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Cali, Colombia.
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"¿ El realismo mágico agoniza?".
"Dan los Santos Óleos" a Macondo. ¿Qué tan importante es García Márquez? ¿ Repite Gabo la misma fórmula? ¿Y a qué viene todo esto? ¿Mejor un realismo macarrónico que el realismo mágico? ¿…?
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*** De: Carlos Vidales ( carlos@bredband.net )
http://www.blogger.com/profile/03952088316212273111 y http://hem.bredband.net/rivvid/
Enviado: Estocolmo, domingo, 24 de agosto de 2008 03:16:08 p.m.
Para: NTC ... diálogos ( ntc.dialogos@gmail.com )
¿Agoniza Macondo? ¿Y a qué viene todo esto?
http://ntc-documentos.blogspot.com/2008_08_18_archive.html
Ese diálogo está más enredado que un abrazo entre ocho pulpos. Lo que sí parece claro es que un señor se emberracó (¿será enverracó?) porque otros señores dijeron sus opiniones propias sobre don Gabito. Y eso no se perdona.
http://www.blogger.com/profile/03952088316212273111 y http://hem.bredband.net/rivvid/
Enviado: Estocolmo, domingo, 24 de agosto de 2008 03:16:08 p.m.
Para: NTC ... diálogos ( ntc.dialogos@gmail.com )
¿Agoniza Macondo? ¿Y a qué viene todo esto?
http://ntc-documentos.blogspot.com/2008_08_18_archive.html
Ese diálogo está más enredado que un abrazo entre ocho pulpos. Lo que sí parece claro es que un señor se emberracó (¿será enverracó?) porque otros señores dijeron sus opiniones propias sobre don Gabito. Y eso no se perdona.
Pero, hablando francamente, no le veo mucho nivel a este asunto. Conozco pocos estudios colombianos sobre, por ejemplo, los personajes de "Cien Años de Soledad", o sobre las técnicas de anticipación en la narrativa de don Gabito, o sobre el artilugio de contar primero todo el cuento y luego narrarlo minuciosamente de modo que el lector quede atrapado irremisiblemente en la lectura, o sobre los orígenes medievales de este artilugio, o sobre la artesanía de convertir la tradición oral en literatura de alto vuelo, o sobre los orígenes sumerios de esta artesanía (ya presente en la épica de Gilgamesh*), o sobre las técnicas de dejar cabos sueltos y luego anudarlos en orden correcto sin que el lector se percate de la maniobra, o sobre la polifonía implícita en una sola voz narrativa (misterio más profundo que el de la Santísima Trinidad), o sobre cualquiera de las quince mil cuestiones teóricas importantes planteadas por la maestría narrativa de don Gabito. Lo que sí hay -y demasiado- en la "crítica" colombiana, es la disputa que se entabla indefectiblemente para definir cual es más "baboso" y cuál es más "cretino". Pobre Colombia, estás en la olla.
No sé si alguno de los señores involucrados en la actual trifulca ha dicho que "el realismo mágico agoniza", o algo parecido. Si alguien lo ha dicho, pues tiene el derecho de decirlo porque es su opinión, y ya está. Ahora, si alguien cree que el famoso "realismo mágico" es un invento moderno, pues también tiene el derecho de creerlo aunque esté equivocado. "Realismo mágico" hay en la Biblia, con todas las cosas mágicas que hizo Moisés; "realismo mágico" es quemar gente en la hoguera por el delito de no creer en milagros o en los cuentos de la Biblia; "realismo mágico" es toda la épica de Gilgamesh*, escrita an tablillas de cerámica hace 4.700 años y hasta ahora no leída por ninguno de mis compatriotas, que yo sepa; "realismo mágico" son la Ilíada y la Odisea, que hace 2.500 años andan por el mundo y todavía no dan señales de agonizar; "realismo mágico" es Don Quijote de la Mancha; etcétera y etcétera y etcétera.
"Realismo mágico" es, en suma, el eterno juego dinámico entre lo real y lo imaginario, entre lo lógico y lo fantástico, entre la percepción y la invención. Se podrá decir que el modo garcíamarquiano de manejar este juego dinámico (el "estilo") puede ser un hito en la literatura y que vendrán nuevos hitos, nuevos "modos", nuevos "estilos"; pero no creo que se pueda decir que el juego dinámico entre lo verdadero y la mágico, entre lo racional y lo mítico ya no existe, porque ese juego dinámico existirá mientras exista el animal humano con sus pasiones, sus supersticiones íntimas, sus sueños, sus utopías y sus desengaños, sus temores y sus "babosadas".
Vendrán nuevos modos de contar, con nuevos nombres. Pero el asunto será, en el fondo, el mismo que venimos repitiendo desde las aventuras de Gilgamesh*: el ser humano temblando, curioso y temeroso, en el límite entre el universo de afuera y el universo de adentro, entre lo que ve y cree entender y lo que imagina y cree soñar.
Ahora, cualquiera puede decir cualquier cosa, porque ese es un derecho que no se le debe discutir a nadie.
Pues eso y saludos muy cordiales, Carlos
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*** Algunos de estos textos se publican también en Gabriel García Márquez. Memorabilia GGM http://memorabiliaggm.blogspot.com/, blog de FERNANDO JARAMILLO
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Macondo agoniza
Por: Mario Mendoza
EL ESPECTADOR (impreso y virtual) , Agosto 24, 2008
http://www.elespectador.com/impreso/cultura/cultura/articuloimpreso-macondo-agoniza
HACE UNOS DÍAS EL COLUMNISTA Esteban Carlos Mejía, en una columna en este mismo diario ( EL Espectador, 15 Ago 2008 http://www.elespectador.com/columna-agoniza-macondo ) , arremete contra mí por unas supuestas declaraciones que di en la Semana Negra de Gijón en contra de García Márquez, arremete contra unas supuestas “babosadas” de unos gerentes “pseudoplanetarios” (refiriéndose, supongo, a Editorial Planeta, que es donde yo publico mis libros), me aconseja que no confunda la literatura con la farándula (no tengo ni idea a qué se refiere, pues una vida más monacal que la mía es difícil), y al final se despacha contra Nahum Montt, confiesa que no lo ha leído y afirma que por ahora no piensa hacerlo.
En fin, se trata de una andanada de resentimiento y odio de ésas que suelen caracterizarnos en este país, irracional, escrita sin juicio ni mesura. Vamos por partes.
Lo primero es que un columnista serio no puede escribir basado en interpretaciones de otros, de oídas, sino que tiene una obligación: asegurarse de los hechos o de la información que está manejando. Si yo he escuchado a unos gerentes comerciales recomendarles a sus escritores que digan “babosadas” con tal de vender más libros, debo denunciarlo de manera contundente en una columna. Si no lo he escuchado ni me consta, es mejor callarme la boca y no andar calumniando, ese deporte nacional que no por frecuente es menos detestable.
Durante una rueda de prensa en Gijón, Nahum y yo dijimos, con el director de la Semana Negra en la mesa, Paco Ignacio Taibo II, que nuestra admiración por García Márquez era irrestricta, que lo habíamos leído como a un clásico, como se lee a Joyce o a Hemingway, pues a mediados de los años ochenta, cuando éramos estudiantes de literatura, ya García Márquez se había ganado el Nobel y estaba consagrado. Después, durante años de vida académica, lo estudiamos, lo dictamos en la universidad y seguimos admirando la perfección de su universo narrativo.
Nahum Montt, utilizando una idea que ya había expuesto en su novela El eskimal y la mariposa, pronunció la frase “Macondo agoniza”. Se refería Nahum, y así lo expusimos a dúo, a que durante muchos años la literatura colombiana fue interpretada a partir de Macondo. Era obligatorio pasar por Macondo para poder entender qué estaba sucediendo en nuestras letras. La nueva generación, siendo tan diversa en sus propuestas, no tiene como referente a Macondo.
Y no hay que rasgarse las vestiduras: eso no es un crimen ni tiene nada de malo. Si yo quiero entrar a la obra de Franco, de Gamboa, de Abad, de Serrano, de William Ospina, de Montt, de Ricardo Silva, de Antonio García, de Vásquez o de Botero (sólo para citar a algunos), Macondo no es un buen referente. Incluso la idea es aplicable al propio Mejía, cuya novela I love you putamente no tiene conexión con la obra del caribeño.
Las nuevas dinámicas de las megalópolis contemporáneas, el surgimiento de los teléfonos celulares, la internet, el colapso de las autopistas de información, el zapping, los desastres climáticos que generan una percepción apocalíptica, la violencia del establecimiento, el consumismo enfermizo, los videojuegos, las nuevas patologías tanto físicas como psíquicas, el hundimiento de las promesas de la Modernidad, todo este nuevo universo urbano funda un referente narrativo que antes no teníamos. Y así debe ser, porque la literatura, como la vida, está en un movimiento incesante.
Y para cerrar, lamento mucho que un escritor utilice su columna de prensa para sugerirles a sus lectores que es mejor no leer a otro escritor. Hace mal Mejía en no leer a Montt, uno de los más talentosos escritores de la nueva generación, pero hace peor en descalificarlo sin leerlo. Porque esa es una apología a la ignorancia, y se supone que los espacios de prensa son otorgados para todo lo contrario.
Por: Mario Mendoza
EL ESPECTADOR (impreso y virtual) , Agosto 24, 2008
http://www.elespectador.com/impreso/cultura/cultura/articuloimpreso-macondo-agoniza
HACE UNOS DÍAS EL COLUMNISTA Esteban Carlos Mejía, en una columna en este mismo diario ( EL Espectador, 15 Ago 2008 http://www.elespectador.com/columna-agoniza-macondo ) , arremete contra mí por unas supuestas declaraciones que di en la Semana Negra de Gijón en contra de García Márquez, arremete contra unas supuestas “babosadas” de unos gerentes “pseudoplanetarios” (refiriéndose, supongo, a Editorial Planeta, que es donde yo publico mis libros), me aconseja que no confunda la literatura con la farándula (no tengo ni idea a qué se refiere, pues una vida más monacal que la mía es difícil), y al final se despacha contra Nahum Montt, confiesa que no lo ha leído y afirma que por ahora no piensa hacerlo.
En fin, se trata de una andanada de resentimiento y odio de ésas que suelen caracterizarnos en este país, irracional, escrita sin juicio ni mesura. Vamos por partes.
Lo primero es que un columnista serio no puede escribir basado en interpretaciones de otros, de oídas, sino que tiene una obligación: asegurarse de los hechos o de la información que está manejando. Si yo he escuchado a unos gerentes comerciales recomendarles a sus escritores que digan “babosadas” con tal de vender más libros, debo denunciarlo de manera contundente en una columna. Si no lo he escuchado ni me consta, es mejor callarme la boca y no andar calumniando, ese deporte nacional que no por frecuente es menos detestable.
Durante una rueda de prensa en Gijón, Nahum y yo dijimos, con el director de la Semana Negra en la mesa, Paco Ignacio Taibo II, que nuestra admiración por García Márquez era irrestricta, que lo habíamos leído como a un clásico, como se lee a Joyce o a Hemingway, pues a mediados de los años ochenta, cuando éramos estudiantes de literatura, ya García Márquez se había ganado el Nobel y estaba consagrado. Después, durante años de vida académica, lo estudiamos, lo dictamos en la universidad y seguimos admirando la perfección de su universo narrativo.
Nahum Montt, utilizando una idea que ya había expuesto en su novela El eskimal y la mariposa, pronunció la frase “Macondo agoniza”. Se refería Nahum, y así lo expusimos a dúo, a que durante muchos años la literatura colombiana fue interpretada a partir de Macondo. Era obligatorio pasar por Macondo para poder entender qué estaba sucediendo en nuestras letras. La nueva generación, siendo tan diversa en sus propuestas, no tiene como referente a Macondo.
Y no hay que rasgarse las vestiduras: eso no es un crimen ni tiene nada de malo. Si yo quiero entrar a la obra de Franco, de Gamboa, de Abad, de Serrano, de William Ospina, de Montt, de Ricardo Silva, de Antonio García, de Vásquez o de Botero (sólo para citar a algunos), Macondo no es un buen referente. Incluso la idea es aplicable al propio Mejía, cuya novela I love you putamente no tiene conexión con la obra del caribeño.
Las nuevas dinámicas de las megalópolis contemporáneas, el surgimiento de los teléfonos celulares, la internet, el colapso de las autopistas de información, el zapping, los desastres climáticos que generan una percepción apocalíptica, la violencia del establecimiento, el consumismo enfermizo, los videojuegos, las nuevas patologías tanto físicas como psíquicas, el hundimiento de las promesas de la Modernidad, todo este nuevo universo urbano funda un referente narrativo que antes no teníamos. Y así debe ser, porque la literatura, como la vida, está en un movimiento incesante.
Y para cerrar, lamento mucho que un escritor utilice su columna de prensa para sugerirles a sus lectores que es mejor no leer a otro escritor. Hace mal Mejía en no leer a Montt, uno de los más talentosos escritores de la nueva generación, pero hace peor en descalificarlo sin leerlo. Porque esa es una apología a la ignorancia, y se supone que los espacios de prensa son otorgados para todo lo contrario.
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**** MARIO MENDOZA en Cali. Conversatorio
http://ntc-narrativa.blogspot.com/2008_08_01_archive.html
Agosto 15, 16 y 17 de 2008 Cali. Talleres RENATA
http://ntc-narrativa.blogspot.com/2008_08_01_archive.html
Agosto 15, 16 y 17 de 2008 Cali. Talleres RENATA
En este conversatorio Mendoza contestó una pregunta sobre la columna de Mejía.
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¿Qué tan importante es García Márquez?
Por: Juan Carlos Botero
EL ESPECTADOR Agosto 23 Ago 2008
http://www.elespectador.com/opinion/columnistasdelimpreso/juan-carlos-botero/columna-tan-importante-garcia-marquez
EN ESTOS DÍAS HA RESURGIDO EL DEbate acerca de la importancia de Gabriel García Márquez. Unos aplauden sus virtudes como narrador, mientras otros lo estiman de menor aliento o cuestionan la validez de su estilo para describir nuestra realidad actual.
Mi posición al respecto es distinta, y la he expuesto antes. Mejor dicho: voy más allá. Yo sospecho que aún no hemos apreciado la verdadera dimensión de este autor, y por eso opino que García Márquez es más importante de lo que la gente piensa, y que su obra es incluso más trascendental de lo que sus defensores argumentan. En otras palabras, a mi juicio nuestro premio Nobel es tan significativo, que el auténtico tamaño de su grandeza ha tardado en llegar a nuestra comprensión, como la luz de un astro remoto que sólo hasta ahora vislumbramos con mayor claridad.
En efecto, para entender qué tan importante es García Márquez en nuestra historia, basta señalar que hacía muchos años no se escuchaba un reconocimiento mundial tan vasto y generalizado en torno a un novelista en castellano. Casi todos los escritores más famosos e importantes de Alemania, Francia, Inglaterra, India, Turquía, Egipto, Estados Unidos, Rusia, Sur África, Italia, España y tantas otras naciones (más toda América Latina) han confesado, en algún momento de su vida, lo mucho que le deben a García Márquez, lo mucho que lo respetan, y añaden que él es uno de los autores más valiosos de la literatura. Y no sólo de la literatura latinoamericana o la escrita en español. Sino de la literatura mundial.
Más aún, es difícil encontrar un ganador del Premio Nobel de Literatura que haya señalado a un novelista en castellano como uno de sus maestros de cabecera, una figura definitiva en su formación literaria. Y, si se encuentra el caso, es todavía más difícil que ese novelista de nuestra lengua reciba un segundo o un tercer reconocimiento de quienes han sido galardonados en Estocolmo. En cambio, con García Márquez sucede todo lo contrario: a partir de 1982 es difícil encontrar un premio Nobel de literatura que no se haya declarado, en algún momento de su vida, como descendiente, heredero o, al menos, admirador de este novelista colombiano. A tal punto que la ganadora del Nobel de 2007, Doris Lessing, afirmó que lo mejor de haber recibido la noticia abrumadora fue que García Márquez la llamó por teléfono para felicitarla por su triunfo.
Lo cierto, repito, es que desde hacía muchos años no se escuchaba, alrededor de un novelista en castellano, un aplauso universal tan indiscutido. Hasta se podría argumentar que esto no sucedía en nuestro idioma (con un novelista, hay que insistir) hacía más de 400 años. Aunque quizá suene excesivo, se puede decir que García Márquez es, muy probablemente, el novelista en castellano más importante después de Cervantes.
Tan pronto se pronuncia en público o en un privado una tesis de este calibre, las personas siempre titubean de desconcierto, y de inmediato, en silencio o en voz alta, emiten una objeción y proponen una larga lista de novelistas en castellano que todos admiramos sin reservas y que estimamos de una trascendencia indiscutible. El valor de cada una de estas grandes figuras es, ciertamente, imposible de refutar. Por eso no digo que García Márquez sea el único novelista relevante en nuestra lengua. Afirmo que su caso es distinto, porque ningún otro ha tenido un impacto mundial y cultural comparable. Por eso él es más grande de lo que la gente a veces sabe o recuerda, y por eso su figura es todavía más excepcional en la historia de la novelística en castellano. Y si el debate continúa, habrá que argumentarlo más a fondo la semana entrante.
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Acerca de un rumor
Por: Juan Gabriel Vásquez
EL ESPECTADOR, 22 Ago 2008 http://www.elespectador.com/literatura/columna-acerca-de-un-rumor
VOLVÍ A LEER POR ESTOS DÍAS LA ENtrevista que Ángel Gurría-Quintana le hizo, hace unos tres años, a Orhan Pamuk, y esta vez me llamó la atención una respuesta que en otras lecturas había pasado por alto. Gurría-Quintana le pregunta a Pamuk cómo escoge la forma de sus novelas, si parte de una imagen o de una primera frase, y Pamuk contesta: “No hay una fórmula constante. Pero siempre procuro no escribir dos novelas bajo la misma modalidad. Trato de cambiar todo. Es por esto que muchos de mis lectores me dicen: Me gustó esta novela suya, es una lástima que no escribiera otras como ésta. O también: Nunca había disfrutado leyendo sus novelas, hasta que escribió ésta… Y la verdad es que detesto escuchar estas cosas”.
Hay dos tipos de novelistas: por una parte, los que escriben como Pamuk, negándose de manera casi fundamentalista a hacer en un libro lo que ya hicieron en otro; y por la otra, los que encuentran en algún momento de su carrera una voz, un método que por fin les permite escribir lo que querían escribir, y se dedican durante toda su vida a hacer lo mismo pero distinto. También de esta forma se han escrito grandes libros: Javier Marías, por ejemplo, encontró un narrador cuando escribió Todas las almas, y desde entonces no ha hecho sino explorar todas las posibilidades de esa misma voz; a Fernando Vallejo le pasó lo mismo cuando escribió La virgen de los sicarios, y todas sus ficciones desde entonces son variaciones sobre el mismo método. A ninguno de los dos, creo yo, les ha pasado lo que le pasa a Pamuk: o a uno le gustan todos sus libros, o no le gusta ninguno. Es así de sencillo.
A mí, con excepciones como las mencionadas, me suelen interesar más los escritores proteicos, los que son capaces de hablar con distintas voces, de asumir distintas máscaras. Eso es lo que hizo, por ejemplo, Joseph Conrad —El agente secreto no se parece en nada a Bajo la mirada de Occidente, y Lord Jim no se parece en nada a Nostromo—, y eso es lo que hace ahora Peter Carey, que puede contar una novela con la voz de un ladrón australiano del siglo XIX y después otra con la de una mujer editora de nuestro tiempo. La literatura tiene un costado histriónico, y en todo lector hay un espectador escondido: recostarse en la butaca y ver cómo el escritor se transforma en actor es, me parece, uno de los grandes placeres de leer ficción. De la misma manera, uno de los grandes placeres de escribirla es el riesgo; y para algunos escritores, entre los que me cuento, no hay nada tan aburrido como volver a hacer lo que uno ya sabe hacer.
¿Y a qué viene todo esto? Hace unas semanas, como sabrán algunos, empezó a correr el rumor de que García Márquez había terminado una nueva novela. García Márquez es un caso curioso: durante los primeros treinta años de su carrera, no hay dos de sus novelas que se parezcan entre sí. Era un escritor atrevido, dispuesto a sorprender a sus lectores, dispuesto a correr riesgos. Pero en algún momento, quizás a comienzos de los 90, eso dejó de interesarle, y se puso a repetir la misma fórmula, como si se hubiera cansado de arriesgar. Pues bien, al contrario de Vallejo o Marías, la repetición no le sienta bien a García Márquez, que en estos años nos ha dado sus peores libros de ficción, de Doce cuentos peregrinos hasta esas Putas tristes que no deberían tener un lugar en su obra. Y sus lectores devotos nos preguntamos si García Márquez estará dispuesto a sorprendernos como antes, o si se repetirá como lo ha venido haciendo durante demasiado tiempo.
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¿Agoniza Macondo?
Por: Esteban Carlos Mejía. Rabo de paja
EL Espectador, 15 Ago 2008 http://www.elespectador.com/columna-agoniza-macondo
HACE COSA DE UN MES, EN LA XXI Semana Negra, en Gijón, España, los escritores colombianos Mario Mendoza y Nahum Montt se pusieron a despotricar contra García Márquez: "El realismo mágico agoniza" y “la fantasía, realidad e ilusión, leyenda y superstición de Gabo o lo que ellos llaman literatura ‘rural’, no convence en un país que demanda obras de denuncia social urbana y violenta”. (El Espectador, 15 de julio de 2008 http://www.elespectador.com/entretenimiento/agenda/cultura/articulo-el-realismo-magico-agoniza )*
¡Qué vaina, hombre! Estos muchachos salen al exterior y se les suben los humos. Olvidan que son escritores y se vuelven aprendices de mercadeo: repiten, como cotorras, las babosadas de los gerentes de sus editoriales seudoplanetarias.
¿Agoniza Macondo? Si el encono es por las ventas, algo accidental a la literatura, recuerden que el libro más vendido en Colombia el año pasado fue Cien años de soledad, que cumplía 40 años de rozagante salud. Si la tirria es por una pretendida insuficiencia de García Márquez para reflejar la “vida misma”, me pregunto: ¿hasta cuándo perdurará entre nosotros la manía leninista de ver a la literatura como un espejo de la realidad? Prefiero imaginarme a los escritores de ficción como lo que son en verdad, creadores, y no meros copistas del entorno, amarga tarea a la que se dedican periodistas, historiadores, antropólogos, políticos, etcétera.
Cuando leo Cien años de soledad, su texto inconsútil –sin hilvanes ni costuras, como la túnica del Nazareno– obra maravillas en mi espíritu. No quiero que se acabe la frase que estoy leyendo, a sabiendas de que tarde o temprano llegará a su fin. Quiero que sea eterno el placer que siento, y no efímero, como por desgracia es. Dejo de ser y por unos instantes caigo a plenitud en el engaño que me propone la (buena) literatura: acepto como real algo que no lo es ni lo será nunca, algo ficticio, quimérico, el mejor invento de Melquíades. Y este artificio subsistirá mientras haya lectores que prefieran el uso de la imaginación a la mísera constatación de la miseria.
¿Acaso lo mágico, lo milagroso, lo mítico, lo legendario y lo fantástico no alcanzan para recrear las pedestres circunstancias de este país? ¿Mejor un realismo macarrónico que el realismo mágico? ¡Válgame, Dios! Descalificar a García Márquez resulta tan cándido (y tan fallido) como descalificar a Tolstói, Proust o Faulkner. Tan tonto, además, como deshonrar a Orhan Pamuk porque escribe sobre la vida provinciana en Turquía (otra nación repleta de “pornografía, drogas, prostitución y bandas callejeras”) o a Antonio Lobo Antunes porque, sin cansarse ni cansarnos, nos brinda su nostálgica visión de Lisboa y Benfica o de la guerra de Angola. Cada novelista es el demiurgo de su creación. Y punto. Lo demás son habladurías de abarroteros.
Mendoza, hazme caso, no te dejes tentar por “Aquel a quien la Biblia llama Satanás, el Adversario”, como aconseja uno de los epígrafes de tu novela. Vade retro, Satán. No confundas farándula con literatura ni marketing con crítica literaria. No te dejes llevar por la soberbia ni por la puerilidad. No digas más pendejadas, Mario. Mejor relee a García Márquez. O léelo, si es que, para tu infortunio, aún no lo has hecho, como lo dan a entender tus desdichadas declaraciones.
Rabito de paja
De Nahum Montt, el otro fulano de Gijón, no he leído nada y por eso callo. A riesgo de pecar de prejuicioso, voy a demorarme en frecuentar sus páginas. Con sus disparates sobre Macondo, me sobra y basta.
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* "El realismo mágico agoniza"
EL ESPECTADOR 15 Jul 2008 - 10:20 am
http://www.elespectador.com/entretenimiento/agenda/cultura/articulo-el-realismo-magico-agoniza
Los escritores colombianos Mario Mendoza y Nahum Montt, dijeron en España que el ‘realismo mágico' de Gabo no encaja con la realidad colombiana, y que por ello, está a punto de morir.
Foto: http://s3.amazonaws.com/elespectador/files/images/1e5c7fcfdd6c8c626f44acc0cd60a0b9.jpg agencia EFE El escritor colombiano posa al finalizar su conferencia de prensa, dentro de la XXI Semana Negra de Gijón.
Imágenesrelacionadas http://s3.amazonaws.com/elespectador/files/images/68fd290f0ec03970f4a1ba40198ba712.jpg 15/07/2008 Nahum Montt
Ellos mismos se consideran los ‘nietos' de García Márquez, pero creen que la nueva narrativa de Colombia ha surgido con la fuerza necesaria para enterrar al 'realismo mágico'. "Macondo agoniza", la fantasía, realidad e ilusión, leyenda y superstición Gabo o lo que ellos llaman literatura "rural", no convence en un país que demanda obras de denuncia social urbana y violenta como "la vida misma".
Por su parte, el director de la XXI Semana Negra de Gijón http://www.semananegra.org/ , Paco Ignacio Taibo II, expresó que la nueva narrativa de Colombia ha surgido como "por ósmosis" después de veinte años de silencio en los que García Márquez "pesaba como una losa" sobre cualquier intento literario en el país.
'Satanás' y 'El eskimal y la Mariposa', ejemplos de la nueva literatura
Sobre ‘Satanás', Mendoza dijo descubrir la débil frontera que separa la locura de la razón en un asesino múltiple. Él, impactado por haber visto el vuelco que dio un amigo suyo, Campo Elías, un veterano voluntario de la guerra del Vietnam y profesor universitario que en un sólo día asesinó a 29 personas, tardó quince años en escribir esta historia basada en hechos reales.
Mientras respondía las preguntas de la secretaria de un juzgado que le interrogaba sobre su relación con el asesino, se dio cuenta de que su relato de los hechos era "una novela". Sin embargo, tuvo que esperar bastante tiempo para desarrollar un tema que le había tocado muy cerca y que incluso le había estigmatizado como "el amigo del asesino".
Montt, en cambio, presentó 'El Eskimal y la Mariposa' en Gijón exponiendo la hipótesis de que el poder político ha desempeñado un papel fundamental en estos crímenes cometidos por sicarios del narcotráfico y que marcan la irrupción de los carteles en las decisiones de gobierno, en relación a los tres asesinatos que narra en el texo: Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo Ossa y Carlos Pizarro, perpetrados en 1990.
Además, comentó que es lo que en ese momento fue definido como la 'narco-democracia' por agentes de la CIA destinados en Colombia, lo que nutre la nueva literatura que se escribe en estos momentos en el país.
Montt aseguró que ninguno de los autores materiales de estos crímenes ha sobrevivido porque han sido a su vez asesinados a balazos y que esta situación es "la constante" que se repite de manera sistemática en la realidad colombiana.
Así, la violencia metida en la vida urbana, acompañada de la pornografía, drogas, prostitución y bandas callejeras, hacen que el 'realismo mágico' "no encaje" en la realidad colombiana, y que por eso mismo "agoniza", insistieron los dos escritores.
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Algo más :
¿Qué tan importante es García Márquez?
Por: Juan Carlos Botero
EL ESPECTADOR Agosto 23 Ago 2008
http://www.elespectador.com/opinion/columnistasdelimpreso/juan-carlos-botero/columna-tan-importante-garcia-marquez
EN ESTOS DÍAS HA RESURGIDO EL DEbate acerca de la importancia de Gabriel García Márquez. Unos aplauden sus virtudes como narrador, mientras otros lo estiman de menor aliento o cuestionan la validez de su estilo para describir nuestra realidad actual.
Mi posición al respecto es distinta, y la he expuesto antes. Mejor dicho: voy más allá. Yo sospecho que aún no hemos apreciado la verdadera dimensión de este autor, y por eso opino que García Márquez es más importante de lo que la gente piensa, y que su obra es incluso más trascendental de lo que sus defensores argumentan. En otras palabras, a mi juicio nuestro premio Nobel es tan significativo, que el auténtico tamaño de su grandeza ha tardado en llegar a nuestra comprensión, como la luz de un astro remoto que sólo hasta ahora vislumbramos con mayor claridad.
En efecto, para entender qué tan importante es García Márquez en nuestra historia, basta señalar que hacía muchos años no se escuchaba un reconocimiento mundial tan vasto y generalizado en torno a un novelista en castellano. Casi todos los escritores más famosos e importantes de Alemania, Francia, Inglaterra, India, Turquía, Egipto, Estados Unidos, Rusia, Sur África, Italia, España y tantas otras naciones (más toda América Latina) han confesado, en algún momento de su vida, lo mucho que le deben a García Márquez, lo mucho que lo respetan, y añaden que él es uno de los autores más valiosos de la literatura. Y no sólo de la literatura latinoamericana o la escrita en español. Sino de la literatura mundial.
Más aún, es difícil encontrar un ganador del Premio Nobel de Literatura que haya señalado a un novelista en castellano como uno de sus maestros de cabecera, una figura definitiva en su formación literaria. Y, si se encuentra el caso, es todavía más difícil que ese novelista de nuestra lengua reciba un segundo o un tercer reconocimiento de quienes han sido galardonados en Estocolmo. En cambio, con García Márquez sucede todo lo contrario: a partir de 1982 es difícil encontrar un premio Nobel de literatura que no se haya declarado, en algún momento de su vida, como descendiente, heredero o, al menos, admirador de este novelista colombiano. A tal punto que la ganadora del Nobel de 2007, Doris Lessing, afirmó que lo mejor de haber recibido la noticia abrumadora fue que García Márquez la llamó por teléfono para felicitarla por su triunfo.
Lo cierto, repito, es que desde hacía muchos años no se escuchaba, alrededor de un novelista en castellano, un aplauso universal tan indiscutido. Hasta se podría argumentar que esto no sucedía en nuestro idioma (con un novelista, hay que insistir) hacía más de 400 años. Aunque quizá suene excesivo, se puede decir que García Márquez es, muy probablemente, el novelista en castellano más importante después de Cervantes.
Tan pronto se pronuncia en público o en un privado una tesis de este calibre, las personas siempre titubean de desconcierto, y de inmediato, en silencio o en voz alta, emiten una objeción y proponen una larga lista de novelistas en castellano que todos admiramos sin reservas y que estimamos de una trascendencia indiscutible. El valor de cada una de estas grandes figuras es, ciertamente, imposible de refutar. Por eso no digo que García Márquez sea el único novelista relevante en nuestra lengua. Afirmo que su caso es distinto, porque ningún otro ha tenido un impacto mundial y cultural comparable. Por eso él es más grande de lo que la gente a veces sabe o recuerda, y por eso su figura es todavía más excepcional en la historia de la novelística en castellano. Y si el debate continúa, habrá que argumentarlo más a fondo la semana entrante.
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Acerca de un rumor
Por: Juan Gabriel Vásquez
EL ESPECTADOR, 22 Ago 2008 http://www.elespectador.com/literatura/columna-acerca-de-un-rumor
VOLVÍ A LEER POR ESTOS DÍAS LA ENtrevista que Ángel Gurría-Quintana le hizo, hace unos tres años, a Orhan Pamuk, y esta vez me llamó la atención una respuesta que en otras lecturas había pasado por alto. Gurría-Quintana le pregunta a Pamuk cómo escoge la forma de sus novelas, si parte de una imagen o de una primera frase, y Pamuk contesta: “No hay una fórmula constante. Pero siempre procuro no escribir dos novelas bajo la misma modalidad. Trato de cambiar todo. Es por esto que muchos de mis lectores me dicen: Me gustó esta novela suya, es una lástima que no escribiera otras como ésta. O también: Nunca había disfrutado leyendo sus novelas, hasta que escribió ésta… Y la verdad es que detesto escuchar estas cosas”.
Hay dos tipos de novelistas: por una parte, los que escriben como Pamuk, negándose de manera casi fundamentalista a hacer en un libro lo que ya hicieron en otro; y por la otra, los que encuentran en algún momento de su carrera una voz, un método que por fin les permite escribir lo que querían escribir, y se dedican durante toda su vida a hacer lo mismo pero distinto. También de esta forma se han escrito grandes libros: Javier Marías, por ejemplo, encontró un narrador cuando escribió Todas las almas, y desde entonces no ha hecho sino explorar todas las posibilidades de esa misma voz; a Fernando Vallejo le pasó lo mismo cuando escribió La virgen de los sicarios, y todas sus ficciones desde entonces son variaciones sobre el mismo método. A ninguno de los dos, creo yo, les ha pasado lo que le pasa a Pamuk: o a uno le gustan todos sus libros, o no le gusta ninguno. Es así de sencillo.
A mí, con excepciones como las mencionadas, me suelen interesar más los escritores proteicos, los que son capaces de hablar con distintas voces, de asumir distintas máscaras. Eso es lo que hizo, por ejemplo, Joseph Conrad —El agente secreto no se parece en nada a Bajo la mirada de Occidente, y Lord Jim no se parece en nada a Nostromo—, y eso es lo que hace ahora Peter Carey, que puede contar una novela con la voz de un ladrón australiano del siglo XIX y después otra con la de una mujer editora de nuestro tiempo. La literatura tiene un costado histriónico, y en todo lector hay un espectador escondido: recostarse en la butaca y ver cómo el escritor se transforma en actor es, me parece, uno de los grandes placeres de leer ficción. De la misma manera, uno de los grandes placeres de escribirla es el riesgo; y para algunos escritores, entre los que me cuento, no hay nada tan aburrido como volver a hacer lo que uno ya sabe hacer.
¿Y a qué viene todo esto? Hace unas semanas, como sabrán algunos, empezó a correr el rumor de que García Márquez había terminado una nueva novela. García Márquez es un caso curioso: durante los primeros treinta años de su carrera, no hay dos de sus novelas que se parezcan entre sí. Era un escritor atrevido, dispuesto a sorprender a sus lectores, dispuesto a correr riesgos. Pero en algún momento, quizás a comienzos de los 90, eso dejó de interesarle, y se puso a repetir la misma fórmula, como si se hubiera cansado de arriesgar. Pues bien, al contrario de Vallejo o Marías, la repetición no le sienta bien a García Márquez, que en estos años nos ha dado sus peores libros de ficción, de Doce cuentos peregrinos hasta esas Putas tristes que no deberían tener un lugar en su obra. Y sus lectores devotos nos preguntamos si García Márquez estará dispuesto a sorprendernos como antes, o si se repetirá como lo ha venido haciendo durante demasiado tiempo.
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¿Agoniza Macondo?
Por: Esteban Carlos Mejía. Rabo de paja
EL Espectador, 15 Ago 2008 http://www.elespectador.com/columna-agoniza-macondo
HACE COSA DE UN MES, EN LA XXI Semana Negra, en Gijón, España, los escritores colombianos Mario Mendoza y Nahum Montt se pusieron a despotricar contra García Márquez: "El realismo mágico agoniza" y “la fantasía, realidad e ilusión, leyenda y superstición de Gabo o lo que ellos llaman literatura ‘rural’, no convence en un país que demanda obras de denuncia social urbana y violenta”. (El Espectador, 15 de julio de 2008 http://www.elespectador.com/entretenimiento/agenda/cultura/articulo-el-realismo-magico-agoniza )*
¡Qué vaina, hombre! Estos muchachos salen al exterior y se les suben los humos. Olvidan que son escritores y se vuelven aprendices de mercadeo: repiten, como cotorras, las babosadas de los gerentes de sus editoriales seudoplanetarias.
¿Agoniza Macondo? Si el encono es por las ventas, algo accidental a la literatura, recuerden que el libro más vendido en Colombia el año pasado fue Cien años de soledad, que cumplía 40 años de rozagante salud. Si la tirria es por una pretendida insuficiencia de García Márquez para reflejar la “vida misma”, me pregunto: ¿hasta cuándo perdurará entre nosotros la manía leninista de ver a la literatura como un espejo de la realidad? Prefiero imaginarme a los escritores de ficción como lo que son en verdad, creadores, y no meros copistas del entorno, amarga tarea a la que se dedican periodistas, historiadores, antropólogos, políticos, etcétera.
Cuando leo Cien años de soledad, su texto inconsútil –sin hilvanes ni costuras, como la túnica del Nazareno– obra maravillas en mi espíritu. No quiero que se acabe la frase que estoy leyendo, a sabiendas de que tarde o temprano llegará a su fin. Quiero que sea eterno el placer que siento, y no efímero, como por desgracia es. Dejo de ser y por unos instantes caigo a plenitud en el engaño que me propone la (buena) literatura: acepto como real algo que no lo es ni lo será nunca, algo ficticio, quimérico, el mejor invento de Melquíades. Y este artificio subsistirá mientras haya lectores que prefieran el uso de la imaginación a la mísera constatación de la miseria.
¿Acaso lo mágico, lo milagroso, lo mítico, lo legendario y lo fantástico no alcanzan para recrear las pedestres circunstancias de este país? ¿Mejor un realismo macarrónico que el realismo mágico? ¡Válgame, Dios! Descalificar a García Márquez resulta tan cándido (y tan fallido) como descalificar a Tolstói, Proust o Faulkner. Tan tonto, además, como deshonrar a Orhan Pamuk porque escribe sobre la vida provinciana en Turquía (otra nación repleta de “pornografía, drogas, prostitución y bandas callejeras”) o a Antonio Lobo Antunes porque, sin cansarse ni cansarnos, nos brinda su nostálgica visión de Lisboa y Benfica o de la guerra de Angola. Cada novelista es el demiurgo de su creación. Y punto. Lo demás son habladurías de abarroteros.
Mendoza, hazme caso, no te dejes tentar por “Aquel a quien la Biblia llama Satanás, el Adversario”, como aconseja uno de los epígrafes de tu novela. Vade retro, Satán. No confundas farándula con literatura ni marketing con crítica literaria. No te dejes llevar por la soberbia ni por la puerilidad. No digas más pendejadas, Mario. Mejor relee a García Márquez. O léelo, si es que, para tu infortunio, aún no lo has hecho, como lo dan a entender tus desdichadas declaraciones.
Rabito de paja
De Nahum Montt, el otro fulano de Gijón, no he leído nada y por eso callo. A riesgo de pecar de prejuicioso, voy a demorarme en frecuentar sus páginas. Con sus disparates sobre Macondo, me sobra y basta.
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* "El realismo mágico agoniza"
EL ESPECTADOR 15 Jul 2008 - 10:20 am
http://www.elespectador.com/entretenimiento/agenda/cultura/articulo-el-realismo-magico-agoniza
Los escritores colombianos Mario Mendoza y Nahum Montt, dijeron en España que el ‘realismo mágico' de Gabo no encaja con la realidad colombiana, y que por ello, está a punto de morir.
Foto: http://s3.amazonaws.com/elespectador/files/images/1e5c7fcfdd6c8c626f44acc0cd60a0b9.jpg agencia EFE El escritor colombiano posa al finalizar su conferencia de prensa, dentro de la XXI Semana Negra de Gijón.
Imágenesrelacionadas http://s3.amazonaws.com/elespectador/files/images/68fd290f0ec03970f4a1ba40198ba712.jpg 15/07/2008 Nahum Montt
Ellos mismos se consideran los ‘nietos' de García Márquez, pero creen que la nueva narrativa de Colombia ha surgido con la fuerza necesaria para enterrar al 'realismo mágico'. "Macondo agoniza", la fantasía, realidad e ilusión, leyenda y superstición Gabo o lo que ellos llaman literatura "rural", no convence en un país que demanda obras de denuncia social urbana y violenta como "la vida misma".
Por su parte, el director de la XXI Semana Negra de Gijón http://www.semananegra.org/ , Paco Ignacio Taibo II, expresó que la nueva narrativa de Colombia ha surgido como "por ósmosis" después de veinte años de silencio en los que García Márquez "pesaba como una losa" sobre cualquier intento literario en el país.
'Satanás' y 'El eskimal y la Mariposa', ejemplos de la nueva literatura
Sobre ‘Satanás', Mendoza dijo descubrir la débil frontera que separa la locura de la razón en un asesino múltiple. Él, impactado por haber visto el vuelco que dio un amigo suyo, Campo Elías, un veterano voluntario de la guerra del Vietnam y profesor universitario que en un sólo día asesinó a 29 personas, tardó quince años en escribir esta historia basada en hechos reales.
Mientras respondía las preguntas de la secretaria de un juzgado que le interrogaba sobre su relación con el asesino, se dio cuenta de que su relato de los hechos era "una novela". Sin embargo, tuvo que esperar bastante tiempo para desarrollar un tema que le había tocado muy cerca y que incluso le había estigmatizado como "el amigo del asesino".
Montt, en cambio, presentó 'El Eskimal y la Mariposa' en Gijón exponiendo la hipótesis de que el poder político ha desempeñado un papel fundamental en estos crímenes cometidos por sicarios del narcotráfico y que marcan la irrupción de los carteles en las decisiones de gobierno, en relación a los tres asesinatos que narra en el texo: Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo Ossa y Carlos Pizarro, perpetrados en 1990.
Además, comentó que es lo que en ese momento fue definido como la 'narco-democracia' por agentes de la CIA destinados en Colombia, lo que nutre la nueva literatura que se escribe en estos momentos en el país.
Montt aseguró que ninguno de los autores materiales de estos crímenes ha sobrevivido porque han sido a su vez asesinados a balazos y que esta situación es "la constante" que se repite de manera sistemática en la realidad colombiana.
Así, la violencia metida en la vida urbana, acompañada de la pornografía, drogas, prostitución y bandas callejeras, hacen que el 'realismo mágico' "no encaje" en la realidad colombiana, y que por eso mismo "agoniza", insistieron los dos escritores.
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Algo más :
*** "Dan los Santos Óleos" a Macondo (el mismo texto con este titular)
http://www.etimes.com.mx/spip.php?article9445&debut_articles=330
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http://www.etimes.com.mx/spip.php?article9445&debut_articles=330
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LA LITERATURA COMO RESISTENCIA.
A QUEMAROPA,
GIJON, 19 de julio de 2008 • DIARIO DE LA SEMANA NEGRA
GIJON, 19 de julio de 2008 • DIARIO DE LA SEMANA NEGRA
http://www.semananegra.org/AQ/AQ9-08.pdf Pág. 3 (Allí además "una charla con Nahum Montt )
Durante el coloquio que sostuvo con el escritor y librero mexicano (y veterano de numerosas Semanas Negras) Fritz Glockner, el novelista bogotano Mario Mendoza (1964) habló sin cortapisas de su desencanto y desesperanza (que no equivale a desesperación, subrayó) con la condición humana en la cultura moderna. Yo no tengo ninguna esperanza, señaló citando una frase que le gritaron a Paco [Ignacio Taibo II] durante una tertulia: cuando veas una luz al final del túnel, no es una luz, es un tren que se te viene encima. Así, Mendoza –autor de Satanás (recientemente llevada al cine), Cobro de sangre y Los Hombres Invisibles, entre otros– habló acerca de la violencia que ha imperado en el mundo y que alcanzó su primer paroxismo al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando las fuerza aliadas bombardearon Hiroshima y Nagasaki la cotidianeidad ha adquirido ritmos vertiginosos de violencia, una ciclotimia permanente.
Esto se refleja en su obra: los personajes son en apariencia débiles, pero, en palabras de Glockner, acaban madreándose a su golpeador.
Pese a tener una visión pesimista del futuro, Mendoza señaló: tener una perspectiva negativa no
significa que uno no sea un vitalista.Y lo soy, en verdad. Glockner añadió que en la obra literaria de Mendoza, pese al catastrofismo de la temática que aborda (el clima de violencia en la sociedad colombiana contemporánea), la lectura siempre se presenta como un bálsamo para sus personajes, aún si están en la cárcel o en una situación extrema.
A esto, Mendoza definió como su lema como escritor: Mientras sea posible escribir y leer, en cualquier idioma, la literatura es una forma de resistencia civil. De este modo, ambos autores exhortaron a todos los presentes a continuar esta lucha con cada libro que lean.
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*** García Márquez, Maestro De Generaciones
Por Mario Mendoza
Publicación eltiempo.com, 17 de octubre de 2002
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1366196
El mundo narrativo de García Márquez hace parte de una tradición oral muy fuerte que marcó al escritor desde los años de su infancia, en la casa de sus abuelos, y de la cual él ha hablado en varias ocasiones con afecto y no sin cierta nostalgia: "Tenían una casa enorme, llena de fantasmas. Era una gente con una gran imaginación y superstición. En cada rincón había muertos y memorias, y después de las seis de la tarde la casa era intransitable. Era un mundo prodigioso de terror. Había conversaciones en clave".
Una realidad de estas características, espectral, alucinante, tenía que engendrar tarde o temprano ese tipo de literatura donde los personajes ascienden al cielo o esperan durante años una carta que no llega y que es el sentido más profundo de sus vidas. Y supongo que este tipo de poética que nos recuerda a todos el mito, el origen, la niñez, y que está en la base de las tradiciones épicas de todas las culturas, fue lo que influyó de manera categórica en otros integrantes de su misma generación y en muchos de la generación posterior. Decenas de narradores vieron (y siguen viendo) en este universo su propia biografía, su propio pasado familiar y ancestral, su propia cultura, y decidieron compartir, para bien o para mal, la visión estética con el autor de Cien años de soledad.
En la década de los años setenta estaban en boga el movimiento pacifista, el rock, las sobredosis de Janis Joplin, Jim Morrison y Jimmy Hendrix, las protestas de los grupos universitarios, la marihuana, el Che, Vietnam y las ideas revolucionarias de Mayo del 68. Fue una época que estuvo marcada por el cemento, el tráfico de los carros y la televisión.
Más adelante aparecerían unas urbes en explosión permanente, unos monstruos que estallaban en un desorden incontrolable y que iban produciendo un ritmo de vida caótico y confuso. A comienzos de los ochenta, justo cuando García Márquez ganaba el Nobel en Suecia, muchos jóvenes que habíamos pasado nuestra adolescencia en los setenta nos matriculamos en las universidades a estudiar Literatura. Y lo leímos con pasión y con avidez, y sintiendo siempre que estábamos leyendo a un clásico como Dante o Shakespeare. Escribimos sobre él en los trabajos de las clases, lo estudiamos, analizamos las estructuras de sus cuentos y de sus novelas, y al final siempre llegamos a la misma conclusión: que era un mago componiendo argumentos y que sus libros despedían ese aroma de impecabilidad que encontramos en los objetos imperecederos.
Ahora, debo confesar que hay un cuento suyo cuya influencia sobre mí ha sido permanente a través de los años, y que me parece una pieza suya muy curiosa y que no encaja para nada en el conjunto general. Se trata de La mujer que llegaba a las seis, una historia que transcurre en un bar y que nos revela la inmensa soledad y el abandono espiritual de los individuos en las grandes ciudades.
Ese cuento siempre me recuerda los cuadros de Edward Hopper, en donde los figuras están inmersas en un vacío general que nos sobrecoge, que nos corta la respiración, que nos da miedo. La perfección de los diálogos, el perfil psicológico de la prostituta y el doloroso amor que siente por ella el hombre que atiende detrás del mostrador, me indican la atmósfera ideal que muchas veces he querido transmitirle al lector en mis propios textos. Es uno de esos relatos que lo persiguen a uno en las noches de insomnio, cuando ya al amanecer, hecho una miseria, hay que levantarse, sacar el volumen de la biblioteca y releerlo por enésima vez para poder tranquilizarse y recoger un poco de sueño.
* Mario Mendoza fue el ganador del Premio Biblioteca Breve de este año por su novela Satanás. Hace parte de la nueva generación de escritores colombianos.
Durante el coloquio que sostuvo con el escritor y librero mexicano (y veterano de numerosas Semanas Negras) Fritz Glockner, el novelista bogotano Mario Mendoza (1964) habló sin cortapisas de su desencanto y desesperanza (que no equivale a desesperación, subrayó) con la condición humana en la cultura moderna. Yo no tengo ninguna esperanza, señaló citando una frase que le gritaron a Paco [Ignacio Taibo II] durante una tertulia: cuando veas una luz al final del túnel, no es una luz, es un tren que se te viene encima. Así, Mendoza –autor de Satanás (recientemente llevada al cine), Cobro de sangre y Los Hombres Invisibles, entre otros– habló acerca de la violencia que ha imperado en el mundo y que alcanzó su primer paroxismo al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando las fuerza aliadas bombardearon Hiroshima y Nagasaki la cotidianeidad ha adquirido ritmos vertiginosos de violencia, una ciclotimia permanente.
Esto se refleja en su obra: los personajes son en apariencia débiles, pero, en palabras de Glockner, acaban madreándose a su golpeador.
Pese a tener una visión pesimista del futuro, Mendoza señaló: tener una perspectiva negativa no
significa que uno no sea un vitalista.Y lo soy, en verdad. Glockner añadió que en la obra literaria de Mendoza, pese al catastrofismo de la temática que aborda (el clima de violencia en la sociedad colombiana contemporánea), la lectura siempre se presenta como un bálsamo para sus personajes, aún si están en la cárcel o en una situación extrema.
A esto, Mendoza definió como su lema como escritor: Mientras sea posible escribir y leer, en cualquier idioma, la literatura es una forma de resistencia civil. De este modo, ambos autores exhortaron a todos los presentes a continuar esta lucha con cada libro que lean.
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*** García Márquez, Maestro De Generaciones
Por Mario Mendoza
Publicación eltiempo.com, 17 de octubre de 2002
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1366196
El mundo narrativo de García Márquez hace parte de una tradición oral muy fuerte que marcó al escritor desde los años de su infancia, en la casa de sus abuelos, y de la cual él ha hablado en varias ocasiones con afecto y no sin cierta nostalgia: "Tenían una casa enorme, llena de fantasmas. Era una gente con una gran imaginación y superstición. En cada rincón había muertos y memorias, y después de las seis de la tarde la casa era intransitable. Era un mundo prodigioso de terror. Había conversaciones en clave".
Una realidad de estas características, espectral, alucinante, tenía que engendrar tarde o temprano ese tipo de literatura donde los personajes ascienden al cielo o esperan durante años una carta que no llega y que es el sentido más profundo de sus vidas. Y supongo que este tipo de poética que nos recuerda a todos el mito, el origen, la niñez, y que está en la base de las tradiciones épicas de todas las culturas, fue lo que influyó de manera categórica en otros integrantes de su misma generación y en muchos de la generación posterior. Decenas de narradores vieron (y siguen viendo) en este universo su propia biografía, su propio pasado familiar y ancestral, su propia cultura, y decidieron compartir, para bien o para mal, la visión estética con el autor de Cien años de soledad.
En la década de los años setenta estaban en boga el movimiento pacifista, el rock, las sobredosis de Janis Joplin, Jim Morrison y Jimmy Hendrix, las protestas de los grupos universitarios, la marihuana, el Che, Vietnam y las ideas revolucionarias de Mayo del 68. Fue una época que estuvo marcada por el cemento, el tráfico de los carros y la televisión.
Más adelante aparecerían unas urbes en explosión permanente, unos monstruos que estallaban en un desorden incontrolable y que iban produciendo un ritmo de vida caótico y confuso. A comienzos de los ochenta, justo cuando García Márquez ganaba el Nobel en Suecia, muchos jóvenes que habíamos pasado nuestra adolescencia en los setenta nos matriculamos en las universidades a estudiar Literatura. Y lo leímos con pasión y con avidez, y sintiendo siempre que estábamos leyendo a un clásico como Dante o Shakespeare. Escribimos sobre él en los trabajos de las clases, lo estudiamos, analizamos las estructuras de sus cuentos y de sus novelas, y al final siempre llegamos a la misma conclusión: que era un mago componiendo argumentos y que sus libros despedían ese aroma de impecabilidad que encontramos en los objetos imperecederos.
Ahora, debo confesar que hay un cuento suyo cuya influencia sobre mí ha sido permanente a través de los años, y que me parece una pieza suya muy curiosa y que no encaja para nada en el conjunto general. Se trata de La mujer que llegaba a las seis, una historia que transcurre en un bar y que nos revela la inmensa soledad y el abandono espiritual de los individuos en las grandes ciudades.
Ese cuento siempre me recuerda los cuadros de Edward Hopper, en donde los figuras están inmersas en un vacío general que nos sobrecoge, que nos corta la respiración, que nos da miedo. La perfección de los diálogos, el perfil psicológico de la prostituta y el doloroso amor que siente por ella el hombre que atiende detrás del mostrador, me indican la atmósfera ideal que muchas veces he querido transmitirle al lector en mis propios textos. Es uno de esos relatos que lo persiguen a uno en las noches de insomnio, cuando ya al amanecer, hecho una miseria, hay que levantarse, sacar el volumen de la biblioteca y releerlo por enésima vez para poder tranquilizarse y recoger un poco de sueño.
* Mario Mendoza fue el ganador del Premio Biblioteca Breve de este año por su novela Satanás. Hace parte de la nueva generación de escritores colombianos.
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