto: probablemente responde al sueño de muchos lectores de que es posible lograr, sin someterse a las fatigas rutinarias de la organización política, una acción colectiva inesperada y vigorosa, en la que los ciudadanos, misteriosamente de acuerdo, rechacen, digan no a lo que perciben como una sociedad y una política que no funcionan.
En sus conversaciones de Bogotá (la revista Número publicó una transcripción de la discusión), Saramago describió el gesto del voto en blanco, el rechazo radical, esa insólita epidemia de lucidez, más como un gesto de consciencia moral que política. Y reiteró su escepticismo acerca de las posibilidades de transformar la democracia, que veía como el sistema político menos malo, pero que era en todo caso una democracia secuestrada y amputada, que permite escoger en un ámbito limitado pero no pone en cuestión los poderes reales, los asuntos de fondo.
Esta idea se basaba en su convicción de que el poder económico es el que controla el mundo de la política y el mundo de las comunicaciones, y se manifestaba en su percepción de los nuevos medios de comunicación. Aunque en los dos últimos años de su vida este defensor de la lectura y del libro escribió un cuaderno de notas "en la página infinita de Internet", no creía que la posibilidad de publicar y divulgar unos mensajes que se salen del control de los grandes medios, de crear formas fugaces de rechazo o solidaridad, abriera el camino a oportunidades realmente nuevas para la democracia.
En el fondo, su mayor inquietud venía de la convicción de estar viviendo en un mundo en el que el pensamiento ya no importa mucho, ya no tiene mucha fuerza, en el que, como dijo, "ya no hay ideas que hagan levantar a las personas de su resignación, pues todos nos hemos resignado a una especie de fatalidad que no acepta cambios".
El sueño de cambiar las cosas y la comprobación de que hacerlo no es fácil producen casi siempre el desaliento, o la invocación paciente de la utopía: algún día las cosas cambiarán. Saramago parece haber respondido al desencanto con cierta rabia lúcida: "Hoy, cuando pasamos al lado de un cementerio de Bogotá, hablamos con mi mujer del epitafio que yo iba a escribir en la lápida, suponiendo que los restos se quedaran allí, y entonces yo dije que pondría: 'Indignado'. Y realmente yo creo que indignado por dos motivos: uno personal y otro egoísta. Indignado por estar muerto, no hay derecho realmente, pero sobre todo indignado por haber pasado por la vida y no haber podido cambiarla. Esto es terrible".
http://www.jorgeorlandomelo.com/
Jorge Orlando Melo
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Ateo, gracias a Dios
Medardo Arias S.
EL PAÍS, Cali, Junio 24, 2010.
http://www.elpais.com.co/paisonline/opinion/columnas/medardo-arias-satizabal/ateo-gracias-dios
Pocos escritores de hoy pueden hacer lo que hacía Saramago: confundir el mundo antiguo con el moderno a través de un discurso hilado en el telar de la criba filosófica y literaria. El Nobel portugués era una de las voces más autorizadas cuando se trataba del discurso literario. Saramago, no obstante, decidió poner su pluma sobre el fuego de los conceptos políticos y religiosos, tarea en la cual no siempre salió bien librado.
Política y literatura no han sido, tradicionalmente, un matrimonio bien avenido, aunque esta idea prosperó en tiempos pretéritos cuando los gramáticos gobernaron buena parte de América Latina. Por el poder de la palabra impresa, la difusión de un nombre, muchos llegaron a creer que un poeta, un novelista magistral, podía ser también un buen gobernante. El escritor venezolano Rómulo Gallegos, autor de ‘Doña Bárbara’ y ‘La Trepadora’, entre otras novelas fundacionales del naturalismo y el costumbrismo suramericano, llegó a gobernar Venezuela, y a juzgar por el honor que hoy se le rinde, parece que lo hizo bien. Ho Chi Ming era poeta y también lo fueron Leopold Senghor y Mao Tsé Tung; entre los literatos que accedieron a la política y por ésta a cargos de gobierno, podríamos mencionar a Pablo Neruda -fue cónsul en Rangoon, Birmania- Sergio Ramírez y Ernesto Cardenal, dirigentes de la Nicaragua Sandinista, y el escritor francés, Andrè Malraux, fundamental en las decisiones de Charles De Gaulle para la independencia de las colonias francesas en África, experiencia de la cual quedó su diciente libro ‘Huéspedes de paso’. El también autor de ‘La tête d'Obsidienne’ era más escuchado por De Gaulle que los propios políticos de carrera.
Mario Vargas Llosa se salvó de ser presidente del Perú y García Márquez de ser embajador de Colombia en México. Al primero, Fujimori lo derrotó, y el segundo no aceptó, cuando ya su fama volaba por el mundo como una mariposa amarilla.
Son famosas las ‘boutades’ del poeta Jorge Luis Borges acerca de la política mundial. Borges aceptó cenar con Pinochet. Todo se le perdonaba, por ser esencialmente un poeta, no un político.
El teólogo Claudio Toscani acaba de zamarrear a Saramago, cuando todavía su cadáver estaba caliente, con una nota que levanta ampolla por el mundo, desde las páginas L'Osservatore Romano. Todo porque el escritor portugués hizo muchas preguntas acerca de Dios y culminó clasificado en la casilla de los ‘ateos’, cuando en verdad, si leemos bien su obra, nos damos cuenta que era un creyente, profundamente religioso, a su manera.
Quizá pocos entienden lo que quiso decir en ‘El evangelio según Jesucristo’; para comprenderlo, tanto como su ‘Ensayo sobre la Ceguera’, hay que viajar al alma lusitana, entender un poco Lisboa, esa ciudad vieja, de antiguo esplendor imperial, donde hombres y mujeres lloran junto al Tajo cuando escuchan esos poemas cantados que llaman ‘Fados’, en la voz de Amalia Rodríguez.
“José Saramago podría recordar ahora su metáfora de Apeles, el zapatero, cuando escuchó perorar a su asistente acerca de la anatomía de la rodilla: zapatero a tus zapatos, dijo Apeles. Saramago hace bien en continuar escribiendo extraordinarias novelas”, escribí hace unos años, cuando el Nobel se ocupó del conflicto colombiano y acusó a Uribe de “desprecio a los secuestrados”.
“Con la iglesia topamos”, dijo El Quijote, una expresión que se aplica hoy al notable difunto, cuando vemos cómo Roma ‘locuta’ para echar un vaho de ceniza sobre su gloria. Saramago nunca brilló en San Pedro. Ahí fue sólo ‘un infiel’.
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Encuentro entre José Saramago y Sigifredo López
http://fcmanrique.org/actiDetalle.php?idActividad=89&ord=T&CL=1
El 13 de abril de 2009, tuvo lugar el encuentro entre José Saramago y Sigifredo López bajo el título "Testimonio de un secuestro: un futuro en paz para Colombia".
http://www.impresionoise.net/fcm_tv/ (Video: 95 minutos)
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José Saramago (1922-2010)
Obituario (Web) RevistaArcadia.com http://www.revistaarcadia.com/
http://www.revistaarcadia.com/libros/articulo/jose-saramago-1922-2010/22479
El escritor portugués, ganador del Premio Nóbel de Literatura en 1998, falleció a los 87 años. RevistaArcadia.com comparte algunas entrevistas en donde el escritor reflexiona sobre la religión, la literatura y el ser humano.
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Carlos Monsiváis (1938-2010)
Obituario (Web) RevistaArcadia.com http://www.revistaarcadia.com/
El cronista, ensayista e intelectual mexicano murió el pasado 19 de junio de 2010. RevistaArcadia.com comparte algunas de sus crónicas y columnas de opinión que pueden leerse en línea.
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Óscar Collazos
eltiempo.com / opinión / columnistas Junio 24, 2010-06-24
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/oscarcollazos/saramago-y-monsivais_7769885-1
En una foto de marzo de 1998, tomada en San Cristóbal de las Casas y reproducida la semana pasada en La Jornada de México, aparecen José Saramago y Carlos Monsiváis. En otra de las fotos de esos días, aparece Saramago sentado al lado de dos miembros del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, con rostros cubiertos por pasamontañas.
No los unía solamente el hecho de ser escritores, sino el gesto de recordarnos que el 22 de diciembre de 1997, en Acteal, estado de Chiapas, fuerzas paramilitares habían masacrado a 45 indígenas tzotziles. Saramago conoció con este hecho espantoso el tamaño de la tragedia: 16 niños y adolescentes; 20 mujeres y 9 hombres adultos; 7 de ellas, embarazadas. Ese era el saldo dejado por la que parecía ser una muestra de terrorismo de Estado, presentada por la propaganda oficialista como consecuencia criminal de un supuesto conflicto étnico.
Acteal fue desde entonces, en palabras de José Saramago, "el lugar de la memoria que no puede, de ninguna manera, desaparecer; sabemos lo que ocurrió y no lo queremos olvidar". Y no debió pensar otra cosa Monsiváis, el mexicano de la foto de 1998. Pertenecía a una generación de escritores e intelectuales que había vivido entre la cólera y la impotencia la matanza de la plaza de Las Tres Culturas, el 2 de octubre de 1968, magistralmente recreada en 1971 por su amiga Elena Poniatowska, la mujer que en las fotos de estos días aparece acompañando el féretro de Monsiváis.
Evoco esta circunstancia por un hecho azaroso: Saramago y Carlos Monsiváis murieron con una diferencia de dos días. El uno, en Ciudad de México, el otro, en su casa de Lanzarote (Islas Canarias). No los unía la literatura que escribieron. Monsiváis nunca escribió una novela. Los unía la manera como uno y otro vivían la dimensión ética y política del intelectual, una invención de finales del siglo XIX que no ha hecho naufragar todavía el cinismo neoconservador del siglo XXI.
Saramago hizo la proeza grande de llevar sus ideas a ficciones construidas como alegorías, pero sus ideas nunca fueron un estorbo en el momento de describir complejas conductas humanas. Es un Borges que pasea por la colonia penitenciaria de Kafka. Por eso sus libros nunca terminan al leer las últimas páginas. Continúan con las preguntas y dudas que suscitan en los lectores, y con el desconcierto que sentimos ante sus situaciones insólitas.
Un Jesucristo perturbadoramente humano; la Península Ibérica que se escinde de Europa y navega sin destino convertida en una inmensa balsa de piedra; la inexplicable epidemia de ceguera blanca y la ferocidad con que el poder la reduce a peligro colectivo; las trampas de la democracia y el terrorismo policial que se disfraza de recurso democrático, en fin...
Cada una de las novelas del portugués devuelve la literatura a la gran función clásica de interrogar al mundo y ofrecernos las más incómodas respuestas. Cada uno de los gestos públicos y causas sociales de este escritor de tardía celebridad tuvieron mucho que ver con el significado de esa fotografía, tomada al lado de uno de los escritores mexicanos más agudos, implacables, inclasificables y divertidos de nuestro idioma.
Monsiváis fue el gran cronista del México contemporáneo. Vivió deslumbrado con las culturas populares, que muchos "intelectuales" desdeñaban. Hizo del periodismo un género superior de la literatura, sin prescindir nunca del humor ni de una erudición que acumulaba en la "alta" y "baja" cultura. Desde la década de los 60, 'Monsi' tuvo la mirada del aguafiestas en medio de los fastos del poder. Y este fue otro de los rasgos simbólicos que hizo posible la foto de San Cristóbal de las Casas.
salypicante@gmail.com
Nota de eltiempo.com: Los comentarios han sido deshabilitados de esta columna por solicitud del autor. Óscar Collazos
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Morirse vivo
Juan Esteban Constaín
eltiempo.com / opinión / columnistas Junio 24, 2010-06-24
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/juanestebanconstan/morirse-vivo_7769891-1
Vi a José Saramago sólo una vez en mi vida. En un aeropuerto, por casualidad. Ambos íbamos perdidos (me dio la impresión, por lo menos en mi caso) y nos cruzamos al frente de un baño. Yo le grité maestro, y habla muy bien de él que no se volteara a responderme ni a mirarme; como si de veras creyera que ese nombre no era suyo, ¡el autor de La historia del cerco de Lisboa! Entonces le grité maestro Saramago, y ahí sí me vio con su cara de pescador y me alzó la mano, muy dulce, muy frágil. Es una de esas situaciones en que uno se queda con un sabor amargo, pensando que habría podido decir o hacer muchas más cosas. Darle un beso al viejo, abrazarlo, qué sé yo.
Bueno, sí lo sé: yo seguí de largo paladeando mi nostalgia y mi arrepentimiento y mis estúpidos pudores, hasta que me devolví. Me importó un bledo lo que nadie (literalmente) pensara de mí en ese sitio, y fui corriendo adonde el maestro porque la cosa no se podía quedar así. Le pregunté si usted es Saramago, ¿no?, y él apenas sonrió: sus manos de pescador no eran sólo frágiles, eran también cálidas. Entonces no se me ocurrió nada mejor que pedirle un autógrafo, maestro, pero en el libro que yo llevaba conmigo porque suyos no tenía y si me iba por uno lo iba a perder para siempre. Volvió a sonreír, y me advirtió: si es de un autor que me guste, se lo firmo; si no, búsquelo usted.
Tengo ese libro aquí al lado mío, y ya no es sólo un libro: ahora es también un tesoro; dos tesoros. La primera edición (Renacimiento, Madrid, 1913) de Camino de perfección, una de las mejores novelas de Pío Baroja. Las tapas de cuero y el papel amarillo. Y en la portada, casi sobre el pie de imprenta y el grabado de un monarca en su trono, hay una firma y una leyenda: "José Saramago, gracias don Pío". Las escribió el maestro con sus manos pequeñas, y antes de irse se volteó para decirme, aún sonriente: "No sé por qué a los herejes nos ponen siempre nombres de santos o de bobos".
Ahora he vuelto a ver a Saramago en los periódicos, durmiendo en su ataúd, rodeado por sus libros. Como lo dijo 'Fercho' Quiroz aquí mismo hace unos días, según el poema inolvidable de Borges: en el paraíso que debe ser una biblioteca; aunque el infierno también, digo yo: el primero una biblioteca llena de libros hermosos e inquietantes -Las flores del mal, El otoño de la Edad Media- y el segundo una poblada por la edición sintética, en 234 tomos, de las obras completas de Lenin y las memorias de Carlos Lleras Restrepo, un poco menos sintéticas.
Así que volví a ver a Saramago, y me conmovió su imagen en el paraíso. Y por eso recuerdo el episodio ese del libro mío de don Pío Baroja, porque también recuerdo que antes de firmármelo, el maestro lo olió, con gratitud. Como quien se encuentra con un viejo amigo. Y con su muerte he vuelto a pensar lo que siempre pienso en casos así, en muertes así: que con él está desapareciendo no sólo un individuo, sino toda una civilización. Una civilización tejida durante siglos, para la que el conocimiento y la cultura eran sobre todo un antídoto (aun después de la muerte) contra la soledad y la tristeza, contra la estupidez que persigue al hombre y siempre lo atrapa. Una civilización en que la gente tenía alma, no plan de datos y un celular.
Acaba de decir la Iglesia católica, mi iglesia, no sé qué sandez: que Saramago era comunista, y ateo, e insolente. Sí: como suele serlo la gente decente. Pero también era un hombre bueno, que es el mejor signo de Dios sobre la tierra. Y si uno la sabe leer, su obra magistral no es un manifiesto sino un grito, contra la deshumanización del hombre. Contra la indolencia y la ceguera. Contra lo que de verdad debería ofender a Cristo. Saramago no era marxista: sólo estaba enamorado de su esposa.
Gracias, don José. Y cuando se encuentre con Baroja en el cielo, dele también un abrazo de mi parte.
catuloelperro@hotmail.com
Nota de eltiempo.com: Los comentarios han sido deshabilitados de esta columna por solicitud del autor. Juan Esteban Constaín
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La lucidez de Saramago
Jorge Orlando Melo
eltiempo.com / opinión / columnistas
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/jorgeorlandomelo/la-lucidez-de-saramago_7769898-1
En el 2004, el novelista José Saramago vino a Bogotá y discutió ante una audiencia entusiasta la novela que acababa de publicar: Ensayo sobre la lucidez. Esta obra es una parábola política, que describe un país dominado por un aparato más o menos omnipotente, en la que los medios de comunicación, los políticos y los grandes poderes económicos logran manipular a la población para que vote y mantenga vivas las apariencias de una democracia que no puede expresar los intereses reales de la gente. De pronto, sin planeación previa, sin que nadie lo proponga, sin partidos ni movimientos políticos que organicen un gesto de rebelión, sin organización, sin ponerse de acuerdo, el 83 por ciento de los electores vota en blanco.
Este voto desencadena la acción de la novela: el temor del establecimiento, que se siente desconcertado y amenazado y comienza a mover todas sus fuerzas para recuperar el control de la situación, las aventuras de una mujer a la que intentan culpar por la repentina irresponsabilidad popular, la toma de conciencia de un comisario de la policía que comienza haciendo la guerra sucia a los que parecen culpables del voto en blanco y termina sumándose a los que quieren cambiarlo todo.
La novela es bastante simple en su estructura, y por eso es sorprendente que pueda leerse con tanto gusto: probablemente responde al sueño de muchos lectores de que es posible lograr, sin someterse a las fatigas rutinarias de la organización política, una acción colectiva inesperada y vigorosa, en la que los ciudadanos, misteriosamente de acuerdo, rechacen, digan no a lo que perciben como una sociedad y una política que no funcionan.
En sus conversaciones de Bogotá (la revista Número publicó una transcripción de la discusión), Saramago describió el gesto del voto en blanco, el rechazo radical, esa insólita epidemia de lucidez, más como un gesto de consciencia moral que política. Y reiteró su escepticismo acerca de las posibilidades de transformar la democracia, que veía como el sistema político menos malo, pero que era en todo caso una democracia secuestrada y amputada, que permite escoger en un ámbito limitado pero no pone en cuestión los poderes reales, los asuntos de fondo.
Esta idea se basaba en su convicción de que el poder económico es el que controla el mundo de la política y el mundo de las comunicaciones, y se manifestaba en su percepción de los nuevos medios de comunicación. Aunque en los dos últimos años de su vida este defensor de la lectura y del libro escribió un cuaderno de notas "en la página infinita de Internet", no creía que la posibilidad de publicar y divulgar unos mensajes que se salen del control de los grandes medios, de crear formas fugaces de rechazo o solidaridad, abriera el camino a oportunidades realmente nuevas para la democracia.
En el fondo, su mayor inquietud venía de la convicción de estar viviendo en un mundo en el que el pensamiento ya no importa mucho, ya no tiene mucha fuerza, en el que, como dijo, "ya no hay ideas que hagan levantar a las personas de su resignación, pues todos nos hemos resignado a una especie de fatalidad que no acepta cambios".
El sueño de cambiar las cosas y la comprobación de que hacerlo no es fácil producen casi siempre el desaliento, o la invocación paciente de la utopía: algún día las cosas cambiarán. Saramago parece haber respondido al desencanto con cierta rabia lúcida: "Hoy, cuando pasamos al lado de un cementerio de Bogotá, hablamos con mi mujer del epitafio que yo iba a escribir en la lápida, suponiendo que los restos se quedaran allí, y entonces yo dije que pondría: 'Indignado'. Y realmente yo creo que indignado por dos motivos: uno personal y otro egoísta. Indignado por estar muerto, no hay derecho realmente, pero sobre todo indignado por haber pasado por la vida y no haber podido cambiarla. Esto es terrible".
http://www.jorgeorlandomelo.com/
Jorge Orlando Melo
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Ateo, gracias a Dios
Medardo Arias S.
EL PAÍS, Cali, Junio 24, 2010.
http://www.elpais.com.co/paisonline/opinion/columnas/medardo-arias-satizabal/ateo-gracias-dios
Pocos escritores de hoy pueden hacer lo que hacía Saramago: confundir el mundo antiguo con el moderno a través de un discurso hilado en el telar de la criba filosófica y literaria. El Nobel portugués era una de las voces más autorizadas cuando se trataba del discurso literario. Saramago, no obstante, decidió poner su pluma sobre el fuego de los conceptos políticos y religiosos, tarea en la cual no siempre salió bien librado.
Política y literatura no han sido, tradicionalmente, un matrimonio bien avenido, aunque esta idea prosperó en tiempos pretéritos cuando los gramáticos gobernaron buena parte de América Latina. Por el poder de la palabra impresa, la difusión de un nombre, muchos llegaron a creer que un poeta, un novelista magistral, podía ser también un buen gobernante. El escritor venezolano Rómulo Gallegos, autor de ‘Doña Bárbara’ y ‘La Trepadora’, entre otras novelas fundacionales del naturalismo y el costumbrismo suramericano, llegó a gobernar Venezuela, y a juzgar por el honor que hoy se le rinde, parece que lo hizo bien. Ho Chi Ming era poeta y también lo fueron Leopold Senghor y Mao Tsé Tung; entre los literatos que accedieron a la política y por ésta a cargos de gobierno, podríamos mencionar a Pablo Neruda -fue cónsul en Rangoon, Birmania- Sergio Ramírez y Ernesto Cardenal, dirigentes de la Nicaragua Sandinista, y el escritor francés, Andrè Malraux, fundamental en las decisiones de Charles De Gaulle para la independencia de las colonias francesas en África, experiencia de la cual quedó su diciente libro ‘Huéspedes de paso’. El también autor de ‘La tête d'Obsidienne’ era más escuchado por De Gaulle que los propios políticos de carrera.
Mario Vargas Llosa se salvó de ser presidente del Perú y García Márquez de ser embajador de Colombia en México. Al primero, Fujimori lo derrotó, y el segundo no aceptó, cuando ya su fama volaba por el mundo como una mariposa amarilla.
Son famosas las ‘boutades’ del poeta Jorge Luis Borges acerca de la política mundial. Borges aceptó cenar con Pinochet. Todo se le perdonaba, por ser esencialmente un poeta, no un político.
El teólogo Claudio Toscani acaba de zamarrear a Saramago, cuando todavía su cadáver estaba caliente, con una nota que levanta ampolla por el mundo, desde las páginas L'Osservatore Romano. Todo porque el escritor portugués hizo muchas preguntas acerca de Dios y culminó clasificado en la casilla de los ‘ateos’, cuando en verdad, si leemos bien su obra, nos damos cuenta que era un creyente, profundamente religioso, a su manera.
Quizá pocos entienden lo que quiso decir en ‘El evangelio según Jesucristo’; para comprenderlo, tanto como su ‘Ensayo sobre la Ceguera’, hay que viajar al alma lusitana, entender un poco Lisboa, esa ciudad vieja, de antiguo esplendor imperial, donde hombres y mujeres lloran junto al Tajo cuando escuchan esos poemas cantados que llaman ‘Fados’, en la voz de Amalia Rodríguez.
“José Saramago podría recordar ahora su metáfora de Apeles, el zapatero, cuando escuchó perorar a su asistente acerca de la anatomía de la rodilla: zapatero a tus zapatos, dijo Apeles. Saramago hace bien en continuar escribiendo extraordinarias novelas”, escribí hace unos años, cuando el Nobel se ocupó del conflicto colombiano y acusó a Uribe de “desprecio a los secuestrados”.
“Con la iglesia topamos”, dijo El Quijote, una expresión que se aplica hoy al notable difunto, cuando vemos cómo Roma ‘locuta’ para echar un vaho de ceniza sobre su gloria. Saramago nunca brilló en San Pedro. Ahí fue sólo ‘un infiel’.
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Encuentro entre José Saramago y Sigifredo López
http://fcmanrique.org/actiDetalle.php?idActividad=89&ord=T&CL=1
El 13 de abril de 2009, tuvo lugar el encuentro entre José Saramago y Sigifredo López bajo el título "Testimonio de un secuestro: un futuro en paz para Colombia".
http://www.impresionoise.net/fcm_tv/ (Video: 95 minutos)
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José Saramago (1922-2010)
Obituario (Web) RevistaArcadia.com http://www.revistaarcadia.com/
http://www.revistaarcadia.com/libros/articulo/jose-saramago-1922-2010/22479
El escritor portugués, ganador del Premio Nóbel de Literatura en 1998, falleció a los 87 años. RevistaArcadia.com comparte algunas entrevistas en donde el escritor reflexiona sobre la religión, la literatura y el ser humano.
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Carlos Monsiváis (1938-2010)
Obituario (Web) RevistaArcadia.com http://www.revistaarcadia.com/
El cronista, ensayista e intelectual mexicano murió el pasado 19 de junio de 2010. RevistaArcadia.com comparte algunas de sus crónicas y columnas de opinión que pueden leerse en línea.
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Vaticano cobarde
Por: Juan Gabriel Vásquez
Por: Juan Gabriel Vásquez
El Espectador ,24 Jun 2010 - 11:46 pm . http://www.elespectador.com/columna-210224-vaticano-cobarde . Impreso 26 jun. 2010
NO SOY UN LECTOR INCONDICIOnal de Saramago, entre otras cosas porque para mí no hay un Saramago, sino dos.
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. El primero publicó novelas como Memorial del convento, La muerte de Ricardo Reis y ese artificio maravilloso que es El Evangelio según Jesucristo. El otro empezó publicando Ensayo sobre la ceguera y siguió con La caverna, y Ensayo sobre la lucidez, entre otros, y pronto fue evidente que se trataba de un escritor distinto. El primer Saramago es para mí uno de los grandes novelistas de su siglo; el segundo, en cambio, es un magnífico prosista cuyas largas moralejas son un desperdicio de su talento. En sus últimos años, Saramago dejó que su afán pedagógico se llevara por delante las virtudes de la novela desde Cervantes: la neutralidad, la ambigüedad, la voluntad de no hacer proselitismos ni llevar mensajes. Muchos lo lamentamos, pero esa manera de hacer ficción sedujo a nuevos lectores. Y bueno: ellos tienen a su Saramago, y yo tengo al mío. La literatura da espacio para los dos.
. El primero publicó novelas como Memorial del convento, La muerte de Ricardo Reis y ese artificio maravilloso que es El Evangelio según Jesucristo. El otro empezó publicando Ensayo sobre la ceguera y siguió con La caverna, y Ensayo sobre la lucidez, entre otros, y pronto fue evidente que se trataba de un escritor distinto. El primer Saramago es para mí uno de los grandes novelistas de su siglo; el segundo, en cambio, es un magnífico prosista cuyas largas moralejas son un desperdicio de su talento. En sus últimos años, Saramago dejó que su afán pedagógico se llevara por delante las virtudes de la novela desde Cervantes: la neutralidad, la ambigüedad, la voluntad de no hacer proselitismos ni llevar mensajes. Muchos lo lamentamos, pero esa manera de hacer ficción sedujo a nuevos lectores. Y bueno: ellos tienen a su Saramago, y yo tengo al mío. La literatura da espacio para los dos.
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Pues bien, no había yo acabado de lamentar su muerte (uno siempre lamenta la muerte de un gran escritor, aunque no esté de acuerdo con todas sus ideas) cuando se me cruzó en el camino el obituario*, si es que se le puede llamar así a este escupitajo en prensa, que le dedicó el periódico del Vaticano. Lo firma Claudio Toscani*, y es uno de los documentos más repugnantes que ha publicado ese medio cuya historia no carece de documentos repugnantes. Toscani hace un intento de parecerse a la crítica literaria, es decir, de hablar como un lector habla de un escritor, pero pronto resulta evidente que el texto entero tiene otras intenciones. Entonces pela el cobre y se convierte en lo que fue desde el principio: el último ataque de la Inquisición contra uno de los críticos más duros de la Iglesia.
Pues bien, no había yo acabado de lamentar su muerte (uno siempre lamenta la muerte de un gran escritor, aunque no esté de acuerdo con todas sus ideas) cuando se me cruzó en el camino el obituario*, si es que se le puede llamar así a este escupitajo en prensa, que le dedicó el periódico del Vaticano. Lo firma Claudio Toscani*, y es uno de los documentos más repugnantes que ha publicado ese medio cuya historia no carece de documentos repugnantes. Toscani hace un intento de parecerse a la crítica literaria, es decir, de hablar como un lector habla de un escritor, pero pronto resulta evidente que el texto entero tiene otras intenciones. Entonces pela el cobre y se convierte en lo que fue desde el principio: el último ataque de la Inquisición contra uno de los críticos más duros de la Iglesia.
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El artículo se abre con estas palabras de dudoso gusto: “Aunque haya fallecido a la respetable edad de 87 años, no podrá decirse de José Saramago que el destino le mantuvo con vida a toda costa”. En algún momento hace el ridículo literario: critica a Saramago por tener “una técnica de diálogo completamente deudora de la oralidad”, que es como denigrar de un pintor porque las manos que pinta se parecen a una mano. Luego pasa al ataque ideológico: Saramago no era más que un “populista extremista” (curioso ataque contra alguien cuyas opiniones no hacían más que generarle enemistades y problemas). Saramago “siempre tuvo la mente enganchada en una banalización desestabilizadora de lo sagrado” (yo diría que cuestionó los tabúes y las supersticiones que sirven de base a la Iglesia). En fin.
El artículo se abre con estas palabras de dudoso gusto: “Aunque haya fallecido a la respetable edad de 87 años, no podrá decirse de José Saramago que el destino le mantuvo con vida a toda costa”. En algún momento hace el ridículo literario: critica a Saramago por tener “una técnica de diálogo completamente deudora de la oralidad”, que es como denigrar de un pintor porque las manos que pinta se parecen a una mano. Luego pasa al ataque ideológico: Saramago no era más que un “populista extremista” (curioso ataque contra alguien cuyas opiniones no hacían más que generarle enemistades y problemas). Saramago “siempre tuvo la mente enganchada en una banalización desestabilizadora de lo sagrado” (yo diría que cuestionó los tabúes y las supersticiones que sirven de base a la Iglesia). En fin.
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Lo molesto no es, por supuesto, el aireamiento de estas críticas. Lo molesto es su vulgaridad, la ausencia en ellas de todo atisbo de elegancia y de la más mínima caridad para con los que lloran todavía al muerto. Lo molesto es el hecho de que el escupitajo retórico aparezca apenas horas después de la muerte del autor, que ya no se puede defender. En los últimos años de su larga vida Saramago no recibió un ataque como éste de la Iglesia o sus medios; esos medios esperaron a que Saramago muriera para hacerlos. Pero no sé por qué lo sorprende a uno que salga algo tan cobarde y trapacero de una institución, esta Iglesia romana, que no hubiera llegado adonde está sin ser trapacera y cobarde.
Lo molesto no es, por supuesto, el aireamiento de estas críticas. Lo molesto es su vulgaridad, la ausencia en ellas de todo atisbo de elegancia y de la más mínima caridad para con los que lloran todavía al muerto. Lo molesto es el hecho de que el escupitajo retórico aparezca apenas horas después de la muerte del autor, que ya no se puede defender. En los últimos años de su larga vida Saramago no recibió un ataque como éste de la Iglesia o sus medios; esos medios esperaron a que Saramago muriera para hacerlos. Pero no sé por qué lo sorprende a uno que salga algo tan cobarde y trapacero de una institución, esta Iglesia romana, que no hubiera llegado adonde está sin ser trapacera y cobarde.
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* NTC ... Notas: È morto José Saramago. L'onnipotenza (presunta) del narratore. di Claudio Toscani (“La omnipotencia (presunta) del narrador”)
http://lettovisto.myblog.it/archive/2010/06/19/e-morto-jose-saramago-l-onnipotenza-presunta-del-narratore.html en italiano.
http://www.sodepaz.org/component/content/article/9-articulos/1360-la-iglesia-ataca-postmorten-a-jose-saramago.html en italiano.
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/06/19/cultura/1276964860.html Comentario en EL MUNDO de España.
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El evangelio según Saramago
Alfonso Carvajal
EL Tiempo , junio 26, 2010. http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/alfonsocarvajal/el-evangelio-segun-saramago_7773965-1
Partió Saramago. José. Y en gran parte, la voz de la rebeldía del hombre contemporáneo. Un artista que combinó con subido talento la ética y el quehacer literario. Fue de los pocos escritores comunistas y ateos que llevaron con coherencia a la ficción por un camino y a su pensamiento intelectual y político por otro, con libertad y agallas, rompiendo el canon de muchos camaradas de defender a ultranza las monstruosidades políticas de la izquierda, llámese Cuba o las Farc, y también señaló los desastres del capitalismo bárbaro, siempre aborreciendo el poder en todas sus instancias.
* NTC ... Notas: È morto José Saramago. L'onnipotenza (presunta) del narratore. di Claudio Toscani (“La omnipotencia (presunta) del narrador”)
http://lettovisto.myblog.it/archive/2010/06/19/e-morto-jose-saramago-l-onnipotenza-presunta-del-narratore.html en italiano.
http://www.sodepaz.org/component/content/article/9-articulos/1360-la-iglesia-ataca-postmorten-a-jose-saramago.html en italiano.
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/06/19/cultura/1276964860.html Comentario en EL MUNDO de España.
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El evangelio según Saramago
Alfonso Carvajal
EL Tiempo , junio 26, 2010. http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/alfonsocarvajal/el-evangelio-segun-saramago_7773965-1
Partió Saramago. José. Y en gran parte, la voz de la rebeldía del hombre contemporáneo. Un artista que combinó con subido talento la ética y el quehacer literario. Fue de los pocos escritores comunistas y ateos que llevaron con coherencia a la ficción por un camino y a su pensamiento intelectual y político por otro, con libertad y agallas, rompiendo el canon de muchos camaradas de defender a ultranza las monstruosidades políticas de la izquierda, llámese Cuba o las Farc, y también señaló los desastres del capitalismo bárbaro, siempre aborreciendo el poder en todas sus instancias.
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Pero su biblia, que irritó a la Iglesia católica y llegó a considerarlo un texto profano, fue El evangelio según Jesucristo. Una verdadera revelación, que ha pasado inadvertida, más objeto de la polémica que de la lectura reflexiva. Acudiendo a la ficción y a una rigurosa investigación histórica, Saramago, en una lección de lucidez, narra el evangelio según el escritor, que hace de álter ego del hombre Jesús. Un libro que han querido convertir en herético y así ocultar el valor de una genial irreverencia, donde Saramago, a través de la ironía y la razón, humaniza lo que una iglesia sosa ha petrificado en dogma.
Pero su biblia, que irritó a la Iglesia católica y llegó a considerarlo un texto profano, fue El evangelio según Jesucristo. Una verdadera revelación, que ha pasado inadvertida, más objeto de la polémica que de la lectura reflexiva. Acudiendo a la ficción y a una rigurosa investigación histórica, Saramago, en una lección de lucidez, narra el evangelio según el escritor, que hace de álter ego del hombre Jesús. Un libro que han querido convertir en herético y así ocultar el valor de una genial irreverencia, donde Saramago, a través de la ironía y la razón, humaniza lo que una iglesia sosa ha petrificado en dogma.
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Allí leemos la visión personal de Saramago sobre unos hechos que se nos han presentado como sobrenaturales, para no decir mentirosos. Sobre José y María, cuando encargan al Mesías, escribe: "Se derramó en el interior sagrado de la mujer, sagrados ambos por ser la fuente y la copa de la vida", porque en verdad hay cosas "que el mismo Dios no entiende, aunque las haya creado".
Allí leemos la visión personal de Saramago sobre unos hechos que se nos han presentado como sobrenaturales, para no decir mentirosos. Sobre José y María, cuando encargan al Mesías, escribe: "Se derramó en el interior sagrado de la mujer, sagrados ambos por ser la fuente y la copa de la vida", porque en verdad hay cosas "que el mismo Dios no entiende, aunque las haya creado".
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Sugiere que un mendigo en forma de ángel le anuncia a la joven María que está preñada y que Jesús nació como todos los hijos de los hombres: "Sucio de la madre de su sangre". El encuentro pasional entre Jesús y la Magdalena es más la enseñanza de una mujer experimentada en hacer conocer al Nazareno los caminos del cuerpo y conducirlo al amor que la consumación de un pecado. No es el producto de una deformada fantasía, sino la otra cara de la moneda. Saramago interroga los misterios de una religión decadente, que sobrevive manteniendo al rebaño en el miedo y la ignorancia.
Sugiere que un mendigo en forma de ángel le anuncia a la joven María que está preñada y que Jesús nació como todos los hijos de los hombres: "Sucio de la madre de su sangre". El encuentro pasional entre Jesús y la Magdalena es más la enseñanza de una mujer experimentada en hacer conocer al Nazareno los caminos del cuerpo y conducirlo al amor que la consumación de un pecado. No es el producto de una deformada fantasía, sino la otra cara de la moneda. Saramago interroga los misterios de una religión decadente, que sobrevive manteniendo al rebaño en el miedo y la ignorancia.
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"¿Y cuál es el papel que me has destinado en tu plan? El de mártir, hijo mío, el de víctima, que es lo mejor que hay para difundir una creencia y enfervorizar una fe", le dice Dios a Jesús, palabras que denotan una doctrina fundada en un malsano sufrimiento. Seguramente, Saramago no resucitará, está vivo entre nosotros con su obra, y Dios "es tanto más cuanto más inaccesible resulte".
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https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZ4l7bsmhMr6BwKU-3gbVOoBy6pbXuORIa4ReSs-eLZ9HT8O0sjMPgNUANIP_VUDLo5qQVG_WbPU7sxY0Eo55GEOylyZIJfXbC2WdO8oiaUENpW5GVFPRUrcwrP6cgNeEyD1WdZ3hHPkyL/s1600/saramago+adios-762582.jpg
http://www.marino-navegante.com/2010/06/el-vaticano-arremete-contra-saramago.html
"¿Y cuál es el papel que me has destinado en tu plan? El de mártir, hijo mío, el de víctima, que es lo mejor que hay para difundir una creencia y enfervorizar una fe", le dice Dios a Jesús, palabras que denotan una doctrina fundada en un malsano sufrimiento. Seguramente, Saramago no resucitará, está vivo entre nosotros con su obra, y Dios "es tanto más cuanto más inaccesible resulte".
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