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COLOMBIA
1810-2010
200 años buscando la libertad
Revista Dinners. Julio 2009
Doscientos años después del 20 de Julio de 1810, Colombia aún no ha encontrado la paz plena con justicia y libertad.
Imagen en la carátula: El pintor Darío Ortiz recreó en esta alegoría http://www.revistadiners.com.co/nuevo/img/contenido/porta-home.jpg * la famosa obra La libertad guiando al pueblo , (La liberté guidant le peuple) de Eugène Delacroix, en alusión a nuestros dos siglos de violencia sin tregua. (“La libertad” -la mujer- de la pintura es cambiada por Ingrid Betancourt ¿?)
Revista Dinner. Edición: 472 . Mes: Julio 2009
http://www.revistadiners.com.co/nuevo/indexedicion.php?IDEdicion=26&Inicio=2009-07-15&Fin=2009-08-24
UN APARTE DE TODA LA PUBLICACIÓN
El arte y la cultura
En los últimos 200 años los artistas y escritores han dejado testimonio de la evolución de esta nación cuyos habitantes, como lo dijo Simón Bolívar, “no son ni indios ni europeos”.
http://www.revistadiners.com.co/nuevo/internaedicion.php?IDEdicion=26&idn=535&idm=3
La literatura ( … y sobre todos ellos el indestronable –todavía por muchos años– Gabriel García Márquez. …)
¿Le suenan hermosos y extraños nombres como Soledad, Josefa, Silveria, Agripina, Bertilda, Waldina, Herminia, Eva Ceferina…?
No son personajes en busca de autor. Así se llaman las escritoras colombianas más importantes del siglo XIX, habitantes desconocidas de la Atenas Suramericana de esa época. Es aún misteriosa, en un período de la literatura caracterizado por la imitación del estilo europeo, romántico y costumbrista, la vida de Soledad Acosta de Samper, Josefa Acevedo de Gómez, Silveria Espinosa de Rendón, Agripina Samper de Ancízar, Bertilda Samper Acosta, Agripina Morales del Valle, Waldina Dávila de Ponce de León, Herminia Gómez Jaimes de Abadía y Eva Ceferina Vegel y Marea. Y casi exclusivo de los hombres.
Antes de 1810, una de las principales referencias literarias era El carnero, del criollo Juan Rodríguez Freyle, monumental crónica costumbrista e histórica, pilar de nuestra literatura, que narra desde el descubrimiento del Nuevo Reino de Granada hasta el primer siglo de vida de Santa Fe de Bogotá.
La emancipación en las letras llegó a Colombia de la mano de Víctor Hugo, que con Los miserables influyó sobre los escritores del nuevo tiempo. En 1848 se publicó Los misterios de Bogotá, de Eladio Vergara y Vergara, retrato de lo malo de la sociedad santafereña que acababa de salir de los acontecimientos de la Independencia. Juan José Nieto publicó la primera novela histórica, Ingermina o la hija de Calamar, en la cual se narran los amores de una princesa indígena con el español Alonso de Heredia. La Independencia les dio alas a autores como Felipe Pérez, que en 1875 escribió Los gigantes, que trata al español cual una raza cansada frente a la joven y fuerte raza indígena. Claro que su novela más conocida tiene un tinte más psicológico: El caballero de Rauzán.
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Foto: http://www.revistadiners.com.co/nuevo/img/contenido/image/julio09/literatura1.jpg
Gabriel García Márquez obtuvo el premio nobel de literatura on octubre de 1982
Pero el romanticismo estaba de moda. Los nombres más conocidos de esa tendencia: Gregorio Gutiérrez González, Epifanio Mejía, José Eusebio Caro, Antonio Gómez Restrepo, Jorge Isaacs, Tomás Carrasquilla y José María Vargas Vila, y una corriente más moderna integrada por José Asunción Silva, Guillermo Valencia y la llamada Generación del Centenario con novelistas como José Eustasio Rivera y poetas como Porfirio Barba-Jacob y Luis Carlos López.
El siglo XX, que empezó con fuego, sangre y muerte, saludó a los novelistas colombianos que se refirieron a la Guerra de los Mil Días, como José María Cordovez Moure, Lorenzo Marroquín y José María Rivas Groot. A mediados de la segunda década, un estremecedor informe de sir Roger Casement, encargado de investigar la denuncia por las crueldades de la Casa Arana en las plantaciones caucheras de Caquetá y Putumayo, le sirvió de base al poeta José Eustasio Rivera para escribir una novela que publicó en 1924 con el título de La vorágine.
La perfección de las letras crecía a medida que se acercaba la mitad del siglo XX. En ese sentido se destaca Tomás Carrasquilla con su novela La marquesa de Yolombó, rica en imaginación y en el manejo del idioma castellano. A su lado también progresaba el embrión de lo que después fue el realismo mágico, de manos de José Félix Fuenmayor, autor de la barranquillera novela Cosme.
En la década de 1930 aparecieron la generación del movimiento Piedra y Cielo, con Jorge Rojas y Eduardo Carranza, que cultivaba formas de vanguardia y experimentalismo; y la de Los Nuevos con Rafael Maya, Eduardo Caballero Calderón y Jorge Zalamea.
En el altiplano también se desarrolló la novela. Dos ejemplos son Ayer, nada más , de Antonio Álvarez Lleras, y Cuatro años a bordo de mí mismo, de Eduardo Zalamea Borda. Y mientras Sima, de Alfonso Alexander, tuvo escasa circulación, La otra raya del tigre, de Pedro Gómez Valderrama, publicada en 1977 –y que narra las aventuras del alemán Geo von Lengerke en el siglo XIX– tuvo un éxito notable de crítica y de lectores al ser catalogada como una de las buenas novelas de la literatura iberoamericana contemporánea.
En la segunda mitad del siglo surgieron grandes novelistas como José Antonio Osorio Lizarazo, Eduardo Caballero Calderón, Álvaro Mutis, Laura Restrepo, Alba Lucía Ángel, Fernando Vallejo, Germán Espinosa y Rafael Humberto Moreno Durán, y sobre todos ellos el indestronable –todavía por muchos años– Gabriel García Márquez. Y no se puede dejar de mencionar a periodistas novelistas como Álvaro Cepeda Samudio, Juan Gossaín y Germán Castro. Los nombres del nuevo milenio son Jorge Franco, Mario Mendoza, Santiago Gamboa, Fernando Quiroz, Juan Gabriel Vásquez…
Tal vez alguno de ellos sea el indicado para desenterrar la historia de aquellas mujeres de nombres hermosos y olvidados como Soledad, Josefa, Silveria, Agripina, Bertilda, Waldina, Herminia, Eva Ceferina…
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Imagen en la carátula: El pintor Darío Ortiz recreó en esta alegoría http://www.revistadiners.com.co/nuevo/img/contenido/porta-home.jpg * la famosa obra La libertad guiando al pueblo , (La liberté guidant le peuple) de Eugène Delacroix, en alusión a nuestros dos siglos de violencia sin tregua. (“La libertad” -la mujer- de la pintura es cambiada por Ingrid Betancourt ¿?)
Revista Dinner. Edición: 472 . Mes: Julio 2009
http://www.revistadiners.com.co/nuevo/indexedicion.php?IDEdicion=26&Inicio=2009-07-15&Fin=2009-08-24
UN APARTE DE TODA LA PUBLICACIÓN
El arte y la cultura
En los últimos 200 años los artistas y escritores han dejado testimonio de la evolución de esta nación cuyos habitantes, como lo dijo Simón Bolívar, “no son ni indios ni europeos”.
http://www.revistadiners.com.co/nuevo/internaedicion.php?IDEdicion=26&idn=535&idm=3
La literatura ( … y sobre todos ellos el indestronable –todavía por muchos años– Gabriel García Márquez. …)
¿Le suenan hermosos y extraños nombres como Soledad, Josefa, Silveria, Agripina, Bertilda, Waldina, Herminia, Eva Ceferina…?
No son personajes en busca de autor. Así se llaman las escritoras colombianas más importantes del siglo XIX, habitantes desconocidas de la Atenas Suramericana de esa época. Es aún misteriosa, en un período de la literatura caracterizado por la imitación del estilo europeo, romántico y costumbrista, la vida de Soledad Acosta de Samper, Josefa Acevedo de Gómez, Silveria Espinosa de Rendón, Agripina Samper de Ancízar, Bertilda Samper Acosta, Agripina Morales del Valle, Waldina Dávila de Ponce de León, Herminia Gómez Jaimes de Abadía y Eva Ceferina Vegel y Marea. Y casi exclusivo de los hombres.
Antes de 1810, una de las principales referencias literarias era El carnero, del criollo Juan Rodríguez Freyle, monumental crónica costumbrista e histórica, pilar de nuestra literatura, que narra desde el descubrimiento del Nuevo Reino de Granada hasta el primer siglo de vida de Santa Fe de Bogotá.
La emancipación en las letras llegó a Colombia de la mano de Víctor Hugo, que con Los miserables influyó sobre los escritores del nuevo tiempo. En 1848 se publicó Los misterios de Bogotá, de Eladio Vergara y Vergara, retrato de lo malo de la sociedad santafereña que acababa de salir de los acontecimientos de la Independencia. Juan José Nieto publicó la primera novela histórica, Ingermina o la hija de Calamar, en la cual se narran los amores de una princesa indígena con el español Alonso de Heredia. La Independencia les dio alas a autores como Felipe Pérez, que en 1875 escribió Los gigantes, que trata al español cual una raza cansada frente a la joven y fuerte raza indígena. Claro que su novela más conocida tiene un tinte más psicológico: El caballero de Rauzán.
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Foto: http://www.revistadiners.com.co/nuevo/img/contenido/image/julio09/literatura1.jpg
Gabriel García Márquez obtuvo el premio nobel de literatura on octubre de 1982
Pero el romanticismo estaba de moda. Los nombres más conocidos de esa tendencia: Gregorio Gutiérrez González, Epifanio Mejía, José Eusebio Caro, Antonio Gómez Restrepo, Jorge Isaacs, Tomás Carrasquilla y José María Vargas Vila, y una corriente más moderna integrada por José Asunción Silva, Guillermo Valencia y la llamada Generación del Centenario con novelistas como José Eustasio Rivera y poetas como Porfirio Barba-Jacob y Luis Carlos López.
El siglo XX, que empezó con fuego, sangre y muerte, saludó a los novelistas colombianos que se refirieron a la Guerra de los Mil Días, como José María Cordovez Moure, Lorenzo Marroquín y José María Rivas Groot. A mediados de la segunda década, un estremecedor informe de sir Roger Casement, encargado de investigar la denuncia por las crueldades de la Casa Arana en las plantaciones caucheras de Caquetá y Putumayo, le sirvió de base al poeta José Eustasio Rivera para escribir una novela que publicó en 1924 con el título de La vorágine.
La perfección de las letras crecía a medida que se acercaba la mitad del siglo XX. En ese sentido se destaca Tomás Carrasquilla con su novela La marquesa de Yolombó, rica en imaginación y en el manejo del idioma castellano. A su lado también progresaba el embrión de lo que después fue el realismo mágico, de manos de José Félix Fuenmayor, autor de la barranquillera novela Cosme.
En la década de 1930 aparecieron la generación del movimiento Piedra y Cielo, con Jorge Rojas y Eduardo Carranza, que cultivaba formas de vanguardia y experimentalismo; y la de Los Nuevos con Rafael Maya, Eduardo Caballero Calderón y Jorge Zalamea.
En el altiplano también se desarrolló la novela. Dos ejemplos son Ayer, nada más , de Antonio Álvarez Lleras, y Cuatro años a bordo de mí mismo, de Eduardo Zalamea Borda. Y mientras Sima, de Alfonso Alexander, tuvo escasa circulación, La otra raya del tigre, de Pedro Gómez Valderrama, publicada en 1977 –y que narra las aventuras del alemán Geo von Lengerke en el siglo XIX– tuvo un éxito notable de crítica y de lectores al ser catalogada como una de las buenas novelas de la literatura iberoamericana contemporánea.
En la segunda mitad del siglo surgieron grandes novelistas como José Antonio Osorio Lizarazo, Eduardo Caballero Calderón, Álvaro Mutis, Laura Restrepo, Alba Lucía Ángel, Fernando Vallejo, Germán Espinosa y Rafael Humberto Moreno Durán, y sobre todos ellos el indestronable –todavía por muchos años– Gabriel García Márquez. Y no se puede dejar de mencionar a periodistas novelistas como Álvaro Cepeda Samudio, Juan Gossaín y Germán Castro. Los nombres del nuevo milenio son Jorge Franco, Mario Mendoza, Santiago Gamboa, Fernando Quiroz, Juan Gabriel Vásquez…
Tal vez alguno de ellos sea el indicado para desenterrar la historia de aquellas mujeres de nombres hermosos y olvidados como Soledad, Josefa, Silveria, Agripina, Bertilda, Waldina, Herminia, Eva Ceferina…
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Los libros
Estas obras en cada una de sus épocas reflejaron los conflictos, muchos de ellos motivados por la violencia
BICENTENARIO Obras perdurables, de innegable calidad, retrataron a la sociedad colombiana en todas las épocas de su historia
SEMANA. Sábado 24 Octubre 2009,
http://www.semana.com/noticias-especiales/libros/130398.aspx
(matriz: BICENTENARIO : http://www.semana.com/especiales/Seccion/25.aspx )
Por Luis Fernando Afanador
Imagen: http://www.semana.com/photos/1434/ImgArticulo_T1_66237_20091024_202502.jpg
Publica y difunde: NTC … Nos Topamos Con … http://ntcblog.blogspot.com/ , ntcgra@gmail.com . Cali, Colombia, Octubre 25, 2009
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El Carnero (Juan Rodríguez Freyle)
Una de las características de los libros emblemáticos en una tradición cultural es que son conocidos e influyen aun sin ser leídos. Tal vez no muchos colombianos se han acercado a las páginas de El Carnero, pero sin duda conocen en detalle la picante historia de Doña Inés de Hinojosa que allí se relató por primera vez con gracia y talento narrativo.
Con El Carnero, un libro inclasificable que participa de varios géneros -crónica, autobiografía, historia, novela, cuento- entró el prosaísmo en las letras nacionales: el chisme, la infidencia, el adulterio, en fin, la vida privada y las pasiones oscuras que se escondían detrás de las apariencias y las buenas maneras de sociedad colonial. Si es cierto que la literatura es la historia privada de una nación, éste fue sin duda un buen comienzo literario.
María (Jorge Isaacs)
"Ya nadie puede tolerar la 'María' de Jorge Isaacs; ya nadie es tan romántico, tan ingenuo". Ante ese prejuicio, Borges, en 1937, decidió hacer la prueba y leerla de nuevo. Su conclusión, tras una ininterrumpida jornada de lectura, fue: "María no es ilegible y Jorge Isaacs no es más romántico que nosotros". La prueba de Borges se podría repetir hoy, en 2009, y el resultado sería idéntico: María no ha envejecido, su lenguaje sigue siendo tan fresco y tan vivo como el agua de una quebrada de los Farallones.. Jorge Isaacs trazó un dibujo único de la Colombia del siglo XIX que sigue siendo una fuente para los científicos sociales.
El renacuajo paseador (Rafael Pombo)
Los poemas-cuentos de Rafael Pombo han sido para millones de colombianos el primer contacto con la musicalidad de su idioma. Varias generaciones crecieron escuchando las rimas de La pobre viejecita, Simón el bobito y El renacuajo paseador, que luego transmitieron con gratitud a sus hijos. Cada quien tiene su poema favorito, pero, según la Fundación Pombo, encargada de divulgar su obra, el preferido de la gente es, de lejos, El renacuajo paseador. La explicación no es difícil: de todas sus fábulas con una clara intención moral, esta es la que mejor sirve a los padres para justificar la legitimidad de su papel: "muchacho no salgas, le grita mamá". A la hora de ser padres, todos los colombianos somos conservadores.
Nocturno III (José Asunción Silva)
El misterio seguirá acompañando por siempre a este poema. Porque alude a sentimientos sombríos, enfermizos y complejos que, sin embargo, son expresados en una forma perfecta. Sugerir era el ideal estético de José Asunción Silva y también alcanzar una música que no se apoyara en la rima, que trascendiera las palabras. Desde cuando Rafael Núñez lo publicó en el periódico Una lectura, de Cartagena, hasta la semana pasada, cuando unos muchachos de la tribu urbana conocida como los 'góticos' le hicieron un homenaje en la Casa de Poesía Silva, el Nocturno III ha sido sin lugar a dudas el poema más celebrado de la poesía colombiana.
Canción de la vida profunda (Porfirio Barba Jacob)
De Porfirio Barba Jacob dijo Gastón Baquero: "Tomó su vida brutalmente entre las manos, y la arrojó sobre las cuartillas". Por si acaso, él mismo lo aclaro en uno de sus poemas: "he vivido". La vida intensa, desgarrada y sensual primó sobre cualquier consideración estética. Y eso es lo que transmite su poema más famoso, Canción de la vida profunda, que probablemente compuso en La Habana alrededor de 1915 y que le entregó a un amigo de su puño y letra -junto con otros poemas- para que lo insertara en la tradición oral colombiana. Y así fue: desde entonces, el pueblo, gente común y corriente o analfabeta, ha recitado sus poemas, que sobreviven gracias a la memoria colectiva que hace caso omiso de las reticencias académicas.
La marquesa de Yolombó (Tomás Carrasquilla)
Es imposible no querer a Bárbara, la Marquesa de Yolombó. Es autodidacta, funda escuelas, le ayuda a su región. Pero tiene la desgracia de enamorarse del hombre equivocado y una loca obsesión por la Corona española. Cómo no querer a esta Marquesa que murió hace muchos años y que, sin embargo, volvió a la vida a través de la pluma de don Tomás Carrasquilla, que sentía devoción por la manera de hablar de su gente antioqueña. Por si acaso, para que nunca dejara de ser real, hizo el milagro de revivir en todos sus detalles -con la precisión de un relojero- el mundo en el que ella había vivido: la música, la danza, los bautizos, las procesiones, las fiestas, las reuniones, la mitología, la economía, las razas y las clases sociales. La cultura colombiana, antes de la República, vive en estas páginas.
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La Vorágine (José Eustasio Rivera)
Cuando se publicó La vorágine en 1924, un sacerdote, confundiendo a José Eustasio Rivera con Arturo Cova, el protagonista de su novela, le recomendó que se casara con la "desgraciada" de Alicia y empezara así a responder por el hijo de ambos. En cambio, el escritor Horacio Quiroga lo reconoció como un hermano en su visión de la naturaleza y le declaró su admiración. Dos recepciones distintas, una literal y desalentadora en su propio país, y la otra, anticipatoria de la importancia que iba a tener La vorágine. Después de María, la segunda novela colombiana que alcanzaría trascendencia en la literatura universal.
"Se lo tragó la selva". Cualquier colombiano, aunque no haya leído La vorágine, ha escuchado alguna vez estas palabras. La selva implacable, devoradora de hombres, la que no perdona y, mínimo, conduce a la locura. José Eustasio Rivera, un poeta parnasiano, entre el romanticismo y el modernismo, había conseguido presentar la experiencia de la selva como un verdadero descenso a los infiernos.
La selva es la gran protagonista de esta novela, desde luego, pero no menos importante es su denuncia de la cruel explotación de los caucheros sometidos a un régimen esclavista, de la codicia que lleva a los seres humanos a las peores ignominias. La vorágine es quizá la novela colombiana más emblemática porque allí está presente, por primera vez en esta literatura, sin eufemismos, de frente, el karma de la violencia que nos persigue.
La vorágine sigue siendo nuestra novela inconclusa. Con unas pequeñas variaciones: donde antes se leía goma, caucho, ahora se debe leer: 'hoja de coca'. Arturo Cova jugó su corazón al azar y se lo ganó la violencia. Y todavía nos conmueve porque no ha dejado de ser nuestro contemporáneo.
Siervo sin tierra (Eduardo Caballero Calderón)
Siervo Joya era un campesino sin tierra. Para conseguirla, se volvió calanchín de los políticos liberales de Boyacá. Luego creyó que "la revolución", que prometía repartir la tierra a los más pobres, al fin cumpliría su anhelo. Lo que obtuvo, en cambio, fue una desgracia: mató al godo Anastasio y lo mandaron a la cárcel. De allí se fugó aprovechando el desorden que produjo la muerte de Gaitán. Los liberales perdieron sus ilusiones revolucionarias y los godos llegaron al poder. Siervo Joya siguió sin tierra hasta el día de su muerte.
Sin duda no es la mejor obra de Caballero Calderón, y la literatura de protesta pasó de moda hace tiempo. Que Siervo Joya siga vigente, que siga siendo un símbolo nacional, no es un anacronismo literario sino el anacronismo histórico de un país que se niega a resolver el problema de la tierra.
Cóndores no entierran todos los días (Gustavo Álvarez Gardeazábal)
Entre las obras de ficción y las obras realistas, el lector colombiano tiende a preferir las últimas. Por eso los testimonios, las crónicas y los libros de coyuntura son los más leídos en nuestro país. Cóndores no entierran todos los días es una novela, pero trata sobre acontecimientos históricos verídicos: la violencia partidista de los años 50 y un personaje que efectivamente existió, León María Lozano, el 'Cóndor', vendedor de quesos, conservador y católico a ultranza, a quien se le atribuye ser el jefe de los temibles pájaros que sembraron el terror en el Valle. Un personaje con el poder de señalar cuál de sus enemigos debía morir, ejerce a la vez fascinación y repudio en un país signado por la violencia.
Cien años de soledad (Gabriel García Márquez)
Cada cierto tiempo se hace una encuesta en la que los colombianos aparecen como uno de los pueblos más felices del mundo. Lo cierto es que una de nuestras características es un gran sentido del humor frente a las desgracias, que no son pocas. Pues bien, ese el tono de Cien años de soledad y uno de sus grandes hallazgos: contar las cosas más tristes y más terribles del mundo en un tono siempre festivo.
Para hacer el retrato completo de una sociedad no sólo hay que describir cómo viven sus gentes: hay que saber qué desean, cuáles son sus sueños. Nunca antes, como en esta obra, habíamos visto con tanta nitidez esa dimensión imaginaria que hacía parte indispensable de nuestra realidad. Allí se habla de la Guerra de los Mil Días, de la matanza de las bananeras, del saqueo y el subdesarrollo, pero a la vez hay mujeres que suben al cielo en cuerpo y alma, por encima de todas las vicisitudes, o que, tranquilamente, dialogan con el espíritu de sus muertos.
Cuando apareció Cien años de soledad, los lectores, sorprendidos, no sabían cómo clasificar esa rara y exagerada fantasía. Cuando el asombro fue decantando, de repente todos entendieron: eso que llamaban fantástico era la cotidianidad de los indios guajiros, las tradiciones orales y populares a las que por primera un escritor colombiano les daba carta de ciudadanía literaria. El país, ya no sólo era blanco y español, sino también negro e indio: mestizo. Al fin tuvimos un espejo en el que cabían todas las razas de Colombia.
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ENLACES Y SUGERENCIAS DE NTC ....
*** LAS PENUMBRAS DEL GENERAL. Victor Paz Otero.
http://ntc-documentos.blogspot.com/2009_08_16_archive.html
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*** Eduardo Subirats. Las dependencias postcoloniales de América Latina. Conferencia. http://ntc-documentos.blogspot.com/2009_10_25_archive.html
Las dependencias postcoloniales de América Latina . Conferencia . Por: Eduardo Subirats
Conferencia de Clausura leída en el 5º. Simposio Internacional Jorge Isaacs “Las independencias”, el 23 de Octubre 2009 (6:00 PM) en el marco de la XV Feria del libro Pacífico, Cali.
Se refirió el conferencista a cuatro “testimonios de intelectuales” sobre los procesos del “descubrimiento”, la colonia y las independencias, los de: José María Blanco White, Simón Rodríguez, Domingo Faustino Sarmiento y Augusto Roa Bastos ....
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*** RAFAEL URIBE URIBE , http://tertuliawhite.blogspot.com/2009_09_17_archive.html
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*** Juan Runnel, Por Germán Patiño. Próximamente. (Mientras tanto: http://dialnet.unirioja.es/servlet/oaiart?codigo=2160991 )
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Actualizó: NTC … / gra . Noviembre 1, 2009, 9:45 A PM
Los libros
Estas obras en cada una de sus épocas reflejaron los conflictos, muchos de ellos motivados por la violencia
BICENTENARIO Obras perdurables, de innegable calidad, retrataron a la sociedad colombiana en todas las épocas de su historia
SEMANA. Sábado 24 Octubre 2009,
http://www.semana.com/noticias-especiales/libros/130398.aspx
(matriz: BICENTENARIO : http://www.semana.com/especiales/Seccion/25.aspx )
Por Luis Fernando Afanador
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Publica y difunde: NTC … Nos Topamos Con … http://ntcblog.blogspot.com/ , ntcgra@gmail.com . Cali, Colombia, Octubre 25, 2009
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El Carnero (Juan Rodríguez Freyle)
Una de las características de los libros emblemáticos en una tradición cultural es que son conocidos e influyen aun sin ser leídos. Tal vez no muchos colombianos se han acercado a las páginas de El Carnero, pero sin duda conocen en detalle la picante historia de Doña Inés de Hinojosa que allí se relató por primera vez con gracia y talento narrativo.
Con El Carnero, un libro inclasificable que participa de varios géneros -crónica, autobiografía, historia, novela, cuento- entró el prosaísmo en las letras nacionales: el chisme, la infidencia, el adulterio, en fin, la vida privada y las pasiones oscuras que se escondían detrás de las apariencias y las buenas maneras de sociedad colonial. Si es cierto que la literatura es la historia privada de una nación, éste fue sin duda un buen comienzo literario.
María (Jorge Isaacs)
"Ya nadie puede tolerar la 'María' de Jorge Isaacs; ya nadie es tan romántico, tan ingenuo". Ante ese prejuicio, Borges, en 1937, decidió hacer la prueba y leerla de nuevo. Su conclusión, tras una ininterrumpida jornada de lectura, fue: "María no es ilegible y Jorge Isaacs no es más romántico que nosotros". La prueba de Borges se podría repetir hoy, en 2009, y el resultado sería idéntico: María no ha envejecido, su lenguaje sigue siendo tan fresco y tan vivo como el agua de una quebrada de los Farallones.. Jorge Isaacs trazó un dibujo único de la Colombia del siglo XIX que sigue siendo una fuente para los científicos sociales.
El renacuajo paseador (Rafael Pombo)
Los poemas-cuentos de Rafael Pombo han sido para millones de colombianos el primer contacto con la musicalidad de su idioma. Varias generaciones crecieron escuchando las rimas de La pobre viejecita, Simón el bobito y El renacuajo paseador, que luego transmitieron con gratitud a sus hijos. Cada quien tiene su poema favorito, pero, según la Fundación Pombo, encargada de divulgar su obra, el preferido de la gente es, de lejos, El renacuajo paseador. La explicación no es difícil: de todas sus fábulas con una clara intención moral, esta es la que mejor sirve a los padres para justificar la legitimidad de su papel: "muchacho no salgas, le grita mamá". A la hora de ser padres, todos los colombianos somos conservadores.
Nocturno III (José Asunción Silva)
El misterio seguirá acompañando por siempre a este poema. Porque alude a sentimientos sombríos, enfermizos y complejos que, sin embargo, son expresados en una forma perfecta. Sugerir era el ideal estético de José Asunción Silva y también alcanzar una música que no se apoyara en la rima, que trascendiera las palabras. Desde cuando Rafael Núñez lo publicó en el periódico Una lectura, de Cartagena, hasta la semana pasada, cuando unos muchachos de la tribu urbana conocida como los 'góticos' le hicieron un homenaje en la Casa de Poesía Silva, el Nocturno III ha sido sin lugar a dudas el poema más celebrado de la poesía colombiana.
Canción de la vida profunda (Porfirio Barba Jacob)
De Porfirio Barba Jacob dijo Gastón Baquero: "Tomó su vida brutalmente entre las manos, y la arrojó sobre las cuartillas". Por si acaso, él mismo lo aclaro en uno de sus poemas: "he vivido". La vida intensa, desgarrada y sensual primó sobre cualquier consideración estética. Y eso es lo que transmite su poema más famoso, Canción de la vida profunda, que probablemente compuso en La Habana alrededor de 1915 y que le entregó a un amigo de su puño y letra -junto con otros poemas- para que lo insertara en la tradición oral colombiana. Y así fue: desde entonces, el pueblo, gente común y corriente o analfabeta, ha recitado sus poemas, que sobreviven gracias a la memoria colectiva que hace caso omiso de las reticencias académicas.
La marquesa de Yolombó (Tomás Carrasquilla)
Es imposible no querer a Bárbara, la Marquesa de Yolombó. Es autodidacta, funda escuelas, le ayuda a su región. Pero tiene la desgracia de enamorarse del hombre equivocado y una loca obsesión por la Corona española. Cómo no querer a esta Marquesa que murió hace muchos años y que, sin embargo, volvió a la vida a través de la pluma de don Tomás Carrasquilla, que sentía devoción por la manera de hablar de su gente antioqueña. Por si acaso, para que nunca dejara de ser real, hizo el milagro de revivir en todos sus detalles -con la precisión de un relojero- el mundo en el que ella había vivido: la música, la danza, los bautizos, las procesiones, las fiestas, las reuniones, la mitología, la economía, las razas y las clases sociales. La cultura colombiana, antes de la República, vive en estas páginas.
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La Vorágine (José Eustasio Rivera)
Cuando se publicó La vorágine en 1924, un sacerdote, confundiendo a José Eustasio Rivera con Arturo Cova, el protagonista de su novela, le recomendó que se casara con la "desgraciada" de Alicia y empezara así a responder por el hijo de ambos. En cambio, el escritor Horacio Quiroga lo reconoció como un hermano en su visión de la naturaleza y le declaró su admiración. Dos recepciones distintas, una literal y desalentadora en su propio país, y la otra, anticipatoria de la importancia que iba a tener La vorágine. Después de María, la segunda novela colombiana que alcanzaría trascendencia en la literatura universal.
"Se lo tragó la selva". Cualquier colombiano, aunque no haya leído La vorágine, ha escuchado alguna vez estas palabras. La selva implacable, devoradora de hombres, la que no perdona y, mínimo, conduce a la locura. José Eustasio Rivera, un poeta parnasiano, entre el romanticismo y el modernismo, había conseguido presentar la experiencia de la selva como un verdadero descenso a los infiernos.
La selva es la gran protagonista de esta novela, desde luego, pero no menos importante es su denuncia de la cruel explotación de los caucheros sometidos a un régimen esclavista, de la codicia que lleva a los seres humanos a las peores ignominias. La vorágine es quizá la novela colombiana más emblemática porque allí está presente, por primera vez en esta literatura, sin eufemismos, de frente, el karma de la violencia que nos persigue.
La vorágine sigue siendo nuestra novela inconclusa. Con unas pequeñas variaciones: donde antes se leía goma, caucho, ahora se debe leer: 'hoja de coca'. Arturo Cova jugó su corazón al azar y se lo ganó la violencia. Y todavía nos conmueve porque no ha dejado de ser nuestro contemporáneo.
Siervo sin tierra (Eduardo Caballero Calderón)
Siervo Joya era un campesino sin tierra. Para conseguirla, se volvió calanchín de los políticos liberales de Boyacá. Luego creyó que "la revolución", que prometía repartir la tierra a los más pobres, al fin cumpliría su anhelo. Lo que obtuvo, en cambio, fue una desgracia: mató al godo Anastasio y lo mandaron a la cárcel. De allí se fugó aprovechando el desorden que produjo la muerte de Gaitán. Los liberales perdieron sus ilusiones revolucionarias y los godos llegaron al poder. Siervo Joya siguió sin tierra hasta el día de su muerte.
Sin duda no es la mejor obra de Caballero Calderón, y la literatura de protesta pasó de moda hace tiempo. Que Siervo Joya siga vigente, que siga siendo un símbolo nacional, no es un anacronismo literario sino el anacronismo histórico de un país que se niega a resolver el problema de la tierra.
Cóndores no entierran todos los días (Gustavo Álvarez Gardeazábal)
Entre las obras de ficción y las obras realistas, el lector colombiano tiende a preferir las últimas. Por eso los testimonios, las crónicas y los libros de coyuntura son los más leídos en nuestro país. Cóndores no entierran todos los días es una novela, pero trata sobre acontecimientos históricos verídicos: la violencia partidista de los años 50 y un personaje que efectivamente existió, León María Lozano, el 'Cóndor', vendedor de quesos, conservador y católico a ultranza, a quien se le atribuye ser el jefe de los temibles pájaros que sembraron el terror en el Valle. Un personaje con el poder de señalar cuál de sus enemigos debía morir, ejerce a la vez fascinación y repudio en un país signado por la violencia.
Cien años de soledad (Gabriel García Márquez)
Cada cierto tiempo se hace una encuesta en la que los colombianos aparecen como uno de los pueblos más felices del mundo. Lo cierto es que una de nuestras características es un gran sentido del humor frente a las desgracias, que no son pocas. Pues bien, ese el tono de Cien años de soledad y uno de sus grandes hallazgos: contar las cosas más tristes y más terribles del mundo en un tono siempre festivo.
Para hacer el retrato completo de una sociedad no sólo hay que describir cómo viven sus gentes: hay que saber qué desean, cuáles son sus sueños. Nunca antes, como en esta obra, habíamos visto con tanta nitidez esa dimensión imaginaria que hacía parte indispensable de nuestra realidad. Allí se habla de la Guerra de los Mil Días, de la matanza de las bananeras, del saqueo y el subdesarrollo, pero a la vez hay mujeres que suben al cielo en cuerpo y alma, por encima de todas las vicisitudes, o que, tranquilamente, dialogan con el espíritu de sus muertos.
Cuando apareció Cien años de soledad, los lectores, sorprendidos, no sabían cómo clasificar esa rara y exagerada fantasía. Cuando el asombro fue decantando, de repente todos entendieron: eso que llamaban fantástico era la cotidianidad de los indios guajiros, las tradiciones orales y populares a las que por primera un escritor colombiano les daba carta de ciudadanía literaria. El país, ya no sólo era blanco y español, sino también negro e indio: mestizo. Al fin tuvimos un espejo en el que cabían todas las razas de Colombia.
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ENLACES Y SUGERENCIAS DE NTC ....
*** LAS PENUMBRAS DEL GENERAL. Victor Paz Otero.
http://ntc-documentos.blogspot.com/2009_08_16_archive.html
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*** Eduardo Subirats. Las dependencias postcoloniales de América Latina. Conferencia. http://ntc-documentos.blogspot.com/2009_10_25_archive.html
Las dependencias postcoloniales de América Latina . Conferencia . Por: Eduardo Subirats
Conferencia de Clausura leída en el 5º. Simposio Internacional Jorge Isaacs “Las independencias”, el 23 de Octubre 2009 (6:00 PM) en el marco de la XV Feria del libro Pacífico, Cali.
Se refirió el conferencista a cuatro “testimonios de intelectuales” sobre los procesos del “descubrimiento”, la colonia y las independencias, los de: José María Blanco White, Simón Rodríguez, Domingo Faustino Sarmiento y Augusto Roa Bastos ....
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*** RAFAEL URIBE URIBE , http://tertuliawhite.blogspot.com/2009_09_17_archive.html
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*** Juan Runnel, Por Germán Patiño. Próximamente. (Mientras tanto: http://dialnet.unirioja.es/servlet/oaiart?codigo=2160991 )
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Actualizó: NTC … / gra . Noviembre 1, 2009, 9:45 A PM
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